Manlio Dinucci , geólogo y politólogo experto en relaciones internacionales
El presidente francés Emmanuel Macron habló de una OTAN en estado de «muerte cerebral». Otros la definen como «moribunda». ¿Estamos entonces ante una alianza que, habiendo perdido su cabeza pensante, se desmorona debido a sus fracturas internas? Los litigios de la cumbre de Londres así parecen confirmarlo. Pero hay que mirar el fondo, y ver los verdaderos intereses que sirven de basamento a las relaciones entre los miembros de la alianza atlántica.
Mientras que Trump y Macron polemizaban en Londres bajo la mirada de las cámaras, en Níger –sin mucha publicidad–, el Mando de las tropas de Estados Unidos en África (AfriCom) transporta en aviones estadounidenses miles de soldados franceses con su armamento a diversos puestos avanzados en el oeste y el centro de África para que participen en la Operación Barkhane, en la que Francia ha implicado en acciones de combate 4 500 militares, principalmente de sus fuerzas especiales, con respaldo de las fuerzas especiales estadounidenses.
Simultáneamente, los drones artillados Reaper, que Estados Unidos proporciona a Francia, operan desde la base aérea 101, en Niamey, Níger. Se trata de la misma base de donde despegan los drones Reaper de la US Air Force, que operan con el AfriCom y que han sido redesplegados en la nueva base 201, en Agadez, también en el norte de Níger para operar con las tropas francesas.
La Operación Barkhane
Se trata de un caso emblemático. Estados Unidos, Francia y otras potencias europeas, cuyas transnacionales compiten entre sí tratando de acaparar mercados y materias primas, se unen cuando están juego sus intereses comunes, como los que mantienen en el Sahel, territorio africano riquísimo en materias primas: petróleo, oro, coltán, diamantes y uranio.
En este momento, los intereses de las transnacionales en esa región, cuyos niveles de pobreza es de los más altos del mundo, están en peligro debido a las revueltas populares y… a la presencia económica china. Eso justifica la Operación Barkhane, presentada como una operación antiterrorista en la que participan los países de la OTAN con despliegue de drones y de fuerzas especiales.
Lo que une entre sí a los países miembros de la OTAN son los intereses comunes del complejo militar-industrial de ambos lados del Atlántico. Y es precisamente el complejo militar-industrial el que sale fortalecido de la cumbre de la OTAN realizada en Londres, reunión cuya Declaración Final expresa la principal justificación para un futuro aumento de los gastos militares en los países miembros.
Los miembros de la OTAN se comprometieron no sólo a dedicar al menos un 2% de su PIB a sus gastos militares sino también a consagrar al menos un 20% de ese gasto a la compra de armamento, objetivo que ya han alcanzado 16 de los 29 países de la alianza. (Entre esos “buenos alumnos” se encuentra Italia que el 2019 dedicó 200 000 millones a la compra de armamento en EEUU).
Los resultados de la Cumbre están a la vista. El día mismo de la apertura de la cumbre de la OTAN, la empresa General Dynamics firmaba con la US Navy un contrato de 22 200 millones de dólares –extensible hasta 24 000 millones– para la adquisición de 8 submarinos de la clase Virginia destinados a la realización de operaciones especiales y de misiones de ataque con misiles del tipo Tomahawk, que pueden llevar ojivas nucleares. Cada uno de esos 8 submarinos podría llevar 40 de esos misiles.
Acusando a Rusia –sin aportar pruebas– de haber desplegado misiles nucleares de alcance intermedio y de haber violado el Tratado INF, la cumbre de la OTAN decidió «el fortalecimiento de nuestra capacidad para defendernos con un conjunto de medios nucleares, convencionales y antimisiles. Mientras existan armas nucleares, la OTAN seguirá siendo una alianza nuclear».
En ese marco se inserta la decisión de reconocer el espacio exterior como un quinto campo de operaciones. En otras palabras, la OTAN anuncia un costosísimo programa militar espacial; un cheque en blanco que la OTAN extenderá de manera unánime al complejo militar-industrial.
Y por vez primera, en la declaración de esta cumbre, la OTAN se menciona el «desafío» que constituye, “la creciente influencia económica y política de China”, subrayando «la necesidad de enfrentarla juntos, como Alianza» [1].
El mensaje es claro. La OTAN es más necesaria que nunca para un Occidente cuya supremacía hoy se ve cuestionada por China y por Rusia.
Resultado inmediato: el gobierno de Japón anunció la compra, por 146 millones de dólares, de la isla de Mageshima, a 30 kilómetros con el fin convertirla en un centro de entrenamiento para cazabombarderos estadounidenses desplegados contra China.