Los líderes de la UE de hoy en día se han convertido en actores en un ‘teatro de ilusiones’ en el que cualquier opinión contraria se enfrenta con su ira y a una refutación irreflexiva.
ALASTAIR CROOKE, DIPLOMÁTICO SENIOR BRITÁNICO
Durante los últimos cuatrocientos años, los europeos occidentales han vivido con una ‘visión’ muy particular; una idea que contradice la noción que tenían anteriormente de las cosas. Mientras Galileo realizaba sus investigaciones en Italia, fue Francis Bacon el que estableció la teoría del procedimiento inductivo: hacer experimentos y sacar conclusiones generales de ellos, para ser probados en experimentos posteriores.
Bacon también fue pionero en la comprensión del mundo como una máquina, una concepción complementada por dos figuras destacadas de la civilización occidental, Descartes y Newton. Descartes describió a “peatones corriendo bajo la lluvia como maquinas protegidas por impermeables”. Atraído por el anhelo de certeza de la época, y la idea de la maquina humana Descartes percibió que necesitaba «dar a la gente… una ciencia completamente nueva que resolvería todas las cuestiones de cantidad, continua o discontinua».
Le dio más importancia a la mente que a la materia, y llegó a la conclusión que las dos estaban separadas y eran fundamentalmente diferentes. Newton perfeccionó este paradigma al ver el cosmos (nuevamente) como una máquina, gobernada por leyes inmutables: una máquina cósmica gigante, completamente causal y determinada.
Estas historias del pensamiento occidental pueden parecer abstractas y remotas. Sin embargo, no lo son. Muchos de nosotros todavía moramos en esta “nueva comprensión del mundo ”. Sin embargo, si es así, somos dinosaurios. Porque la ciencia ha mutado mucho desde entonces.
Las consecuencias de las cosmovisiones mecanicistas nos están afectando hoy.
El pensamiento mecánico puede haber hecho a Europa occidental muy poderosa en el pasado, pero llevado a los extremos (como lo ha sido) y remodelada como esta ocurriendo ahora ha devenido en una ideología de transformación humana radical, que está llevando a Europa al desastre (el cuarto giro).
El reciente G7 es un claro ejemplo. Enfrentados a las innumerables y graves crisis en Europa, sus líderes se han obsesionado con Ucrania, ignorando lo que ocurre en casa y dejando en claro, implícitamente, su indiferencia ante la difícil situación de los pueblos que viven dentro.
¿Qué es tan nuevo y diferente pensamos los occidentales? ¿Pensamos diferente a como lo hacíamos hace cuatrocientos años?
Durante el Renacimiento la manera de pensar y ver era un asunto esencial: el ‘ojo’ y el intelecto, en esa tradición, apuntaba hacia un ‘algo’, y cuando toca ese otro ser, era como si uno fuera a encontrarse con otra persona.
Sin embargo, al contrario, desde la ilustración (es decir, en nuestro modo de ver contemporáneo) el ver y conocer es esencialmente discordante. El ‘ojo’ y el intelecto están separados y desvinculados de los ‘objetos’ bajo escrutinio. (un giro equivocado que gran parte del mundo no occidental, no ha querido imitar).
Lo fundamental, por tanto, para occidente es que el modo de atención que prestamos al mundo cambia el tipo de ‘cosa’ que surge ante nosotros. De esa manera, cambia al mundo. Y, por lo tanto, también, creamos ‘nuestro Mundo’ (o al menos nuestra representación de él). Si decidimos imaginar el mundo como una máquina, entonces la ‘realidad’ se nos presentará como una máquina.
Así es como los líderes políticos del G7 se han hecho de una ‘representación del mundo’ imaginaria: no escuchan ni ven (y en apariencia a no son conscientes de la imagen del mundo que ellos mismo se han forjado). Están cautivos de los aplausos de sus compinches de ideas afines.
El filósofo Alasdair MacIntyre en After Virtue, señala cómo las fuerzas ‘caóticas’ y desintegradoras de hoy “casi han borrado la investigación moral en la cultura europea moderna”. Las características contemporáneas de estridencia son el resultado directo de esta catástrofe. Una catástrofe tan grande, señala MacIntyre , que el vocabulario de la investigación moral casi ha sido exorcizado de nuestro lenguaje.
Cualquier discusión moral hoy en día, tiene el potencial de convertirse en una pelea a gritos… o algo peor (puñetazos, cancelación, etc.). Pero la característica más llamativa de los debates morales es su tendencia a nunca llegar a una resolución: las líneas se trazan temprano y los participantes se apresuran a tomar partido. Pero al tomar partido parecen volverse incapaces de escuchar al otro: “todo el mundo siente el calor, pero nadie ve la luz”.
