Entrevista al historiador y educador estadounidense Henry A. Giroux
¿Cómo definiría la era de Trump? ¿ Su gobierno tiene algo que ver con el origen del fascismo?
Las condiciones que conducen al fascismo no existen en un espacio etéreo fuera de la historia. Tampoco es instante ubicado solo en el pasado. Como señaló Hannah Arendt, el fascismo siempre pueden adquirir nuevas formas.
Según el historiador alemán Richard Evans la administración de Trump no reproducirá todas las características del fascismo de Alemania e Italia de la década de 1930. Sin embargo agrega que “no puede descartarse el legado ideológico del fascismo porque es una advertencia de la historia».
El propio Evans, Timothy Snyder y otros historiadores proponen examinar la los orígenes de la tiranía para usar lo que aprendamos del pasado en la luchar contra las nuevas formas de fascismo .
Aunque los Estados Unidos con Trump pueden no ser una réplica exacta de la Alemania de Hitler, las ideas movilizadoras, las políticas, las pasiones , el ultranacionalismo, el militarismo, los discursos de pureza racial y las despiadadas prácticas sociales propias del fascismo están en el centro de la política de Trump.
Cuando la historia deja de proporcionarnos información sobre como funciona la represión, la explotación y la resistencia, entonces la gente queda atrapada en una suerte de amnesia que limita su perspectiva, su comprensión de cómo funciona el poder y las formas que el fascismo utiliza sus prácticas políticas.
Una comprensión crítica de la historia sería de gran ayuda para que el pueblo estadounidense reconozca los elementos fascistas en la mayoría de los tweets, discursos y políticas racistas de Trump. Debemos desarrollar lo que Timothy Snyder llama «una relación activa con la historia» para evitar una aceptación normalizadora de regímenes autoritarios como los Estados Unidos bajo Trump.
La historia no expurgada proporciona un recurso vital que nos informa del fundamento ético de la resistencia. De hecho es un antídoto contra la política de desinformación, división, desviación y fragmentación de Trump. Además, la historia nos recuerda que frente a las nuevas formas emergentes del autoritarismo, la solidaridad es esencial.
Si hay algo que la historia nos ha enseñado es que debemos negarnos a ser cómplices de la mentira y el engaño. Esto es perentorio, dada la forma en que la administración Trump, propagar agresivamente la desinformación con medios de comunicación de extrema derecha, como Infowars, Sinclair Broadcast Group, Fox News y Breitbart News Network,.
Con la muerte de la memoria puede hacerse realidad esa pesadilla que creíamos no no se repetiría . La historia nos permite apreciar cómo las instituciones democráticas caen y se levantan, nos proporciona narrativas de resistencia para enfrentar cualquier sistema fascista y autoritario.
Las lecciones de la historia es básica cruciales para reconocer los actuales abusos de poder y la corrupción . Trump utiliza una mezcla escenográfica de coerción, impunidad y violencia. Esta retórica de la intolerancia es parte de la ideología fascista y su resultado es la activación el ultranacionalismo y el racismo.
El peligroso avance del populismo de derecha y el impetuoso aumento de expresiones fascistas nos recuerda que pensar y actuar debe estar conectado. Por tanto debemos actuar colectivamente contra el fascismo neoliberal y su discurso de supremacía blanca, odio a la democracia y a la igualdad social y económica .
Por esta razón , la memoria histórica como registro del pensamiento crítico es tan peligrosa para Trump y sus acólitos.
¿Cómo se relaciona la violencia estatal y el nacionalismo blanco?
Bajo el régimen de Trump, la violencia estatal y el nacionalismo blanco son dos caras de la supremacía blanca y el terrorismo doméstico. La convocatoria de Trump a «Make America Great Again», su lema «America First» y su enfático llamado a un régimen de «ley y orden» son una síntesis política que da la legitimidad de la violencia estatal contra negros, musulmanes, inmigrantes indocumentados y aquellos «otros» que no encajaban en su noción racista que resucita una idea de esfera pública solo blanca . Por tanto Ta-Nehisi Coates tiene razón al afirmar que «la ideología de Trump es la supremacía blanca».
