Por Ian Angus, filosofo, escritor canadiense
El siguiente texto es parte de un reciente informe sobre las consecuencias del cambio climático:
“Es muy probable que el aumento del nivel del mar, los cambios en el suministro de agua , de alimentos y los frecuentes fenómenos meteorológicos extremos provoquen la migración de grandes segmentos de la población. El aumento de los mares desplazará a decenas (si no cientos) de millones de personas, creando una inestabilidad masiva y duradera … La invasión de agua salada en zonas costeras y el cambio climático complicarán o eliminarán el suministro de agua dulce en muchas partes del mundo … El calentamiento global hará crecer el numero de insectos que son vectores de enfermedades tropicales. Esto, junto con la migración humana a gran escala aumentará la propagación de enfermedades infecciosas.
Muchos informes científicos ya habían denunciado este amenazante panorama. Sin embargo , lo que hace que este texto sea particularmente significativo es que es un documento publicado por la Academia de Guerra del Ejército de los Estados Unidos y sus autores son altos funcionarios del Ejército, de la Agencia de Inteligencia de la Defensa y de la NASA.
El informe recomienda fortalecer al ejército – que ya es la máquina de guerra más grande de la Tierra – para proteger al imperio estadounidense de las consecuencias del caos ambiental. Pide un «plan de campaña para prepararse de manera proactiva ante posibles conflictos y mitigar los impactos». Y como sabemos, cuando el Ejército de los Estados Unidos se embarca en una campaña , el resultado es siempre devastación y destrucción para los pobres y los oprimidos.
El documento pone en evidencia que el Ejército de EEUU, a diferencia del presidente Trump, entiende que el cambio climático es real y que las consecuencias pueden ser catastróficas. Los generales reconocen que algo ha salido terriblemente mal en la relación entre la sociedad humana y la Tierra.
Límites planetarios
El cambio climático es el ejemplo más extremo de la crisis del sistema, pero no es el único. Los científicos han identificado 9 límites planetarios. Cruzar cualquiera de esos umbrales podría tener consecuencias perjudiciales o desastrosas para la civilización. Siete de los 9 límites planetarios críticos están cerca o están en la zona de peligro .
Las investigaciones han llegado a la conclusión que las reformas modestas no son suficientes. No nos enfrentamos a problemas que pueden abordarse por separado, sino a un conjunto de interrupciones entrelazadas de los sistemas de soporte vital de la Tierra. En solo unas pocas décadas los procesos naturales esenciales, que evolucionaron durante millones de años, se están destruyendo irremediablemente .
Se requieren correcciones radicales, pero no encontraremos una cura a menos que identifiquemos la causa subyacente, la enfermedad sistémica que está agrediendo a nuestro planeta.
¿Crecimiento?
Muchos ambientalistas identifican el problema subyacente simplemente como “el crecimiento” . Y, de hecho, como han demostrado muchos libros y artículos, el impulso de extraer, producir y cultivar cada vez más cosas está llenando nuestros ríos de veneno y nuestro aire de contaminación.
Mientras la maquinaria del crecimiento sigue extendiéndose los océanos están muriendo, las especies están desapareciendo a ritmo acelerado, el agua se está agotando y el suelo se erosiona más rápido de lo que puede ser reemplazado.
Sin embargo los ejecutivos, economistas, burócratas y políticos están de acuerdo en que el crecimiento es bueno y el No crecimiento es malo. La expansión material interminable es una política deliberada promovida por ideólogos de todas las tendencias políticas, desde los socialdemócratas hasta los conservadores. Cuando el G20 se reunió en Toronto, acordaron por unanimidad que su máxima prioridad era «sentar las bases para un crecimiento fuerte, sostenible y equilibrado». La palabra crecimiento apareció 29 veces en su declaración final.
El crecimiento descontrolado es claramente un tema central, pero este asunto plantea una nueva pregunta: ¿Por qué se promueve el crecimiento? ¿Por qué, ante la evidencia indudable de que la expansión de la producción y la extracción de recursos nos está matando, los gobiernos y las corporaciones siguen echando carbón a la locomotora del tren del crecimiento desbocado?
En la mayoría de los trabajos sobre el medio ambiente, se ofrece una de estas dos explicaciones: es una actitud natural o, es un error de enfoque .
El argumento de que la naturaleza humana es fundamental para la economía dominante, supone que los seres humanos siempre quieren más, por lo que el crecimiento económico es solo la forma que el capitalismo utiliza para satisfacer los deseos humanos. Para nuestra especie, suficiente nunca sería suficiente.
Esta visión lleva a sus defensores a concluir que la única forma de frenar o revertir el saqueo de la Madre Tierra es frenar o revertir el crecimiento de la población. Más gente equivale a más cosas; así que menos personas equivaldrían a menos cosas.
