POR MARTIN JACQUES, ESCRITOR Y ACADÉMICO BRITÁNICO EXPERTO EN CHINA
Cuarenta años de relativa estabilidad en la relación entre Estados Unidos y China han llegado a su fin. Esa estabilidad dependía de dos cosas. En primer lugar, de una enorme desigualdad en la relación, con los EE.UU. como socio dominante. En segundo lugar, de un sorprendente delirio : los Estados Unidos creían que China debería ser como la sociedad como la norteamericana para tener éxito. La historia ha mandado al traste ambos supuestos.
En un período de 40 años, el más notable en la historia de la economía mundial, China superó a la economía estadounidense y ahora es un 20% más grande en términos de paridad de poder adquisitivo del PIB. Además, está más que claro, para todo el mundo, que China nunca va a ser como los Estados Unidos.
Víctimas de su propia arrogancia los estadounidenses calcularon mal.
Su respuesta es lamentable: está buscando con desesperación encontrar la forma de revertir el ascenso de China o, al menos, detenerla. Los Estados Unidos saben que la razón subyacente de la crisis en las relaciones es el crecimiento económico de China. Así que es lógico empezar con una guerra comercial. Pero no se limitará a eso. Abarcará todos los aspectos de su relación. Estamos viendo el nacimiento de una nueva guerra fría. Y lo más probable es que dure mucho tiempo, supongo que al menos veinte años.
Pero este conflicto no será una repetición de la última guerra fría. Sólo hay dos similitudes: los EE.UU. es uno de los adversarios; y un Partido Comunista gobernante es el otro contrincante . Sin embargo ahora las circunstancias son totalmente diferentes.
Durante la guerra fría, EE.UU. era una potencia en ascenso. Ahora es un poder en declive. La Unión Soviética fracasó: China es la antítesis del fracaso. Ha logrado el aumento económico más notable en la historia de la humanidad. China está en ascenso; los EE.UU. es un país agresivo y dividido que intenta aferrarse con violencia a lo que tenía y al mundo que creó.
Entonces, ¿qué es lo que puede ocurrir en esta nueva guerra fría? Hasta ahora se está luchando fundamentalmente en términos económicos. Este es el terreno de China. Aparte de un tasa de crecimiento muy alta, que sigue siendo tres veces superior a la de los EE.UU., su logro económico más destacado en la última década ha sido el enérgico aumento de su capacidad para la innovación tecnológica.
La velocidad con la que Alibaba y Tencent se han unido a los gigantes de Silicon Valley , ocupando un lugar importante en la primera división es más que notable. Huawei es el líder mundial de telecomunicaciones en 5G, superado desde lejos a todo el sector: los EE.UU. ni siquiera tienen un jugador en este campo.
Por supuesto, muchas empresas chinas están todavía por detrás de sus equivalentes estadounidenses, pero la dirección – y la velocidad – del progreso chino es irresistible. Tal vez hay que recordar que hace sólo cinco años, Occidente se preguntaba si China podría ser innovadora en lugar de imitadora. Ya nadie hace esa pregunta.
China es una superpotencia tecnológica en ciernes. Esto es, sobre todo, lo que ha dejado atónitos a los Estados Unidos. El motivo subyacente del ataque contra Huawei tiene poco que ver con la seguridad; en realidad , se trata del pánico estadounidense al desafío competitivo de China. El argumento sobre la seguridad es una típica distracción al estilo de la guerra fría.
Los Estados Unidos se enfrentan a un gran peligro con la guerra comercial. Los aranceles y la decisión de aislarse de la economía china (actualmente la más dinámica del mundo) harán que la economía estadounidense sea cada vez menos competitiva: finalmente cuando los Estados Unidos se vean seriamente debilitados tendrán que terminar con la guerra comercial y el proteccionismo. Seguramente ambas economías sufrirán, pero a largo plazo la economía de estadounidense será la más perjudicada.
Una de las características centrales de la última guerra fría con las dos economías en gran medida aisladas entre sí, fue la competencia militar entre Estados Unidos y la URSS (el conflicto económico fue un factor muy secundario). Esta vez será muy diferente. Mientras que la fuerza militar sigue siendo la forma con que ejerce el poder Estados Unidos, este modelo agresivo no es utilizado por China.
Los dos arquetipos más importantes del poder chino, tanto históricamente como en el contexto contemporáneo, son el económico y el cultural. Para Occidente, en cambio, han sido los modos militares y políticos. En el pensamiento chino, (que se inspira siempre en Sun Tzu) la guerra es algo que hay que evitar en lugar de esgrimir.
Esto no significa que China no desarrollará una formidable capacidad militar, pero no se comportará de la misma manera que Estados Unidos (o incluso que la Unión Soviética). Tampoco significa que no habrá guerra entre los EE.UU. y China, pero es muy poco probable que llegue a ocurrir una guerra abierta entre estas dos potencias.
