Cédric Durand, investigador del Centro de Economía de Paris y profesor en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Francia.
Ha sido un comienzo prometedor para una segunda temporada. El 27 de mayo del 2018, retornó de manera espectacular la crisis política y financiera en Europa con la negativa del Presidente de la República Italiana de refrendar el gobierno de la alianza entre Liga (un partido de extrema derecha) y el populista Movimiento Cinco Estrellas .
Para impugnar esta extraña coalición, Sergio Mattarella no recurrió a los valores humanistas europeos , tampoco cuestionó la amenaza de expulsión que enfrentan unos 500 mil indocumentados.
Después de hablar por teléfono con el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, el presidente italiano consideró que el gobierno propuesto probablemente «provocaría la salida de Italia del euro». Aunque esta opción había sido descartada por la alianza, basto que propusieran como Ministro de Economía a Paolo Savona -un crítico de la moneda única y de la hegemonía alemana- la que provocó el veto presidencial.
Para estar seguro de ser bien entendido por los mercados financieros, Sergio Mattarella confió a un alto ex funcionario del FMI , Carlo Cottarelli, la tarea de formar un nuevo gabinete, pero su decisión sólo intensificó la crisis política. Sin embargo las negociaciones se reanudaron y, el jueves 31 de mayo, la Liga y el Movimiento Cinco Estrellas propusieron otro gobierno, que esta vez fue aceptado por el Presidente de la República Italiana, porque se nombró como Ministro de Economía a Giovanni Tria.
Deberíamos detenernos un momento en estos eventos porque su secuencia y su densidad son muy reveladoras. El 29 de mayo, el gobernador del Banco Central Italiano, Ignazio Visco, declaró advertir un peligro inminente para Italia : «Las reglas del juego pueden debatirse, incluso criticarse; sin duda se pueden mejorar (…) pero no podemos ignorar las restricciones constitucionales: debemos proteger el ahorro, pagar la deuda y respetar los tratados «.
El gobernador del Banco Central agregó que » estamos a pocos pasos de perder ese activo irremplazable que es la confianza”. De esta manera este “demócrata de pacotilla” provocó una tormenta financiera, aumentó de las tasas de interés de la deuda pública italiana y alimentó el pánico en diferentes sectores del sistema financiero mundial [1] .
En el momento de redactar este informe, el compromiso alcanzado entre la Presidencia italiana y la nueva mayoría ha devuelto a los mercados a una precaria calma. Pero la virulencia con que se ha escurrido la liquidez financiera atestigua la fragilidad de la situación y sugiere que este episodio podría ser el presagio de una nueva crisis financiera mundial, que muchos analistas ven emerger en el horizonte.
Pero sobre todo, estos acontecimientos muestran inequívocamente que el fuego político-financiero que ha asolado a Europa desde el comienzo de la década ( y que parecía estar casi bajo control en los últimos meses) está lejos de extinguirse.
Además, confirman que el cesarismo financiero y burocrático, descrito en el momento álgido de la crisis de la eurozona, sigue estando en boga. [2]
Con brutal franqueza Günther Oettinger, Comisionado de Presupuesto de la UE. dijo en medio de la crisis : “Los mercados financieros enseñarán a los italianos a votar correctamente” [3] A pesar a las diplomática reacciones de sus colegas la declaración de Oettinger ha dejado muy claro cuales son los materiales políticos que prevalecen en Bruselas y en las principales capitales europeas: la democracia debe bajar la cabeza ante las valoraciones de los mercados financieros y, si es necesario, las instituciones de la Unión (y sus gobiernos) correrán prestos a ayudar a suspender los ordenamientos democráticos habituales.
Entonces, ¿qué hacer con esta Europa?
Esta pregunta, que ha perseguido a la izquierda del viejo continente durante décadas, solo ha sido realmente resuelta por aquellos que han abandonado cualquier proyecto de emancipación. Para los social-liberales, los social-demócratas y una parte importante de las organizaciones ecologistas, la cuestión europea se ha convertido en un componente esencial de su identidad política, lo que les ha llevado a abrazar con entusiasmo la profundización de la integración europea, la austeridad y las reformas neoliberales.
La victoria de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales francesas es, a este respecto, la continuación de las grandes coaliciones alemanas o de los gobiernos centristas que Italia ha conocido en los últimos años. Es una extensión de las políticas que practican dentro de las instituciones europeas la derecha y la “izquierda” y, que ahora se proyecta al escenario político nacional “.
Por otro lado, dentro de los partidos que todavía se proponen la transformación social , la cuestión europea sigue produciendo un gran desconcierto estratégico. Desde la extrema izquierda pasando por socialdemócratas keynesianos, partidos comunistas ( y otras sensibilidades) la actitud frente a Europa presenta una fuerte división en estas organizaciones.
Están quienes rechazando las políticas de austeridad y liberalización, pero no ven salvación posible. Pero, también están aquellos que creen que no habrá una política de justicia social sin una retirada parcial o total de las instituciones europeas, comenzando con la salida del euro. Esta fractura dentro de las corrientes políticas de izquierda se desarrolla de manera diferente según los países, lo que refleja una división más profunda, como es el caso francés[4] .
El litigio europeo es pesado y viejo. Desde la década de 1960, la cuestión de la integración europea ha constituido una gran línea roja no negociable que los partidos socialdemócratas han establecido en sus estrategia de alianzas con las fuerzas que están a su izquierda. En 1983, fiel a esta orientación, en nombre de la idea europea François Mitterrand, inspirado por Jacques Delors (su ministro de finanzas y futuro presidente de la comisión) decidió alinearse con el Zeitgeist neoliberal. Esta política se ha vuelto ha repetir en cada paso que ha dado la integración europea: el Tratado de Maastricht, el Tratado de Lisboa, el TSCG … y , ha llevado a los socialdemócratas a posponer la perspectiva de una Europa Social hasta el final de los tiempos.
Treinta años después, a través de retoques institucionales, las reformas estructurales que constituyen la base de la “integración europea” han derivado desde un “mercado de productores” y el predominio casi absoluto del sector financiero. De esta manera se ha pisoteado las esperanzas del electorado de izquierda, en empleo, protección social y servicios públicos. En este camino la socialdemocracia se esta extinguiendo por su deriva derechistas y la izquierda radical sigue está atrapada en el dilema: ¿ Que hacer con esta Europa?
Esta contaminación del fracaso ilustra una tensión no resuelta entre el compromiso internacionalista europeo y las políticas de transformación social, que deberían ser parte del ADN de la izquierda. Es cierto que es un problema de política económica embarazoso, sin embargo una definición , al respecto, es esencial para una estrategia de ruptura con un neoliberalismo, que es el modelo instituido por las normas de la Unión Europea.
En esta perspectiva, este texto propone una triple aclaración. En primer lugar, hace un balance de las próximas etapas de la integración europea para demostrar que no se espera ningún cambio en el proceso de europeización. Luego ataca el corazón de la controversia que fractura a la izquierda, mostrando qué es prácticamente imposible la reorientación de la Unión Europea mediante su profundización. Finalmente, propone una orientación general para elaborar una política de desintegración / reintegración selectiva, con el objeto de superar la aporía de un europeísmo ingenuo y no ceder en nada a las sirenas nacionalistas.
La discusión abordará la cuestión de la moneda única y mostrará porque una salida o la disolución de la moneda única es económicamente sostenible y políticamente indispensable.
La integración que viene
El violentas sacudidas socioeconómicas causadas inicialmente por la llamada crisis del riesgo en Estados Unidos se extendieron en el viejo continente con una virulencia inesperada, que junto a una crisis bancaria añadió una crisis de la deuda soberana en los años 2012-2015. Esta inesperada “sorpresa” reveló los defectos que socavan la construcción de la Unión Económica y Monetaria desde adentro debido a su naturaleza inacabada.
En los últimos años, los líderes políticos del continente se han visto atrapados entre la necesidad de consolidar la arquitectura existente y una oposición social y política desde la derecha y la izquierda, cuya hostilidad hacia la UE se ha vuelto más radical frente a un fracaso económico y social obvio.
Al mismo tiempo, la crisis y los planes de asistencia financiera proporcionaron una oportunidad para acelerar las reformas estructurales neoliberales, especialmente en el sur de Europa, lo que innegablemente es una victoria desde el punto de vista del capital, pero que ha minado seriamente la entusiasmo europeísta del ciudadano común.
