Michael Roberts, economista británico
Suecia ha sido durante mucho tiempo la gran pancarta de la «economía mixta»; un estado socialdemócrata, donde el capitalismo se «moldea» para proporcionar un estado de bienestar, igualdad y condiciones de trabajo y de vida dignas para la mayoría. El resultado de la elección general de 2018 ha puesto ese relato en crisis.
En las elecciones de ayer, el partido socialdemócrata, supuesto abanderado de la «economía mixta», ha seguido siendo el partido más grande con poco más del 28% de los votos pero con votación más baja desde 1908. El principal partido pro-negocios, los llamados moderados, también perdieron votos, llegando al 19,7 (Estos dos partidos, se han alternado durante décadas en el control del gobierno).
La noticia fue el ascenso de los llamados Demócratas de Suecia (un oxímoron), un partido antiinmigrante con raíces neonazis, que obtuvo un 17.7%. Los partidos más pequeños de centro derecha y de izquierda también avanzaron: el partido de izquierda saltó al 8%. Y el moderado Partido Verde fue achatado, casi no logró obtener el 4% necesario para ingresar al parlamento.
En resumen, una posible alianza de la socialdemocracia con el partido pro negocios está virtualmente atascada en un 40% de los votos, dejando a los neonazis con el equilibrio del poder en el nuevo parlamento. Tal es el impasse.
En cualquier caso, era una ilusión que Suecia fuera la «tercera vía» entre el capitalismo de libre mercado y el comunismo autocrático de economía centralizada. Las grandes conquistas del movimiento obrero sueco de principios del siglo XX se han revertido lentamente. Los servicios públicos de calidad obtenidos después de la segunda guerra más los réditos ganados por la ingeniería y la fabricación sueca (de propiedad de un puñado de familias) se han estancando hace décadas.
En Suecia desde mediados de los años noventa está operando- al igual que en otras economías capitalistas- las políticas neoliberales de mercados libres, impuestos bajos para los ricos y las corporaciones, recortes en el estado de bienestar y en los salarios reales, aumento de la desigualdad, etc.-
¿Por qué se introdujeron las políticas neoliberales en Suecia?
Como en otras economías capitalistas, la rentabilidad del capital cayó bruscamente desde mediados de la década de 1960 (hasta mediados de la década de 1990 en el caso de Suecia). Después que estalló el boom crediticio y la gran crisis bancaria, el famoso sector manufacturero de Suecia dio un gran salto al vacío. Fue entonces cuando los dos principales partidos – socialdemócratas y moderados – adoptaron políticas para aumentar la tasa de ganancia del capital a expensas del estado del bienestar y los servicios públicos.
Suecia puede aún tener un ingreso y una distribución de la riqueza más «igualitaria» que los Estados Unidos y el Reino Unido, pero sigue siendo muy desigual, y la desigualdad ha estado aumentando con mayor rapidez desde la década de 1990 en todas las economías capitalistas avanzadas.
En 2012, el ingreso promedio del 10% más alto fue 6,3 veces mayor que el 10% inferior. Esta cifra está por encima del 5,5 del 2007 y la diferencia entre los salarios que había en la década de 1990 de alrededor de 4 a 1 . El 1% más rico de Suecia ha casi duplicado sus ingresos llegando a más del 7% en 2012 (antes de impuestos). Incluyendo las ganancias de capital, las participaciones en el percentil superior alcanzaron el 9% en 2012. Durante el mismo tiempo, la tasa máxima del impuesto a la renta marginal disminuyó del 87% en 1979 al 57% en 2013.
En Suecia, al igual que en la mayoría de los países nórdicos, las reformas tributarias durante la década de 1990 han reducido la carga impositiva para los hogares más ricos, disminuido los impuestos al capital y reducido o abandonado la tributación patrimonial. Al mismo tiempo, se han producido recortes en los beneficios para los más pobres.
