Michael Roberts, economista británico
El optimismo reina en los mercados bursátiles mundiales, en particular en los Estados Unidos. Después de caer alrededor del 30% (cuando se impusieron los bloqueos para contener la pandemia del virus COVID-19) el mercado de valores se ha recuperado.
¿Por qué? Bueno, por dos razones. La primera es que la Reserva Federal ha intervenido para inyectar cantidades ingentes de crédito a través de la compra de bonos y de instrumentos financieros de todo tipo. Los bancos centrales de otros países han reaccionado de manera similar, aunque nada se compara con el impulso monetario de la Reserva Federal.
Como resultado, el mercado de valores de estadounidense a la espera de futuras ganancias corporativas se ha disparado en línea con las inyecciones de la Fed. (Si la Reserva Federal compra cualquier tipo de instrumento financiero que usted tenga, ¿puede un organismo tan importante equivocarse?)
A pesar que los datos de la economía «real» revelan un colapso de la producción, la inversión y el empleo en casi todas partes (lo peor está por venir) la otra razón para el repunte del mercado bursátil es la creencia general que los cierres terminarán pronto y que los tratamientos y las vacunas, que están en camino, detendrán el virus; Por tanto la mayoría de las economías darían un salto adelante, en un plazo de tres a seis meses y la pandemia pronto será olvidada.
Por ejemplo, el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Mr. Mnuchin, reiteró su opinión expresada al principio del cierre: «la economía se recuperará en julio, agosto y septiembre». El asesor de economía de la Casa Blanca, Mr. Hassett consideró que para el 4º trimestre, la economía de los EEUU. «va a ser realmente fuerte y el próximo año va a ser un año tremendo». El director general del Bank of América, Mr. Moynihan calculó que el gasto de los consumidores ya había tocado fondo y que pronto volvería a subir seguido de un crecimiento del PIB de dos dígitos en 2021!
parece difícil de justificar que el consumo personal en los EEUU haya tocado fondo cuando se miran los datos del primer trimestre. De hecho, en marzo, el gasto personal cayó un 7,5% mes a mes, el mayor descenso del gasto personal registrado en la historia reciente .
Pero no son sólo las voces oficiales y bancarias consideran que el daño económico de la pandemia y de los cierres será corto. Muchos economistas keynesianos están pensando lo mismo. En artículos anteriores, recordé las declaraciones de Larry Summers el gurú keynesiano y ex Secretario del Tesoro de Clinton. Para Summers la caída es comparable a la actividad de los negocios de verano que cierran en invierno. Tan pronto como llega el verano, todos abren y están listos para funcionar como antes. La pandemia sería sólo una “cuestión estacional”.
El vocero del keynesianismo, Paul Krugman, aunque considera que la caída tendrá una impacto mayor que la Gran Recesión, no se trata de una crisis económica, sino » de un desastre natural que requiere de ayuda». Krugman argumenta que se trata de «un desastre y como una guerra se trata de un evento temporal». Por tanto “debe ser atendida mediante el aumento de los impuestos y una reducción de los gastos en el futuro, en lugar de hacerlo en estos momentos, que es otra forma de decir que debe ser pagada en gran parte por un aumento temporal del déficit». Una vez que el gasto este funcionando la economía volvería como antes y entonces el déficit sólo sería ‘temporal’.
Mr. Robert Reich, el supuestamente izquierdista ex Secretario de Trabajo (de nuevo bajo Clinton) considera que la crisis no es económica sino es una crisis sanitaria y tan pronto como el problema de salud sea contenido (presumiblemente este verano) la economía ‘volverá a crecer con intensidad’.
Los asesores de Trump y los gerifaltes de Wall Street también esperan un rápido retorno a la normalidad y están de acuerdo con los principales keynesianos (aunque los economistas de las casas de inversión tienen un punto de vista diferente).
Creo que la razón de los análisis keynesianos, de recesiones y caídas, no puede hacer frente a esta pandemia. La teoría keynesiana piensa que las caídas son el resultado de un colapso en la «demanda efectiva» que acarrea una caída en la producción y el empleo. Pero como he explicado en artículos anteriores, la presente caída no es el resultado de un colapso de la «demanda», sino de un cierre de la producción, tanto en la manufactura como particularmente en los servicios. Es un » shock de la oferta», no un » shock de la demanda». En este sentido, los teóricos de la «financiarización» de la escuela Minsk también están perdidos, porque esta caída no es el resultado de una crisis crediticia o de un colapso financiero, aunque eso todavía puede llegar.