Las preguntas siguen siendo lo más importante
La ciencia avanza solo cuestionando el estado actual del conocimiento. Pensemos en las disputas entre Albert Einstein y Niels Bohr sobre las implicaciones de la mecánica cuántica. Einstein acribilló constantemente a Bohr con una letanía de objeciones. Y como Bohr y otros respondieron acertadamente las objeciones de Einstein a la mecánica cuántica el campo científico avanzó enormemente. Avanzó porque tuvo que lidiar con los problemas complicados y sofisticados planteados por Einstein.
La ciencia, por su propia naturaleza, nunca está satisfecha. La respuesta a cualquier problema no sólo está sujeta a modificaciones futuras, sino que invariablemente plantea muchas más preguntas de las que responde. Sin embargo, muchos de los grandes temas científicos de hoy se rigen por el dogma en lugar del debate, y con la cancelación de aquellos que cuestionan la ciencia oficial.
Esto es comprensible porque la ‘nueva ideología’ procedente de Silicon Valley y de Davos ha puesto al mundo literalmente ‘del revés’. La ‘nueva sabiduría’ que surgió a raíz de la revolución cibernética de la década de 1960 afirma que la tecnología ‘crece’ con la vida, pero separada de ella, como un ‘élan vital’ sintético y determinista sin ninguna consideración por el pensamiento humano o el libre albedrío.
Esto parecerá extraño a la experiencia de la mayoría de los lectores, pero la ciencia, en esta nueva visión, ya no debe estar al servicio de la humanidad. Los grandes de Silicon Valley, ven a la ciencia y a la tecnología como unos recursos más, que transformarán a las maquinas en seres autónomos al borde de volverse conscientes.
Hariri: “los humanos ahora son animales hackeables”
El Gurú del Gran Reinicio del Foro Económico Mundial, el profesor israelí Yuval Noah Harari, lo ha declarado explícitamente:
“Si tienes suficientes datos y suficiente poder de computación, puedes entender a las personas mejor de lo que ellas se entienden a sí mismas y luego puedes manipularlas de formas que antes eran imposibles y, en tal situación, los viejos sistemas democráticos dejan de funcionar. Necesitamos reinventar la democracia en esta nueva era en la que los humanos ahora son animales hackeables. Toda la idea de que los humanos tienen ‘alma’ o ‘espíritu’ y tienen libre albedrío… se acabó”.
Bueno, fue en Afganistán donde se planteó tal visión en los últimos años. Este país iba a ser un escaparate para el gerencialismo técnico. En términos muy reales, Afganistán se convirtió en un banco de pruebas para cada innovación en la gestión de proyectos tecnocráticos, con cada innovación anunciada como precursora de nuestro futuro más prometedor. Llovieron los fondos y llegó un ejército de tecnócratas globalizados para supervisar el proceso. Los grandes datos, la IA y la utilización de conjuntos de métricas técnicas y estadísticas en constante expansión iban a derribar viejas ideas “atrasadas”. La sociología militar, con «equipos en el terreno» y otras creaciones innovadoras, se desplegó para poner orden en el caos.
La caída del régimen instituido por Occidente en Afganistán, sin embargo, reveló tan claramente que la clase gerencial actual, consumida por la noción de la tecnocracia como el único medio para lograr un gobierno funcional, dio a luz, en cambio, algo completamente podrido: la «derrota impulsada por los datos», ha escrito un veterano de la guerra en Afganistán, “era un asunto tan podrido que se derrumbó en cuestión de días”.
El Profesor Hariri nuevamente nos da la clave de este pensamiento: El principal problema para la élite gobernante que maneja el mundo no será resolver la guerra o el hambre, sino más bien manejar la emergente “nueva clase global inútil”:
“Creo que la pregunta más importante hoy en día es … ¿qué hacer con toda esta gente inútil? …. Mi mejor conjetura, en la actualidad, es una combinación de drogas y juegos de computadora como solución para [la mayoría]. Ya está sucediendo… Creo, firmemente, que una vez que eres superfluo, no tienes poder”.
El profesor Hariri continúa:
“El COVID ha sido crítico. La pandemia ha permitido convencer a las personas a que acepten la legitimidad de la vigilancia biométrica total. Necesitamos no sólo monitorear a las personas, necesitamos monitorear lo que está sucediendo debajo de su piel”.
