ANDREI MARTYANOV, ESCRITOR EXPERTO RUSO EN CUESTIONES MILITARES (TRABAJA EN ESTADOS UNIDOS)
Washington ha implementado una política que aplica un régimen de aislamiento a Rusia y China con el objetivo, en última instancia, de lograr un cambio de régimen en ambos países a través de una combinación de medidas políticas, económicas y militares.
En consonancia con esta política la actual estrategia militar estadounidense consiste en desarrollar capacidades navales, aéreas y espaciales para bloquear y atacar a estos dos países y a sus aliados. Para lograrlo Estados Unidos están cambiando drásticamente sus capacidades militares. Sus estrategas están dejando atrás la tradicional guerra terrestre por un tipo de guerra más moderna, fundamentada en ataques navales y aéreos de largo alcance.
Tanto es así, que su ejercito está disminuyendo paulatinamente los tanques y la artillería para privilegiar el uso de misiles de largo alcance para “hacer una guerra sin contacto». Esta estrategia asigna a sus “estados clientes” el papel de «sangrar» al enemigo en futuros conflictos.
En este sentido es revelador que el presidente del Estado Mayor Conjunto de EEUU – el organismo militar de más alto nivel – haya propuesto reducir los fondos del Ejército para facilitar el desarrollo de los ambiciosos planes de la Marina.
La obsesión de la OTAN con las llamadas armas «anti-Acceso / denegación de Área»(o «burbujas» A2 / AD) que supuestamente estarían construyendo Rusia y China para proteger su territorio, es indicativo de la naturaleza ofensiva de la planificación operativa de Estados Unidos y de la OTAN. El desarrollo de enjambres de drones y de armas hipersónicas, junto con la prisa por desplegar los aviones cazas F-35, es parte de una carrera armamentista y tecnológica destinada a pasar a la ofensiva.
La política detrás de las armas
Pero, la tecnología es solo una parte del rompecabezas. La otra es que las tecnologías de ataque profundo requieren, «acceso» a un espacio aéreo políticamente abierto que puede no estar siempre disponible. Esto significa que las capacidades de ataque profundo de Estado Unidos, pueden depender de bases militares ubicadas en “estados clientes” que se convertirían en objetivos de contraataques de rusos y chinos.
La probabilidad que exista una contundente represalia fue sugerida por Rusia en el caso que sus fuerzas e instalaciones, ubicadas en Siria, fueran atacadas con misiles de crucero de la OTAN. En una circunstancia como esa el ejército ruso no se limitará a derribar los misiles sino también destruiría las plataformas de lanzamiento (aviones y buques de guerra) así como las bases desde donde operan. Este contra-ataque incluye las bases aéreas y navales de la OTAN en Grecia, Italia y España ( esta último país alberga cuatro destructores de la Armada de Estado Unidos en el puerto de Rota).
De una u otra forma, el mensaje fue recibido por la OTAN y no atacaron fuerzas rusas que apoyan la guerra del gobierno sirio. Este hecho estableció un precedente y podemos suponer que se mantendrá en un posible conflicto futuro.
Esto es importante porque puede significar que la capacidad de Estados Unidos para lanzar ataques contra Rusia o China, estaría limitada por la falta de voluntad de los “estados clientes” ante la alternativa de sufrir fuertes ataques de represalia.
Debido a la gran extensión territorial de China y Rusia esta estrategia ha relegado a los “aliados” de Estados Unidos al papel de “pushing ball” pues, de hecho, los obligaría a aceptar las represalias de rusos o chinos.
En Alaska, la situación es relativamente más fácil para los estadounidenses. Por esta razón han concentrando una importante fuerza militar, que incluye defensas de misiles antibalísticos, bombarderos estratégicos y bases para los F-35. A pesar de este esfuerzo, estas bases tienen un alcance bastante limitado. Dicho directamente, si los estadounidenses quisieran atacar las ciudades de Arkhangelsk y Múrmansk tendrían que depender de bases instaladas en Noruega, Islandia y Groenlandia.
