«DURANTE LA PANDEMIA EN UN SOLO DÍA JEFF BEZOS – DUEÑO DE AMAZON- GANÓ 13 MIL MILLONES DE DÓLARES»
por Michael Roberts, economista marxista británico
El jueves pasado, los gigantes de la tecnología global con sede en EE.UU. reportaron sus ganancias trimestrales simultáneamente. El mismo día, la economía estadounidense registró la mayor contracción trimestral de la historia en la producción nacional (-9,5% interanual o -32,9% anualizado).
En contraste, el ‘temible cuarteto’: Alphabet (Google el mayor motor de búsqueda del mundo) Amazon (el mayor distribuidor en línea del mundo) Apple (el mayor fabricante de ordenadores y teléfonos móviles del mundo) y Facebook (el mayor proveedor de redes sociales del mundo) registraron un crecimiento de dos dígitos durante los tres meses que terminaron en junio, alcanzando un beneficio combinado de 33.900 millones de dólares sólo en el segundo trimestre.
Mientras que la economía de los Estados Unidos y del mundo se ha visto sumida en la más profunda depresión desde la década de 1930 por la pandemia de la COVID-19, las empresas tecnológicas más importantes del mundo han seguido prosperando.
Sus ingresos han aumentado y el precio de sus acciones (capitalización bursátil) subió a 178.000 millones de dólares al día siguiente de la comparecencia en el Congreso. Su valor en el mercado llegó a los 5 billones de dólares, es decir el 25% del PIB de los Estados Unidos.
Jeff Bezos (El CEO de Amazon) obtuvo el mayor aumento de riqueza jamás registrado para sólo un individuo. En un solo día, su fortuna aumentó en 13.000 millones de dólares. Con las tendencias actuales, está en camino de convertirse en el primer trillonario del mundo para 2026.
Al mismo tiempo que estos resultados salieron a la luz, el “temible cuarteto” fue «interrogado» por un comité del Congreso de los Estados Unidos sobre sus nefastas prácticas en el trato con los competidores, su «poder de mercado» y su posición de monopolio en el sector más rentable de la economía de los Estados Unidos. El Comité Judicial publicó 1.300 documentos que mostraban sus intentos de aplastar a los competidores, comprarlos o excluirlos de los mercados.
Por ejemplo, el director de Facebook, Mark Zuckerberg, envió hace poco un correo electrónico en el que dice:» vemos las adquisiciones como una forma efectiva de neutralizar a potenciales competidores». Para este personaje las empresas de nueva creación deben saber que si rechazan una compra por parte de Facebook “entraremos en modo de destrucción».
Los conocedores de Google afirman que el camino elegido por este monopolio es el llamado «jardín amurallado». Según un ejecutivo de Google, «la web abierta que conocíamos y amábamos se acabó».
En el mundo hay una campaña para frenar estas compañías «superestrellas» y terminar con su poder de monopolio en el mercado. Pero esto no es nuevo en la historia del capitalismo. Las empresas exitosas en los campos en expansión de la acumulación capitalista han crecido de pequeñas a grandes y eventualmente a posiciones de monopolio: ferrocarriles, petróleo, vehículos de motor, finanzas y telecomunicaciones.
Un ejemplo es la Estándar Oil . Rockefeller que dirigió la compañía hasta su retiro en 1897, siguió siendo el principal accionista y después de 1911 (con la disolución del fideicomiso de Standard Oil en 34 compañías más pequeñas) se mantuvo como la persona más rica de la historia moderna. Los ingresos de estas empresas individuales resultaron ser mayores que los de una sola gran compañía grande. Sus sucesores como ExxonMobil, Marathon Petroleum, Amoco y Chevron siguen estando entre las empresas con mayores ingresos en el mundo.
En 1984, AT&T era el principal proveedor de telecomunicaciones. El monopolio se dividió en siete compañías regionales. Pero AT&T continuó obteniendo enormes beneficios al igual que sus sucesores. La desintegración del «poder de mercado» no sirvió para mejorar la competencia o la productividad o, lo que es más importante, los ingresos laborales.
El fin del «poder de mercado» de las compañías monopólicas no hará que se detenga la baja productividad de la economía estadounidense, ni tampoco reducirá la desigualdad de los ingresos y de la riqueza en los Estados Unidos.
Investigaciones recientes de los economistas del FMI han descubierto que la tendencia a la baja de la participación de la mano de obra en el ingreso mundial desde principios del decenio de 1990 se debe principalmente al «progreso tecnológico», ya que los trabajadores fueron sustituidos por tecnologías que permite ahorrar mano de obra – en particular en las denominadas «ocupaciones de rutina».