En general, la integración ha progresado, pero más en acomodos que en una profundización positiva. Uno de los desafíos de la elección de Emmanuel Macron para la presidencia francesa fue precisamente revivir la integración de manera voluntaria y, no por medio de simples ajustes técnicos. Pero más allá del marketing político la agenda real del Presidente francés ha sido la del endurecimiento («un sistema de autoridad») al servicio de la agenda neoliberal.
Un soplo de euro-optimismo
Con su victoria en las elecciones presidenciales francesas, Emmanuel Macron ha querido encarnar el regreso del “espíritu europeo”. Pretende refundar el eje franco-alemán y, a partir de ahí, reiniciar un proyecto debilitado por las turbulencias de la última década. Se basa en tres elementos: un gran salto neoliberal en Francia, la reafirmación de una hegemonía compartida franco-alemana y un aumento específico en el campo político de la integración.
Gobernando con una amplia base parlamentaria – que abarca desde los antiguos partidos gobernantes tanto de derecha como de izquierda – el joven presidente está decidido a atacar frontalmente las conquistas sociales que han singularizado a Francia durante décadas.
Después de flexibilizar la legislación laboral, impuesta al comienzo de su mandato, Macron defiende un plan de reformas estructurales en toda regla. Ha emprendido una embestida contra el seguro de desempleo, la formación profesional, la educación superior, la SNCF, la administración pública y la seguridad social. Esta ofensiva generalizada la explicó en una entrevista al semanario alemán, Der Spiegel : «Titulé mi libro Revolución porque de eso se trata exactamente. Francia ha entrado en un período de transformación del sistema educativo, el mercado laboral y de las pensiones » [5] .
Esta determinación de imponer todas las reformas estructurales (que sus predecesores avanzaron a tientas) incluye un amnistía fiscal a favor del capital y de los más ricos, acompañada de una reducción del gasto público para cumplir los compromisos presupuestarios europeos.
En resumen, el nuevo presidente aplica rigurosamente la ortodoxia neoliberal.» Francia pone la casa en orden «, escribe el Financial Times – revelando de paso que los mentores políticos de Macron son las grandes empresas , la inefable Comisión Europea y los conservadores que mandan desde Berlín
A esta voluntad de liquidar el estado social en Francia, Emmanuel Macron, agrega un renacimiento de un activismo francés en la escena internacional . De esta manera recuerda, subliminalmente, a la República Federal Alemana que es un enano geopolítico en comparación con Francia; un país que posee la bomba atómica, se sienta en el consejo de seguridad de la ONU y cultiva una gran influencia neocolonial en África y Medio Oriente. Al hacerlo, construye puentes con los líderes alemanes para organizar un renacimiento común de la integración europea.
Durante un discurso programático en la Sorbona titulado “Por una Europa Soberana, Unida y Democrática” [6], Macron propuso un cercenamiento de las funciones de Estado soberano en política exterior, defensa y lucha contra el terrorismo . En el campo económico planteó un presupuesto común con un ministro a cargo de su ejecución y un control parlamentario se asuma como ejes una política industrial en movilidad , digitalización y energía eléctrica. Además salpicó su programa con una onza de europeización con una propuesta de listas transnacionales para las elecciones europeas del 2019.
Finalmente, afirmó la necesidad de una convergencia social y fiscal a través de, entre otras cosas, del establecimiento de tasas impositivas a las corporaciones y la generalización de salarios mínimos diferenciados. Al proponer que el acceso a los fondos estructurales y sociales europeos deben estar condicionados a la convergencia fiscal y social, está estableciendo un mecanismo vinculante para torcer el brazo a los pequeños países obstinados por su independencia. Esto sin duda es el aspecto más significativo, que revela la determinación de limitar la competencia fiscal y regulatoria dentro de la Unión.
El tono del discurso era ambicioso y muestra un europeísmo entusiasta que contrasta con el tímido compromiso de la mayoría de los demás jefes de estado paralizados por el estrechamiento de la base electoral de los partidos de centro-izquierda y centro – derecha .
El presidente francés está apostando por maximizar a Europa como un significante político para consolidar su propia posición en el escenario nacional e internacional y, para reubicar ideológicamente al extremo-centro alrededor de uno de los pocos referentes que no se derrite a la primera en las heladas aguas del cálculo egoísta.
¿Tendrá éxito su empresa de revitalización del proceso de integración?
Por la percepción de la opinión publica, es demasiado pronto para decirlo. Por otro lado, ya está claro que no habrá un gran salto adelante. El parlamento europeo rechazó la idea de listas trans-europeas y la derecha alemana siempre dice que no. No a un presupuesto europeo sustancial, no a emitir Eurobonos, no a una garantía europea de depósitos bancarios, no a una transformación del Mecanismo Europeo de Estabilidad en un Fondo Monetario Europeo ampliado, no a un Ministro de Finanzas Europeo[7] .
Es importante subrayar que, si bien la derecha alemán está determinada a no contribuir con un fondo común europeo, también tiene otra coartada: hoy no existe un mecanismo democrático que pueda legitimar un gobierno económico real de la zona euro. Desde este punto de vista, el anunciado fracaso europeo de Emmanuel Macron corresponde a un error de calculo; no considero que primero se debe abordarse el problema democrático antes de considerar la gobernanza económica (8).
La burbuja macronista del euro-optimismo se está desinflando. Ninguna de las reformas necesarias para proporcionar a la zona del euro una autoridad política centralizada con suficiente poder económico se vislumbra en el horizonte; la repetición de una espiral como la de 2012-2015 sigue siendo posible y esta vez tendría consecuencias políticas de diferente magnitud.
Por supuesto, hay algunos avances mínimos, como un mini impuesto sobre el servicio digital , un presupuesto europeo que crece ligeramente pero que todavía no es nada de nada desde el punto de vista macroeconómico. En resumen, permanece la brecha entre la unión monetaria final y una Europa fiscal fragmentada.
Si no se logran avances que mejoren sustancialmente la resistencia económica de la zona del euro, no hay ninguna reorientación cualitativa del proyecto europeo en el horizonte.
La posición de Emmanuel Macron sobre el impuesto a las transacciones financieras esclarece sus intenciones. Cuando anuncia en su discurso de la Sorbona que quiere » revivir sobre una nueva base el proyecto de la UE con un impuesto a las transacciones financieras «, en realidad está enterrando un proyecto llevado a cabo por Attac durante años y que estaba a punto de tener éxito mediante un acuerdo entre una docena de países europeos [9].
De hecho, el nuevo impuesto que propone es mucho más restringido que el proyecto en discusión, ya que excluye los derivados, además al patrocinar su generalización en Europa, remite el proyecto a las “calendas griegas”, porque la obtención de la unanimidad de los países miembros de la UE sobre tal tema es prácticamente imposible.
En realidad las autoridades francesas, lejos de querer restringir las actividades financieras, están buscando, en el contexto del Brexit, fortalecer el posicionamiento París como un centro financiero de referencia , ya que Londres está destronado. París, que ya se ha asegurado de albergar a la agencia bancaria europea, tiene la intención de impulsar su ventaja en la competencia atrayendo la reubicación de los bancos de Londres en la capital francesa.[10] , mientras que el horizonte de sector financiero europeo regulado se está alejando inexorablemente.
Un sistema de autoridad sesgado
El episodio del impuesto a las transacciones financieras es indicativo de las prioridades que guían la agenda de la integración. Los principales pasos implican, la aplicación de un control europeo a los mercados financieros cuyo objetivo es promover la titulización de los préstamos para mejorar financiamiento de la economía.
El otro proyecto importante se refiere a la unión bancaria cuyo cumplimiento involucra el establecimiento de un fondo de garantía de depósitos conjuntos que ayudaría a desligar los bancos nacionales de las finanzas públicas de cada país y rompería el maldito bucle entre las crisis bancarias y la crisis de la deuda pública [11] .
Estos elementos de homogeneización en los ámbitos bancario y financiero tienen un lado negativo porque apoyar la unificación monetaria y financiera sin asumir transferencias fiscales esenciales entre diferentes países, obligará a imponer nuevos ajustes en términos de competitividad [12] .
El objetivo es, duplicar los mecanismo de control y las sanciones a los desequilibrios macroeconómicos (déficits y deuda pública) con un sistema de control e incentivos con miras a adoptar normas comunes sobre los mercados de trabajo, la competitividad, el entorno empresarial y la administración pública, así como con ciertos aspectos de la política fiscal (por ejemplo, el impuesto de sociedades).
En resumen, las reformas estructurales y los ajustes presupuestarios impuestos, que ahora son recomendaciones, se volverían generalizados y vinculantes. Esta coordinación económica punitiva es el precio a pagar porque Europa carece un presupuesto común substancial y este mecanismo fundamental no está en la agenda [13] .
