ALINA DUARTE, PERIODISTA E INVESTIGADORA DEL COUNCIL ON HEMISPHERIC AFFAIRS
Aunque la ultraderecha y sus grupos paramilitares buscaron impedir por todas las vías posibles, Luis Arce Catacora asumió la presidencia de Bolivia y Evo Morales dejó su exilio en Argentina
Luego de un año de profunda crisis económica, política y social, consecuencia de un golpe de Estado y de un gobierno de facto caracterizado por su ímpetu represivo, racista y corrupto, el pueblo boliviano tiene de nuevo un gobierno democráticamente electo. Con ello, se abren caminos a debates y propuestas de acción para retomar y fortalecer el llamado “proceso de cambio” inaugurado en el año 2006 con la llegada de Evo Morales a la presidencia.
Sin embargo, más allá del demoledor 55,11%, en las urnas en las pasadas elecciones, es importante señalar que Bolivia no respira vientos de continuidad sino de cambio. La resistencia, las organizaciones y los movimientos sociales se han oxigenado, renovado y fortalecido luego de decenas de muertos, perseguidos políticos y exiliados.
Pero, aunque el Movimiento Al Socialismo (MAS) y el pueblo, vuelven al Gobierno con la cabeza en alto (y con el respaldo de millones) la autocrítica parece ser la carta más fuerte que tiene hoy los militantes sociales. El ejemplo boliviano también una gran lección para la región y para los procesos de emancipación popular que deberán sortean las contradicciones de lo que parece ser una segunda ola progresista en Latinoamérica.
La autocrítica y el poder popular
El MAS, formalmente MAS-IPSP (Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos), retorna al poder y se enfrenta a un nuevo gran reto: volver a los orígenes de lo que en el exterior se entiende como un partido político y, que lo interno se concibe como “un instrumento político”.
Este instrumento político, hoy se está reconfigurando para disputar el poder, formar cuadros y combatir los resabios del golpismo y los errores del proceso de cambio encabezados por Evo.
“Necesitamos un instrumento que nos ayude a luchar por la revolución y por el poder (…) Se sabe qué es lo que ya no queremos: racismo, oligarcas, exclusión, pero necesitamos saber y construir con la gente el socialismo comunitario y para eso hay que seguir luchando”, dice Juan Carlos Pinto Quintanilla, sociólogo y encargado de formación ciudadana la Vicepresidencia del Estado Plurinacional, del gobierno Arce-Choquehuanca.
Para Pinto Pinilla, la autocrítica y el reconocimiento de los errores no solo es una constante es también fundamental para hacer un análisis el rol de que debe jugar la población: “ No solo con la voluntad de la gente se sostiene el proceso, también se requiere su repolitización. Las dirigencias tienen que irse renovando,tienen que fortalecerse. No es suficiente con que estemos en el gobierno. No es suficiente hacer obras públicas si la gente no tiene conciencia que debe defenderlas. Debemos tener un horizonte político socialista. Sobre este horizonte que hay que trabajar y construir con la población. Por eso estamos empujando el tema del poder popular como un eje importantísimo. No basta con tener el gobierno. Hay que ver cómo descentralizamos el gobierno para que el poder real esté en manos del pueblo”.
La complejidad a la que se enfrenta Bolivia.
El Movimiento Al Socialismo no nació como un partido y este factor se manifiesta en la pluralidad de posturas políticas en la organización. Si bien estas características aportaron a la victoria una conformación tan diversa “ha generado debilidades”, dice Pinto Quintanilla: “Todos han participado desde su perspectiva, desde su visión para construir un mundo alternativo al neoliberal, pero esa construcción no fue suficiente para el gobierno progresista que hemos tenido. Los ejes han vuelto a ser el mercado capitalista. Debemos ir más allá del capitalismo”,
Con estos claroscuros coincide América Maceda Llanque, quien forma parte del movimiento Feminismo Comunitario Abya Yala:“La autocrítica es lo que hoy tenemos para hacer. Hay que ser críticas y autocríticas dentro del proceso de cambio. Si bien se han mejorado las condiciones materiales de la población, esto no ha ido acompañado por un proceso de formación política, de conciencia, de autoconsciencia y de autocrítica. Y el pueblo boliviano tuvo que pagar caro estos los errores”.