Esta afirmación se ve completamente desmentida por el hecho que los países con las tasas de natalidad más altas tienen el nivel de vida más bajo, poseen una menor cantidad de cosas y producen poca contaminación. Si los 3 mil millones de personas más pobres del planeta desaparecieran de manera repentina, prácticamente no habría reducción en la destrucción ambiental de la tierra.
La otra explicación común para la promoción constante del crecimiento es que hemos sido seducidos por una falsa ideología. El crecimiento ha sido descrito como un fetiche , una obsesión , una adicción, incluso un hechizo . Los verdes a menudo usan el término “crecimiento-mania” .
Estos racionamientos presentan el crecimiento como una elección que hacen los políticos y los inversores, bajo la influencia de una extraña obsesión.
Como dice el marxista británico Fawzi Ibrahim, esta idea habla “ del crecimiento como un fetiche. Entonces, podríamos decir que los peces tienen como un fetiche el agua tal como el capitalismo que tiene un fetiche el crecimiento. El crecimiento es tan esencial para el capitalismo como lo es el agua para los peces. Sin agua los peces morirían. Sin crecimiento el capitalismo se ahogaría”.
La ideología del crecimiento no causa acumulación perpetua, la justifica. El crecimiento descontrolado no es la causa de la crisis global: es el resultado inevitable de un sistema basado en las ganancias, del impulso inherente del capitalismo para acumular cada vez más capital.
Personificaciones del capital.
Indudablemente, las personas que dirigen las empresas – que son las grandes corporaciones que más contaminan- quieren que sus hijos y nietos vivan en un mundo limpio y ambientalmente sostenible. Pero como accionistas y altos ejecutivos actúan tal como lo definió Marx, son «personificaciones del capital».
Independientemente de cómo se comporten en el hogar en el trabajo son capital en forma humana y los imperativos del capital tienen para ellos prioridad sobre todas las demás necesidades y valores. Cuando se trata de elegir entre proteger el futuro de la humanidad y maximizar las ganancias, eligen las ganancias.
Un ejemplo son los gases de óxido de nitrógeno, monóxido de nitrógeno y dióxido de nitrógeno, que se producen al quemar combustibles de petróleo, especialmente por los motores diésel. Hasta ahora no reciben atención de los medios como el dióxido de carbono, a pesar que son directamente perjudiciales para la salud humana y la causa del efecto invernadero. Causan enfermedades de la garganta y los pulmones, y aumentan la gravedad de enfermedades como el asma.
En 2009, reguladores en Europa y Norteamérica introdujeron límites estrictos a las emisiones de óxido de nitrógeno de los automóviles. Todos los fabricantes tuvieron que someter su vehículos a los controles establecidos por las autoridades. El resultado , fue un problema para la segunda compañía automotriz más grande del mundo, Volkswagen. Gran parte de sus ganancias provenía de vehículos con motores diesel que no cumplían con los nuevos estándares.
Pero, como a menudo se nos trata de convencer “el capitalismo fomenta la innovación”. Justo a tiempo, la Volkswagen anunció que sus ingenieros habían resuelto el problema. Habían inventado una tecnología que cumplía completamente los nuevos estándares. Lo promovieron bajo el lema «Clean Diesel», y tuvo éxito. Entre 2009 y 2016, Volkswagen vendió más de 11 millones de automóviles Clean Diesel en todo el mundo.
Hasta ese momento todo iba muy bien para el capital, a una corporación gigante le estaba yendo bien haciendo el bien, obtenía enormes ganancias al tiempo que protegía el medio ambiente y la salud humana… O eso parecía.
En 2016, gracias a las investigaciones de algunos ingenieros independientes, supimos que el “Clean Diesel” era un engaño. Volkswagen no había inventado una nueva tecnología de emisiones. Volkswagen había inventado un software que engañaba los controles. El software de VW detectaba que se estaba realizando una prueba y automáticamente reducía la potencia y el rendimiento del motor.
En condiciones de laboratorio, los automóviles Clean Diesel de VW cumplieron con las regulaciones de emisiones. En las carreteras, emitieron hasta 40 veces más óxido de nitrógeno que el límite legal.
Los altos ejecutivos fueron despedidos y la compañía ha pagado fuertes multas. Pero, esto ocurrió después que Volkswagen obtuvo grandes ganancias y contamino a medio mundo durante siete largos año.
La actitud de Volkswagen ilustran dos características fundamentales del capitalismo: las ganancias a corto plazo son siempre más importantes que las pérdidas a largo plazo, y las ganancias siempre son más importantes que proteger la salud humana.
