DAVID NORTH, PERIODISTA ESTADOUNIDENSE (Defend Democracy Press)
El asalto del Congreso de los Estados Unidos, la dispersión aterrorizada de senadores y miembros de la Cámara, el retraso de la validación oficial de la mayoría de Joseph Biden, y la ocupación de la oficina de La presidenta de la Cámara de Representantes, es un punto de inflexión en la historia política de Estados Unidos.
Las viejas glorificaciones de la democracia estadounidense han quedado desacreditadas. Ahora, esta ingenuidad se ha transformado en un mito político totalmente vacío. La frase “Eso no puede suceder aquí”, tomada de un libro de Sinclair Lewis sobre el ascenso del fascismo estadounidense, ha sido superada por los acontecimientos de la tarde del 6 de enero de 2021.
Y aunque el golpe fascista no logró su objetivo, esto no significa que no volverán a intentarlo.
Lo que ocurrió ayer fue el resultado de una conspiración cuidadosamente planeada. Fue instigado por Donald Trump, quien ha estado trabajando con una pandilla de conspiradores estratégicamente posicionados dentro de la Casa Blanca y en otras poderosas instituciones y agencias del estado.
La operación del miércoles lleva consigo el hedor de los hijos de Trump, de colaboradores cercanos como Stephen Miller y de muchos otros que trabajan entre bastidores dentro del ejército, la Guardia Nacional y la policía.
La conspiración utilizó las conocidas técnicas de los golpes de Estado modernos. Los conspiradores eligieron como el momento propicio para la acción la Asamblea del Congreso para ratificar.la mayoría obtenida por Biden
El asalto fue preparado por semanas con afirmaciones mentirosas de Trump y sus secuaces. El líder republicano del Senado, Mitch McConnell, brindó un gran servicio a los golpistas al negar el reconocimiento de los resultados electorales. Con esta maniobra política dio tiempo y legitimidad a la estrategia que desacreditaba las elecciones.
Peor aún, este miércoles una mayoría de congresistas republicanos y un número sustancial de senadores de ese partido, orquestaron un debate para impugnar la legitimidad del voto del Colegio Electoral.
El objetivo era proporcionar un pretexto para un planificado levantamiento ultraderechista. La señal final para el asalto al Capitolio la dio el propio Trump, quien pronunció una arenga insurreccional a sus partidarios, quienes – se puede estar seguro- estaban dirigidos por elementos con entrenamiento policial, militar y paramilitar.
Extrañamente, las bandas fascistas no encontraron resistencia cuando asaltaron el Capitolio. En las zonas más vulnerables del edificio apenas se veía a la policía. Para evaluar políticamente la respuesta policial del miércoles, solo hay que recordar la violencia desplegada el pasado mes de junio contra la brutalidad policial en Lafayette Park.
Si se hubiera convocado una protesta de izquierda en Washington, los manifestantes se habrían encontrado con una demostración masiva de fuerza de la policía y de la Guardia Nacional. Se habrían colocado francotiradores y helicópteros militares habrían estado volando en círculos por encima la gente.
El más mínimo movimiento no autorizado de la multitud, por pacífico que sea, habría tenido como respuesta el lanzamiento de gas tóxico y una carga policial. Cientos habrían sido gaseados y arrestados.
Que han dicho los demócratas
La respuesta del Partido Demócrata al golpe ha sido una demostración patética de falta de coraje político. Las primeras horas transcurrieron sin que un solo líder demócrata prominente emitiera una denuncia clara contra la conspiración, tampoco llamaron a la resistencia popular al golpe. El ex presidente Obama y los Clinton, a quienes siguen millones en Twitter, permanecieron en silencio durante todo el día.
En cuanto al presidente electo, esperó horas antes de aparecer en público. Luego de calificar el ataque al Capitolio como sedición, Biden hizo un llamamiento: “Hago un llamado al presidente Trump para que salga ahora en la televisión nacional, cumpla su juramento y defienda la Constitución y exija el fin de este asedio. . «
Normalmente, cuando se enfrenta a un intento de derrocamiento de un régimen constitucional, el líder político amenazado debe privar inmediatamente a los conspiradores de todo acceso a los medios de comunicación. Pero Biden, en cambio, pidió a Trump que apareciera en la televisión nacional…¡para detener la insurrección que él mismo había organizado!
