IDEOLÓGICAMENTE EL NEOFASCISMO ES XENOFOBIA, RACISMO, MISOGINIA, FUNDAMENTALISMO RELIGIOSO Y ULTRANACIONALISMO
Entrevista a John Bellamy Foster, profesor de sociología de la Universidad de Oregon, EEUU.
Usted ha sostenido públicamente que Donald Trump es un político representativo del neofascismo. ¿Cómo llegó a esa conclusión?
Depende, por supuesto, de cómo entendamos el fascismo. La única teoría que explica el fascismo fue desarrollado por los marxistas, en los años 30 y 40, con pensadores tan variados como Georgi Dimitrov, Franz Neumann, León Trotsky, Paul Sweezy, y más tarde, Nicos Poulantzas.
Esta visión apuntó al carácter de clase de los movimientos fascistas que germinaron como una “alianza de conveniencia” entre el capital monopolista y los elementos reaccionarios de la pequeña burguesía.
En los períodos de crisis graves, el capital monopolista trata de movilizar a los sectores más reaccionarios y peligrosos de la pequeña burguesía contra la clase obrera . El escritor C. Wright Mills, denominó a estos sectores como «la retaguardia» del sistema capitalista.
Ahora, es cierto que ultranacionalistas, supremacistas blancos y los llamados «derechistas radicales» han estado siempre presentes en la sociedad capitalista, pero el fascismo vuelve tomar forma política de manera abierta cuando se produce una amenaza a las posiciones del gran capital. Amenazas tales como una dislocación económica y política, una disminución de su capacidad hegemónica, una incapacidad de crecimiento o la aparición de movimientos populares radicales.
Ideológicamente, el fascismo se asocia con xenofobia, racismo, misoginia, fundamentalismo religioso, represión y lo que se ha llamado ultranacionalismo palingénico ( “renacimiento de una gran nación”).
El fascismo siempre se entendió de esta manera en los decenios de 1930 y 40 del siglo pasado. No sólo la izquierda luchó contra él fascismo pero la comprensión histórica del fenómeno fue explicada en profundidad por los teóricos marxistas. La definición del fenómeno fascista desde un punto de vista marxista fue dominante. Tanto es así que el análisis de la estructura y de la práctica del nazismo con la óptica marxista se utilizó en los juicios de Núremberg.
El enfoque histórico-materialista para el análisis del fascismo siguió siendo dominante hasta la década de 1970. Sin embargo, en los años 80, con el debilitamiento del marxismo estas investigaciones fueron sistemáticamente reemplazada por historiadores liberales, encabezados por la concepción del totalitarismo expuesta por Hannah Arendt.
Una de las características de la visión liberal es que no hay relación entre el fascismo y capitalismo. Los liberales interpretaron el fascismo en términos puramente ideológicos, desatendiendo las condiciones materiales que le dieron vida.
Para los liberales el fascismo habría nacido “del aire”, por así decirlo y, solo es “una aberración genocida” o un suerte de antisemitismo. De esta manera olvidaron completamente la base material del fascismo, que es sin lugar a dudas el capitalismo monopolista.
Ya en la década de 1950, algunas de las figuras más conservadoras de la Escuela de Frankfurt, como Adorno y Horkheimer, minimizaron de las bases materiales del fascismo. En esos años ambos filósofos se trasladaron a Alemania Occidental por invitación de las autoridades americanas para escribir en las publicaciones de la CIA . Desde esas tribunas Adorno atacó a Georg Lukács, por su libro contra el fascismo llamado “La destrucción de la razón”.
A partir de la década de 1980 la visión liberal del fascismo pasó a ser dominante. Los liberales se conformaron con retratar sólo sus manifestaciones externas: una ideología política brutal , saludos nazis, campos de concentración y cámaras de gas, Así lo muestra la mayoría de las películas de Hollywood, que escondieron tras los bastidores a los promotores y financistas de la bestialidad nazi.
En contraste con el enfoque teórico marxista, que es un análisis histórico, para los liberales el fascismo sería una especie de aberración psicológica . Por tanto, el fascismo fue tratado como un totalitarismo junto con el estalinismo. Incluso los socialistas se olvidaron de los fundamentos de clase del fascismo y su relación con las grandes empresas.