Los propietarios y ejecutivos de Volkswagen son personificaciones del capital: el capital necesita crecer sin importar quién resulte dañado.
Maquinas de acumulación
La razón es muy simple, aunque sus implicaciones son complejas y profundas. Los grandes bancos , los millonarios y los fondos financieros invierten en corporaciones como Volkswagen para ganar dinero. Realmente no les importa si Volkswagen fabrica autos, ropa o golosinas, siempre y cuando obtengan un retorno de su inversión.
Las corporaciones son máquinas sociales gigantes que su trabajo es convertir el capital en más capital. Eso es lo que los accionistas esperan y quieren, y eso es lo que los gerentes y ejecutivos deben cumplir.
Una persona que no está dispuesta a priorizar las necesidades del capital no se convertirá nunca en un ejecutivo importante. Si el proceso de evaluación falló, o si un CEO tiene un ataque de conciencia, él o ella no durarán mucho en esa posición. Se le ha llamado “tiranía ecológica del sistema”. Si hay que elegir entre reducir las ganancias para proteger la humanidad o por poner las ganancias como prioridad, las corporaciones actuaran siempre poniendo primero los beneficios para sus empresas.
El capital tiene solo un patrón para medir su éxito. ¿Cuánto ganancias se obtuvieron este trimestre en relación al trimestre anterior? ¿Cuántos beneficios hay hoy más que ayer? No importa si las ganancias provienen de productos que propagan enfermedades, destruyan bosques, demuelan ecosistemas y traten el agua, el aire y el suelo como alcantarillas. Si todo eso contribuye al crecimiento del capital, eso es lo que importa.
Cada corporación busca asegurar que sus productos produzcan una ganancia atractiva para el capital invertido. Una corporación con costos más bajos puede sacar a sus competidores del negocio. Hay una presión constante para expandirse física, financiera y geográficamente.
Si nada lo detiene, el capital intentará expandirse infinitamente, pero la Tierra no es infinita. La atmósfera, los océanos y los bosques son recursos limitados y ahora el capitalismo fuerza esos limites contra natura .
El capital debe crecer. Una economía capitalista de crecimiento cero simplemente no puede existir. Como escribió Marx, la misión histórica de la burguesía es «producir en una escala cada vez mayor, acumular capital para obtener mayor acumulación «.
Por supuesto, el hecho de que el capital necesita crecer no significa que siempre pueda crecer. Por el contrario, el crecimiento conduce periódicamente a situaciones en las que se producen más productos de los que se puedan vender. El resultado es una crisis en la que se destruyen inmensas cantidades de riqueza. En tales circunstancias las corporaciones deben cerrar parte de sus negocios, pero a largo plazo, la búsqueda de ganancias, para acumular cada vez más capital, siempre se reanuda.
Esta es la característica definitoria del sistema capitalista y la causa raíz de la crisis ambiental global. La oposición masiva y la presión pública pueden ralentizar u obstaculizar el impulso para expandirse más y más rápido, pero siempre el capital se defenderá de alguna forma.
Fisuras metabólicas
Los resultados anti-ecológicos del sistema capitalista se analizaron por primera vez en el siglo XIX, cuando la productividad de la agricultura inglesa estaba en declive.
A mediados de 1800, el científico alemán Justus von Liebig demostró que en su estado natural, el suelo proporciona los nutrientes esenciales que permiten que las plantas crezcan y que mediante los desechos de plantas y de los animales la tierra repone de los nutrientes que permiten su cultivo.
Pero, cuando los cultivos se producen para mercados distantes – como ocurrió en la Inglaterra del siglo XIX – la fertilidad del suelo sufre porque los desechos de alimentos y excrementos no regresan al suelo. Liebig llamó a esto un robo, porque los nutrientes al no ser devueltos a la tierra fueron robados del suelo.
Karl Marx estudió el trabajo de Liebig cuidadosamente. Utilizó este nuevo concepto científico del metabolismo , de los ciclos biológicos y físicos (que son esenciales para la vida) y los convirtió en el centro de su análisis de la relación entre la humanidad y la naturaleza. Apreció que el cambio del uso del estiércol era un ejemplo de cómo la relación alienada del capitalismo con el mundo natural, del cual depende la vida humana.
Marx integró la explicación de Liebig de “la crisis de agotamiento del suelo” a su análisis histórico y social del capitalismo, concluyendo que «una agricultura racional es incompatible con el sistema capitalista», porque los imperativos del crecimiento capitalista inevitablemente entran en conflicto con las leyes de la naturaleza.
Describió la ruptura de los humanos con el ciclo natural como «una grieta irreparable en el proceso interdependiente del metabolismo social, un metabolismo prescrito por las leyes naturales de la vida misma».