El análisis empírico apunta a un papel dominante de la tecnología y la integración mundial a esta tendencia, entre las economías de mercado avanzadas y las emergentes – aunque en distinto grado.
El progreso tecnológico, que se refleja en el pronunciado descenso del precio relativo de los bienes de inversión, ha sido el principal impulsor en las economías avanzadas. La reducción del empleo en las ocupaciones rutinarias que podrían automatizarse, en las que la integración mundial también desempeña un papel, aunque de menor envergadura». El aumento de la desigualdad es el resultado de la acumulación capitalista «normal» y de la apropiación de los beneficios mediante la explotación de la mano de obra y la tecnología de ahorro de mano de obra.
Y sin embargo, el concepto de «poder de mercado» persiste en algunos economistas de izquierdas como la explicación de lo que está mal en el capitalismo norteamericano y mundial.
Tomemos este reciente artículo en Jacobin de la periodista económica Grace Blakeley: «muchas de las mayores empresas tecnológicas del mundo se han convertido en oligopolios globales y monopolios domésticos. La globalización ha jugado un importante papel porque muchas empresas nacionales simplemente no pueden competir con las multinacionales globales. Pero estas empresas también utilizan su tamaño relativo para reducir los salarios, evitar los impuestos, y desvalijar a sus proveedores, igualmente presionan a los gobiernos para que les den un trato preferencial».
Blakeley sostiene que Amazon se ha convertido en la mayor empresa de Estados Unidos por medio de «prácticas anticompetitivas» que la han llevado a tener problemas con las autoridades de competencia de la Unión Europea. Las prácticas en sus almacenes son manifiestamente espantosas. Un estudio del año pasado reveló que Amazon es una de las empresas “más agresivas en la evasión de impuestos del mundo”.
Parte de la razón por la que Amazon tiene que trabajar duro para mantener su posición de monopolio es que su modelo de negocio se basa en efectos de red que sólo se obtienen a cierta escala, argumenta Blakeley. Las empresas tecnológicas como Amazon ganan dinero monopolizando y luego vendiendo los datos generados por las transacciones en sus sitios.
Y el creciente poder de mercado de un pequeño número de grandes empresas ha reducido la productividad. «Esta concentración también ha limitado la inversión y el crecimiento de los salarios, ya que estas empresas simplemente no tienen que competir por la mano de obra, ni se ven obligadas a innovar para superar a sus rivales».
Mucho de lo que Blakeley dice aquí es verdad. Sin duda, muchos de los mega beneficios de empresas como Apple, Microsoft, Netflix, Amazon, Facebook se deben a su control sobre las patentes, su fuerza financiera (crédito barato) y la compra de competidores potenciales.
De hecho, Microsoft está ahora en conversaciones para comprar TikTok, que es propiedad de la empresa china Byte-Dance, con el objetivo de debilitar a este último gran rival de las empresas súper-estrellas. Pero la explicación del poder de mercado o del monopolio es más complejo. Las innovaciones tecnológicas también explican el éxito de estas grandes empresas.
Marx consideraba que había dos formas de renta en una economía capitalista. La primera era la «renta absoluta», en la que la propiedad monopólica de un activo (la tierra) podía significar la extracción de una parte de la plusvalía sin necesidad de invertir en mano de obra y maquinaria para producir mercancías.
Pero la segunda forma que Marx llamó «renta diferencial» surge de la capacidad de algunos productores capitalistas de vender a un costo inferior al de los productores más ineficientes. De esta manera extraen un excedente de beneficios, que puedan impedir que otros adopten técnicas de costo aún más bajo. Estas empresas capitalistas logran sus fabulosas ganancias bloqueando el mercado, empleando economías de escala en la financiación, controlando las patentes y haciendo tratos con los cárteles. Esta renta diferencial se obtiene en la agricultura mediante un mejor rendimiento de la tierra (explotación de la naturaleza), pero en el capitalismo moderno, es través de una «renta tecnológica»; es decir, monopolizando la innovación tecno-científica.
La historia del capitalismo es la historia de la “concentración y centralización” del capital, pero la competencia sigue jugando un rol principal en el movimiento de plusvalía entre los dueños del capital (dentro de las economías nacionales y a nivel mundial).
La sustitución de los antiguos productos por otros nuevos reduce o elimina a largo plazo las ventajas de los monopolios. El mundo monopolístico de General Electric y de los fabricantes de automóviles no permaneció cuando las nuevas tecnologías crearon nuevos sectores para la acumulación de capital. También, los gigantes del petróleo están ahora bajo la amenaza de nuevas tecnologías. El mundo de Apple no durará para siempre.