Con esta ponderación debemos entender la propuesta puesta sobre la mesa por Ángela Merkel ; transformar el Eurogrupo en un » Súper Consejo» [14] que incluya, además de los ministros de hacienda a los ministros de economía para dar más importancia a las reformas estructurales que se supone reforzarán la convergencia en términos de competitividad.
Los principales avances en el campo de las finanzas y la coordinación de los ajustes competitivos hacen que sea obvio que la Europa social no tiene interés para los mandatarios.
Después de decenas de cumbres sobre estabilidad financiera, por primera vez en casi veinte años, se celebró en Gotemburgo una cumbre de jefes de estado y gobierno de la Unión Europea sobre cuestiones sociales en noviembre de 2017. Fue la “oportunidad” para adoptar 20 principios que definen un pilar social de la Unión Económica y Monetaria.
Sin embargo la resoluciones de esta cumbre están jejos de garantizar lo que afirmó Jean-Claude Juncker; “una triple AAA social europea». Lo que aseveró en la Confederación Europea de Sindicatos, es más bien un umbral mínimo de decencia [15] . De hecho, son solo declaraciones de intención sin consecuencias practicas ya que «la mayoría de los instrumentos para hacer efectivas la medidas sociales están en las manos de los Estados, los interlocutores sociales y la sociedad civil » [16] . A pesar de la naturaleza simbólica de la declaración de Gotemburgo , la Unión Europea no hace ninguna concesión ideológica, como lo muestra el capítulo sobre el desempleo: «Los desempleados tienen derecho a una ayuda de activación adecuada por parte de los servicios públicos de empleo para (re) ingresar en el mercado laboral y a prestaciones de desempleo adecuadas de una duración razonable, de acuerdo con sus contribuciones y las reglas nacionales. Estos beneficios no deberían ser un impedimento para un retorno rápido al trabajo » [17] .
“Soporte para la activación”… “duración razonable sin efecto disuasorio sobre el retorno al empleo”… Aunque en apariencia la declaración reconoce la necesidad de las prestaciones por desempleo, las precauciones reducen seriamente su alcance.
En realidad , estos rodeos dialecticos esconden la lealtad al cliché neoliberal . Un fascinación ortodoxa de acusa de responsables de su situación a las victimas del sistema, nada menos que unos 40 millones de desempleados o subempleados existentes en la UE.
Una recomendación mucho menos tímida hizo la Comisión en el marco del Semestre Europeo. Por ejemplo, para Francia no tienen nada de ambigüedad porque patrocinan: “aumentar de eficiencia con recortes en el gasto público», “reducir el costo de la mano de obra y continuar con la reducción de la tasa nominal del impuesto de sociedades » [18] .
Una mayor liberalización con devaluación interna, autoritarismo burocrático … Europa no tiene una naturaleza distinta a la que se ha construido en las últimas décadas, hoy se trata del cumplimiento total del dogma .
La voluntad de cambio se limita al ámbito de la estabilidad financiera dándole todo el poder de fuego al Banco Central Europeo mientras tanto las autoridades de la UE enfrentan desequilibrios macroeconómicos que amenazan con descarrilar una unión monetaria disfuncional.
Por el contrario, la Europa social, el de la política industrial, que podría crear un desarrollo económico y social compartido para las personas de diferentes países sigue estancado. Peor aún, la dinámica de la integración está conduciendo al debilitamiento de las garantías a nivel nacional.
¿Por qué la lógica neoliberal y la construcción europea están estrechamente entrelazadas? ¿Bajo qué condiciones es posible separarlas? Solo si respondemos estas preguntas, la izquierda puede retomar la iniciativa en Europa.
La miseria del “escalarismo”
Desde las horas más oscuras de la historia, Walter Benjamin nos advirtió contra la ilusión de esa tormenta que llamamos progreso, «nada es más corrupto que nadar en la misma dirección de la corriente » [19] ] . “Para el movimiento obrero, la creencia ingenua que la historia avanza dando pasos graduales hacia la emancipación humana fue el origen de fracasos dramáticos, primero durante la guerra de 1914 y luego con el fascismo. No hay un sentido único en la historia y pensar en términos de un avance evolutivo hacia el progreso social es la forma más segura para que se produzcan catástrofes”.
El “escalarismo” es distanciarse de la realidad. Por “escalarismo” se entiende la idea de escalar las características del estado nación a una escala mayor, en este caso a escala europea. Esta idea que se ha convertido en la brújula política de muchos partidos y movimientos en el viejo continente, es una lectura que está lejos de ser cierta y puede incluso ser peligrosa, lo cual es fácilmente entendible por “ el progreso” de la “integración europea” que acabamos de examinar.
Ciertamente, es muy importante hacer la pregunta a nivel de escalas políticas.
El tamaño si importa. Aparentemente hay beneficios por la ampliación del espacio político, tales como sistemas de protección social [20], regulación macro-ambiental más efectiva, mayor poder de negociación internacional , ganancias por especialización asociadas a mercados más grandes. Sin embargo, a estas ventajas a escala, hay que indicar las desventajas por una real diversidad socio-productiva y la falta de control democrático.
De hecho, los procesos de integración y desintegración de las funciones de estado no son neutrales; dependiendo de las rutas que se usan, permiten alterar el equilibrio de poder entre los grupos sociales.
El principal escollo del gradualismo-escalarismo es hacer como si fuera posible la integración continental, independientemente de los cambios en el campo social y política que acompañan las capacidades de intervención de los diferentes actores sociales.
Para ilustrar este aporía “escalarista”, sustentada por Yannis Varoufakis ( el ministro de Finanzas del primer gobierno de Syriza y líder del movimiento Diem 25), hay que desentrañar el origen de la moneda única.
La encantadora algarabía de la confusión
Elogiado por Slavoj Zizek, Noam Chomsky y Susan George, llenando teatros en París, Berlín y Sevilla, Yannis Varoufakis es la estrella pop de la izquierda política del viejo continente [21] . Lamentablemente, la orientación que exhibió con garbo en sus memorias políticas, son especialmente ejemplares de la confusión que prevalece en gran parte de esta izquierda europea.
Sabemos que la negativa a romper con el euro fue el punto preciso que provocó la derrota en Grecia . A partir de ahí Alexis Tsipras llevó a la coalición de izquierda griega a la insignificancia : al aceptar el tercer memorándum – en lugar de abandonar la Unión Económica y Monetaria – el gobierno de Syriza acordó aplicar políticas de austeridad, privatización y desregulación, prolongando así el sufrimiento del pueblo griego [22].
Después de 8 años de depresión continua, (tanto como en Rusia después de la disolución de la Unión Soviética) la economía finalmente se estabilizó en 2017 con un nivel reducido de actividad. Pero a pesar de los enormes sacrificios realizados, la carga de la deuda no se ha reducido (180% del PIB) y el país sigue bajo la supervisión de sus acreedores [23] .
A pesar de esta debacle, Yannis Varoufakis defiende una posición incoherente.
Mientras en el apéndice de su libro, nos presenta un pequeño ejercicio de la teoría del juego, que resume sobria y elegantemente la configuración estratégica que enfrenta Syriza, una situación conflictiva que vale ,con diversos grados de intensidad, para cualquier gobierno de izquierda en la UE[24].
Varoufakis sostiene que había tres maneras de enfrentar el conflicto : la capitulación del gobierno de la izquierda radical; un compromiso que afloje el nudo de la austeridad, y un Grexit.
Sin embargo, después de hacer este ejercicio dialéctico, Grecia y Varoufakis requerían pasar de las palabras a las acciones tomando medidas practicas: primero, que las instituciones de la UE y otros gobiernos entiendan que Syriza asumiría un Grexit en lugar de rendirse y segundo, que el costo político y el económico fuera del euro era lo suficientemente importante para Europa como para preferir soltar lastre.
La posibilidad que Grecia termine en un Grexit era muy real, según lo escribió el propio Varoufakis : «La única forma de mantenerse en la eurozona era tener menos miedo al Grexit que un tercer rescate» [25] .
Este análisis de Varoufakis fue completamente contradictorio con su verdadera acción política. Aunque parezca increíble hizo todo lo contrario. El mismo reconoce que “a partir de 2013, utilice toda mi energía en desalentar a Tsipras de una salida de Grecia de Europa” y, [26] de hecho se enfrentó con el ala izquierda del partido para descartar esa opción.
