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Bruno Drewski, analista francés de política internacional
Definitivamente no creo que la oposición bielorrusa sea una fuerza demasiado importante ahora ni en un futuro cercano. Lo que sí existen son unos pequeños e impopulares partidos de derecha que se han visto obligados a operar, para estas elecciones, detrás de “nuevas personalidades” femeninas.
Todas estas figuras tienen algún respaldo en la ciudad de Vilnius, que por cierto no en Minsk, la capital, esto sin mencionar la Bielorrusia profunda que no ha dicho su última palabra. Tampoco Minsk es Bielorrusia, tiene menos del 20% de la población del país, el resto vive en grandes centros regionales como Gomel, Mogilev, Vítebsk, Polotsk, Grodno.
Al final de cuentas parece que será el Kremlin el que arbitrará las cosas. Sin duda Moscú dejará algunos “huesos para roer” a los “occidentales moderados»- siempre y cuando respeten los intereses estratégico-militares de una Rusia amenazaba por la OTAN .
En Bielorrusia todo el mundo está de acuerdo al menos en un hecho, la absoluta mayoría de su población se opone fuertemente a la privatización y al modelo liberal. Los campesinos ya han demostrado estar dispuestos a rebelarse ante cualquier política privatizadora Esto lo sabe muy bien Lukashenko, también lo sabe Putin y los opositores pro-occidentales:
Con los campesinos alborotados, nunca hay que responder demasiado rápido, especialmente en estos tiempos difíciles, en lo que todo cambia demasiado rápido. En su último discurso Lukashenko previno: “advertí que estas elecciones serían agitadas y esto fue lo que pasó… a continuación podemos cometer errores o podemos planificar con inteligencia los siguientes pasos…»?
Durante estos días Lukashenko ha estado jugando la carta del consenso. Pero cuidado, esta carta es peligrosa para él y su régimen: si con un «gobierno de consenso» se llega a producir sólo la amenaza de una privatización será el pueblo de Bielorrusia el que saldrá inmediata y masivamente a las calles.
Cualquier político que sea un poco inteligente sabe que, en última instancia, el no a la privatización será la carta ganadora. Así que un candidato «popular y antioligárquico “ tiene todas las posibilidades de ganar unas elecciones, aunque después pretenda tirar su programa a la basura.
Pero, ¿son los bielorrusos tan ingenuos e inexpertos como los polacos en 1989 o los rusos en 1991? ¿Dejarán que sus grandes fábricas – de las que se enorgullecen – sean privatizadas?
No olvidemos que en 1994, Lukashenko fue elegido democráticamente para sorpresa general. Triunfó contra el candidato de la nomenclatura (Kebitch) y contra el candidato socialdemócrata pro-occidental (Shushkievitch).
La Bielorrusia profunda encontró en Lukashenko un candidato que se comprometió con cuestiones básicas para su pueblo: impedir la privatización de la empresas públicas; ajustar cuentas con la mafia que provenía de Rusia, restaurar la legitimidad de la URSS, valorar la reconstrucción de la posguerra y rendir un merecido homenaje a los combatientes y campesinos que lucharon y murieron durante la invasión nazi.
Seguramente los modales de Lukashenko no nos gusten pero es un político muy astuto: en su momento- contra todo pronóstico- reconoció la importancia de la tecnocracia- de las grandes empresas estatales – que sabía que no tenía ninguna posibilidad de convertirse en una burguesía propietaria, por tener a los rusos de un lado y a la OTAN del otro.
El campesino y el obrero bielorruso mira a la cara y calibra los conflictos de manera correcta. Esta sabiduría ancestral le ha permitido mantenerse en pie y desafiante a lo largo de los siglos. ¿Habrán cambiado tanto las cosas ? ¡Esperemos y miremos!
El candidato de la nomenclatura fue derrotado ya una vez. Pero no, en beneficio de la oposición liberal de la época… más o menos igual que ahora. La decisión tomada en 1994 sorprendió a todas las cancillerías del oeste y del este, sin excepción.
La verdad es que el pueblo bielorruso nos ha acostumbrado a las grandes sorpresas
¡Esperemos y veremos !