Cabe señalar que durante la última década Bolivia fue uno de los países con mayor crecimiento económico de la región (un crecimiento anual del PIB de 4.9% entre 2006 y 2019), Pero, las y los militantes del MAS tienen ahora claro que el crecimiento y desarrollo económico no fueron suficientes para sostener un proceso que permitió, con relativa facilidad, un golpe de Estado.
Descifrar con la precisión de un bisturí qué fue lo que permitió un golpe en Bolivia no es tarea fácil. Sin embargo, América Maceda esboza algunos de los factores fundamentales: la desmovilización de los movimientos sociales y la burocratización y derechización de ciertos sectores dentro del Gobierno:
“Los 14 años han desmovilizado a las organizaciones sociales a pesar de que tenemos una historia y una memoria sindical orgánica muy fuerte. Pero, la clase política en Bolivia respondía a una realidad colonial y capitalista. Unos pocos gobernaban y excluían a la mayor parte de la población que es indígena y campesina .Físicamente teníamos al enemigo en el poder … Pero cuando uno de nosotros, un hermano, un dirigente indígena campesino, asume el poder a través de un proceso democrático el enemigo ya no encontraba físicamente en el poder. Pero, entonces perdemos de vista al enemigo, nos desmovilizamos, cuando en realidad el enemigo seguía ahí, seguía siendo el capitalismo, el patriarcado, el colonialismo, aunque nos olvidamos identificarlo. En ese momento no le podías hacer una movilización a tu compañero hermano presidente, no le podías hacer una protesta, una marcha. Y eso ha burocratizado también a las organizaciones sociales”.
Las revoluciones la hacen los pueblos organizados
Un año después del golpe, los errores, las críticas sobre el escenario previo y posterior abonan a una nueva discusión sobre las tareas y retos al que se enfrentan el MAS tras una aplastante victoria electoral. Para América Maceda hay que aprender la lección:
“La tarea de las organizaciones sociales es seguir profundizando el proceso de cambio, es decirle al gobierno (que es compañero y amigo) qué es lo que tiene que hacer y esa es la parte que nos toca ahora asumir a nosotros. Cuando el gobierno de Evo se burocratizó y se derechizó con políticas que eran contradictorias con la política del “Bien Vivir” las organizaciones y los movimientos sociales entraron en la lógica de querer ser gobierno.
En eso nos equivocamos porque la tarea fundamental para nosotras es hacer una revolución democrática y cultural. Este es el camino que hemos elegido para el proceso de cambio. Sabemos que los gobiernos no hacen las revoluciones, las revoluciones las hacen los pueblos, los pueblos organizados”.
Según este análisis de América Maceda, ser un “movimiento de movimientos” que conquiste el poder popular, sigue siendo un gran reto: “No quiero omitir dos factores que deben ser tomados en cuenta por quienes adoptan una agenda anticapitalista, antiimperialista, antifascista, en defensa de la vida, en distintas latitudes del planeta. El primero, es la solidaridad internacional. La necesidad de replantearse la existencia de organismos internacionales y regionales como el ALBA y la UNASUR, desarticulados por gobiernos de derecha. (Que México tomara una postura sin titubeos durante el golpe de Estado y que Argentina permitiera que Evo Morales se mudara a su territorio, deberían encender todas las alertas) Sin una organización internacionalista, las batallas contra los fascistas y el imperialismo serán muy difíciles. Pero no sólo se trata de una organización a nivel gubernamental. La solidaridad internacional mostró que la presión en embajadas y campañas en redes sociales ejercieron una visibilización del golpismo y esta presión fue clave sobre los organismos legitimadores de las atrocidades del gobierno de Jeanine Añez.
El segundo factor, fueron aquellos periodistas que se negaron a llamar “renuncia” al golpe de Estado. Ellos disputaron las narrativas impuestas por los grandes medios corporativos voceros de los intereses de la oligarquía. Mientras el gobierno de facto se apresuró a sacar del aire a medios Telesur y RT e imponer una nueva línea editorial en los medios de comunicación, las redes sociales lograron romper el cerco mediático. Medios como Kawsachun (y su versión en inglés Kawsachun News) autofinanciadas por las Federaciones de los trabajadores del Trópico de Cochabamba, continuaron su labor”.
