Michael Roberts, economista británico
Antes de que la pandemia de COVID-19 acorralara al mundo, las grandes compañías farmacéuticas no invirtieron en vacunas para enfermedades o virus globales. Simplemente no era rentable. De las 18 compañías farmacéuticas más grandes de Estados Unidos, 15 habían abandonado totalmente este campo de investigación.
Los medicamentos para el corazón, los tranquilizantes adictivos y los tratamientos para la impotencia masculina eran los fármacos que producían ganancias, por tanto, ninguna Gran Farmacéutica producía nuevas medicinas contra las infecciones hospitalarias, las nuevas enfermedades y epidemias tropicales tradicionales.
Una vacuna universal contra la influenza ha sido una posibilidad durante décadas, sin embargo nunca fue considerada lo suficientemente rentable como para ser una prioridad. Entonces, todos los años, nos suministran vacunas que solo tienen un 50% de eficacia.
Pero la pandemia de COVID-19 ha cambiado la actitud de las grandes farmacéuticas. Ahora pueden ganar miles de millones vendiendo vacunas a los gobiernos y los sistemas de salud. Y en un tiempo doblemente rápido, ha surgido una serie de vacunas aparentemente efectivas que podrían estar disponibles dentro de los próximos tres a seis meses: un resultado récord.
Para fin de año debería haber autorización para las vacunas de Pfizer-BioNTech y de Moderna, para unos 10 a 20 millones de dosis iniciales en la Unión Europea y en el Reino Unido (unos 5 a 10 millones de tratamientos). Y es muy probable que la vacunación generalizada contra la COVID-19 esté en marcha en toda Europa para la primavera, con una proporción suficientemente grande como para vacunar a toda la población europea para fines del próximo verano.
Se ha informado que la vacuna Pfizer-BioNTech tiene una eficacia superior al 90%. Y la vacuna de Moderna reduciría el riesgo de infección en un 94,5%. Se espera que AstraZeneca publique los resultados de la Fase III para Navidad. También están por completar la fase III las vacunas de Gamaleya, Novavax, Johnson & Johnson, Sanofi-GSK; la Sputnik de Rusia y la vacuna de China.
¿Cómo fue esto posible que se avanzara tan rápido?
Bueno, no se debió precisamente a que las grandes farmacéuticas encontrarán soluciones científicas de la noche a la mañana. Los avances en la producción de vacunas es el resultado de un largo trabajo investigativo de científicos dedicados a este campo, en las universidades y los institutos gubernamentales. Y esto fue posible porque el gobierno chino proporcionó a todo el mundo rápidamente las secuencias de ADN necesarias para analizar el virus. En resumen, ha sido el dinero de los fondos públicos los que han proporcionado la solución científica a la vacuna.
Los Institutos Nacionales de Salud (NIH), el Departamento de Defensa y los laboratorios académicos financiados con fondos federales realizaron la investigación básica para las vacunas estadounidenses. Las vacunas fabricadas por Pfizer y Moderna se basan en dos descubrimientos fundamentales que surgieron de la investigación financiada con fondos federales: la proteína viral diseñada por los NIH; y el concepto de modificación del ARNm fue desarrollado por primera vez en la Universidad de Pennsylvania. De hecho, los fundadores de Moderna nombraron a su empresa con este concepto: “Modificado” + “ARN” = Moderna.
Está claro, la vacuna de Moderna no ha salido de la nada. Moderna ha estado trabajando en vacunas de ARNm durante años con el apoyo del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas. En otras palabras, la vacuna Moderna surgió de la asociación entre Moderna y el laboratorio de los NIH. Además, el gobierno de Estados Unidos ha invertido directamente $ 10.5 mil millones adicionales desde que la pandemia comenzó a acelerar la fabricación de estos medicamentos.
Dos agencias en particular, el NIH y la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédico Avanzado (BARDA) , han trabajado durante años en el desarrollo de las vacunas antivirus. BARDA (una rama del Departamento Federal de Salud) ha proporcionado inversión directa en tecnologías a las grandes farmacéuticas. La misión de esta institución es desarrollar las tecnologías a través del llamado «valle de la muerte». Es decir, entre la creación de la vacuna y su comercialización.
El gobierno alemán invirtió 375 millones de Euros en BioNTech y otros 252 millones para apoyar el desarrollo de CureVac. Alemania también aumentó su contribución a la Coalición para las Innovaciones ante las Epidemias (CEPI) en 140 millones de Euros y planea aportar otros 90 millones el próximo año.