El análisis de Marx de la agricultura británica del siglo XIX proporciona el punto de partida teórico para lo que ahora se conoce como teoría de la ruptura metabólica, que utilizan muchos ecologistas radicales para analizar y comprender las crisis ambientales modernas.
El concepto de ruptura metabólica expresa la dependencia y la separación de la sociedad del resto de la naturaleza. Al igual que una enfermedad autoinmune que ataca el cuerpo en el que habita, el capitalismo aunque depende de la tierra socava sus sistemas de soporte vital y está en guerra con el planeta.
Un horizonte incurablemente a corto plazo
Los impactos ecológicos destructivos del capitalismo son impulsados no sólo por su necesidad de crecer, sino también por su necesidad de crecer más rápido . El circuito desde la inversión hasta las ganancias y la reinversión requiere tiempo para completarse, y cuanto más se demore, menos retorno reciben los inversores. La competencia por la inversión produce una presión constante para acelerar el ciclo, para pasar de la inversión a la producción y a la venta cada vez más rápido.
Antes se necesitaban dieciséis semanas para criar un pollo de dos libras y media, ahora pollos dos veces más grandes se crían en solo seis semanas. La cría selectiva, las hormonas y la alimentación química han permitido a las granjas industriales producir no solo más carne, sino más carne y más rápido .
Pero, la mayoría de los procesos naturales no pueden ser manipulados de esa manera. Los ciclos de la naturaleza operan a velocidades que han evolucionado durante muchos milenios, forzándolos ha desestabilizar los ciclos naturales. El resultado es invariablemente fatal. Se destruyen tierras fértiles, se talan bosques nativos, se contamina el mar , desaparecen especies de animales. A todo este ominoso proceso Istvan Mészáros lo llamó : “un horizonte incurablemente a corto plazo del sistema capitalista”.
Existe un conflicto insuperable entre el tiempo de la naturaleza y el tiempo del capital, entre los procesos cíclicos que se han desarrollado a lo largo de cientos de millones de años y la necesidad del capital de producción, venta y ganancias rápidas.
Las rupturas metabólicas que Liebig y Marx conocieron fueron inicialmente locales o regionales, pero han crecido junto con el capitalismo. El colonialismo extendió el daño al transportar productos y nutrientes desde lugares distantes.
Irlanda fue la primera víctima del sistema de robo global. Al describir cómo Inglaterra importaba alimentos de una Irlanda azotada por la pobreza, Marx escribió: “Inglaterra ha desgastado el suelo de Irlanda, sin ofrecer a los hortelanos los medios para reemplazar los componentes de un suelo agotado”.
Desde mediados del siglo XX, el capitalismo ha causado cambios sin precedentes en la biosfera, el suelo, los bosques, el agua y el aire de la Tierra. En su búsqueda interminable de ganancias, está interrumpiendo y destruyendo masivamente los sistemas de soporte vital del planeta , los procesos y ciclos naturales que hacen posible la vida. Las grietas metabólicas se han convertido en abismos metabólicos.
Revolución ecosocialista
Por esto la crisis ambiental no puede ser solo un tema de conversación para los socialistas: es una emergencia planetaria que debemos tratar como una prioridad. Necesitamos unir luchas por objetivos ambientales inmediatos.
Necesitamos participar, no como críticos secundarios, sino como activistas, constructores y líderes. Y al mismo tiempo, necesitamos encontrar las mejor manera de explicar pacientemente cómo esta lucha se relaciona con la lucha para salvar al mundo del ecocidio capitalista.
En todos los países, necesitamos gobiernos que rompan con el orden existente, que respondan solo a los trabajadores, los agricultores, los pobres, las comunidades indígenas y los inmigrantes, en una palabra, a las víctimas del capitalismo ecocida, no a sus beneficiarios y representantes.
Dichos gobiernos deberían tener dos características fundamentales e inseparables.
Primero, deberán comprometerse con una democracia de base, con un igualitarismo radical y con la justicia social. Deberán fundamentar su accionar en la propiedad colectiva de los medios de producción y, trabajar activamente para eliminar la explotación, las ganancias y la acumulación como fuerzas impulsoras de nuestra economía.
En segundo lugar, deberán tomar sus decisiones con los mejores principios ecológicos, otorgando la máxima prioridad a detener las prácticas anti-ambientales, restaurando los ecosistemas dañados y renovando la agricultura y la industria sobre principios ecológicamente racionales.
Una transformación tan profunda no sucederá a menos que la ecología tenga un lugar central en la teoría socialista, en el programa socialista y en la actividad del movimiento socialista.
En resumen, en el siglo XXI, los socialistas y los verdes deben ser eco-socialistas, y la humanidad necesita una revolución eco-socialista.