El racismo( sancionado por el estado con la violencia policial) es la contraseña ideológica del nacional-cristianismo blanco de Trump. Esta idea le permitió formar una amplia coalición de fanáticos, supremacistas blancos, súper-patriotas, populistas y militaristas apocalípticos.
Bajo Trump, la política de identidad ha surgido con una venganza política ya que el Partido Republicano se ha declarado descaradamente el partido del pueblo blanco.
En tales circunstancias, el apoyo de Trump a la violencia de los supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia, no debería sorprender a nadie. No hay que olvidar que el racismo en los Estados Unidos (en general) y del Partido Republicano (en particular) es parte de nuestra historia. (fenómeno que ocurre también en el Partido Demócrata) .
Este legado racista proviene de la llamada «Estrategia Sur» de Nixon , del tratamiento que George W. Bush dio a las víctimas negras del huracán Katrina, y también de las políticas de «ley y orden» de Clinton y de intentos del Partido Republicano por propagar un estado carcelario que incluye la supresión del derecho a voto en la comunidades afroamericanos conflictivas.
La política de Trump ha demostrado que él no solo adopta la supremacía blanca, sino que la exalta. ¿De qué otra forma se puede explicar que su administración no «investigará a los nacionalistas blancos”, responsables de los crímenes de odio?¿Cómo explicar el interminable tsunami de tweets y comentarios racistas que produce implacablemente con un “alegre” deleite ?
Estas acciones son parte de la visión Jacksoniano de Trump de «ley y orden», y están aumentando las tensiones raciales en los barrios negros porque a menudo son tratados como zonas de combate.
El respaldo de Trump al nacionalismo blanco envía un mensaje favorable a un sistema de violencia que equivale una forma de terrorismo interno. Además, indican un desprecio por el estado de derecho y un respaldo no solo a la ideología racista, sino también al racismo institucional manifestado en penas de cárcel basado en la raza.
El régimen de «ley y orden» de Trump es una forma de terrorismo doméstico porque es una política de violencia estatal diseñada para intimidar, amenazar, dañar e infundir miedo en las comunidades no blancas. Su implacable retórica de intolerancia, racismo y demonización de estas comunidades no solo cuenta con el apoyo nacionalista blanco, sino que también normaliza la violencia estatal respaldando los ataques raciales contra inmigrantes, especialmente latinoamericanos.
El racismo de Trump también ha estimulado a los supremacistas y neonazis blancos para postularse a cargos públicos. Los gestos de Trump hacia los extremistas de derecha y los neonazis es evidente en sus políticas de deportación, y en sus crueles políticas de «ley y orden» que separan a los niños de sus padres inmigrantes. El renovado llamado a la discriminación racial hecho por Trump esta estimulando a racistas y nacionalistas blancos ha postularse a cargos públicos.
La conducta de Trump ha envalentonado a estos extremistas de derecha, le ha dado luz verde con legislaciones profundamente intolerantes, que en algunos casos se han impuesto mediante actos de violencia.
¿ Se ha convertido Estados Unidos en una nación de analfabetismo cívico?
La llegada de Donald Trump – en la política estadounidense – ha hecho visible una plaga de analfabetismo cívico, un sistema político corrupto y un desprecio por la razón que lleva fabricándose por décadas . También señala el marchitamiento de los vínculos sociales, la ruina de la cultura cívica, el declive de la vida pública y la erosión de un sentido de ciudadanía compartida.
A medida que las “mentalidades de mercado” perfeccionan su control sobre todos los aspectos de la sociedad, el espíritu y las instituciones democráticas se está reduciendo de la esfera publica . Como las instituciones publicas empiezan a desaparecer ( desde las escuelas hasta los centros de salud) se empieza a producir una grave erosión en el discurso de comunidad, justicia, igualdad, valores y bien común.
Al mismo tiempo, la razón y la verdad no son debatidas sino que son vilipendiadas . Estos valores están desterrados por completo en el mundo de Trump y sus «noticias falsas».
Bajo la administración Trump, el lenguaje ha sido saqueado, la verdad y la razón menospreciadas, las palabras vaciadas de sustancia o convertidas en su opuesto, todo esto a través de la producción interminable de twitts de Trump y del continuo espectáculo de los payasos de Fox News.
