Elvin Calcaño Ortíz, politólogo dominicano
La pandemia del coronavirus ha colocado la humanidad en un contexto de parálisis e incertidumbre como no se conocía en décadas. Para Europa, por ejemplo, esta crisis representa el mayor desafío desde la segunda Guerra Mundial (1939-1945). China, el motor de la producción mundial, estuvo dos meses totalmente paralizada y por primera vez en medio siglo decrecerá económicamentei.
Estados Unidos, todavía gran imperio, ve cómo se le viene encima el COVID-19 sin saber si quiera qué exactamente hacer para afrontarlo. América Latina, región periférica del sistema-mundo, cerró fronteras y encerró sus ciudadanos ante una amenaza que, de concretarse, podría generar una profunda estela destructiva.
El mundo esta estado de shock por un virus respiratorio que surgió en la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei, en el centro de China. Así las cosas, proponemos un análisis de esta crisis en dos claves: su impacto en el neoliberalismo en tanto matriz de subjetividades y las nuevas configuraciones geopolíticas que impulsará. Veamos.
Primera clave
La ideología neoliberal, impulsada por el capitalismo triunfante post caída de la Unión Soviética y la consecuente deslegitimación del socialismo como horizonte viable, se instauró en el mundo como único posible desde finales del siglo pasado. ¿Y qué es esta ideología? Es un conjunto de dogmas y consensos que, a su vez, dan forma a un sentido común desde el cual la gente organiza y sustenta decisiones y aspiraciones en su vida cotidiana.
El neoliberalismo, así pues, además de proyecto de acumulación de las élites vinculadas al capitalismo financiero, es, también , una matriz de subjetividades. Esa ideología tiene, en general, tres pilares básicos: individualismo, primacía de lo privado por sobre lo público y meritocracia.
El neoliberalismo sostiene, haciendo malabarismos antropológicos e históricos, que lo normal en el ser humano es el egoísmo. Y, así, el individualismo sería una forma de vida. Es decir, que el ser humano asume la vida desde el entendido que debe salvarse a sí mismo y poseer lo suyo antes que cooperar o compartir. Desde esa estructuración discursiva, el neoliberalismo convenció a millones de que el socialismo había “fracasado” porque era “antinatural”.
Entonces el socialismo, iría en contra de la “naturaleza humana” al postular el colectivismo Y que, por tanto, sólo por medio de regímenes autoritarios pudo imponerse el socialismo real. Era una suerte de herejía anti naturaleza humana. El capitalismo, en cambio, triunfó porque es “lo natural”.
Empero, detrás de esas narrativas se escondía un proyecto de acumulación de las élites mundiales vinculadas al capitalismo financiero que, en desmedro del capitalismo productivo, se estaba imponiendo en el mundo. Para esas élites era preciso convencer a la gente de que no había otra posibilidad; todo lo demás era antinatural, esto es, lo opuesto a la verdadera naturaleza del hombre. Por ello, el verdadero gran triunfo del neoliberalismo, radica en que se constituyó en sentido común.
Esta mentalidad invadió la cabeza de millones de clasemedieros y humildes, haciéndolos asumir los intereses de las minorías ricas como propios. Empezaron a ver el mundo desde el lugar de los privilegiados, un sector al que nunca pertenecerían.
Configuraron de esta manera una realidad basada en paradigmas de individualismo, egoísmo y posiciones reaccionarias anti solidaridad y anti presencia del Estado como ente interventor en las relaciones económicas e igualador en lo social.
Formateando un sujeto individualista e insolidario, las élites neoliberales emprendieron su proyecto de desmantelamiento del Estado en aras de la “eficiencia” lo que implicó recortes en salud, educación y reducción al mínimo de la capacidad de intervención estatal en la economía.
El sujeto individualista aplaudió todo eso, desde las periferias del tercer mundo, creyendo, como lo que decían los voceros neoliberales, que con ello pensaron se acercaban al primer mundo. En los países centrales, ese desmantelamiento implicó la precarización de clases medias que, desde la generación del baby boom post segunda Guerra Mundial, vivieron los beneficios del Estado de bienestar.
La pandemia del coronavirus vino, sin embargo, a poner en cuestión esa ideología neoliberal tanto en los países centrales como en los periféricos. Una crisis sanitaria inesperada, pero completamente explicable científicamente, desnuda a cuerpo entero el modelo neoliberal como un problema no sólo económico, sino que para la vida. Frente a esta pandemia que, por su facilidad de propagación, amenaza con el colapso a sistemas sanitarios del primer mundo, lo público es lo que única respuesta.
En un contexto donde la gente de países centrales del sistema-mundo como Italia, Francia y España ven a sus seres queridos debatirse entre la vida y la muerte (sobre todo las personas de 60 años, que constituyen alrededor del 80% de los miles de fallecidos por el virusii). Ni el mercado ni los banqueros son quienes están salvando las vidas amenazadas . Son las médicos del sector público que, no hace mucho, en nombre de la eficiencia y el “crecimiento”, banqueros y voceros neoliberales despreciaban.