La probabilidad que las autoridades políticas de esos países den su consentimiento al uso de bases contra las fuerzas rusas en el Ártico parece ser muy baja. Los intereses económicos de estos países hace poco probable que Noruega, Dinamarca o Islandia lleguen tan lejos como para arriesgarse a ser un objetivo de una represalia de las fuerzas armadas rusas.
Si bien Suecia y Finlandia han insinuado que podrían unirse a la OTAN – facilitando así el espacio aéreo a misiles y aviones norteamericanos – la perspectiva de convertirse en un objetivo de represalias les ha impedido unirse a la organización belicista del Atlántico Norte (sin embargo, no se debe descartar la posibilidad de que existan acuerdos secretos entre EEUU y estos países).
En está estrategia agresiva, el Imperio tiene dos países que están dispuestos, a nivel gubernamental, pero nunca popular, a dejarse golpear por un ataque de represalia. Se trata de Polonia y Rumanía, que han aceptado albergar armamento anti-misiles, y dar «acceso” a sus respectivos espacios aéreos en un hipotético ataque estadounidense contra Kaliningrado o Crimea.
North Stream 2
Cada vez está más claro que la presión contra el gaseoducto North Stream 2, y otros acuerdos económicos y políticos entre la UE y Rusia está motivada por el deseo estadounidense de eliminar la resistencia europea al uso de su espacio aéreo.
Hasta ahora estas presiones han tenido poco éxito, y han creado un problema con el socio europeo más importante de los norteamericanos en Europa: Alemania. En respuesta y ante la actitud dubitativa de los alemanes, Washington ha decido cortejar a Francia como su interlocutor continental «preferido».
Para empeorar las cosas, Polonia y Rumania han manifestando “sotto voce” que temen las represalias rusas y por lo tanto no están, precisamente, entusiasmadas con las bases militares estadounidenses en sus territorios.
Los temores de polacos y rumanos obligarían a Estados Unidos, ha utilizar sus bases ubicadas en Alemania, Italia y Gran Bretaña, lo que también haría vulnerables a esos países a las represalias. Y como es lógico, ninguna nación europea esta dispuesta hoy a ser rehén y victima de la planificación militar de Washington.
En Asia tampoco tiene aliados incondicionales
Japón y Corea del Sur son otros dos países importantes con bases estadounidenses, sin embargo, ninguna de estas dos naciones quiere arriesgarse a un conflicto militar y tampoco creen que su relación con China es un juego de suma cero. Además, Filipinas, Indonesia, Singapur, Tailandia, no están dispuestas a dar un cheque en blanco a los norteamericanos, porque tampoco sienten que China sea una amenaza a sus intereses vitales.
Esta resistencia política esta exigiendo que Estados Unidos lleve las infraestructuras de apoyo hasta la isla de Guam, que está demasiado lejos para sostener operaciones de portaaviones a gran escala en el Pacífico oriental o el Mar de China Meridional.
Las dificultades que los Estados Unidos están experimentando para desarrollar las condiciones políticas previas para la implementación de su ambicioso plan de bloqueo aero-naval-espaciales demuestran la importancia de la diplomacia tradicional para la seguridad nacional.
El acercamiento de Rusia a la Unión Europea, Oriente Medio y Asia, así como la diplomacia de China, han creado una situación en la que el poder militar estadounidense esta siendo arrinconado por consideraciones políticas.
El Pentágono es plenamente consciente de las razones de la ineficacia de su poder militar; de lo contrario, no enviaría portaaviones, ni mantendría bombarderos estratégicos de décadas de antigüedad en patrullas permanentes (aunque sin bombas nucleares a bordo).
La decisión de la Casa Blanca de extender el START con Rusia durante cinco años sin condiciones previas – a pesar de las objeciones de personajes de halcones como Victoria Nuland – sugiere que Joe Biden, aunque de manera perezosa, está reconociendo que el mundo está cambiando en una dirección multipolar.