Ahora, después de la guerra el neofascismo fue elaborado por el teórico político italiano Julius Evola, que trató de elaborar un versión nueva del fascismo más aceptable del punto de vista político e intelectual. En Estados Unidos el principal asesor de Trump, Steve Bannon, está fuertemente influenciado por Evola y ha promovido sus ideas neofascistas a través del periódico digital Breitbart News.
Bannon transformó Breitbart News en el cuartel general ideológico de esta ideología. El neo-fascismo, en resumen, es un intento de resucitar el fascismo y la ideología racista divorciándola de sus peores antecedentes históricos. Hoy en día se presenta en todas partes como «el populismo de una derecha nacionalista».
La principal razón, por supuesto, para hablar de neofascismo hoy en día en Estados Unidos es que Donald Trump ocupa la Casa Blanca. Pero, lo que conocemos como «el fenómeno Trump» no está referido sólo a Trump como individuo, como el macartismo no se refería sólo al senador, Joseph McCarthy.
Trump y el neofascismo tienen que ver con la dinámica de la lucha de clases y con el gran capital. El supremacismo blanco de Trump ha crecido en un contexto de crisis económica, declive hegemónico del Imperio y fallida globalización neoliberal.
Esta situación movilizó a los elementos más reaccionarios de la sociedad en una nación como Estados Unidos que se constituyó (entre otros factores) mediante el exterminio de la población indígena, la esclavitud, el imperialismo y la guerra.
Trump es la cara visible de este cambio ultra-reaccionario. Llegó en el momento justo. Respecto de sus ideas su ex esposa, ha dicho que el libro de cabecera de Trump es una colección de los discursos de Hitler, aparte del texto escrito por su “ghostwriter”, El Arte de la negociación.
Trump es un magnate inmobiliario representante del capital monopólico-financiero que interpreta un papel que le ha permitido canalizar la ira de la clase media contra las élites liberales y los inmigrantes. Se presenta deliberadamente como alguien que puede actuar con impunidad. Esta actitud es el secreto de la popularidad entre sus seguidores.
Pero más importante que el propio Trump es el frente político que ha logrado conformar a su alrededor; una alianza entre una fracción de los multimillonarios y la clase media blanca reaccionaria.
Los capitalistas multimillonarios comprendieron rápidamente que la administración de Trump es un representante de sus intereses económicos. Lo consideran un mal necesario y están dispuestos a soportar una “ideología política del hombre de Cromañón”.
Sin Trump no habría sido posible una alianza política que siendo financiada por los multimillonarios cuenta con un ejército de partidarios beligerantes. Esta alianza llegó a la Casa Blanca para que Trump llevará a cabo un ataque al estado liberal con el respaldo de sectores clave del capital.
Trump el líder
Una de las características del fascismo es la noción de líder o Führer. Una vez que se instala el “líder” – como explicó el teórico nazi Carl Schmitt – se puede crear una especie de súper-legalidad en la que el Führer se impone sobre la legalidad vigente.
No hay duda de que Trump representa algo parecido para sus seguidores. Es visto como trascendiendo la estructura legal. Este es un fenómeno muy peligroso, especialmente en un período de crisis como el presente, cuando la toma del poder total es posible si un líder autoritario está en la cima.
El control de Trump sobre el Partido Republicano y el Poder Judicial indican que la famosa separación de poderes ya casi no son operativos. Trump no acepta disidencias en sus filas y atacan con ferocidad a los republicanos que no son incondicionales. Todo el Partido Republicano ha sido puesto al servicio del “líder” .
El fascismo es una forma del estado capitalista que busca derrocar el capitalismo liberal y reemplazarlo con un régimen centralizado y represivo que impone una economía monopolística privatizada.
Lo que diferencia al estado fascista del liberalismo capitalista son los medios que utiliza. La razón de ser de ambos es la acumulación de capital en nombre de las grandes corporaciones. La diferencia es que en el caso del neofascismo esto los hace a través de la anulación de la soberanía política del pueblo
¿Cómo responde a quienes dicen que el neofascismo no es la forma adecuada para caracterizar a Trump?
