Un complejo escenario luego de las primarias
Franco Vielma, sociólogo
El resultado de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) en Argentina delinea el conjunto de posibilidades electorales de cara a las elecciones de octubre. La fórmula del kirchnerismo se abrió paso con 47% de los votos escrutados, mientras el oficialismo alcanzó un 32%.
En esta medición hubo una participación del 75% del universo electoral.
El escenario político apunta que las posibilidades del ascenso de Alberto y Cristina Fernández a los primeros cargos nacionales es sumamente alta, no tanto por el apoyo que han consolidado (en unas elecciones definitivas les habría permitido ganar en la primera vuelta), sino por el menguado apoyo que consiguió el macrismo.
De cara a octubre, el escenario político se va a recalentar de manera vertiginosa, iniciándose con ello un marco de presión enorme por parte del oficialismo y sectores aliados, con especial énfasis en los grupos empresariales.
El mapa electoral y las presiones económicas internas
Es indispensable enfatizar que al día de hoy este escenario electoral de cara a octubre, puede ser el más probable dada la polarización sólida que caracteriza la política austral y dada la consolidación de las narrativas políticas, que han hecho de los pisos electorales instancias casi inamovibles.
Hay poco margen de indecisión política en la nación sureña, apenas de un 10%, que infiere que a menos que ocurran eventos altamente perturbadores de la política y la economía interna, el resultado será favorable a los Fernández. Por lo tanto, es indispensable ver el conjunto de posibilidades que desde ahí se desprenden.
Según la cadena RT, luego de darse a conocer el triunfo de Alberto Fernández en las elecciones primarias de este domingo, este lunes los mercados reaccionan de forma negativa: «la cotización del dólar salta desde los 45,20 pesos hasta un promedio de 59 —57 para la compra y 61 para la venta, según la pizarra del Banco Nación—, mientras las acciones de empresas argentinas en Wall Street caen un 25% y el valor de los bonos se reduce 14%», reseña el medio ruso.
Al mismo tiempo, agregaron que «en algunas entidades privadas el valor de la divisa estadounidense ronda los 61 pesos. Así, se produce una depreciación histórica de la moneda nacional, que puede crecer con el correr de los minutos. En este país latinoamericano, cuando se eleva la cotización del dólar suelen aumentar los precios de consumo, situación que se traduce en inflación».
El gobierno procedió, al momento, a aumentar las tasas de interés anual un 10% llevándolas al 47%, una suba para contener una nueva corrida cambiaria que sin dudas significa un mecanismo de presión por parte de los grupos económicos a la sociedad, confirmando así grandes temores que fueron tema de campaña: la «economía empeorará» al volver el kirchnerismo, insistió Macri en diversas oportunidades al fijar la estabilidad de la economía en los designios de la «confianza» de grupos económicos y sectores financieros internacionales.
La actuación concreta de los grupos económicos pasa a ser ahora un factor de entonación de la política nacional. Ocurrirá de manera acelerada, recreando e induciendo un clima de caos económico e incertidumbre política e institucional. Inducirán con ello una necesidad de «resguardo» entre la población, para que sostengan al macrismo y así evitar los «estragos» que tendría el ascenso de los Fernández.
Pero las presiones en la carrera electoral hasta octubre son mucho más profundas. De hecho se proyectan luego del escenario político más probable. Pasan por las gravitaciones económicas que está dejando el macrismo y su ejercicio económico y cómo se convertirán en una verdadera «pesada herencia» para sus probables sucesores.
En efecto, la disputa en Argentina tendrá lugar por la gobernabilidad económica, un cuadro sumamente complejo que establecerá presiones multidireccionales al eventual nuevo gobierno.
Con una deuda con el Fondo Monetario Internacional de casi 143 mil millones de dólares y con el dominio del ente financiero sobre la economía nacional, será sumamente complejo el margen de maniobra de la nueva administración.
Hay que sumar a ello cómo los séquitos empresariales, especialmente los del sector agroexportador, alimentados tras años de política de libre comercio, y otros llamados «inversores», han conseguido un lugar privilegiado en el hábitat cambiario argentino, manejando a sus anchas el comportamiento de los tenedores de divisa extranjera, pues han devaluado el peso en sucesivas corridas y han ampliado su cuota de beneficios en moneda nacional en simultáneo.
Esa simbiosis será un duro espacio de disputa y a la sombra del desmantelamiento del antiguo cepo cambiario. La gobernabilidad monetaria ya está en entredicho en la gestión de Macri y lo será más aún en la eventualidad de un nuevo gobierno.
Como es sabido, el cuadro económico no pasa solo por las restricciones al presupuesto público impuestas por el FMI. Para mediados de este año se calculaba que durante la era Macri la moneda nacional se habría devaluado un 360% frente al dólar, mientras que la inflación acumulada durante su mandato supera el 260%.
Los Fernández recibirán un país sumamente difícil de gobernar
Según el economista Enric González, en entrevista para El País, «la construcción, el comercio y la industria, que representan casi la mitad del empleo argentino, han sufrido una caída de actividad cercana al 40% durante los ya once meses de recesión».