Esta sombría realidad apunta al fracaso de la voluntad política y la democracia abierta. También es parte de una política que despoja a la sociedad de los ideales democrático socavando la educación como un bien público.
Lo que estamos presenciando en estados Unidos no es simplemente un proyecto político para consolidar el poder en manos de la élite corporativa y financiera, sino también una reelaboración del significado mismo de la educación como elemento fundamental para crear una ciudadanía informada y una sociedad democrática.
Es una época en que la educación y el pensamiento se vuelven peligrosos. Para las fuerzas antidemocráticas que dominan todas las instituciones económicas y culturales de los Estados Unidos la ignorancia se ha convertido en virtud y los juicios informados y el pensamiento crítico un peligro que debe degradarse hasta convertirse en escombros y cenizas.
Bajo el reinado de un diseño normalizado de un presunto sentido común, la cultura se considera con desdén, las palabras se reducen a los datos y la ciencia se confunde con la seudo-ciencia. Las huellas del pensamiento crítico están cada vez más en los márgenes de la cultura, ya que la ignorancia se convierte en el principal principio organizador de la sociedad estadounidense.
Con el reinado de 40 años del neoliberalismo, la cultura cívica se ha mercantilizado, la ciudadanía ha sido erosionada, el interés propio y el espíritu de supervivencia se ha más elevado a un ideal nacional.
Además, el lenguaje ha sido militarizado, entregado a publicistas, con un anti-intelectualismo político y culturalmente embarazoso , pero aún esta política ha sido sancionada por la Casa Blanca. La “cultura de celebridades” está produciendo un entretenimiento cutre con intelectuales crueles y payasos como Jordán Peterson. Estos presentadores defienden abiertamente la desigualdad la ignorancia y la mentalidad guerrera como parte del orden natural, al mismo tiempo que destrona cualquier forma de política seria .
La cultura del “analfabetismo manufacturado” también se reproduce a través de un aparato mediático que comercia el espectáculo de la violencia. Bajo estas circunstancias, el analfabetismo se convierte en la norma y la educación se vuelve en una versión zombi neoliberal que funciona para eliminando los valores democráticos y las relaciones sociales. Las ideologías, políticas e instituciones dominantes que ahora controlan la sociedad estadounidense tienen una impronta neofascista.
Sin embargo el reinado del analfabetismo fabricado no puede ser atribuido únicamente al surgimiento de las nuevas redes sociales, una cultura de inmediatez y una sociedad que prospera con la gratificación instantánea. En realidad , el analfabetismo manufacturado es un proyecto político y educativo central para una ideología de derecha y de las políticas que trabajan agresivamente para despolitizar a las personas y hacerlas cómplices de las fuerzas políticas y económicas neoliberales y racistas que imponen la miseria y el sufrimiento.
El fascismo del siglo XXI se está instalando maliciosamente con una cultura de la crueldad , con el lenguaje al servicio de la violencia mientras se ataca implacablemente la ética y la noción del bien común. En el momento histórico actual, el analfabetismo y la ignorancia ofrecen el fundamento para un populismo de derecha, que proporciona su oferta política a una nubarrón de fascismo que ha descendido sobre los Estados Unidos.
¿Que está pasando con el sistema educativo en Estados Unidos?
Los regímenes neoliberales en Europa y América del Norte han lanzado un gran ataque contra la educación superior y los profesores y estudiantes que la consideran determinante las culturas comprometidas por una democracia fuerte y saludable.
Por ejemplo, en los Estados Unidos, la educación superior se está desfinanciando, devaluando y privatizando, al tiempo que se restringe el acceso a estudiantes de clase trabajadora y de clase media baja. Aquellos estudiantes desfavorecidos que sí tienen acceso a algún tipo de educación postsecundaria con demasiada frecuencia están agobiados por deudas financieras.
Las universidades se han convertido en fábricas diseñadas para imitar los valores del capitalismo de casino. Las disciplinas y los cursos que no están organizados en torno a los principios neoliberales carecen de fondos suficientes o se han reconfigurado para servir a los valores de mercado. Disciplinas, tales como Estudios de la Mujer, Estudios Afroamericanos, Estudios Laborales y Estudios Latinos han perdido gran parte de sus fondos, han sido cerradas o marginadas, mientras que al mismo tiempo, las humanidades y las artes liberales desaparecen o son marginadas.