Biden concluyó diciendo:”Entonces, presidente Trump, dé un paso al frente». Esta apelación al aspirante a dictador fascista pasará a la historia como si un político alemán en la década del 1930 hubiera dicho: «Hitler, haz lo correcto».
Los demócratas, y mucho menos los medios de comunicación, no tienen la intención de exponer toda la profundidad de la conspiración y responsabilizar a sus organizadores. La maniobra por encubrir el crimen ya ha comenzado, y los medios de comunicación ya han expresado la necesidad “que demócratas y republicanos se unan».
Estos llamamientos a la “unidad” con los conspiradores abren el camino para el próximo complot fascista.
Esta es la lección de la ocupación del Capitolio del Estado de Michigan. En abril pasado matones fascistas armados ocuparon ese edificio y posteriormente secuestraron a la gobernadora demócrata, Gretchen Whitmer.
En esos días el Partido Demócrata y los medios rápidamente suprimieron la cobertura de estos crímenes y apenas defendieron a la gobernadora Whitmer. Las bandas neofascistas, hasta ahora, se pasean por las calles en total impunidad.
La respuesta de los demócratas al asalto fascista del Capitolio no es mera cobardía o estupidez. Más bien, como representantes de la oligarquía financiera-corporativa, tienen miedo a que la denuncia del complot encienda una respuesta masiva en la clase trabajadora.
Es urgente oponerse a quienes tratar de ocultar la conspiración y perdonar a los conspiradores. Los trabajadores deben exigir la destitución y arresto inmediato de Trump. No se puede permitir que siga utilizando la Presidencia para sus manejos contra la democracia . Que se quede en la Casa Blanca representa una enorme amenaza para el pueblo de Estados Unidos y del mundo. Trump todavía tiene el poder para declarar un estado de sitio o lanzar la guerra. Su dedo permanece en el gatillo nuclear.
Tampoco se debe dejar en el cargo a sus secuaces. Los senadores y congresistas republicanos involucrados en la conspiración deben ser removidos, arrestados y juzgados. Después del asalto al Capitolio la continua referencia de los demócratas a sus «colegas republicanos» parece una burla a los valores democráticos.
Hoy es más necesario que nunca realizar una investigación pública – con audiencias abiertas- con el objetivo de identificar a todos los involucrados.No debemos depositar ninguna confianza en que la administración entrante pida cuentas a los conspiradores.
No se debe olvidar que Biden y los demócratas no representan más que otra facción de la misma clase dominante.El conflicto entre demócratas y republicanos no es más que una “pelea intramuros”, es decir, una pelea amistosa entre miembros del mismo equipo.
En un comunicado emitido este miércoles por la noche, Obama elogió a los republicanos: «Me ha alentado ver a muchos miembros del partido del presidente hablar con fuerza hoy». El único propósito de tal declaración es ocultar la verdad sobre el alcance del golpe fascista.
Los hechos del 6 de enero de 2021 deben tomarse como una advertencia. La clase trabajadora debe elaborar una estrategia política y un plan de acción para derrotar las futuras maniobras por imponer una dictadura.
La dinámica política y económica de la reacción capitalista continuará, incluso con Trump fuera del cargo. Esta dinámica no disminuirá después del 20 de enero.
Lo más seguro es que Biden y el Partido Demócrata – cuya delegación en el Congreso y el Senado está repleta de millonarios- seguirá al pie de la letra las políticas establecidas por Wall Street, la CIA y el Pentágono.
En consecuencia, la crisis económica y sanitaria aumentará la ira popular contra un sistema que cada día aumenta la desigualdad a niveles desconocidos, en el corazón del Imperio.
El tiempo se está acabando. Si la izquierda estadounidense no levanta con fuerza una alternativa contra el bipartidismo oligárquico la rabia ciudadana seguirá siendo explotada hábilmente por los neofascistas de Trump.