Algunos medios corporativos pretenden ocultar la gravedad de la situación. Caracterizan a Trump como una personalidad autoritaria que encabeza un populismo de derecha. Creo que argumentar de esa manera es eliminar todos los elementos esenciales del fenómeno y restarle importancia a los peligros.
Es cierto que el cambio que Trump promovió en su primera fase un compromiso parcial entre neoliberales y neofascistas. Pero con este “acuerdo táctico” Trump ganó tiempo y terreno.
El problema de Trump es que necesita tomar el control del resto del estado: es decir, la administración pública, el Congreso, el sistema judicial, el ejército, el estado profundo, (la llamada comunidad de inteligencia) el Partido Republicano, los gobiernos estatales y locales, el aparato ideológico del estado, los medios de comunicación, las instituciones educativas, los think tanks, etc.
Mi último libro fue escrito en los primeros 100 días de Trump. En este período el asesor de Trump Steve Bannon, puso en marcha una incipiente nueva estructura política, una “Gleichschaltung” o conquista del Estado y de la sociedad civil.
La confrontación con los medios de comunicación corporativos fue una gran parte por esta intentona. Con Trump en la Casa Blanca los neofascistas lograron arrinconar a la oposición de sectores de la administración pública, del “estado profundo”, del ejército, del Partido Republicano y, de algunos medios de comunicación, etc.
Mientras Bannon operaba desde la Casa Blanca su equipo promovía abiertamente el neofascismo del italiano Evola y del libro racista “El campo de los santos”
Cuando dejó su puesto en el gobierno la respuesta del establishment y de la elite fue que Trump había dejado de lado el supremacismo blanco y el neofascismo. Incluso gente de izquierda sostuvo que Trump es un autoritario, pero no es un neofascista.
En este punto es realmente interesante recordar a Adorno y sus teorías psicológicas. En su libro “La Personalidad Autoritaria describe lo que llama una «escala F» por la «F» de fascismo. Adorno y la escuela de Frankfurt definieron nueve rasgos de personalidad para determinar la escala de la F de un fascista.
Estos niveles incluyen rasgos como: autoritarismo, sumisión al poder, anti-intelectualismo, superstición, cinismo, destructividad, estereotipos, dureza, preocupación exagerada por el sexo, anti-intracepción (oposición a la imaginación), y proyectividad ( ver el mundo como peligroso). Si uno observa a Trump no hay duda de que se encuentra en lo más alto de la escala de F. Reúne el puntaje máximo para caracterizarlo como fascista desde el punto de vista sicológico.
Un amigo mío, el filósofo Sayres Rudy, ha escrito que Trump «es la única persona, que se eleva por encima del ex actor de clase B [Ronald Reagan]. Trump ha llegado a ser presidente de EEUU a pesar de ser corrupto, sórdido y mafioso «. Trump sería una especie de jefe de la mafia. Se parece a lo que Brecht retrató tan brillantemente en su obra sobre el fascismo “El Resistible Ascenso de Arturo Ui”.
Pero el fascismo, como he tratado de explicar, no es un fenómeno psicológico, es un movimiento y un régimen político que surge en circunstancia en que la clase capitalista se siente en peligro, Y cuando surge una crisis estructural del sistema, el gran capital históricamente se ha inclinado a formar una alianza política con la pequeña burguesía reaccionaria.
No hay que perder de vista las fuerzas materiales y las alianzas de clase que se forman en un momento histórico particular, esta reflexión incluye el neofascismo de hoy en día.
¿Cómo evalúa el manejo de Trump de la pandemia?
El manejo de Trump de la pandemia ha sido desastroso y racista Pese a sus constantes referencias al COVID 19 como un “virus chino” finalmente se vió obligado a adoptar el distanciamiento social y aplicó un paquete de «estímulo económico» que básicamente es un medio para rescatar a las corporaciones altamente endeudadas.
Cuando Trump pide la vuelta al trabajo lo que pretende es salvar la economía capitalista. Su estrategia ha provocando, hasta el momento, más de cien mil muertes y más de un millón y medio de contagiados.
Para Trump la pandemia es entre otras cosas una oportunidad para dejar de lado las regulaciones ambientales, poner más presión económica y militar sobre Irán y Venezuela, acelerar el gasto en el Muro entre los Estados Unidos y México.
