ALASTAIR CROOKE, EX-DIPLOMÁTICO BRITÁNICO
Un gran evento geopolítico acaba de ocurrir en Afganistán: La implosión de una estrategia occidental clave para la gestión de lo que Mackinder, en el siglo XIX, llamó el corazón de Asia, se haya logrado, sin sin luchas y en pocos días, es a simple vista, un acontecimiento inédito..
Ha sido un shock. No solo uno de esos shocks efímeros que pronto se olvidan, sino uno profundamente traumático. A diferencia del impacto psicológico del 11 de septiembre, el mundo occidental está tratando la experiencia como un duelo por la pérdida de «un ser querido».
Ha habido lágrimas ministeriales , palpitaciones en el pecho y una entrada simultánea en las tres primeras etapas del duelo : en primer lugar, conmoción y negación (estado de incredulidad y sentimientos adormecidos); luego, dolor y culpa (por esos aliados apiñados en el aeropuerto de Kabul), y finalmente, ira. La cuarta etapa ya está a la vista en los EEUU: Depresión, ya que las encuestas muestran que el Imperio se inclina hacia un profundo pesimismo con la pandemia y la economía sin perspectivas claras.k
Para los redactores del The New York Times es la muerte de un “ser querido” :
“La debacle afgana es trágica porque el Sueño Americano de ser la ‘nación indispensable’ en un mundo donde los valores de los derechos civiles, el empoderamiento de las mujeres y la tolerancia religiosa gobiernan – demostró ser solo un sueño”.
Michael Rubin, pronunció otro panegírico sobre ‘el cadáver’:
“Biden, Blinken y Jake Sullivan pueden hablar sobre “la necesidad de que Washington se concentre en sus intereses en occidente . Y los diplomáticos y el Pentágono podrían impugnar con indignación la disminución del compromiso de Estados Unidos, pero la realidad es que la OTAN es un hombre muerto que camina ”.
En un artículo anterior, que refleja la furia contra Biden, y la sensación de un Apocalipsis estratégico que ha caído sobre Washington, se capta mejor en este grito agonizante de Michael Rubin:
“Al permitir que China promueva sus intereses en Afganistán, Biden también está aislando a la India y a otros aliados estadounidenses de Asia Central. En pocas palabras … la incompetencia de Biden ahora pone en peligro todo el orden liberal posterior a la Segunda Guerra Mundial … Dios ayude a los Estados Unidos ”.
Rubin dice claramente de qué se trató siempre Afganistán: perturbar en Asia Central, para debilitar a Rusia y China. Rubin al menos nos ahorra la hipocresía sobre salvaguardar la educación de las niñas (otros, continuan con el mantra de la necesidad de continuar la guerra, y la consiguientes ventas de armas, en Afganistán, ‘para proteger’ los derechos de las mujeres). Rubin concluye: «Sin embargo, en lugar de mejorar la posición de Estados Unidos contra China, Biden la ha desangrado».
También en Gran Bretaña, el presidente del exclusivo Comité de Asuntos Exteriores, Tom Tugenhadt, lamentó el error estratégico de Biden y exigió no darse por vencido: » Esto no se trata solo de Afganistán», escribe, » se trata de todos nosotros. Estamos comprometidos sobre la forma en que funciona el mundo. Vemos que potencias autocráticas como China y Rusia desafían las reglas y rompen los acuerdos que hemos hecho… ”.
Tugenhadt también afirma: “Podemos darle la vuelta a esto. Hasta ahora estamos eligiendo perder ”. Algunos halcones en Washington reconocen que estas ideas, por supuesto, son imposibles. Esa posibilidad ya pasó; de hecho los acontecimientos de los últimos días representan que la política en Afganistán es un paradigma perdido.
Muchos están profundamente enojados con Biden y también están desconcertados: “cómo pudo haber ocurrido este desastre”. Sin embargo, la explicación puede ser aún más inquietante. Las fuerzas ocupantes de Afganistán sabían que hay un límite de tiempo para que la élite corrupta, separada de su propio pueblo, puede ser sostenida por una cultura alienígena menguante.
