Por Chris Nineham, activista británico
El mundo está viviendo la mayor revuelta popular desde el año 2011. La rápida propagación de las protestas y la velocidad con que se han convertido en un proceso que cuestiona las bases del régimen apuntan a una crisis social cada vez más profunda.
Aunque tienen variadas y diferentes causas, las protestas subrayan el hecho que la polarización de los movimientos populares están empezando ha sacudir el sistema.
En Oriente Medio y África del Norte han retornado la protestas después de varios años de retroceso contrarrevolucionario. Las manifestaciones en Túnez han sido seguidas por la insurgencia callejera en Argelia, Egipto, el Líbano y el norte de Irak . Esta nueva oleada de lucha de masas es la más intensa en muchos años.
El brote insurgente tiene desencadenantes económicos y políticos muy diferentes. En Argelia, la ira estalló cuando el régimen intentó un quinto mandato para Abdelaziz Bouteflika. En Libia la juventud salió a la calle por un impuesto a WhatsApp, la única plataforma de comunicación gratuita.
Todos los movimientos parten de una reivindicación específica pero se transforman rápidamente en un cuestionamiento más general y profundo del sistema económico y político .
En internet un joven libanés ha resumido así la situación de su pueblo:
“Comer bien y sano se ha convertido en un lujo. Y yo no he visto a un solo político sacrificar su dieta parlamentaria. No solo están nos están robando, lo hacen descaradamente. Todos los políticos se quedan en el poder mucho más tiempo de lo que se merecen, y cuando se van tenemos que lidiar con sus hijos, son una casta corrupta «.
Con un patrón similar, las protestas en América Latina comenzaron en Argentina y se extendieron a Ecuador y Chile. La confianza popular en las élites regionales está hecha jirones. Las reivindicaciones económicas particulares, se han transformado en movimientos antigubernamentales con una velocidad asombrosa.
En Chile, a pesar que el gobierna retiró el alza del pasaje del metro las protestas sigue aumentando en tamaño e intensidad . La brutal respuesta policial ha intensificado la resistencia y se está pasando a la auto organización en “cabildos barriales “ para impulsar una Asamblea Constituyente que termine con el modelo neoliberal.
En Hong Kong la acción de masas obligó al gobierno a retirar una legislación acerca de la extradición. En Barcelona y otras ciudades catalanas, cientos de miles están movilizados para expresar su ira por el encarcelamiento de los líderes independentistas.
La gente está aprendiendo unos de otros. Después de la sentencia, el movimiento catalán tomó prestada la táctica de Hong Kong y convocó a una manifestación en el aeropuerto utilizando mensajería cifrada. Los medios locales informaron que los jóvenes gritaban: «Vamos a hacer un Hong Kong».
Las Causas
Parece que un conjunto de conflictivos factores se han unido (en diferentes combinaciones) para crear esta ola global de protesta.
El primero es el fracaso general del modelo económico dominante. Las tasas de crecimiento en todo el mundo se ha estancado. La nueva jefe del FMI, Kristalina Georgieva, lo llama una “desaceleración sincronizada”
El documento “Perspectiva de la economía mundial” del FMI, publicado en julio pasado, calcula que la producción mundial del 2019 se reducirá al 3.2%, en comparación con el 3.8% de 2017 y el 3.6% del 2018. El crecimiento se esta evaporando. Además, las cifras del FMI muestran que en la última década la deuda pública ha aumentado en un 78 por ciento.
Todo está convulsa situación confirma que la recuperación a la crisis bancaria del 2008:ha sido superficial e insignificante. El estancamiento ha impactado más a los pobres, que han visto aumentar de manera desproporcionada la desigualdad. Y …a la vida de los jóvenes que sufren altos niveles de desempleo, subempleo o trabajos precarios.
En casi toda Sudamérica, hay gobiernos impopulares enfrentados con sus ciudadanos que están cansados de la corrupción, los malos servicios públicos y la falta de igualdad económica.
En Cataluña, los agravios económicos, incluida la austeridad y la desigualdad, son parte del repertorio de los impulsores de las protestas independentistas.