Lo que está ocurriendo en los Estados Unidos es una suerte de «asesinato social» donde la muerte de los «trabajadores esenciales» se considera necesaria para mantener la economía.
Lo que es funesto es que las encuestas dicen que una mayoría de la población piensa que Trump está manejando bien la pandemia. ¿Cómo se explica esto?
La actitud de muchos de sus seguidores es que él habla «por nosotros» y todo lo demás son noticias falsas, porque son parte de las informaciones que maneja la élite política . Y aunque alguno de sus seguidores reconocen que Trump miente, sus mentiras son aceptadas y convertidas en «verdades políticas»
Sus seguidores rechazan cualquier llamado a la razón, niegan que 2 más 2 son 4. Los tics de Trump , sus hipérboles, su perpetua autoalabanza y su insistencia en ser el árbitro de la verdad ofrece a sus partidarios un sentimiento de «liberación» o de “evasión por angustia” .
Esta psicología política irracional, que elogia la ignorancia y alimenta el odio lamentablemente ha penetrado en la sociedad.
Entonces , ¿cómo explica el apoyo de sectores de la clase obrera a un neofascista? ¿es racismo? ¿es una forma de colaboración de clase del movimiento obrero? ¿es la estructura patriarcal ?
Todos los factores que menciona son importantes. Hay un cierto segmento de trabajadores blancos que durante décadas se han beneficiado de la posición hegemónica de los Estados Unidos en la economía mundial.
Esta aristocracia laboral ha desaparecido en gran parte producto de el estancamiento económico, la financiarización, la expropiación neoliberal, la deslocalización y la externalización de la producción .
Estos trabajadores y sus familias están experimentando una precariedad que desconocían, están aterrorizados por sus deudas, por el embargo de vehículos y de casas.
Pero, en este país ya son demasiadas las personas luchan por comer, viven en habitaciones abarrotadas, no pueden pagar el seguro médico, los sobregiros bancarios ni las tarjetas de créditos.
En el Medio Oeste, donde se llevó a cabo gran parte de la desindustrialización, la ira es palpable. Estados Unidos está experimentando un aumento de los suicidios entre los hombres blancos de mediana edad, el país ha reducido la esperanza de vida de la población durante tres años consecutivos.
Todo este terrible panorama viene de antes de la pandemia. Los trabajadores no quieren el régimen neoliberal de Clinton, Bush y Obama y Trump parecía al comienzo ser un caballo de otro color. Su plataforma ultranacionalista prometía salvar puestos de trabajo, proteger la Seguridad Social , eliminar las regulaciones sobre la industria, de tal manera que “América fuera grande de nuevo”.
Las promesas electorales de Trump eran del tipo clásico de los neofascistas que en la historia han tomado prestado consignas superficiales tanto de derecha como de izquierda.
Trump abogó por subir los aranceles para proteger los empleos estadounidenses. Habló de gastar un billón de dólares en infraestructura, ayudar a la clase trabajadora blanca mientras demonizaba a la gente de color, a los inmigrantes a los pobres, a las mujeres, y a los “enemigos de los países extranjeros”.
Su racismo se dirigía a todos los «otros». Fabricó muchos chivos expiatorios. Por supuesto, sus propuestas para los trabajadores blancos y para la clase media eran falsas. El fascismo – y esto también va para el neofascismo- siempre ha sido un instrumento para la privatización (práctica que nació en la Alemania Nazi), al igual que el capitalismo neoliberal que para estos efectos es primo político del neofascismo.
El neofascismo es sinónimo de represión, discriminación racial y concentración del poder económico y político.
Aunque el capitalismo se encuentra en un estado de profunda crisis ¿puede la clase trabajadora del siglo XXI cambiar el mundo? ¿puede crear un movimiento levantarse y construir otra forma de vida?
Las luchas revolucionarias contra el sistema son ahora más fuertes en la periferia de los países capitalistas. Pero las condiciones para una alternativa socialista se están desarrollando también en los Estados Unidos, en el corazón de un Imperio mundial en decadencia.
La disolución del capitalismo en la era del estancamiento, la financiarización, la creciente desigualdad, la precariedad, el cambio climático, la pandemia y una peligrosa Nueva Guerra Fría significa que nos enfrentaremos a una elección entre la barbarie y el exterminio, por un lado, y el socialismo y la ecología, por el otro.