Siguiendo la misma línea, como ministro de finanzas, se negó a tomar la iniciativa de imponer controles sobre el capital, porque esta medida sería un importante paso hacia la salida del euro [27]. Peor aún, evitó a toda costa una emisión monetaria. En realidad Varoufakis se limitó a agitar con un poco de ingenio el dinero electrónico o un descuento unilateral de los bonos del BCE … Sin embargo su juego, un tanto infantil, no convenció la determinación de la Troika contra Grecia .
Estas inconsistencias no son productos de desafíos técnicos o económicos de una salida del Euro. En 2015, un Grexit habría tenido lugar en circunstancias relativamente favorables [28] . Grecia estaba desangrada por los ajustes sucesivos, su situación fiscal y comercial le permitían incumplir con su deuda sin el riesgo de ser desestabilizada por el financiamiento externo. En esta situación una rápida devaluación habría traído una gran bocanada de aire fresco a un sector productivo griego sin “derramamiento de sangre”.
El verdadero problema estaba en otra parte, en un campo estrictamente político: por tanto la perspectiva de la salida de la moneda única se redujo a los temores del ex ministro griego, que cree que si Grecia renuncia a Europa se puede precipitar una reacción fascista.
Esta lectura estratégica es una constante en Varoufakis, perfectamente explicada en 2013 en su libro Confesiones de un marxista errático:
«Si Grecia, Portugal o Italia salen de la zona euro, conducirían a una fragmentación del capitalismo europeo, produciendo una recesión al este del Rin y al norte de los Alpes, mientras que el resto Europa caería presa de un período vicioso de estanflación. ¿Quién se beneficiaría con ello ? ¿Una izquierda que resucitaría, como ave fénix, de las cenizas de las instituciones de Europa? ¿O los nazis de Golden Dawn, los neofascistas, xenófobos y los ladrones? Por mi parte, no tengo dudas. A la hora de saber cuál de estos dos grupos se beneficiaría más de la desintegración de la zona del euro. No estoy listo para una versión posmoderna de la década de 1930. Esto significa que nosotros, los marxistas erráticos, debemos tratar de salvar al capitalismo europeo de sí mismo . No por amor al capitalismo europeo, la zona del euro, Bruselas, el Banco Central Europeo, sino porque queremos minimizar el costo humano de esta crisis » [29] .
En resumen para Varoufakis la tarea histórica de nuestra generación es una Europa como la que proclama el manifiesto DIEM 25, es decir salvar el capitalismo europeo de sí mismo y evitar el fascismo.
Esta lectura de la realidad impide asumir la posibilidad de una ruptura. Sin embargo de acuerdo con lo dicho por el propio Varoufakis esta – la ruptura- es una condición sine qua non para que un gobierno de izquierda no se rinda completamente si llega al poder algún día.
Al final, a pesar las declaraciones de principio sobre la naturaleza irreformable de la Unión Europea, para Yanis Varoufakis el ideal europeo es prioritario sobre la lucha por la justicia social; en otras palabras, un gobierno de izquierda a nivel nacional debe estar limitado por la integración europea.
En lugar de la amenaza del fascismo, una variante dentro de la Izquierda Europea (GUE) durante el debate sobre Grecia, argumentaba que no hay margen de maniobra suficiente para arriesgarse a un enfrentamiento con las instituciones de la UE [30] .
Por tanto la conclusión es la misma: a escala nacional no hay lugar para una ruptura por la izquierda; solo hay un cierto “progreso posible” a nivel europeo.
Más adelante analizaremos la sostenibilidad económica de una salida de la moneda única, pero antes debemos someter a un examen crítico los efectos de la integración europea en el mundo del trabajo asalariado.
Geopolítica de la desposesión
En 1989, en vísperas de la entrada en vigor del mercado único, el Comisario europeo de Mercado Interior y Asuntos Industriales, Martin Bangemann, subrayó «en ningún lugar en el mundo se ha experimentado una experiencia radical de desencadenamiento de las fuerzas del mercado como la que necesitamos en Europa » [31] .
Poco después, Europa del Este fue obligada a su subordinación con un shock de liberalización brutal, y sin demora se reestructuró los negocios continentales con una moneda única sin soberanía presupuestaria compartida.
Estas dos etapas de la integración regional no solo es una transposición de las funciones nacionales a un nivel europeo. Lo cierto, que la escala continental de las funciones estatales como la regulación de los mercados y la moneda única fue acompañada con la amplificación espacial del proceso de acumulación de capital.
Al mismo tiempo, este cambio de escala introdujo sesgos estructurales que son favorables para las finanzas y los intereses de las empresas transnacionales [32] .
A comienzos de la década de 2000, el economista Robert Boyer propuso una interpretación de esta gran maniobra institucional [33].
“Con la realización del mercado único y la creación del euro se llevó a una reversión completa de la jerarquía de las estructuras en relación con la post-guerra donde el acuerdo salarial entre empresarios y sindicatos ocupaba el primer plano.
De esta manera Europa colocó en primer lugar las cuestiones monetarias y financieras con el mercado único y la liberalización del comercio internacional. Esta inversión de la jerarquía (que los regulacionistas llaman formas institucionales) ha tenido importantes consecuencias”.[34] .
Ante la evidente naturaleza desequilibrada de la integración europea, la idea de construir una Europa social del centro- izquierda, ha dado lugar a varios proyectos que pretenden establecer un plan europeo de seguro de desempleo [35].
Esta propuesta, hecha en diferentes versiones , desde 1975, tiene mucha seducción. En primer lugar, se trata de un contenido social para el mundo del trabajo. También sería una herramienta para una estabilización macroeconómica regional, ya que los flujos financieros compensarían la desalineación de los ciclos económicos. Al mismo tiempo, como este mecanismo está vinculado a la dinámica del mercado laboral, no parecería un mecanismo de transferencia permanente sin una unión política completa. Por cierto, le daría vida a los sindicatos a escala europea.
Desafortunadamente, este horizonte de integración social positiva ha retrocedido constantemente por razones que van más allá de la falta de determinación de los líderes políticos socialdemócratas.
De hecho los principios de libre competencia, estabilidad de precios y política fiscal restrictiva establecidos en los Tratados, el Tribunal de Justicia de la UE, la Comisión y, el Banco Central hace que un acuerdo intergubernamental es prácticamente imposible de obtener.[36] .
La Europa social es una quimera, es una esperanza derrotada . Se ha roto tantas veces las reglas del juego que esa idea no tiene ninguna posibilidad practica. Por tanto, con arquitectura institucional europea totalmente sesgada Mario Draghi puede explicar al Wall Street Journal : » El modelo social europeo está muerto » [37] .
En otras palabras, lo que queda del modelo social a nivel nacional debe ser borrado con la “competitividad” y, por otro lado, no hay la menor posibilidad que las instituciones europeas permitan un nuevo modelo social a nivel continental.
Esta aversión por lo social incrustada en la mecánica de la integración se alimenta de una desalineación espacial entre la vida política y la decisión económica. Con el tiempo, se ha transformado en un verdadero abismo entre la vida política democrática (que se juegan en los escenarios nacionales) y una política económica que se impone en el nivel europeo [38]… Las innovaciones introducidas con motivo de la crisis del semestre europeo, agravó el famoso déficit democrático y los prejuicios institucionales descritos anteriormente se endurecieron.
La Comisión ha visto reforzada y ampliada su autoridad y autonomía para supervisar los presupuestos de los Estados y contener los desequilibrios externos considerados excesivos para el buen funcionamiento de la moneda única. Por tanto el persistente desempleo masivo ha sido la única forma de hacer frente a las limitaciones impuestas por la competitividad y la estabilidad financiera. El proceso de integración aparece así como una verdadera geopolítica de despojo.
Geo-economía de la fragmentación
La ausencia de instituciones democrática ha paralizado la acción sindical y bloqueado el horizonte político a nivel europeo, porque históricamente la defensa de los intereses de los trabajadores dentro las fronteras nacionales a veces fue efectiva realmente[39]. Por otro lado, los eventos organizados por la Confederación Europea de Sindicatos no tuvieron más efecto que las movilizaciones de los foros sociales de la década de 2000.
¿Podría esta incapacidad real ser superada por movilizaciones o victorias políticas sincronizadas que logren una democratización de la Unión Europea ? Esta es la apuesta predominante en gran parte de la izquierda, como hemos visto con las posiciones de Yanis Varoufakis.
Desafortunadamente, las posibilidades de éxito de una victoria política o social a nivel europeo parecen extremadamente escasas. Existe una brecha evidente entre la izquierda social y política europea y los avances en una serie de países que sugieren posibles victorias electorales a nivel nacional, como por ejemplo en España, España, Francia, Bélgica y Gran Bretaña.