Sin embargo, la insistencia del primer ministro británico (en teleconferencia con Biden) de preservar «las ganancias» de los últimos veinte años en Afganistán es, literalmente, un sueño.
Pero la historia más profunda no es solo la transformación de los talibanes, sino un cambio sísmico en la geopolítica. Las agencias de inteligencia occidentales estaban tan consumidas por el «antiterrorismo» que no vieron en juego la nueva dinámica. Ciertamente, eso podría explicar la mala evaluación de la CIA, que calculó en tres largos meses el tiempo que tomaría en caer el régimen de Ghani.
Hace muchos años, antes de la retirada soviética de Afganistán en 1979, tenía mi base en Peshawar, Pakistán, cerca de Afganistán. Fui responsable de la información sobre la guerra y de las relaciones con los líderes afganos durante la era soviética. Llegué a conocer a los talibanes, que habían sido recientemente organizados por la inteligencia paquistaní, bajo el mando del general Hamid Gul. Entonces eran: intensamente parroquiales, geográfica y políticamente sectarios, xenófobos, tribales e inflexiblemente rígidos.
Como pashtunes fanáticos, podrían llegar a matar a otras etnias sin sentido: los chiítas hazaras, por apóstatas, fueron asesinados. Detestaban a Ahmad Shah Masood, el «león de Panshir» ( héroe de la resistencia a los soviéticos) porque era tayiko. Parte de su fundamentalismo fue alimentado por las tensiones radicalizadas del Islam, el Deobandismo y el Wahabismo: exportaciones de Arabia Saudita y de Dar al-Islam Howzah de la India. Pero sobre todo se trataba de una antigua tradición tribal conocida como pashtunwali.
Los talibanes que vemos hoy son una coalición mucho más compleja, multiétnica y sofisticada, razón por la cual han podido, a una velocidad tan impresionante, derrocar al gobierno de Afganistán instalado por Occidente. Hablan de la inclusión política, y buscan mediación en Irán, Rusia, China y Pakistan y, esperan ocupar un lugar en el «Gran Juego». Aspiran a desempeñar un papel regional con un gobierno islamista sunita pluralista.
Por esto han dado garantías explícitas a estos socios externos, su ascenso al poder; no traerá un baño de sangre, ni una guerra civil. También prometen que se respetarán las diferentes sectas religiosas y que las niñas y las mujeres pueden ser educadas y serán educadas.
Sin embargo, el avance de los talibanes hacia el poder ha tardado años en gestarse, y los actores externos han desempeñado un papel crucial en la supervisión de la metamorfosis. Más concretamente, cuando se alcanzó el consenso con los talibanes, estas potencias externas – China, Irán, Rusia y Pakistán – han traído a sus aliados afganos (otras minorías afganas, que son muy numerosas) a la mesa de negociaciones junto con los talibanes. Los vínculos de estas minorías con China se remontan a muchos años. Irán también ha estado comprometido, de manera similar, durante casi dos décadas. Rusia y Pakistán se comprometieron en diciembre de 2016.
Como resultado de este acercamiento concertado, el liderazgo talibán se ajustó a la realpolitik de Asia Central: ven que la Organización de Seguridad de Shanghai (OCS) representa el paradigma estratégico regional venidero, esta organización puede permitirles salir de su aislamiento y allanar un camino para que gobiernen y reconstruyan Afganistán (con la ayuda económica de los estados miembros de la OCS).
La guerra civil sigue siendo un riesgo: podemos esperar que la CIA intente crear una contrainsurgencia al nuevo gobierno; el camino no es difícil de pronosticar: los actos de violencia y asesinatos se atribuirán ( y se están atribuyendo) a la Talibanes “terroristas”. Probablemente serán operaciones de bandera falsa. Y también se habla (sobre todo en los medios Occidentales ) sobre si se puede «confiar» en los talibanes o si cumplirán sus compromisos.