Las líneas divisorias reales entre las clases están en constante cambio. El apoyo de la aristocracia de la clase obrera a una figura neofascista como Trump se evaporará en el aire y, una parte de la clase media descubrirá que debe alinearse con la clase trabajadora que lucha por un cambio real.
La clase trabajadora, como describió E.P. Thompson, no es simplemente una relación de esta con los medios de producción, es también una cultura, una conciencia. Así que con la pandemia, el enfrentamiento de clases podría conducirnos a una acumulación de fuerzas anticapitalistas.
El neofascismo, aunque pueda penetrar en las filas de los trabajadores, nunca será una ideología de la clase trabajadora. Siempre será derrotado por una revolución desde abajo. Esto ocurrió de alguna manera en la Segunda Guerra Mundial con los guerrilleros partisanos y la resistencia antinazi.
Mi opinión es que la tormenta socialista revolucionaria va a emanar principalmente del Sur Global, donde el imperialismo hace que las condiciones de vida sean mucho peores que en los países centrales del sistema. Pero el cambio en el sistema mundial también depende de la rebelión dentro de Estados Unidos. Aquí está emergiendo antes de lo que nadie esperaba.
En las elecciones de noviembre de Trump será Joe Biden, un hombre sin programa, un belicista. Por otra parte Trump es una persona que parece estar sufriendo un deterioro mental. Bajo estas circunstancias, ¿ podemos tener esperanza en el futuro?
La crisis/catástrofe ambiental es ahora integral. Las acciones de la administración Trump están acelerando al mundo hacia un genocidio planetario. Hay un capítulo entero en mi libro denominado «Trump y el cambio climático». En él expongo en detalle la destrucción planetario que está llevando a cabo el capital y su virulenta postura anti-ambientalista.
Como ha dicho Noam Chomsky no es descabellado considerar la elección de Trump como «casi una sentencia de muerte para la especie humana». Esta ominosa tendencia al “omnicidio” es palpable por la retirada de los Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático, por la retirada de la Organización Mundial de la Salud , por el abandono del pueblo puertorriqueño tras el huracán María, por la promoción de billones de dólares en nuevos oleoductos y gasoductos en medio del calentamiento global, por la introducción de nuevas clases de armas nucleares, por sus amenazas de guerra contra China.
Las declaraciones de Trump por el COVID-19 son un «engaño». Su posición es parte de esta misma política indiferente al dolor humano. Pasaron meses preciosos mientras la pandemia se extendía y Trump miraba despreocupado desde su campo de golf. Sólo cuando el mercado de valores se desplomó la pandemia se convirtió en un asunto importante para Trump.
El COVID 19 es sólo la más grave de un número de pandemias que amenazan a la sociedad mundial, debido principalmente al papel de la agroindustria en un régimen de globalización neoliberal con la destrucción acelerada de los ecosistemas forestales. El resultado son zoonosis, enfermedades que pasan de las especies animales a las humanas.
Esta es sólo otra manifestación de la ruptura ecológica atribuible al sistema. El peligro se conoce desde hace más de un siglo y fue planteado por el gran biólogo británico E. Ray Lankester, en su obra El reino del hombre (1911). La amenaza de las zoonosis generadas por las acciones humanas fue planteada nuevamente por el gran ecologista de Harvard Richard Levins en su artículo «Is Capitalism a Disease?» de septiembre de 2000.
La inevitabilidad de las pandemias como resultado de la destrucción creativa de los ecosistemas y de las especies silvestres esta dejando al mundo bajo el agroindustria mundial. Todas las advertencias han sido ignoradas por un sistema del capital monopolístico-financiero que pone las ganancias antes que las personas y el planeta.
De hecho, estamos ahora en medio de una catástrofe ecológica planetaria generada por el capitalismo, agravada por el actual giro reaccionario. Las cadenas imperiales de valor/oferta asociadas a la globalización neoliberal están generando un gigantesco efecto torbellino que desestabiliza las condiciones económicas, ambientales y epidemiológicas en todo el mundo. La única respuesta es tirar del freno de emergencia. Sin embargo, el capitalismo es un sistema que tiene un acelerador incorporado y no tiene freno. Sólo se detiene cuando se estrella.
