Slavoj Zizek, filósofo esloveno
Ahora que Alexandría Ocasio-Cortez se ha sumado a Bernie Sanders como la cara pública del ala izquierda del Partido Demócrata – con otros esperando en la sombra para saltar a la escena política estadounidense – no debe sorprendernos la reacciones ante el término «socialismo democrático». Aunque en el Partido Demócrata estadounidense ha ganado cierta aceptación (limitada) los medios republicanos han propagado el temor: los socialistas democráticos planean abolir el capitalismo, introducir el terror estatal de estilo venezolano y traer pobreza, etc.
De manera más moderada, los demócratas centristas advierten sobre las consecuencias económicas catastróficas “no intencionales” de las propuestas de los socialistas democráticos; afirmando que no hay dinero para un asistencia sanitaria universal, etc.
Incluso en la “izquierda” liberal del Partido Demócrata, da sorpresas. En la larga lista que apoya Obama para las próximas elecciones (más de 80 nombres), no se encuentra Alexandria Ocasio-Cortez. Pero hay más “sorpresas” , recientemente Nancy Pelosi ha declarado: «tengo que decir que somos capitalistas” y, la «izquierdista» Elizabeth Warren revela: «soy capitalista hasta los huesos»
Peor la última, y moralmente más problemática práctica, es la acusación de antisemitismo dirigida a cualquiera que se desvíe hacia la izquierda del establishment liberal. Hasta hace poco, la etiqueta «antisemitismo» se usaba contra cualquier crítica al Estado de Israel y la forma que trata a los palestinos; ahora, se utiliza cada vez más para descalificar a la izquierda percibida como «demasiado radical», desde Corbyn en el Reino Unido hasta Ocasio-Cortez en los EE. UU.
Mientras los antisemitas de Polonia, Hungría, y los Estados bálticos son considerados aliados porque son partidarios de la política israelí-sionista en Cisjordania, los izquierdistas que simpatizan con los palestinos y que denuncian el resurgimiento del antisemitismo en Europa son rechazados por los políticos del Partido Demócrata. Esta extraña figura de un “sionismo antisemita” es un signo de decadencia de “occidente” .
Aunque, estos ataques deberían reforzar la disposición de los socialistas democráticos a luchar hay limitaciones fatales que acechan el corazón de su proyecto. Damos por sentado que el socialismo democrático de hoy es superior a los académicos radicales que florecieron en las últimas décadas, por la sencilla razón que representa un movimiento político real que moviliza a cientos de miles de personas comunes que expresan su insatisfacción organizándose.
Los problemas comienzan cuando planteamos una simple pregunta: ¿qué quieren efectivamente los socialistas democráticos? El reproche derechista en contra de ellos es que, debajo de sus propuestas concretas, que suenan inocentes (aumentar los impuestos, mejorar el cuidado de la salud, etc.) hay un oscuro proyecto para destruir el capitalismo y sus libertades.
Mi temor es exactamente el opuesto: creo que debajo de sus propuestas concretas, de estado de bienestar, no hay nada, ningún gran proyecto, solo una vaga idea de más justicia social. Y una idea demasiado simple; creen que a través de las elecciones, el centro político se trasladará hacia la izquierda.
¿Es esto suficiente , en el (no tan) largo plazo? ¿Los desafíos que enfrentamos, desde el calentamiento global hasta los refugiados, desde el control digital hasta las manipulaciones biogenéticas, no requieren nada menos que una reorganización global de nuestras sociedades?
Cualquiera que sea la forma en que esto suceda, dos cosas son seguras: el cambio no surgirá de una nueva versión que imite la organización de un partido comunista leninista, pero tampoco lo alcanzaremos con la actual democracia parlamentaria. El cambio no será producto de solo un partido político que gane más votos y promulgue leyes socialdemócratas.
Está me parece es la limitación fatal de los socialistas democráticos en Estados Unidos. En 1985, Félix Guattari y Toni Negri publicaron un libro corto en francés (“Les nouveaux espaces de liberte”) cuyo título fue cambiado para la traducción inglesa a “Comunistas como nosotros”. El mensaje implícito de este cambio de nombre es el mismo que expresan los socialistas democráticos en su declaraciones : «No tengas miedo, somos tipos ordinarios como tú, no representamos ninguna amenaza, la vida seguirá igual cuando ganemos … »
Desafortunadamente, esta politica no es una opción. Se necesitan cambios radicales para nuestra supervivencia, y la vida NO continuará como de costumbre; tendremos que cambiar incluso en nuestra vida más íntima.
Entonces, por supuesto, que debemos apoyar a los socialistas democráticos; pero si nos quedamos sentados esperando el momento adecuado para un cambio radical, ese momento no llegará nunca . Tenemos que plantearlo desde ya. Deberíamos hacerlo conscientes que nuestro futuro exigirá mucho más que juegos electorales y medidas socialdemócratas. Estamos al comienzo de un peligroso viaje del que depende nuestra supervivencia como humanidad .