El ataque a la educación superior tiene una larga historia. Desde la década de 1980, los principios democráticos de la universidad han sido atacados por multimillonarios de derecha (como los hermanos Koch) las élites financieras y las grandes corporaciones, «lo que conduce a una confusión entre la universidad y el mundo corporativo».
En estas circunstancias, la educación superior está sometida al mercado. La toma de control corporativa de la educación se manifiesta en el surgimiento de estructuras de gobierno que imitan la cultura de los negocios y los modos de liderazgo definidos en términos empresariales.
Estas estructuras no solo son jerárquicas sino que producen niveles masivos de desigualdad entre profesores, personal y estudiantes en cuanto a recursos y opciones. Todo lo relacionado con la educación parece ser absorbido por el discurso de los negocios, las métricas y una noción reduccionista de la eficiencia.
La investigación se conforma, valora y recompensa en la medida que refleja los intereses corporativos. Las recompensas académicas, las promociones y el acceso al poder ahora están vinculados a la obtención de subvenciones o fondos corporativos externos. Los significantes numéricos y los valores comerciales dan forma a las políticas y prácticas en casi todos los niveles de la vida universitaria.
Por ejemplo, los servicios universitarios se subcontratan, los estudiantes se definen como empresarios y la cultura de la educación se transforma en la cultura de los negocios. En este caso, la distinción entre conocimiento e información, ideas y datos disminuye bajo el imperativo económico de valorar el conocimiento en términos instrumentales y devaluar las ideas que sirven al bien común.
Además, los profesores de las universidades públicas han perdido gran parte de su poder y autonomía y han sido relegados al papel de los trabajadores a tiempo parcial, la lógica laboral que caracteriza a Wal-Mart y otras industrias de servicios.
El sistema está diseñado -como señala Noam Chomsky- «para reducir los costos laborales y aumentar el servilismo laboral». Esta informalización de la facultad también funciona para socavar la libertad académica y la libertad de expresión, ya que muchos docentes adjuntos tienen miedo de hablar y abordar problemas sociales importantes dentro y fuera de sus aulas por temor a ser despedidos.
Judith Butler tiene razón al afirmar que la facultad ha perdido «apoyo institucional» junto con «la garantía en que se basa la libertad, tanto la libertad académica como la libertad de expresión política». Muchos profesores adjuntos no solo tienen pocas protecciones – en un entorno precario – también tienen salarios reducidos que en algunos casos los obligan a buscar asistencia social y alimentaria.
A medida que la universidad sucumbe a una cultura de auditoría y se somete al mercado, el sistema reprime una verdadera educación crítica o cualquier noción de disidencia. Como la educación está subordinada a la tarea de reproducir y beneficiar el orden corporativo, la educación colapsa y la facultad es desprovista de cualquier visión democrática. El ataque a la educación superior como un bien público democrático y a la facultad con intelectuales públicos y comprometidos tiene una larga historia en los Estados Unidos.
Bajo esta noción de gobernanza impulsada por el mercado, los docentes pierden tanto su poder como su autonomía. Bajo el reinado del neoliberalismo, los estudiantes a menudo cargan con altas tasas de matrícula y un futuro basado en la incertidumbre, la inestabilidad económica y el peligro ecológico. Además, a medida que las visiones democráticas son eliminadas de la educación superior, son reemplazadas por una noción estrecha de preparación para el trabajo y una racionalidad instrumental de contabilidad de costos.
Teóricos como el difunto Stuart Hall llamó a este sistema una “cultura de auditoría o corporativa», creada para desmoralizar y despolitizar a los profesores y a los estudiantes, reforzando solo el interés propio y la ausencia de responsabilidad moral y social.
Más específicamente, cuando la educación superior niega y abandona activamente su esfera pública democrática, tiende a proporcionar una educación en la que el ciudadano se transforma en consumidor, sentando las bases para el desarrollo de agentes egoístas que habitan en órbitas de privatización y son indiferente a al crecimiento de un poder despótico . En tales circunstancias, la educación se cambia por la capacitación, y el único aprendizaje que se valora se reduce a lo que se puede medir.
Uno de los desafíos que enfrenta la generación actual de educadores, estudiantes es la necesidad de abordar la cuestión de la misión de la educación en tiempos de tiranía.
