Abdel Bari Atwan, editor jefe del periódico árabe «Rai al-Youm»
Comencemos por el final, sin empantanarnos en los detalles y análisis que llenan los medios libaneses y árabes estos días: el fermento actual en el Líbano, que terminó con la renuncia del gobierno de Hassan Diab – por la explosión del puerto de Beirut- eventualmente podría conducir a la desaparición de la élite gobernante corrupta del Líbano y al Acuerdo de Taif, que estableció el sistema de reparto sectario del poder.
El pueblo libanés quiere una auténtica reforma democrática sin dañar al Estado. Pero el pueblo de este pequeño país, lamentablemente, no es la clave en la toma de decisiones en este grave asunto. Las intervención en el Líbano están a cargo de fuerzas externas, especialmente Estados Unidos e Israel, y sus clientes locales. Su objetivo es reproducir en Líbano el escenario que escribieron para Siria hace diez años. Falló en Siria y estaría condenado a la misma suerte en el Líbano, si aprendiéramos de esa terrible experiencia.
El escenario sirio tenía, y sigue teniendo, el propósito de derrocar al régimen de Damasco. El escenario libanés busca destruir a Hezbollah, es decir, desarmar el movimiento que liberó el sur del Líbano de la ocupación israelí.
En Siria comenzó con manifestaciones airadas en Deraa y lo mismo va a pasar en el Líbano. Las manifestaciones y protestas que hemos visto en Beirut (que se extenderán pronto a Trípoli) y la quema de las imágenes del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, son reveladores en este sentido. Quieren la cabeza de Nasrallah y cínicamente han agregado otros políticos libaneses para dar la impresión que van tras de toda la élite gobernante.
Invariablemente este tipo de protestas comienzan de manera pacífica y expresan demandas legítimas de cambio democrático, reforma política y justicia social . Pero, en el último tiempo muchas de estas manifestaciones son infiltradas por los aparatos de inteligencia occidentales y terminan produciendo resultados completamente opuestos a los intereses del pueblo. Siria, Libia e Irak nos brindan ejemplos de este tipo.
la situación de Oriente Medio ha cambiado en los últimos diez años. Los estados que intervinieron militar, política y financieramente en la crisis siria ahora enfrentan sus propias crisis: crisis financieras (debido a la caída del precio del petróleo) y crisis socioeconómicas y de salud (debido al brote de coronavirus). También están enredados en otras guerras regionales (Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos en Yemen y, junto con Egipto, Qatar y Turquía, en Libia).
Sin embargo cuando llega la orden de Washington y llegan los fondos y la cobertura ideológica los partidos clientes del imperio se suman alegremente a la conspiración para desencadenar un conflicto en el Líbano.
El gobierno de Diab fue un bebé indefenso desde el día. Nunca se le permitió gobernar. Fue acosado porque propuso la salida más corta de la crisis: elecciones anticipadas (dentro de dos meses )para dar al pueblo la oportunidad de tomar la iniciativa.
Estas elecciones podrían haber expulsado a gran parte de la élite corrupta. Por eso los ministros comenzaron a renunciar bajo la presión de quienes tienen el poder real. Entonces Diab se vio obligado a renunciar antes de ser derrocado. Ahora los corruptos están rechazando las elecciones con el pretexto que se necesita una ley especial para convocarlas.
El gobierno de Diab está fuera de juego. El próximo en caer será el presidente Michel Aoun y luego vendrá el Presidente del Parlamento. El objetivo es crear un vacío constitucional que abra las puertas a la intervención extranjera y a una guerra civil. Esta ‘alternativa’ se ha estado preparando durante meses, sino años, y con razón muchos libaneses temen que se avecina un futuro sangriento.
Con el argumento de que no tiene gobierno el Líbano se está deslizando rápidamente por una pendiente que llevaría a una administración fiduciaria extranjera por parte de supuestas «organizaciones no gubernamentales». Incluso, los ‘Cascos Blancos’ podrían hacer una aparición, dado que tienen su base a poca distancia en automóvil en la provincia de Idlib de Siria.
El Líbano también está a punto de enfrentar otra bomba de tiempo cuya detonación podría ser altamente destructiva. El desacreditado Tribunal Especial para el Líbano (STL) debe anunciar su veredicto en el caso del asesinato, en 2005, del ex primer ministro Rafik al-Hariri.
Esta sentencia podría proporcionar un desencadenante adicional de protestas violentas. El veredicto se ha pospuesto no por deferencia a las víctimas de la explosión del puerto, sino para maximizar su impacto político una vez que se haya preparado el escenario para una aterradora perspectiva.
Al igual que el gobierno sirio, Hezbollah no aceptará las presiones para salir de la escena política. A diferencia de la mayoría de sus oponentes, está bien armado (mejor que el ejército libanés), tiene una gran y disciplinada base de apoyo (no ha experimentado divisiones internas en los casi 40 años desde que se formó), y cuenta con el respaldo de una alianza regional fuerte y confiable (el llamado ‘Eje de Resistencia’).
Más importante aún, ha logrado construir alianzas internas que abarcan a chiítas, cristianos, sunitas, drusos y otros grupos políticamente importantes . Hezbollah sería un gran beneficiario si se anulara el Acuerdo de Taif, porque su organización nunca se benefició de la división sectaria del poder. Ha demostrado siempre que no aspira a tomar el poder para sí con su amplia política de alianzas.
No hay escasez de experiencia en el Líbano: hay personas íntegras y sabias de todas las comunidades religiosas. Podrían unirse rápidamente para salvar al país y formar un gobierno de salvación nacional. Este gobierno podría estar liderado por el incorruptible ex primer ministro Salim al-Hoss o, dada su avanzada edad, por otras personas designadas por él.
El ex comandante del ejército, Emile Lahoud, podría liderar una investigación nacional sobre la explosión del puerto, evitando así una investigación internacional que con toda seguridad sería manipulada por Estados Unidos.
Los políticos y partidos libaneses que se sientan tentados a aceptar los planes de Estados Unidos, Israel y Francia harían bien en ser cautelosos. Deberían hacer una pausa y considerar las experiencias de Siria, Libia e Irak, antes de aceptar en un infierno similar.
Las secuelas de las guerras civiles persisten durante mucho tiempo. El impacto del conflicto, de 15 años, del Líbano todavía se puede sentir. Todavía algunos no reconocen que Hezbollah es una parte integral del tejido social del país.
Ya no se podrá expulsar a los combatientes de la resistencia a Chipre o Túnez, como se hizo con los palestinos, que vivían en el Líbano, después de la invasión israelí de 1982 (bajo un oscuro acuerdo negociado con Estados Unidos).
Los tiempos han cambiado radicalmente desde aquellos días.