Con la excepción del Brexit hay muchas razones para esta discrepancia: los sesgos institucionales que acabamos de mencionar, la lejanía lingüística y cultural, la falta de medios para una audiencia verdaderamente europea.
Como si estos obstáculos no fueran lo suficientemente importantes, existe una dinámica geoeconómica resultante de la integración que, lejos de acercar a los trabajadores de diferentes países, tiende a desincronizar las subjetividades de clase.
Desde la perspectiva de Bourdieu hay mayor concentración de clases trabajadoras en Europa oriental y meridional, mientras que las clases altas ocupan un lugar más importante en los países del norte de Europa [40]. Esto refleja el sesgo y las estructuras económicas entre el corazón de Europa, (donde predominan los trabajo cualificados) y las zonas del sur y oriental, donde la industria continúa con servicios tradicionales y no calificados .
El análisis también muestra que las clases medias son extremadamente heterogéneas, de modo que este grupo social no puede constituir un polo unificador transcontinental , especialmente si se tiene en cuenta que los sectores más movilizadas del sector público, han sido duramente golpeados por la austeridad. [41]. En términos generales, lo que predomina es la falta de unidad de las fuerzas sociales europeas.
En ausencia de un gran presupuesto y un estado de bienestar a nivel de la Unión, la armonización de los sistemas de educación superior y las calificaciones requeridas no es suficiente para fomentar la solidaridad, más allá de las fronteras, como ocurrió a mediados del siglo XIX, con la internacionalización del movimiento obrero.
La dificultad de movilizar a las clases sociales europeas está muy bien explicada: «Aunque con la misma ocupación, las diferencias en los niveles de vida y la competencia resultante, los ciudadanos europeos tienen pocas posibilidades de agruparse según su clase social. «La identidad de su condición» y la defensa de sus intereses comunes parecen más bien llevarlos a movilizarse sobre la base de su pertenencia nacional » [42] .
Además de esta fragmentación nacional del asalariado,la desincronización de los ritmos socioeconómicos obstaculiza aún más las posibilidades de acción colectiva a nivel de toda la Unión. De hecho, la moneda única y la integración de los países centroeuropeos ha llevado a una dinámica extremadamente desequilibrada en la década de 2000.
Los países de Europa Central han logrado una convergencia industrial gracias a su integración en las cadenas de valor industriales reguladas , principalmente de Alemania, lo que permitió un rápido aumento en los salarios que eran inicialmente muy bajos. Además , Alemania vio crecer su competitividad debido a nuevas fuentes de productos intermedios a un costo menor, pero también a un estancamiento de los salarios resultante de una mayor segmentación del trabajo asalariado con el empobrecimiento de grandes franjas de trabajadores terciarios.
Al mismo tiempo, los países de la periferia del sur de Europa han experimentado una expansión económica engañosa debido a la abundancia de flujos financieros; La actividad en el sector de bienes y servicios no transables se ha visto impulsada por el endeudamiento, lo que ha permitido aumentar el empleo, los salarios y la preservación de la protección social[43].
Con la crisis de 2008 y su repercusión en Europa, esta dinámica se ha detenido por completo. Los países de la llamada periferia sur (incluida Irlanda) han experimentado una recesión prolongada y un deterioro en sus indicadores sociales, Alemania se ha beneficiado de un rápido repunte, que esta vez ha beneficiado parcialmente sus trabajadores y permitió a los países de Europa Central continuar creciendo, aunque a un ritmo mucho más lento.
Esta trayectoria de contrastantes, que en gran parte son el resultado de las interacciones económicas entre las diferentes regiones, conduce a evidentes divergencias en la evolución de los salarios, el gasto público en protección social y la tasa de sindicalización.
En el período anterior a la crisis, entre 2000 y 2008 la situación evoluciona favorablemente hacia el trabajo asalariado en el sur de Europa con un aumento significativo de los salarios, la protección social y la relativa estabilidad del salario, mientras que Alemania experimentó un estancamiento virtual de los salarios, una disminución significativa de la protección social y una desindicalización acelerada.
Ahora, si miramos el período posterior a 2008. estos son años bastante buenos para los asalariados alemanes con un marcado aumento en los salarios (+ 9.7%), una cuasi-estabilidad de la protección social y una desaceleración en la disminución de la organización sindical. Por otro lado, las cosas se han deteriorado marcadamente para los empleados de las periferias.
En el sur, el ajuste durante la crisis del euro se manifestó por un descenso muy significativo de los salarios, una retirada de la protección social y una aceleración de la desindicalización (2013 o 2015). En el este, la dinámica de recuperación salarial se desaceleró marcadamente en comparación con el período anterior, mientras que la desindicalización continuó a un ritmo constante.
Este análisis, que deja de lado a países en una situación intermedia como Francia y otros países del norte de Europa. Aunque es esquemático destaca algo esencial: existen razones materiales básicas que explican la dificultad de hacer de los asalariados un sujeto político a nivel europeo.
El modelo de integración económica y financiera en la economía del continente lleva a una desincronización de la relación salarial, lo que hace extremadamente difícil alinear las subjetividades necesarias para la acción colectiva y, en consecuencia, , la constitución del trabajo asalariado como sujeto político transeuropeo.
Por lo tanto, la alta heterogeneidad de los salarios, dentro de las mismas profesiones y los ritmos socio-económicos discordantes hacen que sea particularmente difícil crear un movimiento social europeo o un ciclo de victorias electorales suficientemente unidas como para practicar una acción política decisiva a nivel continental.
Retroceder para dar un salto
Todo indica que una reorientación de la construcción europea parece casi nula y las posibilidades de una insurrección democrática o de un movimiento social a escala europea es todavía más difícil. Estos elementos adversos se combinan para alejar un escenario de euro-keynesianismo capaz de cambiar el curso de la integración [44] .
En este contexto, el desafío estratégico para la izquierda es articular un proyecto de transformación social que integre la dimensión europea teniendo en cuenta las ambivalencias de su base social [45]..
Tal orientación debe ser capaz, por un lado, de movilizar el creciente molestar de los trabajadores hacia las instituciones de la Unión Europea, ya que encarnan la profundización del neoliberalismo, mientras por otro lado, habrá que desarrollar solidaridades políticas a través de las fronteras basado en la experiencia de luchas Europeas del pasado.
En otras palabras, se trata de conciliar expectativas divergentes para crear un bloque social de izquierda capaz de dominar simultáneamente un espacio nacional y proyectarse como un plan supranacional a escala continental.
Tal estrategia puede definirse como un modelo de “desintegración y reintegración selectiva” que preservando el marco europeo al tiempo proponga un esquema desarme del neoliberalismo en Europa. El gran problema es la moneda única. Como hemos visto, el abandono del euro es una condición necesaria para iniciar una política de transformación ecológica y social.
Desintegración y reintegración selectiva
El contenido preciso del proceso político que se debe crear depende, por supuesto, de las situaciones nacionales. Las limitaciones y oportunidades sociales, económicas, financieras y políticas no son las mismas en Uppsala o en Lampedusa.
Sin embargo, es esencial para la izquierda europea desarrollar una narrativa común capaz de reforzar mutuamente las posiciones de los demás.
Dicha estrategia requiere limitar radicalmente las cuestiones financieras y comerciales, como una manera de interrumpir un proceso de integración negativa que erosiona inexorablemente los derechos sociales y socava la iniciativa pública. Una acción inmediata de este primer principio se refiere al dinero. El control sobre del poder monetario es, de hecho, uno de los atributos esenciales de una política económica alternativa y de izquierda.
Por ejemplo, ahora el Banco Central Europeo se ha comprometido con 30 mil millones de euros cada mes para recomprar valores con el efecto de reducir las tasas de interés, también a respaldado la valoración de los activos financieros, esta política monetaria ha hecho es aumentar la riqueza de los más ricos que son los titulares de la mayoría de estos valores,[46) dando como resultado que sin el control de la emisión de moneda, los países con deuda pública son atacados por los mercados financieros y el BCE, como ocurrió con Grecia, Irlanda y Chipre.
Por tanto, es inimaginable que una política izquierdista – que sea un poco atrevida – pueda lograr cualquier tipo de progreso sin control sobre el tema monetario. La reapropiación del dinero al servicio del desarrollo económico, social e industrial es, por lo tanto, un primer paso esencial en la desintegración selectiva que debe emprenderse.