Según el mismo autor, más de la mitad de los préstamos del FMI han sido absorbidos mediante los ciclos , el pillaje o tal vez «desconfianza» entre los sectores empresariales, muchos de ellos asociados al macrismo. En esencia, el escenario económico es más que incierto.
He ahí que la construcción de gobernanza será un asunto clave para el kirchnerismo en su versión 2.0.
La perspectiva geopolítica
En efecto, si miramos el cuadro político argentino en amplio espectro, encontraremos que más allá de la disputa por la economía austral está la disputa por la nueva etapa de cabildeo financiero del FMI en América Latina. Argentina y Macri fueron claves en la reedición del esquema de los años 90 en ese país y se proyectó luego al Ecuador de Lenín Moreno.
En teoría, el siguiente en la lista sería Venezuela, país sobre el cual se ha propuesto sin disimulo, el arbitraje y financiamiento del FMI una vez sea derrocado el chavismo.
Así lo han determinado factores de la derecha venezolana y sus gendarmes en el entramado financiero estadounidense, mediante la redacción de un documento a cargo de Ricardo Haussman (Banco Interamericano de Desarrollo), Alejandro Grisanti Capriles (agente de la firma Barclays) y Lee Buchheit (afamado sicario financiero experto en «renegociación» de deuda de países sometidos a Estados Unidos). Este último fue uno de los artífices del reencuentro del gobierno argentino con el FMI y otros capitales buitre en la era Macri.
También es un hecho que Argentina es un nudo indispensable en la mirada del cuadro político regional. Los temores a la reedición del «ciclo progresista» latinoamericano ha provocado el atrincheramiento en las posturas de las derechas regionales. Y por otro lado, es Venezuela el punto crítico que define la escena regional.
El bloqueo a Venezuela también pasa por Argentina y si regresa el kirchnerismo, habrá nuevas instancias por definir, aunque el kirchnerismo 2.0 se diga de «centro». Por ahora, podría hablarse de la posibilidad de que Argentina tome distancia de las posiciones claramente recalcitrantes e injerencistas que Macri ha asumido con Venezuela y se contenga, al menos a parcialidad, el rol que hoy juega la gestión macrista en el cerco integral a Venezuela.
Meses atrás fueron dados a conocer eventos específicos de hostigamiento del macrismo a los activos venezolanos en ese país, mediante el rol activo de ese gobierno en favorecer la conformación del proto-estado de Guaidó en el extranjero, intentando facilitar el robo de activos de PDVSA, concretamente los de la Petrolera del Cono Sur, filial venezolana de combustibles en Argentina, a cargo de las «autoridades» paralelas de PDVSA y «diplomáticos» de Guaidó en ese país.
La retórica centrista de Alberto Fernández y el distanciamiento hacia «espinosos» de la política regional, por propósitos pragmáticos de campaña, en efecto evitó que previo a las PASO se desviara la campaña de los temas nacionales.
Ello también ha delineado la posibilidad de que al posible nuevo gobierno sureño al corto plazo, se le arrincone en la lógica maniquea impuesta por el intervencionismo interamericano. O estarán en contra o a favor de la «dictadura» en Venezuela.
Dicho así, la diatriba austral tendrá varios frentes simultáneos, siendo el más importante el que se generará desde las contradicciones de la política nacional en sus adentros.
Hay que subrayar las particularidades de este movimiento que hoy asciende, dado que su carácter político supone que las presiones serán multidireccionales. Desde los sectores más alineados a la izquierda, vendrán presiones para que se desmarquen del «reformismo» y la ambivalencia que debilitó al último mandado de Cristina Fernández, mientras que por otro lado, habrá sectores que plantearán una «convivencia» o «distensión» con los factores fácticos que hoy han enviado un mensaje en los mercados argentinos. El cuadro será complejo.
No hay que dejar de valorar el desgaste sistémico de la política representativa en todas sus vitrinas regionales, entendiendo con ello el agotamiento del modelo de partidos y los binomios socialdemócratas y neoliberales que siguen definiendo la política regional, con algunas honrosas excepciones.
Los Fernández recibirán un país sumamente difícil de gobernar. Pero tal afirmación no necesariamente es pesimista, si lo importante es que concurran en este punto las contradicciones indispensables para el agotamiento de la política en términos estrictamente convencionales y, en consecuencia, se abra paso desde este punto, a la posibilidad de que en Argentina irrumpan nuevas formas o se fortalezcan aquellas que van más allá de los gobiernos.
O que en la escena regional se asuma que la persistencia de la agenda estadounidense y la agresividad de las derechas necesariamente convoca a una cohesión mucho más profunda de las fuerzas alternativas. Lo que está en disputa en la región, de manera perenne, es la persistencia de los Estados-nación frente al avasallamiento que Washington ha orquestado de manera afinada y precisa.
¿Tendrá el nuevo gobierno argentino ese sentido de claridad política para mirar a sus adentros y a la región? Veamos qué perspectiva tienen, desde el ojo de su huracán.