En casi todas partes, la corrupción política ha desatando la ira de los manifestantes. Esto no es casualidad. La corrupción es una característica intrínseca de los regímenes neoliberales; el sistema funciona con la integración corrupta del aparato del Estado burgués con las élites corporativas y financieras.
En las regiones más pobres del mundo, el neoliberalismo aplica la colusión de las empresas y del estado para despojar de los servicios más esenciales a los más pobres. Es un robo organizado. Por tanto no es de extrañar que se esté produciendo una radicalización política tan rápida.
Las respuestas de las élites políticas y económicas tanto al estancamiento como a la agitación ha sido desastrosa.
A nivel internacional, el FMI ha reaccionado – a la desaceleración y al aumento de la deuda – endureciendo sus ya draconianos programas de ajuste estructural. Las condiciones para otorgar un préstamo del FMI han aumentado a casi al doble.
Como respuesta, los gobiernos están aplicando más austeridad, mayores recortes para los pobres y dinero más barato para las élites. Los economistas más perspicaces saben que con estas políticas no se va a ninguna parte. Pero, las élites no están dispuestas a instrumentar medidas que corrijan en algo la tremenda iniquidad que viven cientos de millones .
Con la política de Trump – de aranceles proteccionistas y sanciones punitivas contra los ‘enemigos’ de Estados Unidos – la situación está empeorando drásticamente al interrumpir los flujos comerciales mundiales.
Años de neoliberalismo, de intervenciones y de guerras, provocadas por Occidente, han destruido, degradado y deslegitimado las instituciones que mantuvieron algún grado de consentimiento en el pasado.
El estado de “bienestar” europeo , las organizaciones cívicas y los partidos políticos con cierta tracción popular se encuentran en diversas etapas de decadencia.
Un reciente artículo del Financial Times, sobre Argentina, describe cómo en uno de los países más ricos de América Latina el Estado prácticamente ha desaparecido . Hoy en Argentina más de un tercio de la población vive en la pobreza y llamada “red sacerdotes de villas miserias » simplemente hoy no puede hacer frente al nivel de necesidad social.
En esta situación, las clases dominantes, que a menudo se esconden en urbanizaciones fortificadas, recurren a las Fuerzas Armadas. Pero cuando grandes sectores de la población, incluidos los jóvenes, no ven un futuro viable, la represión no funciona y simplemente incendia aún más la situación.
Perspectivas
Con la renuencia de las élites a cambiar el rumbo económico, y con otra recesión global ad portas, es probable que se produzcan enfrentamientos más serios y radicales.
La izquierda debe, de una vez por todas, asumir que hoy existe un explosivo potencial de ira de millones de personas y que la nueva ola de protestas de masas se mueve rápidamente a posiciones antigubernamentales y antisistema.
La izquierda se condenaría al destierro político por largo tiempo si prosigue limitando su trabajo al parlamentarismo especialmente ahora cuando las instituciones está tan comprometidas con el orden neoliberal.
La política y la conciencia pueden moverse a la velocidad del rayo en momentos de insurgencia.
Ya han surgido importantes preguntas estratégicas entre los sectores más conscientes : ¿cómo llevar los movimientos hacia adelante? ¿cómo lidiar con la represión?, ¿ cómo crear movimientos capaces de derrocar a los gobiernos neoliberales? y ¿como cambiar el curso neoliberal de sociedades enteras?, etc.
Un riesgo es que una minoría de activistas pueden aislarse de la población Para contrarrestar este peligro es necesario encontrar formas de atraer a la lucha, a amplios sectores populares, en particular a los trabajadores organizados que tienen el poder material de paralizar la producción.
La vinculación sistemática de las cuestiones políticas, sociales y económicas también es esencial para encontrar una manera de convertir las protestas en movimientos para un cambio social permanente.
Finalmente, debemos aprender de los movimientos que surgieron hace 10 años. Una de las grandes tragedias sería que – a pesar de su escala y dinamismo – los nuevos movimientos no lograrán desarrollar instituciones democráticas populares alternativas que pudieran profundizar, proteger y hacer que la revolución llegue para quedarse.
Dado que la crisis de la democracia burguesa es casi universal, la tradición democrática insurgente de la clase trabajadora necesita ser redescubierta y reinventada urgentemente.