¿Qué deberíamos hacer cuando una parte de la sociedad se desliza hacia un abismo de fascismo?
Un elemento central de este desafío es la cuestión de qué debe lograr la educación en una democracia.¿Qué se necesitará para que la educación superior no abandone su papel como esfera pública democrática?
¿Qué trabajo deben hacer los educadores para crear las condiciones económicas, políticas y éticas necesarias para dotar a los jóvenes y al público en general de la capacidad de pensar, cuestionar, dudar, imaginar lo inimaginable, y defiende la educación como esencial para inspirar y dinamizar a los ciudadanos necesarios para la existencia de una democracia robusta?
¿Qué tipo de lenguaje es necesario para que la educación superior redefina su misión, que les permita a los profesores y estudiantes trabajar hacia un futuro diferente al que se hace eco del presente, enfrentar lo indecible, reconocerse a sí mismos como agentes, no víctimas, y reunir tener el valor de actuar al servicio de una democracia sustantiva e inclusiva?
En un mundo en el que hay un creciente abandono de los valores e impulsos igualitarios y democráticos, ¿qué se necesitará para educar a los jóvenes y al gobierno en general para desafiar a la autoridad y responsabilizar al poder? uno que permite a los profesores y estudiantes trabajar hacia un futuro diferente al que hace eco del presente, enfrentar lo indecible, reconocerse como agentes, no víctimas, y reunir el valor para actuar al servicio de una democracia sustantiva e inclusiva ?
¿Que es la «cultura de la crueldad en la era de Trump» ?
Estados Unidos tiene una larga historia en la que la cultura de la crueldad ha socavado y desafiado sus pretensiones de los principios democráticos de igualdad, libertad, compasión y justicia.
El surgimiento de un orden social sin ética, por la idea de “la guerra de todos contra todos” de Hobbes ha nutrido en los últimos 40 años el surgimiento de una forma neoliberal de capitalismo de gángsters, más acertadamente llamado fascismo neoliberal.
Sin embargo, esta historia de crueldad no es exclusiva de la administración Trump. El ataque al estado de bienestar, una entumecedora atomización social, el surgimiento de una ética de supervivencia y la creciente indiferencia ante el sufrimiento humano han sido durante mucho tiempo apuntalados por los dos principales partidos políticos, antes de la última elección.
Pero tales ataques han asumido un papel más agresivo y organizador bajo la actual presidencia . Es evidente ya que Trump dedica una cantidad desmesurada de energía a la idea que el mercado y la violencia estatal son la solución principal a todos los problemas sociales y constituyen los únicos pilares legítimos para la gobernanza.
Esta práctica de la crueldad y la barbarie ya no se esconde en las sombras y se emplea sin excusas en la mayoría de las actividades de Trump desde que fue elegido.
Trump se deleita con el discurso de los matones. Llama a sus críticos «perdedores», insulta a los líderes mundiales con un lenguaje que apoya tácitamente las acciones violentas de los supremacistas blancos. Apoya la tortura del Estado, ha vuelto a militarizar a la policía, disfruta de representaciones de violencia.
En una oportunidad Trump tuiteó un video editado en el que se le veía golpear a un hombre con el logo de la CNN . Él ejecuta políticas a favor del terrorismo doméstico, que incluyen la separación de los niños pequeños de sus padres cuando estos son inmigrantes . Al tiempo amplía el estado carcelario, llama a los latinos «animales», «violadores» y «traficantes de drogas» a los mexicanos, y a las naciones africanas «países de mierda». Todo este «discurso» es un eco de la peligrosa retórica de los nazis en la década de 1930.
El neoliberalismo y el fascismo, como una forma de capitalismo extremo, considera a la democracia como el enemigo. El abrazo de Trump a la cultura de la crueldad también impulsa políticas enraizadas en deshumanización, rencor y odio de inspiración racial. El ve con desdén emociones humanas básicas, como la compasión, la empatía y el cuidado del otro.