Entonces, cuando escuchamos a Hariri- y a los tecnócratas de Silicon Valley- que ven a los humanos como seres factibles de «hackearse» y “reconfigurarse” muchas otras cosas se vuelven claras.
El entusiasmo de las redes sociales estadounidenses por normalizar el fenómeno en el que “las personas con cromosomas normales se identifican como lo opuesto a su sexo fenotípico y genotípico se vuelve más claro ”: estos nuevos reformadores se apresuran a afirmar que las tontas nociones de género, moralidad, patriotismo o libertad son conceptos abstractos creados por el hombre que no tienen existencia ontológica en el universo mecanicista, frío y, en última instancia, sin propósito en el que se supone que existimos.
Alterar el desarrollo sexual de las personas concuerda precisamente con esta noción (el profesor Hariri nuevamente): “Los humanos solo tienen dos habilidades básicas: física y cognitiva. Cuando las máquinas nos reemplazaron en habilidades físicas, pasamos a trabajos que requieren habilidades cognitivas. … Si la IA se vuelve mejor que nosotros en eso, no hay un tercer campo al que los humanos puedan moverse”. En resumen, a medida que avanzamos en esta dirección nos convertiremos en transhumanos, por tanto, el género es solo un componente que se vuelve irrelevante.
Espere un momento, debes estar pensando, ¡esto es muy extraño! Estoy de acuerdo.
Sin embargo, elementos de este pensamiento han proliferado desde Davos y se promueven sigilosamente a través del cine, la música y las plataformas de redes sociales como TikTok. Sí, hay una cadena que une a Silicon Valley, la Big Philanthropy, los Big Business, Bruselas y, los think tanks occidentales, es como ven el futuro con una mayor robotización del trabajo y un exceso en el mano de obra no calificada.
Por eso la situación es tan grave y peligrosa. En su influyente, MacIntyre argumentó que el proyecto de la Ilustración cortó al hombre occidental de sus raíces tradicionales, pero no logró producir una moral vinculante basada únicamente en la razón. En consecuencia, vivimos en una cultura de caos moral, en la que muchas cuestiones son simplemente imposibles de resolver. Esto indica que nos dirigimos a un Cuarto Giro.
El argumento de MacIntyre es que es sólo la tradición cultural (que Jung denomina nuestras ‘narrativas arquetípicas’) brinda contexto a términos como bien, justicia y telos. “A falta de tradiciones, el debate moral se desarticula y se convierte en un teatro de ilusiones en el que la simple indignación y la mera protesta ocupan el centro de la escena”.
Líderes que viven en un mundo imaginario
La profecía de MacIntyre es notable: los líderes de la UE de hoy en día se han convertido en actores en un ‘teatro de ilusiones’ en el que cualquier opinión contraria se enfrenta con su ira y a una refutación irreflexiva.
El psiquiatra, Iain McGilchrist, ha escrito en su libro, The Master and his Emissary, que este enfoque ha alterado nuestra atención: ha ‘creado’, literalmente, nuestro mundo; ha cambiado la apariencia física del mundo; dio forma a nuestro arte y arquitectura; y de esta manera dio forma a cómo ‘vemos’ el mundo. Encontramos esto hoy difícil de admitir: que hemos ‘creado’ nuestra propia realidad.
Seguramente todos pensamos, y hemos pensado de manera similar. Lo hicimos, pero eso fue hace siglos. La nueva racionalidad mecánica ha ‘creado’ la forma en que ‘vemos’ el mundo, y al verlo de esa manera, ha ‘creado’ el mundo tal como es ahora. Es decir, nos dio el ‘mundo moderno’.
Esta forma de pensar nos plantea una proposición desconcertante: la insípida inautenticidad, la soledad y la falta de sentido del mundo moderno, ¿no es algo que, de alguna manera, inconscientemente, ‘elegimos’, cuando optamos por el desapego y la distancia? Aquí es pertinente la funesta advertencia de Fukuyama: “la sociedad, en su conjunto, se cansaría del tedio de su propia existencia”
Y nosotros agregamos, se trata de una producción creada para ponernos a dormir. Solo cuando despierte nuestra conciencia podremos comprender que hemos estado viviendo una ilusión todo el tiempo.
La noción antigua era que una cultura segura y ‘viva’ es la raíz del poder soberano tanto personal como comunal. Su condición necesaria y suficiente es tener como fundamento un pueblo mentalmente ‘activo’ y despierto; uno que está vivo a la naturaleza quimérica del mundo; que pueda reactivar su vitalidad y su fuerza cultural, y así el pueblo pueda predominar sobre las fuerzas financieramente más ricas y conservadoras