La segunda parte se refiere a la libre circulación de capitales ( que otorga a los mercados financieros un poder permanente para castigar a los gobiernos hostiles) y a las reglas del mercado único que, en nombre del principio de competencia libre obstaculiza una política industrial vertical, que es la única capaz de permitir el desarrollo de capacidades productivas y las innovaciones que nuestra época necesita.
Finalmente, es imprescindible incluir en la agenda la renegociación de los acuerdos comerciales internacionales que limitan las posibilidades de regulación comercial y protegen las inversiones de las multinacionales. El principio aquí es que social, ambiental,
El segundo elemento de esta estrategia es lo que llamo “integración selectiva”. En resumen se trata de persistir e incluso fortalecer los elementos de integración que no procedan de la subordinación a la lógica del capital: esto es particularmente necesario en el ámbito medioambiental, donde las reglamentaciones europeas a menudo están por encima de las leyes nacionales o en el campo de las colaboraciones científicas, académicas y culturales, donde los programas contribuyen a la existencia de una comunidad intelectual transnacional a nivel continental.
Al mismo tiempo, la reintegración selectiva podría ser alimentado por la unificación de la protección social donde las economías de escala son importantes: seguro de desempleo, sistema de salud … o la implementación de instrumentos de planificación para la transición hacia una economía baja en carbono. En resumen, significa activar mecanismos para alinear la dinámica de integración con políticas que afectan de manera positiva y directa las condiciones de vida de la población.
Técnicamente, este proceso de integración diferenciado [47] implica revivir y adaptar la dinámica de integración: por un lado, dejando la posibilidad que cada país quede fuera de la legislación impuesta por Bruselas frenando de esta manera la geopolítica de la desposesión y, en segundo lugar, para facilitar la iniciativa legislativa al permitir que las mayorías parlamentarias simples inicien nuevas leyes europeas, esto haría que la política europea sea menos aburrida y favorezca el surgimiento de una verdadera vida democrática en escala continental [48] .
La posibilidad de una salida de la moneda única
Más allá de este principio general de articulación de una democracia europea multinivel, la cuestión que más preocupa es la salida o disolución de la moneda única. Las objeciones formuladas son principalmente de tres tipos: por un lado, los costos de la transición de la moneda única a una nueva moneda; en segundo lugar, los efectos de los ajustes del tipo de cambio en las relaciones comerciales entre países; en tercer lugar, la estabilidad financiera debido a los efectos de un cambio de moneda.
Este tercer punto es probablemente el menos comprendido, pero tiene fuertes implicaciones políticas. La objeción a la liberación de la zona del euro es la siguiente: una redenominación de la moneda implica que la nueva moneda se devaluaría frente al euro y sus pasivos en moneda extranjera crecerían lo que debilita su posición financiera.
Este razonamiento es correcto, pero incompleto, ya que, al mismo tiempo, se espera que los países cuya moneda se aprecie verán que el equilibrio en monedas extranjeras tenderá a depreciarse en relación con sus obligaciones en moneda nacional.
Un examen bastante técnico del problema permite mostrar algo inesperado [49] :
En caso de disolución de la zona euro, los principales perdedores serían Alemania,
Austria y, lo que es más importante, los paraísos fiscales europeos (Holanda, Luxemburgo) que verían deteriorarse sus balances . En tal escenario, Portugal, y especialmente Grecia, verían explotar su deuda pública, lo que sin duda conduciría a una reestructuración, que de todos modos sería más que deseable.
Por lo demás, los sectores financieros y no financieros privados de estas dos economías y de todos los demás países verían mejorar su posición. En otras palabras, la fragilidad financiera se centrarían en los paraísos fiscales.
El riesgo de la fuga de capitales podrían conducir a una crisis monetaria. Para evitar este escenario las medidas preventivas son esenciales. Habrá que comenzar con la restitución de los controles de capital y el establecimiento de líneas de crédito de emergencia para las empresas que enfrenten dificultades temporales para financiar sus importaciones.
Tales dispositivos no son extraordinarios y se han aplicado varias veces durante la crisis del euro [50]. Sabemos, por ejemplo, que Grecia todavía está bajo un régimen de control de capital hasta finales de 2017, pero también anticipándose a una posible segunda ronda entre Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon durante las elecciones presidenciales francesas, el Ministerio de Finanzas francés tomó medidas para evitar una fuga repentina de capital.
En todos los casos, lo principal es que los ajustes de la tasa de cambio no serán crueles. Es aquí donde los efectos de “balance” son de gran importancia política: las interdependencias financieras y el riesgo resultante de pérdidas en los balance por los países centrales constituirían un incentivo extremadamente fuerte para colaborar con el fin de evitar que sus tipos de cambio se aprecien demasiado.
Cualquiera sea la configuración monetaria elegida para el futuro (simple disolución de la zona del euro, salida de un solo país , un euro para el norte y un euro para el sur o el establecimiento de una moneda común para los intercambios internacionales ) siempre los países de la zona euro tendrían un gran interés en colaborar [51]. Por lo tanto, exigirían a su sistema bancario central que intervenga de manera concertada para que los tipos de cambio no varíen excesivamente.
Con respecto a los efectos del ajuste del tipo de cambio en la actividad económica, estamos aquí en terreno familiar. Para los países cuya nueva moneda se devalúa en relación con sus socios comerciales, el efecto expansivo sería grande y rápido. Para estos países tanto en el corto como en el mediano y largo plazo será muy positivo porque nuevas tasas de cambio tienen un efecto es extremadamente poderoso (como en Rusia en 1998, Argentina en 2001, Islandia en 2009) [52].
Los países, como Francia, cuyo cambio sería casi compartido entre sus socios comerciales la medida no sería muy favorable, sin embargo las ganancias por la competitividad compensaría las pérdidas sufridas, aunque los efectos serían desiguales en todos los sectores [53].
Para los países cuya moneda se apreciaría sustancialmente como Alemania, los Países Bajos y Austria, el impacto sería importante; para evitar un choque recesivo, sería necesario estimular la demanda interna, particularmente hacia el sector de bienes no transables. Pero como estos países tienen márgenes fiscales importantes y una posición externa muy positiva, están mejor capacitados para movilizar recursos para implementar la recuperación.
Al final, la principal consecuencia inmediata de los ajustes del tipo de cambio será reducir los desequilibrios en las cuentas corrientes. [54], y poner fin al abismal superávit comercial de Alemania, que junto con los tipos de cambio como mecanismo se podrá ajustar los desequilibrios poniendo fin al sesgo deflacionista impuesto por la arquitectura de la moneda única.
Idealmente, un sistema fortalecido de cooperación monetaria preservaría una moneda común que permitiría definir la posición externa de la zona; entre los participantes en esta moneda común, un mecanismo de compensación como el Bancor imaginado por Keynes favorecería simétricamente el ajuste de los países con superávit y déficit.
La posibilidad de devaluar su moneda sería particularmente importante para el desarrollo de los países periféricos ya que es una condición para la diversificación productiva. Este es un argumento que va más allá de la mera lógica económica.
El euro actual, como el estándar de oro antes de la Segunda Guerra Mundial, tiene efectos unificadores extremadamente poderosos sobre las condiciones bajo las cuales operan las economías, lo que acentúa drásticamente la hegemonía de la potencia industrial dominante.
Por otro lado, como apreció Karl Polanyi, las devaluaciones favorecen una cierta diversidad de estructuras productivas al permitir la supervivencia de los sectores socioeconómicos menos eficientes , pero que constituyen una diversidad necesaria para posibles innovaciones productivas [55] .
Conclusión
En este texto ha propuesto un método. Para abordar la cuestión europea, la izquierda debería renunciar a los espejismos “escalonados” y, en su lugar, debería partir de la realidad social y política instalada en la estructura institucional y económica europea existente.
Para las clases trabajadoras, la imposibilidad de avanzar en una transformar social proviene de una configuración que no solo no ofrece soluciones institucionales sino que también reproduce una fragmentación del espacio social, tanto por las disparidades en los ingresos como por la desincronización de los ritmos socioeconómicos.
Privados de derechos sociales europeos, incapaces de intervenir social y políticamente a escala continental, los proletarios no tienen Europa. Si las perturbaciones financieras o políticas no llegan a alterar la situación económica, los próximos pasos de la integración europea reforzarán aún más la naturaleza disciplinaria de los ajustes macroeconómicos impuestos por la necesidad de estabilizar una moneda única.
La agravación de los desequilibrios sociopolíticos entre el trabajo y el capital reflejan la dependencia de una construcción supranacional organizada en torno al principio de competencia, estabilidad de precios y estabilidad financiera.