¿De qué otra forma podría explicar su recorte impositivo de $ 1.3 trillones para las grandes corporaciones ultra-ricas y un aumento masivo de los gastos militares? Esta legislación terrible y dañina acompaña las políticas que producen recortes sin precedentes en viviendas para personas de bajos ingresos, impone requisitos de trabajo punitivos para quienes reciben asistencia social, eliminan programas de capacitación laboral, recortan programas de asistencia alimentaria para los pobres, disminuyen la calidad de la atención médica para las poblaciones más pobres, recortan nutrición programas para madres primerizas y sus bebés, y eliminar miles de millones de programas que se necesitan desesperadamente, como el Programa de seguro de salud para niños (CHIP).
Todas estas políticas sirven para redistribuir la riqueza hacia arriba mientras un alarmante 43 por ciento de las familias estadounidenses no pueden cubrir las necesidades básicas(como vivienda, cuidado de niños, comida o un teléfono celular ) y los millones de beneficiarios de Medicaid hoy corren el riesgo de perder su atención médica.
Philip Alston, el monitor de pobreza de las Naciones Unidas, en una entrevista con The Guardian, advirtió que Trump no solo está produciendo políticas que recompensan a los ultra ricos, sino que también castiga a los pobres y más vulnerables con «un ataque sistemático a los programas de bienestar de Estados Unidos». Al socava la red de seguridad social «esta eliminando el compromiso social del gobierno, y pasando rápidamente a la política de la crueldad «.
Este nuevo nivel de odio, exhibición de ferocidad y crueldad está en plena exhibición en la política de Trump cuando pone fin al programa Dreamers, arriesgándo a la expulsión de más de 700,000 inmigrantes traídos al país cuando eran niños.
Además, Trump ha puesto en juego órdenes ejecutivas que terminan con el estatus de protección temporal para más de 425,000 inmigrantes, incluyendo 86,000 hondureños y 200,000 personas de El Salvador, muchos de los cuales han vivido en los Estados Unidos por décadas. Hay una mentalidad genocida en juego aquí, amplificada por un odio que sugiere que aquellos que no encajan con la idea de Trump de pureza racial y nacionalismo blanco.
Esta cultura de la crueldad tiene una larga historia en los Estados Unidos y esta relacionada con un fascismo neoliberal, que está más que dispuesto a ejercer un poder cruel en aras de acumular capital y ganancias sin ninguna consideración social.
La cultura de la crueldad está conectada a fuerzas estructurales e ideológicas al servicio de una élite financiera. En lugar de producir indignación moral, la cultura de la crueldad apuntar al poder, a nuevas estructuras de dominación emergentes que son tan injustas como crueles. El capitalismo de gángsters es la causa de tal crueldad debido a su alta concentración de poder económico .
La cultura de la crueldad es a la vez un síntoma de la guerra contra la democracia y un espejo que revela el colapso de los Estados Unidos .
El neoliberalismo y el fascismo, son una forma de capitalismo extremo que considera a la democracia como el enemigo, al mercado como el árbitro exclusivo de la libertad y a la ética como objeto de desdén. Es una forma de política zombie producida por la elite gobernante. Parafraseando al crítico de cine del New York Times A.O Scott, estos políticos zombis sirven como un «recordatorio distópico no solo de nuestros temores, sino también de en lo qué nos hemos convertido».
La sociedad estadounidense está domesticada. En nuestro país se ha normalizado un el lenguaje tiránico y autoritario. Lo que ahora estamos presenciando es la muerte de la compasión, un repudio hacia los más vulnerables, la muerte de lo social y una degradación deshonrosa de la democracia.
Bajo el “capitalismo de gángsters del neoliberalismo», Estados Unidos ha perdido su sentido de la decencia y se ha derrumbado en la anarquía e indiferencia moral. Trump es el punto final de un país que se ha convertido en una sociedad criminógena.
En su libro, American Nightmare: Facing the Challenge of Fascism , usted argumenta que existe una conexión entre el neoliberalismo y el fascismo. ¿ Cual es esa conexión?
En realidad, reúno los dos términos en la frase «fascismo neoliberal», que defino como un proyecto y un movimiento. El neoliberalismo es una fuerza habilitadora que debilita, si no destruye, las instituciones de una democracia al tiempo que socava sus principios más valiosos. Lo que Sheldon Wolin ha llamado un imaginario totalitario que constituye una ruptura con la democracia.
