BETZABETH ALDANA VIVAS (MISIÓN VERDAD)
Todos los titulares de esta semana hablan de la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ( COP 26) que se está desarrollando en Glasgow, Escocia. La reunión se propone implementar el Acuerdo de París promoviendo que los países – todos por igual – establezcan metas “cero emisiones” para 2030.
Días antes de dar inicio la COP 26, la BBC, filtró más de 32 mil documentos sobre las estrategias para abordar la crisis climática. La información, es parte de una intensa campaña de los grandes medios destinado a “demonizar” los combustibles fósiles con el objeto de generar presión pública de cara a la Conferencia de Glasgow.
Que se haya “colado” parcialmente el texto del informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU no es casualidad.
Según lo que conocemos el mencionado documento establece que «el hombre está acelerando el cambio climático”. Este punto aislado es abiertamente engañoso porque no atribuye ninguna responsabilidad alguna al capital financiero y a los propietarios de las grandes compañías, que han sido y son las principales causantes de las emisiones de CO2.
Si bien la crisis climática es grave, la alarma actual está digitalizada desde el centro de poder económico occidental que necesita imponer la llamada transición energética.
Si la llamada economía «verde» es promocionada hasta por los banqueros, es casi obligatorio para la mayoría una sana desconfianza. Es evidente que el capital no busca cambiar el sistema ni tampoco le importa las generaciones futuras, entonces, ¿qué se traen entre manos?
La respuesta es simple: más dinero (nuevamente obtenido mediante una gigantesca especulación financiera).
Solo un par de antecedentes : días antes de la COP 26, el Bank of America Global Research anunció que será necesario invertir 5 billones de dólares al año, durante los próximos 30 años, si se quieren alcanzar los objetivos de emisiones globales. Es decir, el costo de la transición será de 150 billones de dólares, lo que equivale al doble del PIB mundial actual.
Por su parte, anticipándose a un “futuro prometedor” para los dueños del capital, el fundador de Amazon, Jeff Bezos, informaba que lanzará un “Fondo ecológico” llamado «Earth Fund» por más de 10 mil millones de dólares.
El objetivo de esta política diseñada por el capital financiero hace un par de años en Davos, Suiza, es contar con un flujo de inversiones sufragadas por los contribuyentes con la excusa perfecta: los desastres producidos por el cambio climático.
El esperado gran “negocio verde” sería redondo. El nuevo-viejo capitalismo seguirá enriqueciendo a unos pocos, los “fondos verdes” nunca tendrán como objetivo el bien de la gente común y menos terminaran con los desastres medioambientales.
¿TRANSICIÓN ENERGÉTICA?
Otro elemento en esta narrativa es la famosa transición energética. Hace pocas semanas, los medios informaban que en Noruega de todos los vehículos nuevos vendidos hasta ahora, menos del 10 % son a gasolina o diésel. Pero, hay un detalle muy importante, el consumo de petróleo en Noruega no ha disminuido ni en 1 por ciento.
Cuando desde el poder occidental se exige al mundo emisiones cero y se atribuye al petróleo la única responsabilidad lo que se está haciendo es distraer a la opinión pública mundial.
Es muy poco probable que el consumo de petróleo disminuya durante la próxima década. Solo, los países asiáticos en desarrollo crecerán este año en más de 7,3%. Todas las cifras conocidas auguran que habrá más consumo de energía en la próxima década.
De cualquier manera, el éxodo masivo hacia los vehículos eléctricos requerirá producir seis veces la cantidad de minerales que la que utilizan los vehículos a gasolina. No hay donde perderse, la cacareada transición energética es simplemente una pantomima. El impacto ambiental con los nuevos recursos energéticos se intensificará por la extracción de minerales escasos como del litio.
Como existen agendas ocultas que quieren un “acceso exclusivo” del gran capital a estos recursos la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América definió su posición para la conferencia de Glasgow: la defensa a la soberanía sigue siendo crucial para el desarrollo sustentable de las naciones y los pueblos del mundo.