Además muestra la coherencia de una política, la doctrina ordo-liberal [56] esculpida en el Tratado de Lisboa con el objetivo de crear «una economía social de mercado altamente competitiva «. Es decir; satisfacer de las necesidades con la dinámica del capital competidor, limitar la acción pública al buen funcionamiento de los mercados y contener los desórdenes cuando estos ocurran.
Las políticas neoliberales son consustanciales a la Unión Europea, estas políticas exige a las organizaciones políticas y sociales de la izquierda encontrar maneras de reactivar su proyecto emancipador e internacionalista, a pesar de las formas adoptadas por la integración europea.
Entre la simple rendición en nombre del ideal europeo y un euroescepticismo atrofiado, hay un camino : el de un proyecto de desintegración / reintegración selectiva. El objetivo será mantener abiertos los canales de cooperación entre los países del continente, mientras tanto debe recuperarse de la libertad de acción reactivando un proyecto socioeconómico ecológico y socialista. En otras palabras habrá que cambiar la jerarquía del debate, mientras se vuelve a organizar otra manera de integrar Europa.
En esa perspectiva, el termino de la moneda única es central; debido a su sesgo deflacionista, a la naturaleza unilateral de los ajustes que impone y a la reducción de la diversidad de los sistemas socio-productivos que impone el euro.
En teoría un sistema impositivo europeo que permita el rápido surgimiento de un estado social, una política industrial ambiciosa y programas regionales básicos podría cambiar la naturaleza del orden monetario existente. Sin embargo, en la práctica, las actuales condiciones económicas y políticas a nivel europeo impiden cualquier tipo de cambio sustancial .
Por lo tanto, la izquierda debe asumir la posibilidad de la salida del euro, su disolución o, la transformación del carácter de esta moneda. Dado que esto no es un objetivo en sí mismo, sino que un medio para recuperar el control de la agenda política, esta tema es inevitable.
Un proyecto institucional de este tipo plantea importantes cuestiones legales y políticas, pero no existen dificultades técnicas que impidan su realización. Por el contrario, como hemos demostrado, la estructura de incentivos que hoy enfrenta a los países acreedores con los países deudores se revertirá ante la perspectiva del abandono de la moneda única. De esa manera podremos redescubrir oportunidades de cooperación en otra Europa .
Notas
[1] James Politi y Kate Allen, » Mercados financieros globales sacudidos por la crisis política de Italia » , Financial Times, 29 de mayo de 2018; James Politi, » Borg de Visco de Italia advierte sobre el riesgo urgente de perder ‘el valor de la confianza » , Financial Times, 29 de mayo de 2018.
[2] Razmig Keucheyan y Cédric Durand, » Hacia un Césarisme europeo «, Le Monde diplomatique, 1 de noviembre de 2012; Cédric Durand y Razmig Keucheyan, » Césarismo burocrático. Una perspectiva gramsciana sobre la crisis de Europa «(Documento de trabajo CEPN n ° 2012-03, 2012).
[3] Claire Tervé, » ¿Los mercados enseñarán a los italianos» a votar? La frase de este comisionado europeo indigno , «The Huffington Post», 29 de mayo de 2018.
[4] Bruno Amable y Stefano Palombarini, La ilusión del bloque burgués: alianzas sociales y el futuro del modelo francés , Razones para actuar (París: Razones para actuar, 2017); Bruno Amable, Crisis estructural y cambio institucional en el capitalismo moderno: capitalismo francés en transición , primera edición (Oxford, Nueva York, NY: Oxford University Press, 2017).
[5] Klaus Brinkbäumer, Julia Amalia Heyer, y Britta Sandberg, » Entrevista con Emmanuel Macron:» Necesitamos desarrollar el heroísmo político «, » Spiegel Online , 13 de octubre de 2017, secc. Internacional.
[6] Presidencia de la República, » Iniciativa para Europa – Discurso de Emmanuel Macron para una Europa soberana, unida y democrática «, www.elysee.fr, consultado el 21 de noviembre de 2017.
[7] de Guy Chazan, «Merkel advierte a Francia y Alemania que difieren de Reforma de la zona euro», Financial Times, 19 de Abril, 2018, https://www.ft.com/content/692d2868-43c9-11e8-93cf-67ac3a6482fd.
[8] Stéphanie Hennette et al., Para un tratado de democratización de Europa (Le Seuil, 2017).
[9] Attac France, » El plan de Emmanuel Macron para enterrar el impuesto europeo sobre las transacciones financieras «, Attac France, consultado el 22 de noviembre de 2017.
[10] Solenn Poullennec, » Brexit: impulsa desde el ejecutivo al sector financiero «, Les Echos Business, 26 de septiembre de 2017.
[11] Nicolas Veron, » Cargos de concentración soberana: Un nuevo régimen para los bancos» Exposiciones soberanas | Bruegel «, consultado el 22 de noviembre de 2017. En realidad, mientras no exista un acuerdo político para asumir la posibilidad de transferencias, es decir, una verdadera soberanía compartida, la situación es inextricable. Para tratar de romper el » bucle fatal » «Entre bancos y finanzas públicas, los economistas están atacando propuestas técnicas que combinan la redefinición de las reglas de vigilancia presupuestaria, nuevas reglas de reestructuración de la deuda, la creación de» un activo seguro «que sería un producto estructurado de diferentes deudas públicas, una separación de las funciones de vigilancia macroeconómica y gestión de crisis. Además de que estas propuestas son absolutamente ilegibles a nivel político, no proporcionan los medios para contener ex ante los desequilibrios financieros derivados de la dinámica de desarrollo desigual en la zona y, en relación con el ex post, ignoran el hecho que solo la posibilidad de una acción económica discrecional que asocie la legitimidad política y el poder monetario de emisión pueda contener lo más rápidamente posible una crisis.
[12] Jean-Claude Juncker y otros, «Completar la Unión Económica y Monetaria Europea», Comisión Europea , Documentos de antecedentes sobre la unión económica y monetaria, 22 de junio de 2015.
[13] Xavier Ragot, » coordenadas presupuestos en la zona euro ,» comentario número 155, n o 3 (2016): 513-16.
[14] Guy Chazan, » Angela Merkel desacredita a Emmanuel Macron sobre el plan para el Fondo Monetario de la UE » , Financial Times, 17 de abril de 2018.
[15] Esther Lynch, » Gothenburg: ¿el oro del aire caliente es un verdadero negocio? «, Euractiv.Com (blog), 15 de noviembre de 2017.
[16] Comisión Europea, Pilar Europeo de los Derechos Sociales en detalle , 2017.
[17] Comisión Europea, » Los veinte principios clave del Pilar Europeo de los Derechos Sociales | Comisión Europea », consultado el 28 de noviembre de 2017.
[18] Comisión Europea, » Semestre Europeo 2017: Recomendaciones específicas por país / Recomendaciones de la Comisión «, Texto, Comisión Europea – Comisión Europea, consultado el 1 de diciembre de 2017.
[19] Michael Löwy, Walter Benjamin: advertencia de fuego: una lectura de las tesis «Sobre el concepto de historia , París, Ed. de brillantez, 2014, p. 83.
[20] Por supuesto, está la cuestión de la convergencia de los estándares de protección o la articulación de sus niveles diferenciados. Pero el hecho es que existen ventajas de las escalas para agrupar la protección social. Para un determinado nivel de cobertura, la seguridad social es mucho menos costosa que las mutuales porque opera a mayor escala y, por lo tanto, se beneficia de una mayor diversificación de riesgos y puede distribuir los costos de gestión entre un mayor número de asegurado; de la misma manera, una europeización de los sistemas de protección social sería más ventajosa que los sistemas nacionales o incluso más fragmentada entre los aseguradores privados.
[21] Cuando se le preguntó por Edwy Plenel 14 de octubre de, 2017, Yannis Varoufakis dijo que estaba » seguro de que Letonia al sur de Europa, de Dublín a las personas que representan a Creta DIEM 25 en las elecciones europeas «.
[22] » Una tragedia griega: ¿cuánto puede tomar una nación? «, Financial Times , 20 de enero de 2017.
[23] Al momento de escribir este artículo, los términos de una reducción de la deuda griega necesaria para permitir que el país se autofinancie en los mercados financieros al final del programa de asistencia programado para agosto de 2018 todavía se debatían ferozmente. En el momento de escribir estas líneas, los términos de una reducción de la deuda griega necesaria para permitir que el país se financie en los mercados financieros al final del programa de asistencia planificado para agosto de 2018 todavía se debatían ferozmente. Para los elementos de revisión del proceso de ajuste político y socioeconómico llevado a cabo bajo el liderazgo de los gobiernos de Syriza, véase Stathis Kouvelakis, «Borderland. Grecia y la cuestión sur de la UE «, New Left Review , 110, marzo-abril 2018, p. 22-33; » Una tragedia griega: ¿cuánto puede tomar una nación? «, Financial Times , 20 de enero de 2017.