Los keynesianos piensan que tan pronto como la gente vuelva al trabajo y empiece a gastar, la «demanda efectiva» (incluso la «demanda reprimida») se disparará y la economía capitalista volverá a la normalidad. Sin embargo, si se aborda la caída desde el punto de vista de la oferta o de la producción y, en particular, de la rentabilidad (que es el enfoque marxista) la reanudación de la producción y del empleo, tendrán una recuperación lenta y débil.
Recordemos lo que pasó después del final de la Gran Recesión de 2008-9. El mercado de valores se disparó año tras año, pero la economía «real» ; la producción, la inversión y los ingresos de los trabajadores no despegaron en relación al periodo pre-crisis . Desde 2009, el crecimiento anual del PIB per cápita de los EEUU ha sido en promedio de sólo el 1,6%. Así que a finales de 2019, el PIB per cápita estaba un 13% por debajo del crecimiento anterior a 2008. Esa brecha era ahora igual a 10.200 dólares por persona, se ha transformado en una pérdida permanente de ingresos.
Y ahora Goldman Sachs pronostica una caída en el PIB per cápita que acabaría con incluso las ganancias de los últimos diez años.
El mundo está mucho más integrado de lo que estaba en el 2008. La cadena de valor global, como se llama, es ahora omnipresente. Incluso si algunos países son capaces de iniciar la recuperación económica, la perturbación del comercio mundial puede obstaculizar seriamente la velocidad y la fuerza de esa recuperación. Tomemos el caso de China, donde la recuperación está en marcha. Sin embargo, la actividad económica sigue estando muy por debajo de los niveles de 2019 y el ritmo parece lento, principalmente porque los fabricantes y exportadores chinos no tienen a quién vender.
No se trata del virus o de un problema de salud. El crecimiento del comercio mundial ha sido apenas igual al crecimiento del PIB mundial desde 2009 (línea azul), muy por debajo de la tasa anterior al 2009 (línea azul punteada). Ahora la Organización Mundial del Comercio no ve ningún retorno a esos niveles, incluso a la trayectoria más baja (línea punteada amarilla) durante al menos dos años.
El gasto masivo del sector público (más de 3 billones de dólares) aprobados del Congreso de los Estados Unidos y el enorme estímulo monetario de la Reserva Federal (4 billones de dólares) no detendrán esta profunda caída y con toda probabilidad hará que la economía estadounidense vuelva a su tendencia anterior (a la baja). De hecho, Oxford Economics considera que existe la posibilidad de una segunda ola de la pandemia que podría obligar a adoptar nuevas medidas de bloqueo provocando a la economía de los EEUU a una depresión y a un estancamiento hasta el año 2023!
¿Por qué las economías capitalistas (al menos en el siglo XXI) no están volviendo a las tendencias de crecimiento anteriores?
Bueno, anteriormente he argumentado que hay dos razones fundamentales. La primera es que la rentabilidad del capital en las principales economías no ha regresado a los niveles alcanzados a finales de los años 90, y mucho menos en la «edad de oro» del crecimiento económico y las pequeñas recesiones de los años 50 y 60.
La segunda razón es que para hacer frente a esta disminución de la rentabilidad, las empresas aumentaron sus niveles de endeudamiento( impulsadas por los bajos tipos de interés ) ya sea para sostener la producción y/o convertir los fondos en activos financieros y de especulación.
Pero vinculado a estos factores subyacentes hay otro: lo que se ha llamado la cicatrización de la economía, o histéresis. La histéresis en el campo de la economía se refiere a un acontecimiento en que las dificultades de economía persisten en el tiempo, incluso después de que se hayan eliminado los factores que a la crisis. Para la histéresis económica los efectos a corto plazo pueden manifestarse en problemas en el largo plazo inhibiendo el crecimiento y dificultando la «vuelta a la normalidad».
Los keynesianos tradicionalmente consideran que el estímulo fiscal dará la vuelta a una economías en crisis. Pero también han reconocido que las condiciones económicas a corto plazo pueden tener efectos duraderos. El congelamiento de los mercados de crédito y la disminución del gasto de los consumidores pueden detener la creación de pequeñas empresas que, de otro modo, serían muy dinámicas. Las empresas más grandes pueden retrasar o reducir el gasto en I+D.