CureVac es uno de los nueve institutos y empresas comisionados por CEPI para realizar investigaciones sobre una vacuna contra la COVID-19. Uno de sus accionistas es el banco estatal alemán Kreditanstalt für Wiederaufbau (KfW).La organización conocida como CEPI nació en el Foro de Davos- como una asociación global innovadora entre organizaciones públicas, privadas y filantrópicas para desarrollar vacunas contra las epidemias, y Alemania se ha comprometido con 10 millones de euros anuales por un período de cuatro años para apoyar esta iniciativa.
¿QUÉ PASA CON LOS FONDOS PÚBLICOS?
Lo que está ocurriendo es que mientras los científicos de los institutos públicos investigan son las grandes farmacéuticas las que están desarrollando las vacunas, realizando los ensayos clínicos, para luego producirlas y comercializarlas. En resultado está a la vista: las grandes farmacéuticas están vendiendo las vacunas a los mismos gobiernos que financiaron durante largos años trabajos científicos que han permitido la la fabricación de estos medicamentos .
Así es como se hacían las cosas antes de la pandemia y así es como se hacen ahora.
En los EEUU, en el período entre 1988 y 1997, los gastos del sector público para la compra de vacunas se duplicaron de $ 100 a $ 200 por cada niño vacunado. El costo del sector público se duplicó nuevamente entre 1997 y 2001, pasando de $ 200 a $ 400 por niño.
Todavía se sabe muy poco sobre los términos de los contratos que los gobiernos de la UE han firmado con AstraZeneca, Pfizer-BioNTech, Sanofi-GlaxoSmithKline y CureVac. Pero una vez que se conozca, veremos cómo estos contratos una privatización masiva de miles de millones de dólares de los fondos gubernamentales.
Se calcula que AstraZeneca ha vendido su vacuna a los gobiernos en alrededor de $ 3 a $ 4 la dosis, mientras que las vacunas de Johnson & Johnson, de Sanofi y de GSK tienen un precio de alrededor de $ 10 la dosis. AstraZeneca ha comprometido a no beneficiarse de un solo golpe, pero esto criterio se aplicará hasta julio de 2021. Después de esa fecha, podrán ganar lo que quieran. La biotecnológica estadounidense Moderna cobrará $ 37 por dosis, o unos $ 60 por dos inyecciones.
Es probable que las vacunas contra el coronavirus signifiquen un negocio de miles de millones para la industria farmacéutica pues se necesitarían hasta 14 mil millones de vacunas para inmunizar a todos en el mundo contra la COVID-19.
Si, como anticipan muchos científicos, la inmunidad producida por la vacuna disminuye con el tiempo, se podrían vender miles de millones de dosis más como dosis de refuerzo en los próximos años. Y los laboratorios alimentados con generosas ayudas gubernamentales podrían producir otras vacunas aún más rentables.
La ecuación de todo este proceso es sencilla: uno, el trabajo pionero sobre las vacunas se realizó con dinero del gobierno; dos, los gobiernos van a pagar por estas vacunas que se financiaron con dinero público y tres, serán las grandes farmacéuticas de propiedad privada las que obtendrán las ganancias.
La lección que entrega la pandemia es que unos pocos miles de millones de dólares al año gastados en investigación básica se podrían evitar millones de pérdidas en muertes, enfermedades y destrucción económica. En una reciente conferencia de prensa, el experto en Salud Pública de EEUU, Anthony Fauci, declaró. “No debemos subestimar el valor de la investigación en biología básica, es fundamental para la fabricación de las vacunas”. Por su parte la bióloga Mariana Mazzacuto ha demostrado que la financiación y la investigación estatales han sido vitales para el desarrollo de las vacunas.
¿Qué podemos aprender de esta experiencia? La respuesta democrática debería ser esta: las compañías farmacéuticas multinacionales deben ser de propiedad pública para que la investigación y el desarrollo se dirijan a satisfacer las necesidades médicas y de salud de las personas y no los beneficios de estas compañías
Además, las vacunas contra la pandemia deberían llegar a miles de millones de personas en los países pobres que solo en aquellos países pueden pagar los precios establecidos por las grandes farmacéuticas.
Peter Maybarduk, director del programa de Acceso a los Medicamentos de los Ciudadanos a ido un paso más allá: “Esta debe ser la vacuna de la gente porque los científicos federales ayudaron a crearla y los contribuyentes han financiado su desarrollo. … La vacuna debería pertenecer a la humanidad «.