Esa subjetividad neoliberal, triunfante hasta hace poco, desde su santo grial , la llamada meritocracia quedará fuertemente socavaba tras esta crisis. El Estado reducido y “eficiente” instaurado en Italia y España, está provocando miles de muertos con el Covid-19 a causa del déficit de camas hospitalarias generado por los recortes neoliberales acumulados desde hace casi 20 añosiii.
Se eliminaron y privatizaron hospitales en nombre del crecimiento. Un crecimiento que nunca llegó realmente (salvo para el 1% más rico) y que ahora está matando a los viejos. Reivindicar el neoliberalismo será muy difícil de ahora en adelante. ¿Será que se viene un nuevo posicionamiento de la importancia de lo público y del Estado en función de lo colectivo?, ¿qué estructuración discursiva necesitará?
En principio, creo que si la gente ve qué políticas salvan las vidas durante la pandemia (lo público) y qué políticas han provocado la mayoría de las muertes (los recortes en clave neoliberal) será suficiente para comenzar a posibilitar un nuevo horizonte.
Segunda clave
El Covid-19 surgió en China. País que sufrió más de dos meses de paralización, miles de muertes e incertidumbre. Pero haciendo uso de un enorme despliegue de disciplina social, alta tecnología (sobre todo en materia de manejo de macro datos y avanzados dispositivos de geolocalización) y primacía del Estado la República Popular China logró superar la pandemia en un tiempo que muy difícilmente pueda igualar ningún país occidentaliv.
Entretanto, hoy en día de China salen millones de mascarillas y equipos médicos para ayudar a otros países donde el coronavirus está en su punto más duro. La visión geopolítica de la dirigencia china ha marcado la agenda mundial desde hace más de una semana.
Puesto que, mientras Estados Unidos, el gran rival geopolítico, se encierra asustado y su presidente, un decadente promotor del nacionalismo blanco anti globalización, no sabe cómo liderar la crisis, los chinos se posicionan como potencia cooperante ante la mayor crisis global de las últimas décadas. Las imágenes de los chinos enviando aviones con ayuda a Italia, España y países latinoamericanos pesarán decisivamente en la reconfiguración geopolítica que acarreará esta pandemia.
China asume la centralidad en un espacio de disputa global que Estados Unidos, empantanado en sus contradicciones internas, deja vacío. El centro geopolítico mundial, en medio de esta crisis histórica, está en China ahora mismo. Una China que, junto con sus vecinos del sudeste asiático, se presenta no sólo como potencia global, sino que como paradigma de gestión y gobernanza para solucionar un tipo de desafío sanitario, económico y social que probablemente se repita varias veces en este nuevo siglo. Si el coronavirus efectivamente implicará redefinir algo en el mundo, este cambio, sin dudas, será encabezado por China y el sudeste asiático.
El centro del nuevo diseño de gobernanza mundial (basado en cooperación entre continentes para afrontar desafíos que nadie por sí sólo podrá superar, alta tecnología y reconceptualización de la idea de soberanía nacional) pasará a esa parte del mundo. El modelo de sociedad asiático sustentado en la disciplina social, vigilancia mediante alta tecnología y primacía de lo colectivo -encarnado en el Estado- por sobre la idea occidental de la libertad individual, encontrarán mucho eco en todo el mundo.
Si Occidente, tras conquistar el resto del mundo a partir del siglo XV, alcanzó la primacía cuando convenció a buena parte de la humanidad de que su modelo de sociedad era el mejor, ¿no será que ahora ese mismo mundo comenzará a mirar a China y sus vecinos – que juntos conforman todo un mundo cultural milenario- como una nueva alternativa de modelo de sociedad?
Si antes el mundo asumió lo occidental como lo mejor hoy, en medio del shock del coronavirus, se comienza a ver el paradigma chino-asiático como algo superador. Un modelo donde la sociedad no se construye a partir de individualidades, sino que, al contrario, lo individual está al servicio de lo colectivo.
Y, en ese contexto, la autoridad estatal se entiende como lo que encarna esa idea de lo colectivo. Para los chinos, coreanos y japoneses no hubo mayores problemas a la hora de ponerse al servicio del Estado, suspendiendo libertades individuales, a fin de contener la pandemia. Muy distinto a lo ocurrido en Europa.
Estamos, pues, ante una redefinición geopolítica, con fuertes claves civilizacionales, que habrá de abrir un nuevo marco de relaciones y gobernanza global. Considero que lo global, con esta pandemia, no se reducirá, sino que más bien se redefinirá hacia otros consensos y modelos donde la centralidad ya no estará en Occidente, sino que en el sudeste asiático y, al mismo tiempo, será redistribuida entre otros actores. El Covid-19 nos está dejando otro mundo en otras claves geopolíticas.