Marco Teruggi, periodista (Página 12, Argentina)
El intento de la derecha venezolana se vio frustrado al permanecer cerrada la frontera con Colombia
A pesar del despliegue permanente de la confrontación en los puentes Bolívar y Santander, a la cual se sumó un intento de ocupar el aeropuerto de San Antonio, que fue desactivado, la derecha buscó hacer un uso político de la ayuda humanitaria.
Desde Ureña, Táchira. El 23 de febrero, día de la anunciada entrada de la ayuda humanitaria a Venezuela llegó, y terminó. Los pronósticos apocalípticos no tuvieron lugar, no cayó Nicolás Maduro, Juan Guaidó se quedó en Cúcuta, el país no entró en una confrontación cinematográfica. ¿Alta tensión? Mucha, en particular en la zona de frontera que separa los dos países a través de tres puentes sobre un río casi seco: Simón Bolívar, Tienditas, y Santander. De un lado Táchira, las ciudades de San Antonio y Ureña, del otro Norte de Santander, con la ciudad de Cúcuta.
La presión de Trump y Bolsonaro
La jornada empezó temprano con lo que se esperaba, una presión frontal con fuerza mediática en los puentes. Las acciones tuvieron momentos de euforia, debido porque que un puñado de integrantes de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) decidieron sumarse a las filas de Trump-Rubio-Duque-Guaidó. La euforia bajó y con el pasar de las horas se formó la certeza de que no pasarían para el otro lado ni la gente ni los camiones.
Esa situación se tradujo en dos elementos. Por un lado, una confrontación permanente en los puentes Bolívar y Santander – a la cual se sumó un intento de ocupar el aeropuerto de San Antonio que fue desactivado – y por el otro la utilización de los camiones con la ayuda humanitaria.
La confrontación recordó las estrategias callejeras violentas desplegadas durante el 2014 y 2017 por la derecha en varias ciudades del país, conocidas como guarimbas. Con la diferencia de estar concentradas en puentes internacionales, y contar con el apoyo explícito de los cuerpos de seguridad del Estado colombiano. El ciclo fue repetido: avanzar hacia el lado venezolano, retroceder, intentar pasar por debajo del puente en el caso del Simón Bolívar. ¿Qué debería hacer un gobierno ante un intento de invasión guarimbera financiada internacionalmente?
La utilización de los camiones tuvo tres momentos claves. El primero fue mostrar unas caravanas en camino hacia los puentes y explotar mediáticamente las imágenes, el segundo mentir al afirmar que habían ingresado a Venezuela –como lo hizo el cantante venezolano Nacho al dar por terminada la jornada– y el tercero generar un falso positivo, como fue la quema de dos gandolas. La matriz fue acusar a la GNB, cuando quedó filmado que fueron jóvenes opositores de la primera línea de confrontación.
El incendio de las gandolas parece haber sido planificado. Se tradujo en una acusación a Nicolás Maduro de haber cometido un crimen de lesa humanidad.
La escalada de amenazas internacionales, con el senador norteamericano Marco Rubio a la cabeza , afirmaba que Venezuela había disparado en territorio colombiano, y que Estados Unidos defendería a Colombia en caso de agresión.
Lo cierto es que, por fuera de estos episodios, no ocurrió lo que habían anunciado. No ingresó la ayuda humanitaria a Venezuela por ningún punto, ni por Colombia, ni por Brasil ni por el mar, no se produjo un quiebre de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. El conflicto en los puentes se parecieron a las imágenes, ya conocidas, de la estrategia violenta de la derecha, ahora en un marco más complejo.
Si era el día final no lo fue, no fue un punto de quiebre. Tampoco parece haber tenido la dimensión que anunciaron. Otra vez se generó la desilusión de la base social de la oposición, confrontada entre las promesas de sus dirigentes –ahora internacionales– y las correlaciones reales de fuerza.
El chavismo, por su parte, realizó en Caracas, su quinta movilización consecutiva en cinco días. En ese contexto el gobierno anunció la ruptura de relaciones con el gobierno colombiano como una medida que se suma a las decisiones de cerrar las fronteras con Brasil, Colombia, y las islas de Aruba, Bonaire y Curazao.
El resultado al finalizar el 23 fue que la gran ofensiva de la oposición que planteaba ser el golpe final no logró sus objetivos. El gobierno venezolano se mantuvo de pie ante la embestida que, como se sabía, atacó en simultáneo sobre varios flancos: armados, mediáticos, psicológicos, diplomáticos, territoriales. El resultado era esperable con una correlación de fuerzas reales y sin la aparición de una carta nueva por parte de Elliot Abrams, Iván Duque o Marco Rubio.
Existe otro saldo, que es la cantidad de noticias falsas, construcciones de rumores, informaciones sin comprobar. Todas forman parte de la avalancha, el aturdimiento y la justificación de nuevas posibles acciones.
El caso de los camiones quemados fue la manipulación más clara del 23. La dificultad reside muchas veces en confirmar fuentes, números, veracidad de los hechos, algo que suele quedar barrido en la lógica de la guerra que tiene en la operación comunicacional su columna vertebral.
Nadie debe sorprenderse de una mentira norteamericana dentro de un golpe, el derecho a la inocencia está prohibido, la necesidad de la sospecha es un imperativo .
¿Qué pasará a continuación? Es temprano para saberlo, pareciera, por cómo se han dado los acontecimientos, que seguirán las presiones en los puentes sin capacidad real de ingresar a Venezuela, irán en ascenso las amenazas y las reuniones internacionales,
Tal vez se esté montando otro falso positivo de alta envergadura. Ya la anunció Rubio la noche del 22 al 23 cuando escribió acerca de la posibilidad de que el Ejército de Liberación Nacional, de Colombia, asesine civiles. Anunció lo que ellos mismos parecen dispuestos a hacer. Tratarán de disfrazarlo, y a partir de allí justificar nuevas acciones, y pasar de la forma “ayuda humanitaria” a un nuevo esquema.
La frontera terminó en una noche tensa, como si algo pudiera ocurrir en cualquier momento. Estamos en horas y días complejos, donde uno de los objetivos centrales del gobierno de Venezuela, del chavismo, es el de prevenir las acciones-trampas, las imágenes de violencia, la violencia misma, que dejó 42 heridos del lado venezolano el día 23.
Una idea del clima social en la noche del sábado la da las tendencias de twitter, donde cinco de las etiquetas más posicionadas son para pedir la intervención internacional. La convicción que no lograrán derrocar a Nicolás Maduro -democráticamente electo-, con la fuerza propia de la oposición, parece ser mayoritaria.