Lo que se desconoce con frecuencia es que Suecia ya no es un epítome de la provisión estatal. El país es uno de los líderes mundiales en el suministro de servicios públicos por parte del sector privado, pagados por el gobierno. Alrededor de un tercio de todas las escuelas secundarias suecas, las llamadas «escuelas gratuitas», están administradas en su mayoría por empresas con fines de lucro, mientras que alrededor del 40% de los proveedores de atención primaria son de propiedad privada. La provisión pública ha sido subcontratada en detrimento de la calidad. Las escuelas de Suecia han pasado de ser de las mejores en la calificación internacional a ser «de las más mediocres».
El ascenso de los neonazis (¿demócratas?) sigue el patrón del llamado populismo que hemos visto en Alemania, Francia, Italia, Dinamarca y otros países de la UE, así como con Brexit en el Reino Unido y con Trump en los EE. UU. Es el producto de la incapacidad para producir ganancias del capitalismo (desde el final de la Edad de Oro a mediados de la década de 1960) y particularmente después de la crisis financiera mundial, la Recesión y la presente prolongada Depresión.
El capitalismo sueco, parecido al Alemán (sólo que mucho más pequeño), lo ha hecho mejor que la mayoría de las otras economías capitalistas desde 2008. Pero incluso en Suecia, la tasa de crecimiento económico se ha desacelerado en las últimas décadas y especialmente desde el 2008.
El desempleo puede ser bajo para los estándares de la UE, pero esta figura oficial oculta a las personas que están en programas de trabajo ( mini-jobs al estilo alemán) y aquellos que reciben beneficios por enfermedad. Como en Alemania, muchos empleos son ahora «precarios» y mal remunerados, especialmente en las ciudades pequeñas y los recortes del gasto público en hospitales, escuelas, viviendas, pensiones y transporte es parte importante de la receta del gobierno.
Y a continuación está la inmigración. Más de 600,000 inmigrantes de Medio Oriente han ingresado al país desde el desastre de Siria e Irak (gráfico abajo). Muchos inmigrantes son hombres solteros jóvenes y han ayudado a las empresas capitalistas y al sector estatal a superar una aguda escasez de mano de obra para trabajos poco calificados. Pero la cantidad de inmigrantes comparativamente es mucho mayor que en cualquier otra economía europea y ha aumentado la presión sobre los servicios públicos, que ya sufren de medidas neoliberales.
Ha habido un boom inmobiliario masivo impulsado por bajas tasas de interés y crédito. Eso ha beneficiado a las clases medias y altas, pero la clase trabajadora y los inmigrantes luchan por una vivienda adecuada (gráfico – lista de espera para viviendas alquiladas en Estocolmo).
Suecia sigue creciendo mucho más rápido que gran parte de Europa, pero depende en gran medida del crecimiento del comercio mundial y de la fortaleza de la actividad económica en Europa. Este fuerte crecimiento ha sido impulsado nuevamente el consumo estimulado por el crédito como en la década de 1980, así como por el valor extra que ofrece la mano de obra barata de los inmigrantes.
Estocolmo tiene el segundo mercado inmobiliario más inflado del mundo, mientras que el sector bancario está en auge. Los bancos suecos actualmente tienen activos que son cuatro veces el PIB nacional, sólo superado por Suiza. Se repite el fenómeno de la década de 1980 .
El crecimiento real del PIB es más del 3% anual. Pero si se elimina el impacto de la mano de obra inmigrante, el crecimiento real del PIB por persona es mucho menor (menos del 1% en 2017). El crecimiento real per cápita promedio solo alcanza al 1% según el Instituto Nacional Sueco de Investigación Económica.
Las ciudades pequeñas en Suecia mantienen bajos salarios, servicios más pobres y se han enfrentado a una afluencia de nuevos inmigrantes. Este ha sido el caldo de cultivo para el mensaje racista y nacionalista de los demócratas de «Suecia para los suecos». Ahora los socialdemócratas están pagando por su apoyo al capitalismo y las políticas neoliberales de los últimos 20 años.
Traducción de Emilio Pizocaro