[24] En el análisis de la trayectoria fiscal alternativa a la del gobierno francés dirigido por Francia Insoumise , Romaric Godin periodista subraya que la limitación principal de esta actividad es incapaz de integrar la confrontación inevitable que daría lugar a las instituciones de la UE, comenzando con el BCE, la implementación de una política macroeconómica heterodoxa.
[25] Yanis Varoufakis, Conversaciones entre adultos (París: The Links That Free, 2017), 492.
[26] Varoufakis, 89.
[27] Varoufakis, 120-22.
[28] Para una revisión de la Batalla de Grecia, vea a Cédric Durand, «Against Defeatism», en Alexis Cukier y Pierre Khalfa, Europa, The Greek Experience. El debate estratégico , Le Croquant, París, 2015.
[29] «Confesiones de un errático marxista» Discurso de apertura, Festival de subversivo, Zagreb, Croacia – 14 de mayo de 2013, traducción francesa: Yanis Varoufakis, » Cómo me hice marxista errática » razones sociales (blog), visitada 6 de diciembre de 2017.
[30] La supuesta insoportabilidad económica de una salida del euro es, por ejemplo, un argumento esencial de Marc Botenga («¿Debería la izquierda radical luchar por un Eurexit?» Catalizador , 2018) desde la otra objeción principal que él plantea la cuestión de la articulación de las dinámicas electorales y las movilizaciones sociales, no es a priori un problema más destacado que la iniciativa política interviene a nivel nacional más que a nivel europeo, se podría incluso pensar que sería aún más fácil articular dinámicas políticas y sociales a nivel nacional. Sobre el debate griego visto desde el ángulo del «realismo» económico por parte de Die Linke, ver Joachim Bischoff y otros, «Grexit: ¿volver al dracma? », EnEscritos sobre Grecia: puntos de vista europeos , ed. por Dominique Crozat y Élisabeth Gauthier, Desafíos y debates de Espaces Marx (Vulaines-sur-Seine: Editions du Croquant, 2015).
[31] » 1992: Un experimento radical que desencadena las fuerzas del mercado libre» Resumen del discurso pronunciado por el Sr. Bangemann, Tokio, 26 de mayo de 1989.
[32] El argumento se explora en detalle en Cédric Durand y Razmig Keucheyan, » hegemonía financiera y el estado inacabado Europea » Competencia y Cambio 19, n o 2 (6 de marzo de 2015): 129-44.
[33] Boyer R (2000) El efecto imprevisto de la Unión Monetaria Europea: los déficits políticos e institucionales del euro. En Crouch C (ed) Después del Euro . Oxford: Oxford University Press, p. 36.
[34] Cédric Durand y Tristan Auvray, «¿Un capitalismo europeo? Volver al debate Ernest Mandel / Nicos Poulantzas «, en El fin del estado democrático: Nicos Poulantzas, un marxismo para el siglo XXI , ed. por Jean-Numa Ducange y Razmig Keucheyan, 1ª edición, confrontación de Actuel Marx (París: PUF, 2016).
[35] Sebastian Dullien, «¿ Un plan europeo de seguro de desempleo? «, Booksandideas.net, consultado el 1 de diciembre de 2017; Leo Aparisi Lannoy y Xavier Ragot, » A (re) seguro de desempleo en Europa » policy brief OFCE , n o 28 (30 de noviembre 2017).
[36] Fritz Scharpf W, «La asimetría de la integración europea, o por qué la UE no puede ser una ‘economía social de mercado’ ‘ Socioeconómico Revisión 8, n o 2 (2010): 211-50; Fritz Scharpf W, «Después del accidente: Una perspectiva sobre la democracia europea multinivel», Ley Europea Diario 21, sin o 3 (2015): 384-405.
[37] » Preguntas y respuestas: el presidente del BCE, Mario Draghi, » The Wall Street Journal , 23 de febrero de 2017.
[38] Schmidt, VA (2005). Democracia en Europa: el impacto de la integración europea. Perspectives on Politics , 3 (04), 761-779.
[39] Anne-Catherine Wagner, Hacia una unión europea: una investigación sobre la confederación sindical europea , Savoir / agir (Bellecombe-en-Bauges: Croquant, 2005).
[40] Cédric Hugrée, Étienne Penissat y Alexis Spire, Las clases sociales en Europa: tabla de nuevas desigualdades en el viejo continente , coll. El orden de las cosas, Marseille: Agone, 2017, cap. 1.
[41] Ibid . , p. 207.
[42] Cécile Brousse, «¿ La Unión Europea, un espacio social unificado? » Hechos investigación en ciencias sociales 219, n o 4 (2017): 12-41.
[43] Engelbert Stockhammer, Cédric Durand y Ludwig List, » Los modelos de crecimiento europeo y la reestructuración de la clase trabajadora. Una perspectiva internacional de la economía política postkeynesiana, » Medio ambiente y planificación A , 3 de mayo de 2016.
[44] E Stockhammer, «euro-keynesianismo? La crisis financiera en Europa ‘(2012) 175’ ‘, Radical Philosophy , s. d., 2-10.
[45] Stefano Palombarini, «¿ Frente a Macron, la izquierda o el populismo? «, Club Mediapart, visitado el 6 de diciembre de 2017.
[46] Cédric Durand y Dany Lang, «El Estado como empleador de última instancia» Global Labour Column , n o 33 (2015).
[47] Peter Wahl, » Entre Eurotopía y nacionalismo: una tercera vía para el futuro de la UE » Globalizaciones 14, n o 1 (2 de enero 2017): 157-63.
[48] Fritz Scharpf W, «Después del accidente: Una perspectiva sobre la democracia europea multinivel», Ley Europea Diario 21, sin o 3 (2015): 384-405.
[49] Cédric Durand y Sébastien Villemot, «Balances pareja después de la UEM: una evaluación de la redenominación del riesgo» Documentos de Trabajo de la OFCE , n o 2016-31 (2016).
(50] Heiner Flassbeck y Costas Lapavitsas, «Enfrentando el fracaso de la Unión Monetaria Europea», Crisis asimétrica en Europa y posible futuro, economía política crítica y perspectivas poskeynesianas , 2015, 131-49; Gikas Un Hardouvelisa y Ioannis Gkionisb, «Una década larga crisis económica: Chipre vs Grecia,» Chipre política económica Revisión 10, n o 2 (2016): 3-40.
[51] Joseph E Stiglitz, El euro: cómo una moneda común amenaza el futuro de Europa (WW Norton & Company, 2016); Jacques Mazier y Pascal Petit, » En busca de vías sostenibles para la zona euro en el mundo post-2008 con problemas «, Cambridge Journal of Economics 37, n o 3 (1 de mayo de 2013): 513-32; Flassbeck y Lapavitsas, «Enfrentando el fracaso de la Unión Monetaria Europea».
[52] Dani Rodrik, «El tipo de cambio real y el crecimiento económico», Brookings Papers es la actividad económica de 2008, n o 2 (2008): 365-412.
[53] Michel Aglietta et al., «La salida del euro y la competitividad francesa – El blog CEPII», consultado el 3 de diciembre de 2017.
[54] Jacques Mazier, Vincent Duwicquet y Jamel Saadawi, «desajustes de divisas, el federalismo fiscal y la redistribución: Cómo ajustar la unión monetaria», Revista de la OFCE , n o 127 (enero de 2013); Jamel Saadaoui, «Desequilibrios globales: ¿Deberíamos usar tasas de cambio de equilibrio fundamentales? » Modelización Económica 47 (2015): 383-98.
[55] K. Polanyi, C. Malamoud, y M. Angeno, La Gran Transformación: Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo , París, Gallimard, 1944, p. 253; Wolfgang Streeck, Tiempo de compra: La crisis deliberada del capitalismo democrático (Brooklyn, NY: Verso, 2014), 448-53.
[56] Pierre Dardot y Christian Laval, La nueva razón del mundo: un ensayo sobre la sociedad neoliberal , The Pocket Discovery 325, París, La Découverte, 2009, cap. 7; Josef Hien, Christian Joerges y Hertie School of Governance, ed., Ordoliberalism: law and the rule of economics (Oxford, Portland, OR: Hart Publishing, editorial de Bloomsbury Publishing Plc, 2018).