Sin embargo, no se trata simplemente de una cuestión de «confianza». La diferencia hoy en día radica en la arquitectura geopolítica externa que ha dado lugar a este evento. Estos socios regionales externos le dirán (y le han dicho) a los talibanes que, si violan sus garantías, recuperarán su estatus de paria internacional: serán clasificados nuevamente como terroristas, sus fronteras se cerrarán, su economía se hundirá, y el país será atormentado por la guerra civil una vez más. En resumen, el cálculo se basa en el interés propio, más que en la presunción de confianza.
China está más decidida a cooperar con la región de lo que creen muchos analistas. A menudo se dice que China es puramente mercantil, que solo está interesada en su agenda económica. Sin embargo, la provincia china de Xinjiang, su punto más vulnerable islamista, comparte frontera con Afganistán. Esto afecta a la seguridad del Estado y, por lo tanto, China necesitará estabilidad en Afganistán. No tolerará que los insurgentes de etnia turca (impulsados por Occidente) se trasladen hacia o desde Afganistán hacia Turkmenistán o Xinjiang. Los uigures son étnicamente turcos. Podemos esperar que China sea dura en este punto.
Por lo tanto, los Estados Unidos y la OTAN no solo se han visto obligados a salir de la ‘encrucijada de Asia’ en un desorden desesperado, sino que estos desarrollos preparan el escenario para una importante evolución de los planes de corredores económicos y comerciales de Rusia y China. También transforman la seguridad de Asia central con respecto a las vulnerabilidades de China y Rusia allí. (A Estados Unidos, hasta ahora, se le ha negado una base militar alternativa en Asia Central, ha tenido que reubicar sus fuerzas en Jordania).
Para ser justos, Michael Rubin tenía ‘mitad de razón’ cuando dijo que “en lugar de mejorar la posición de Estados Unidos contra China, Biden la ha desangrado”, pero sólo la mitad de acertada. Porque la «otra mitad» que falta, es que Washington fue superado por Rusia, China e Irán. La inteligencia occidental fracasó completamente, fue incapaz de ver la nueva dinámica afgana interna y los actores externos que la respaldan.
Y todavía no ven que todas las fichas de dominó encajen en su lugar alrededor de un pivote afgano, lo que cambia todo el cálculo de Asia Central.
Piezas adicionales a esta imagen en forma de rompecabezas del cambio de paradigma se han hecho visibles a raíz del ascenso al poder de los talibanes: una pieza cayó incluso antes de la ‘derrota de Kabul’: la nueva administración de Irán ha reposicionado estratégicamente al país priorizando las relaciones con otros estados islámicos, pero en asociación con Rusia y China.
El Consejo de Seguridad Nacional iraní también se ha negado a acordar el borrador del acuerdo de Viena para un relanzamiento del JCPOA (una segunda pieza del domino que cae).
Durante la derrota de Kabul, China y Rusia (‘casualmente’) cerraron el espacio aéreo sobre el norte de Afganistán debido a unos ejercicios militares conjuntos que tenían lugar en el norte de Afganistán. Esto representa la tercera pieza del dominó (y muy significativo), aunque apenas la notó Occidente.
Finalmente, Pakistán también se reposicionó estratégicamente, al negarse a albergar cualquier presencia militar estadounidense en su territorio.
Y luego, una última ficha de dominó: Irán fue invitado formalmente a unirse a la OCS (lo que en última instancia implicaría que Irán se unirá a la Unión Económica Euroasiática (EAEU), lo que le da al país un nuevo horizonte económico y comercial, a pesar del asedio de su economía por parte de EEUU.
Por lo tanto, no solo Estados Unidos y la OTAN se han visto obligados a salir de este nuevo lugar estratégico, sino que estos desarrollos paralelos preparan el escenario para una importante evolución del plan del corredor regional económico y comercial de Rusia y China.
China jugará un papel clave en esto. China y Rusia han reconocido al gobierno de los talibanes, y China probablemente construirá un oleoducto a lo largo de un «corredor de cinco naciones», llevando petróleo iraní a China, a través del norte de Afganistán. Es probable que luego continúe con un corredor norte-sur, que en última instancia unirá San Petersburgo a través de Afganistán con el puerto de Chabahar de Irán que se encuentra al otro lado del estrecho de Omán.
Para Occidente, esta concatenación de fichas de dominó que caen ha sido casi incomprensibles.