Los riesgos post-golpe
Resistir el golpe de Estados ha fortalecido las bases del MAS. La posibilidad que la administración de Arce-Choquehuanca se transforme en un gobierno reaccionario – como el de Lenin Moreno en Ecuador- hoy provoca sonrisas en Bolivia: las bases del MAS y quienes han estado en las barricadas y en las calles parecen no tener temor que el actual gobierno se derechice.
El proceso de cambio busca descentralizarse. Si, por una parte tienen una cúpula dirigente pero, por otra tienen a las bases movilizadas.No obstante, los riesgos sí existen. Los grupos de ultraderecha continúan organizados. Con oraciones, amenazas, bloqueos y armas, intentaron neutralizar la victoria popular y aferrarse a un golpe de Estado a todas luces derrotado.
Con símbolos nazis y discursos de odio, el Comité Cívico Santa de Cruz y la Juventud “Cochala” han encabezado la defensa golpista asegurando sin pruebas, que en el pasado 18 de octubre se orquestó un fraude. Y aunque el Tribunal Supremo Electoral, la Organización de Estados Americanos y hasta el Departamento de Estado de EEUU les han dado la espalda, no cesan en clamar anomalías electorales.
Las acciones de los grupos de ultraderecha no se reducen a declaraciones, bloqueos o rezos. La noche del 5 de noviembre pasado, es decir, una semana después de los comicios electorales, se registró una explosión en la sede de campaña del Movimiento Al Socialismo en La Paz, mientras el entonces candidato electo Luis Arce se encontraba adentro. Acabar con la impunidad de la que gozaron estos grupos paramilitares también deberá estar en la agenda del gobierno entrante.
Temas pendientes para el presente y futuro
A su regreso a Bolivia, el pasado 9 de noviembre, frente a miles que le esperaban en la frontera argentino-boliviana, Evo resumió los retos inmediatos:“Ahora lo que nos toca es cuidar a Lucho (Luis Arce) y defender nuestro proceso de cambio. La derecha no duerme. El imperio siempre está mirando nuestros recursos naturales, pero con esta experiencia, ahora avanzaremos con más fuerza. Se acabaron los tiempos de llorar sin organizarnos. Como siempre, hay que parir nuevos programas sociales, nuevas políticas económicas. Con Lucho vamos a levantar nuestra economía, una economía fundamentalmente al servicio de la gente más humilde”.
Y aunque el golpismo fue derrocado, aún falta combatir sus resabios tanto en las fuerzas militares, como en una sociedad profundamente golpeada social y económicamente. Faltará echar abajo las barreras de una democracia burguesa que impide el avance y consolidación del poder popular, el socialismo comunitario, el llamado Buen Vivir, del Sumak Kawsay (quechua), del Suma Qamaña (aymara).
Construir dirigencias que “manden obedeciendo”, dirigentes que estén a la altura de una sociedad consciente y con las heridas del fascismo a flor de piel es la tarea que enfrenta el pueblo boliviano.
Según nuestros entrevistados Bolivia nos ha dado una muestra histórica de dignidad – pero aún tiene tareas muy importantes que cumplir en el tintero: La gente deberá impulsar una reestructuración de los medios de comunicación para que se comprometan con la emancipación de los pueblos. Y a nivel internacional la izquierda deberá fortalecer la solidaridad tanto gubernamental como entre militantes a favor de la vida”.
Agregan para finalizar: “quienes creen en otro mundo posible deben desde el periodismo, la academia, los barrios, las fábricas, las organizaciones y movimientos sociales, las comunas y las trincheras dentro y fuera de las instituciones, analizar y librarse de los errores que los gobiernos progresistas en América Latina hemos cometido. Si no aprenden las lecciones, no deberíamos sorprendernos que la ultraderecha, probablemente con un nuevo rostro, volverá costar a nuestros pueblos sangre, muerte y desesperanza”.