Además, por su propia naturaleza, el capitalismo, basado en «muchos capitales en competencia”, no puede tolerar ningún monopolio «eterno», tampoco un excedente de beneficios «permanente». La interminable batalla para aumentar el beneficio y la cuota de mercado hace que los monopolios estén continuamente bajo la amenaza de nuevos rivales, nuevas tecnologías y competidores internacionales.
Como Marx argumentó en el Volumen Uno de Capital hace 150 años, es cierto que la acumulación de capital toma la forma de una mayor concentración y centralización del capital a lo largo del tiempo. Las tendencias monopólicas son inherentes al capitalismo, sin embargo, el «poder de mercado» puede haber entregar beneficios muy grandes a algunas empresas pero esto ocurre porque los monopolios se redistribuyen el beneficio a sí mismos en forma de ‘renta’.
Kathleen Kahle y René Stulz descubrieron que algo más de 100 empresas de EEUU obtuvieron alrededor de la mitad de los beneficios totales en 1975. Para 2015, sólo 30 lo hicieron. Ahora las 100 principales firmas tienen el 84% de todas las ganancias, el 78% de todas las reservas de efectivo y el 66% de todos los activos.
Esto significa que las 200 compañías con mayores ganancias están en mejor lugar que todas las empresas que cotizan en la bolsa. De hecho, las ganancias agregadas de las 3.50 compañías que cotizan en la bolsa son negativas a pesar que están inundadas en dinero en efectivo.
Los beneficios NO son el resultado del grado de concentración monopólico como sostienen las teorías neoclásicas y keynesianas , al contrario son el resultado de la explotación de la mano de obra. La ley de Marx de la rentabilidad sigue siendo fundamental para una economía capitalista.
Justo antes de que la pandemia golpeara la economía mundial, las principales economías capitalistas ya se dirigían a una nueva recesión- la primera desde la Gran Recesión de 2008-9. La rentabilidad del capital estaba cerca de sus mínimos históricos; un 20% de las empresas estadounidenses y europeas sólo obtenían beneficios suficientes para cubrir los intereses de su deuda.
La tasa de crecimiento del PIB real había bajado a su nivel más bajo desde 2009 y la inversión empresarial estaba estancada. Se avecinaba una recesión mundial; y esto tenía poco que ver con el «poder de mercado» de las FAANG; y mucho que ver con la incapacidad del capital para explotar suficientemente mano de obra.
Pero esto es algo que la economía convencional (tanto neoclásica como keynesiana) nunca quiere considerar. Para la corriente principal, cuando los beneficios son altos es producto del «poder del monopolio» y no del aumento de la explotación de la mano de obra.
De este modo argumentan : es el poder de monopolio el que mantiene el crecimiento de la inversión bajo y no la baja rentabilidad general. Entonces, si aceptamos el argumento del «poder de mercado» todo lo que se necesitaría es debilitar su poder, terminando con los monopolios y restaurando la «competencia» y no terminar con el modo de producción capitalista.
En su artículo en la revista Jacobin , Blakeley concluye: «la única manera real de abordar estas desigualdades es democratizar la propiedad de los medios de producción, y empezar a devolver al pueblo las decisiones claves de nuestra economía». Perfecto, pero no estoy seguro lo que quiere decir específicamente: ¿trabajadores en los consejos de administración al estilo alemán?, ¿acciones para los empleados?, ¿regulación?
Todas esas medidas han fallado en el pasado para «devolver las decisiones claves al pueblo». En el artículo, Blakeley aboga por un impuesto sobre el patrimonio. Pero un impuesto de este tipo no contribuiría a «democratizar la propiedad de los medios de producción».
La verdadera solución al “poder de mercado” de empresas como Apple, Microsoft, Amazon, Facebook, Google, Netflix, etc., es hacerlas de propiedad pública para que sean administradas por consejos y gerentes elegidos democráticamente, provenientes de los trabajadores de esas empresas, de organismos de consumidores, sindicatos y gobierno.
El “cuarteto temible” se acabaría. Los miles de millones que «poseen» a través de las acciones se perderían de la noche a la mañana. Las prácticas nefastas de estas empresas se detendrían y los escándalos en los medios de comunicación social terminarían.
Y lo más importante, los servicios clave que estas empresas proporcionan (como bien lo ha revelado la pandemia) podrán ser suministrados (¡a bajo costo sin publicidad!) para satisfacer las necesidades sociales, no para obtener mega- beneficios.