En esta forma de fascismo el gobierno estatal es reemplazado por la soberanía corporativa y una cultura de miedo, inseguridad y precariedad revitalizando el poder ejecutivo y el refuerzo de un estado castigador.
En consecuencia, el neoliberalismo como una forma de capitalismo de gánsteres proporciona un terreno fértil para el desencadenamiento de la arquitectura ideológica, los valores letales y las relaciones sociales racistas producidas bajo el fascismo.
El neoliberalismo y el fascismo se unen y avanzan en un proyecto y un movimiento mutuamente compatible que conecta los peores excesos del capitalismo con los ideales fascistas: la veneración de la guerra y el odio a la razón y la verdad; una celebración populista de ultranacionalismo y pureza racial; la supresión de la libertad y la disidencia; una cultura que promueve mentiras, espectáculos de menosprecio y una demonización del otro; un discurso de decadencia, explotación brutal y, en última instancia, violencia estatal en formas heterogéneas.
Todos los vestigios de lo social son reemplazados por una idealización del individualismo y la responsabilidad se reduce a agentes individuales. El neoliberalismo crea una democracia fallida y, al hacerlo, abre el camino para que el miedo y el terror por parte de los fascistas transforman un estado de excepción en un estado de emergencia.
Como un proyecto, el fascismo neoliberal, destruye todas las instituciones de la democracia y consolida el poder en manos de una élite financiera. Transforma el estado político en un estado en manos de las corporaciones, y usa las herramientas de vigilancia, militarización y «ley y orden» para desacreditar a la prensa crítica y socavar las libertades civiles, mientras ridiculiza y censura a los críticos.
Lo que es distintivo del fascismo neoliberal es su agresiva guerra contra la juventud, especialmente la juventud negra, su guerra contra las mujeres y su despojo del planeta. Esta forma de dominación produce y legitima la desigualdad y el sufrimiento económico masivo, privatiza los bienes públicos, desmantela las agencias gubernamentales esenciales e individualiza todos los problemas sociales.
Además, el control corporativo de los aparatos culturales proporciona al público espectáculos interminables de violencia, ilusiones tóxicas y banales, la celebración de valores de mercado , una obsesión vacía y la adoración de la cultura de las celebridades.
Con el colapso del estado social, el castigador estado fascista neoliberal surge, criminalizando comportamientos que son manifestaciones de problemas sociales como la falta de vivienda y la pobreza. El modelo de la prisión sancionado por un estado de violencia y anarquía ahora ataca impunemente a los jóvenes, a las personas de color, los inmigrantes indocumentados y todos aquellos que se consideran desechables.
La desigualdad masiva acentuada por las políticas neoliberales destruyó servicios sociales básicos, infraestructuras imprescindibles y los bienes públicos esenciales. De esta manera proporcionó un terreno fértil para la ira y el resentimiento colectivo abriendo las puertas a un populismo que abraza la ideología de la supremacía blanca, la violencia estatal y las creencias autoritarias.
El neoliberalismo es la cara de un nuevo fascismo. Después de décadas de la pesadilla neoliberal tanto en los Estados Unidos como en el extranjero, las pasiones movilizadoras del fascismo se han desencadenado. Es un fenómeno que no habíamos visto desde los años treinta y cuarenta.
El capitalismo extremo ha destruido cualquier vestigio de una democracia sustantiva, ha producido un sufrimiento económico masivo, combinado con una mezcla de miedo y crueldad catártica, y envalentonado una brutal anarquía dirigida a aquellos considerados «desechables».
Es hora de repudiar la idea que el capitalismo y la democracia es lo mismo, renovar el compromiso con un socialismo democrático, crear nuevas formaciones políticas en alianza con diversos movimientos sociales y tomar en serio la necesidad de hacer que la educación sea central en la política.
Como Walter Benjamin nos recuerda, el fascismo es el producto a menudo de las democracias fallidas, y bajo el reinado del neoliberalismo, estamos en medio no simplemente de una democracia disfuncional, sino en medio de una forma extrema de capitalismo de gánsteres unido a formas desenfrenadas de poder corporativo que produce enormes desigualdades en riqueza y poder. En definitiva estamos ante el nacimiento de un sistema que libra agresivamente una guerra contra todo que verdaderamente necesita en una sociedad que sea democrática.