Los chinos creen en el largo plazo; y a la larga confían que su poder económico y cultural será decisivo. Tal pensamiento engendra paciencia. Todo esto nos dice que China será una gran potencia muy diferente a los Estados Unidos.
A la gente le ha resultado muy difícil entender a China, dificultad que se ha visto agravada por la rapidez de su ascenso. Nos hemos acostumbrado a las formas occidentales de pensar y comportarnos, es el legado de más de dos siglos de hegemonía occidental.
China es profundamente diferente, es producto de una historia y una cultura muy distinta. En lugar de tratar de entender lo diferente que es China, vemos a China a través de un prisma occidental y esperamos que los chinos actúen como occidentales.
No es de extrañar que no lo hagan. Condenamos su falta de democracia al estilo occidental. Pero las tendencias y los acontecimientos nos obligan hacer una pausa para pensar el tema con seriedad. Puede que no nos guste, pero la gobernanza china ha tenido un éxito extraordinario en las últimas décadas; ha sido una fuerza global para el bien, ha sacado a 800 millones de chinos de la pobreza y ha salvado al mundo de una depresión cataclísmica tras la crisis financiera occidental.
Cuando el mundo vuelve a entrar en aguas peligrosas, en mi opinión, nuestra preocupación no debería ser por China sino por la actitud de los Estados Unidos. Una de las cosas valiosas de China es lo relativamente pacífica que ha sido durante su ascenso. En contraste con los EE.UU., que en su período equivalente (especialmente entre 1860 y 1914) desarrolló guerras de expansión contra su población originaria, contra España, México, las Filipinas y anexó Hawai.
Lo mismo puede decirse, por cierto, del Reino Unido, Francia y también de Japón, todos países que libraron muchas guerras de expansión durante su ascenso. Por el contrario, el ascenso de China se ha caracterizado por una extraordinaria moderación, un hecho que se ignora casi de forma abrumadora.
Lo que más me preocupa es cómo Estados Unidos responderá y lidiará con su declive. Trump es la primera expresión clara y la primera respuesta a este proceso y no es en absoluto alentadora: giro autoritario, erosión de la democracia y de la separación de poderes, utilización de los aspectos más regresivos de la historia estadounidense, rechazo de la diversidad en el país y de la pluralidad en el mundo.
El hecho es que los países imperialistas viven su declive de manera molesta y dolorosa; mi propio país, el Reino Unido, es un ejemplo clásico. Estados Unidos no está prepjarado para su propio declive. Esperemos que no sea una experiencia desgarradora ni para los Estados Unidos ni para el resto del mundo.
Este proceso me lleva finalmente a Corea. Hemos visto, en orden cronológico, lo peor de las declaraciones Trump («no tendremos más remedio que destruir totalmente a Corea del Norte») y lo mejor («los EE.UU. deben buscar una oportunidad para evitar una guerra nuclear a toda costa»).
En cierto modo, Corea es un test histórico: hasta ahora es el legado más duradero de la guerra fría, que ha sido impermeable a todo intento de solución. Después de la cumbre de Singapur, que aparentemente superó las expectativas de casi todo el mundo, llegó la cumbre de Hanoi que fue una gran decepción.
¿A partir de ahora hacia dónde caminamos? No se aprecia progreso en una relación que se deteriora rápidamente entre China y los Estados Unidos, con un giro de Trump hacia una guerra fría.
¿Puede la península de Corea proporcionar un rayo de luz? Parece improbable, pero la cumbre de Singapur y el abrazo de Trump a Kim Jong-un y las palabras sobre el futuro económico de Corea del Norte no deberían olvidarse fácilmente. Sin embargo la parte racional de mi cerebro me dice que el aspecto pesimista de esta historia vigente.
Nota :Este artículo fue publicado en JPI Peace Net y presentado en el Foro de Jeju para la Paz y la Prosperidad en mayo de 2019, Corea del Sur, en la sesión plenaria de apertura «Destino de guerra? The Future of US-China Relations and its Implications for the Korean Peninsula». Entre los oradores se encontraban Martin Jacques, el Prof. Graham Allison y el Sr. Li Zhaoxing. El panel fue moderado por el Prof. Chung-in Moon.
Antonio Gonzalez dice
El caso del descuido de los Estados Unidos de no aplicar el acostumbrado terrorismo economico a China y como resultado su exitoso desarrollo, han puesto al descubierto que la causa del fracaso de la economia en los sistemas sociales de izquierda ha sido precisamente ese terrorismo y no por la incapacidad del metodo en la direccion de la economia. Con eso China rompe el mito del monopolio de la eficiencia por parte de la propiedad privada y el mercado.
Por supuesto eso lo ven como algo muy peligroso.