La situación es sombría. En ninguno de los casos el sistema pondrá los frenos.Para lograrlo se requiere un movimiento contra el capital.
Es bueno recordar que los intereses neoliberales del establishment representados por los Demócratas de Joe Biden quiere un Nueva Guerra Fría con Rusia. Los demócratas quiere evitar que Trump desarrolle una distensión con Rusia (ahora prácticamente desaparecida). Por su parte Trump y el Pentágono necesitan evitar una guerra de dos frentes y concentrarse en una lucha contra China por la hegemonía mundial.
Este aspecto la geopolítica de la administración Trump sigue lo lineamientos de Peter Navarro, un abierto defensor de la guerra económica e incluso militar contra China. Navarro fue puesto a cargo de la guerra arancelaria contra China, y cuando Trump declaró que el SARS-CoV-2 era un «virus de China», Navarro fue nombrado coordinador de políticas la Ley de Protección de la Defensa
La elección de Navarro explica el intento de Trump de demonizar a China por el COVID 19. Ya con los aranceles, diseñados por Navarro, las cadenas de suministros de abastecimiento con China estaban empezando a romperse. Ahora con la pandemia están aún más fracturadas.
Esto es un asunto crítico. Navarro ha declarado que el suministro de productos básicos deben ser traídas rápidamente a casa; es decir, la pandemia ofrece a Trump la oportunidad de romper el comercio entre los EEUU y China.
Mientras tanto, el inepto trabajo de Navarro contra la pandemia lo llevó a oponerse a la evaluación científica impulsada por Anthony Fauci, jefe del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas.
La administración Trump considerara el COVID-19 como una oportunidad geopolítica y un problema de acumulación de capital, no como un problema de salud pública.
¿Pero qué tiene Joe Biden que ofrecer por su parte? Nada. Es un representante del ala más belicista del Partido demócrata. Ante la emergencia de COVID-19, Biden no se ha movido ni un ápice y sigue negando el Medicare para todos.
Entonces, «bajo estas circunstancias, ¿ podemos tener esperanza en el futuro?» Creo que la respuesta es que las circunstancias están cambiando rápidamente, el sistema está desquiciado.
El capitalismo está en su mayor crisis de este siglo. Las vidas de todos están siendo afectadas. Se está volviendo imposible negar que el medio ambiente planetario como lugar de habitación humana está ahora en peligro.
La economía capitalista sigue sumida en el estancamiento y la fragilidad financiera, y el colapso es una posibilidad evidente. La salud pública está decayendo incluso en los países más ricos. El racismo, la guerra, la misoginia (incluido el feminicidio), están en aumento. La posibilidad de una guerra nuclear ha aumentado. En todas partes el suelo se está moviendo. El capitalismo ha fracasado.
La gente, como dijo Fidel Castro, es como los volcanes. Con el capitalismo disolviéndose ante nuestros ojos, podemos esperar verdaderas erupciones populares provenientes de aquellos que luchan por un mundo más igualitario y sostenible. El ejército de los reaccionarios, incluso en los Estados Unidos, es mucho más pequeño que la fuerza masiva de la clase trabajadora.
El fascismo es invariablemente un signo de que el capitalismo está en peligro,lo obliga a recurrir a su peligrosa y agresiva retaguardia, pero , sin embargo esta maniobra termina socavando el sistema.
La clase dominante está perdiendo su capacidad de gobernar, y cómo la crisis planetaria se acerca cada vez más, habrá más divisiones en la cúspide de la clase capitalista, ya que la necesidad de proteger el planeta para las generaciones futuras cruza las líneas de clase.
La respuesta en esta situación es la construcción de un vasto e imparable movimiento socialista (eco socialista). Esto está sucediendo en muchos lugares del mundo. Lo que es quizás más sorprendente es que un movimiento socialista está surgiendo en los propios Estados Unidos, donde se suponía que ningún movimiento de este tipo era posible.
Esta es una manifestación de un Imperio moribundo y la necesidad de un cambio real. Los peligros aumentan pero también aumenta el espacio para un desarrollo político revolucionario. La humanidad va a sobrevivir porque renovará su lucha por la libertad como una necesidad.
- Versión resumida de la entrevista a John Bellamy Foster