MK BHADRAKUMAR, EX DIPLOMÁTICO INDIO
Esta semana será un momento crítico para la presidencia de Joe Biden. Su decisión ha sido audaz y con visión de futuro, el presidente ha privilegiado los intereses permanentes de su país.
La decisión de Biden coloca de manifiesto que la capacidad de Estados Unidos para imponer su voluntad a otros países, incluso a actores no estatales, ha disminuido drásticamente.
Para detractores y críticos de Biden, el retiro de Afganistán podría parecer un acto de debilidad: el director de la CIA, William Burns, tuvo que viajar a Kabul para solicitar una concesión a los líderes talibanes con el fin de extender para las evacuaciones en el aeropuerto de Kabul. A esta petición el jefe político talibán Mullah Ghani Baradar se negó rotundamente.
No obstante, la actitud de Biden pertenece al panteón de los estadistas mundiales que han demostrado capacidad de tomar decisiones difíciles. Está completamente convencido que continuar la guerra en Afganistán dañaría las prioridades estadounidenses de regeneración nacional.
De hecho, un enfrentamiento con los talibanes en Kabul habría sido una auténtica locura. Biden, político experimentado, también calculó la conveniencia de terminar rápidamente con el drama de la evacuación afgana y con las alarmantes y manipuladas informaciones de los medios de comunicación.
Además, la evacuación se estaba convirtiendo rápidamente en una actividad altamente peligrosa, con el Estado Islámico (ISIS) acechando alrededor del aeropuerto.
Así, el 31 de agosto, los talibanes ocuparán el aeropuerto internacional de Kabul. Y, por lo tanto, ya no se permitirá la fuga de profesionales altamente capacitados: médicos, ingenieros, etc. El portavoz de los talibanes, Zabiullah Mujahid, ha pedido a Occidente que no anime a la élite educada a huir.
La salida de las tropas occidentales el 31 de agosto será seguida por la formación de un nuevo gobierno con carácter inclusivo y debería tener una representación lo más amplia posible. Sin duda, los talibanes estarán en el asiento del conductor.
Uno de los elementos del plan de cinco puntos que presentó el primer ministro británico, Boris Johnson, en reunión especial Grupo de los Siete sobre Afganistán fue “desarrollar un plan claro para lidiar con el nuevo régimen afgano de una manera unificada y concertada”.
Johnson afirmó que el G7 «tiene una influencia muy considerable: económica, diplomática y política». Al parecer el G7 ha optado por la política del palo y la zanahoria (ayuda humanitaria, reconocimiento internacional, etc.) con miras a retener cierta influencia en Kabul.
La declaración del G7 dice: “Apoyamos a la ONU en la coordinación de la respuesta humanitaria internacional en la región, incluido el acceso humanitario sin restricciones en Afganistán, y contribuiremos colectivamente a esa respuesta. Cooperaremos juntos y con los países vecinos y otros de la región en el apoyo a los refugiados afganos como parte de una respuesta regional coordinada a largo plazo. Hacemos un llamado a todos los socios de Afganistán para que apoyen este esfuerzo con una mayor estabilidad regional a través de canales multilaterales”.
A pesar de esta conciliadora declaración en el seno de las potencias occidentales hay fuertes corrientes contrarias como lo atestigua la declaración de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, “estos eventos demuestran que necesitamos desarrollar nuestra autonomía estratégica, manteniendo nuestras alianzas tan fuertes como siempre. A su debido tiempo, propondré un debate sobre esta cuestión a mis compañeros líderes del Consejo Europeo”.
Sin duda, los talibanes no se dejarán intimidar por la amenaza de sanciones occidentales. De hecho, han articulado una legitima ola soberanista de su pueblo. Quieren evitar la trampa de la década de 1990. Por ello están en conversaciones con China y, por supuesto, con Pakistán.
Beijing está muy receptivo. Por lo tanto, lo que China espera se vuelve crucial. El martes, el asesor de seguridad nacional de Pakistán, Moeed Yusuf, llamó a su homólogo chino, Zhao Kezhi, consejero de estado y secretario del Comité del Ministerio de Seguridad Pública (la agencia de inteligencia china).
Yusuf tuiteó más tarde: “Es un placer hablar con Zhao Kezhi sobre las formas de fortalecer aún más nuestra relación bilateral. Discutimos la situación en Afganistán y acordamos mantener una estrecha coordinación, incluida la lucha contra los saboteadores. Nos movemos hacia adelante con una visión conjunta”.
Hubo un momento en que Yusuf tuvo una «estrecha coordinación» con Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, con una «visión conjunta» sobre Afganistán… pero nada más.
Entonces, ¿qué quiere Beijing? Hu Xijin, el editor en jefe de Global Times, ha escrito: “Primero, ellos [los talibanes] dicen haber trazado una línea clara contra el Movimiento Islámico de Turkestán Oriental (ETIM) y otras fuerzas terroristas que persiguen la ‘independencia de Xinjiang’ y, han afirmado que no apoyarán ninguna actividad destinada a desestabilizar la Región Autónoma Uigur de China.
“En segundo lugar, dicen que formarán un gobierno abierto, inclusivo y ampliamente representativo, poniendo fin por completo a una guerra civil a cambio de una paz permanente. También, creo, que deben contribuir a aliviar la situación regional y promover el bienestar del pueblo afgano, sin ofrecer pretextos para posibles futuras intervenciones de fuerzas externas.
“En tercer lugar, deberían mantenerse alejados de Estados Unidos y de otras fuerzas hostiles con China. Deberían negarse a actuar como un peón de esas fuerzas. En cambio, esperamos que estén comprometidos en desarrollar relaciones amistosas con China y otros países vecinos e integrarse en la causa común de la paz y el desarrollo regional.
«En cuarto lugar, creemos que deberían promover la moderación de las políticas sociales internas básicas, impulsar el desarrollo de los derechos humanos, proteger los derechos de las mujeres y los niños y convertir a Afganistán en un país islámico moderado».
Es casi seguro que Beijing proporcionará un cortafuegos para que el gobierno talibán enfrente las presiones occidentales. Dicho de otra manera, la influencia de Estados Unidos en Afganistán ha tocado la zona cero.
La referencia de Yusuf a los «saboteadores» y el consejo de Hu que el gobierno talibán debería «mantenerse alejado de Estados Unidos y de otras fuerzas que resultan ser hostiles a China» debe tenerse en cuenta cuidadosamente.
Las declaraciones del Ministerio de Relaciones Exteriores de China también advierten contra el «uso del terrorismo para buscar ganancias geopolíticas por la fuerza» y exhortan a los países de la región a «trabajar juntos para erradicar todos los grupos terroristas».
Pakistán ha entregado a los líderes talibanes una lista de terroristas más buscados. La decisión de Islamabad de dar a conocer una conversación sumamente delicada con el jefe de la inteligencia china transmite un mensaje fuerte: los intereses de seguridad nacional de los dos países coinciden y lo que está en juego es un esfuerzo conjunto para hacer retroceder a las fuerzas que no pertenezcan a esta región de Asia.