Para Jack Rasmus, doctor en ciencias económicas : «Se necesita mucho tiempo para que tanto las empresas como los consumidores restauren sus niveles de ‘confianza en la economía y cambien el comportamiento conservador de las inversiones y de las compras por patrones de inversión más optimistas. Los niveles de desempleo se mantendrán altos durante algún tiempo. Muchas pequeñas empresas nunca volverán a abrir y cuando lo hagan tendrán menos empleados y a menudo pagarán salarios más bajos. Las empresas más grandes retienen su efectivo. Los bancos suelen ser muy lentos para prestar su propio dinero. Muchas grandes empresas serán reacias a invertir y expandirse, y por lo tanto a volver a contratar, dado el gasto cauteloso de los consumidores, el acaparamiento de negocios y el comportamiento conservador de los bancos en materia de préstamos. La Reserva Federal o los Bancos Centrales, pueden poner a disposición una masa de dinero gratis y préstamos baratos, pero las empresas y los hogares serán reacios a pedir prestado, prefiriendo retener su efectivo «. En otras palabras, una recesión económica puede dejarnos «cicatrices», es decir, a un daño duradero en la economía.
Hace un par de años, el FMI publicó un documento que analiza la «cicatrices» económicas. El FMI explica que después de las recesiones no siempre hay una recuperación en forma de V. De hecho, a menudo se ha dado el caso de que la tendencia del crecimiento anterior nunca se restablece. Utilizando datos actualizados de 1974 a 2012, descubrieron que el daño irreparable de la producción no se limita a las crisis financieras y políticas. Todos los tipos de recesiones, en promedio, conducen a pérdidas permanentes de la producción.
«En la visión tradicional del ciclo económico, una recesión consiste en una disminución temporal de la producción por debajo de su línea tendencial, pero se debería producir un rápido repunte de la producción hasta su nivel ascendente anterior durante la fase de recuperación (véase el gráfico, panel superior). Por el contrario, nuestras investigaciones sugieren que la recuperación consiste únicamente en un retorno del crecimiento a su tasa de expansión en el largo plazo, sin un rebote de alto crecimiento que vuelva a la tendencia inicial (véase el gráfico, panel inferior). En otras palabras, las recesiones pueden causar cicatrices económicas permanentes.
Y esto no sólo se aplica a la economía de un país , sino también a la brecha entre las economías ricas y pobres. Para el FMI: «Los países pobres sufren recesiones y crisis más profundas y frecuentes, soportando cada vez más pérdidas permanentes de producción y perdiendo terreno en términos generales (líneas sólidas en el gráfico siguiente)».
El documento del FMI complementa la visión de la diferencia entre las recesiones y depresiones «clásicas» que esbocé en mi libro “La larga depresión” (2016). Allí muestro que en las depresiones, la recuperación después de una caída toma la forma, no de una V, sino más bien de una raíz cuadrada, lo que pone a una economía en una nueva y más baja trayectoria.
Sospecho que habrá muchas cicatrices en el sector capitalista por esta caída producto de la pandemia. Min Ouyang, profesor asociado de la Universidad Tsinghua de Beijing, demostró empíricamente que en recesiones pasadas las «cicatrices» de los empresarios por el colapso del flujo de caja superaron los efectos de la recuperación y obligaron a las empresas débiles a cerrar «limpiando» el camino de los que sobreviven. «El efecto cicatriz de esta recesión probablemente va a ser más grave que el de cualquier recesión pasada… Si decimos que las pandemias son la nueva normalidad, entonces la gente dudará mucho más en tomar riesgos», dice.
Los hogares y las empresas querrán más ahorros y menos riesgos para protegerse contra posibles cierres futuros, mientras que los gobiernos necesitarán almacenar equipos de emergencia y deberán asegurarse que pueden fabricar más rápidamente dentro de sus propias fronteras. Incluso si la pandemia logra ser limitada, muchas personas se mostrarán reacias a socializar una vez que el cierre termine, lo que extenderá el padecimiento a las empresas y a las economías que dependen del turismo, los viajes, la comida fuera de casa y los eventos masivos.
Esta caída acelerará las tendencias de acumulación capitalista que ya estaban en marcha: Lisa B. Kahn, economista de Yale, ha verificado que después de las caídas las compañías tratan de reemplazar a los trabajadores con máquinas y obligan a los trabajadores que regresan al empleo a aceptar ingresos más bajos o a encontrar otros trabajos, que pagan menos. Después de todo, se trata de un proceso de «limpieza» para el capital: bajar los costos laborales e impulsar la rentabilidad. Esto dejará cicatrices en la mano de obra de por vida.
“Esta experiencia va a dejar profundas cicatrices en la economía y en el sentimiento del consumidor/inversor/empresa. Esto va a marcar una generación tan profundamente como la Gran Depresión marcó a nuestros padres y abuelos.» John Mauldin