PARTICIPACIÓN DEL ECONOMISTA ALAN FREEMAN*, EN LA REUNIÓN ANUAL DEL CLUB DE DEBATE VALDAI EN LA QUE PARTICIPÓ EL PRESIDENTE DE LA FEDERACIÓN RUSA, VLADIMIR PUTIN
Voy a plantear dos preguntas, que creo que tienen la misma respuesta:
1. ¿Por qué hay tan poca oposición en el Occidente Colectivo a su curso suicida y destructivo?
2. ¿Por qué las Naciones Unidas ya no cumplen su propósito original?
La respuesta tiene dos partes.
1. La primera es bien conocida: El mundo fue y es un orden colonial. Se divide en dos grandes bloques en que la riqueza del Occidente Colectivo proviene del saqueo económico del Sur global, logrado por los monopolio occidentales con bienes de alta tecnología, con la explotación de mano de obra barata y con la extorsión a los países que tienen recursos básicos, entre ellos los recursos energéticos
Todo la diferencia entre la era colonial y la actual era del imperialismo es que la opresión económica, profundamente injusta, se ha perfeccionado hasta el punto en que la conquista formal se ha “guardado en el bolsillo trasero” … por el momento.
2. El segundo aspecto es raramente discutido, y creo que es hora de discutirlo: en 1943 los líderes soviéticos disolvieron el Komintern o Tercera Internacional.
¿Por qué importa esto ahora? ¿Por qué deberíamos preocuparnos por un evento histórico distante y bastante oscuro?
Primero, porque el mayor proyecto de liberación de nuestro tiempo, el de Marx y Engels, de crear una organización internacional de la clase obrera, había llegado a su fin. No ha existido una organización de este tipo durante ochenta años.
En segundo lugar, porque, hasta 1943, esa organización existió, independientemente de las críticas que le podamos hacer. En todo el mundo había Partidos Comunistas que se organizaban tanto para luchar por el socialismo como para oponerse al imperialismo, y todos formaban parte de una organización internacional.
Los bolcheviques invirtieron muchísimos esfuerzos tanto en la creación de la Internacional Comunista como en la creación del Estado Soviético. En efecto, los dos proyectos eran “gemelos siameses”. Así que seguramente, ahora que Rusia está reevaluando el segundo de estos grandes proyectos, es hora de reflexionar críticamente sobre el primero.
Es cierto que esta organización internacional actuó, como un instrumento del poder soviético, y esto debe ser discutido. Pero, de lo que no hay duda es que fue un actor importante en el escenario mundial.
Sus partidos sumaban decenas de millones en Asia, Europa, América Latina, etc. Podemos juzgar su importancia por el efecto de su derrota: la Segunda Guerra Mundial preparó el camino para destruir la Internacional Comunista. Ese fue el propósito básico del fascismo, y esto no debemos olvidarlo hoy al elegir a nuestros aliados.
Entonces, ¿por qué se disolvió el Komintern?
Porque en las conferencias internacionales de Yalta y Teherán (entre Stalin, Churchill y Roosevelt) los soviéticos creyeron que los anglosajones permitirían que la URSS se desarrollara pacíficamente si se terminaba con la Tercera Internacional
Al disolver el Komintern, la Unión Soviética se comprometió a dejar de actuar como organizadora de los Partidos Comunistas. Cada partido actuaría por su cuenta, como partidos estrictamente nacionales. A cambio, los soviéticos esperaron que Occidente cumpliera el compromiso de respetar el principio de no intervención, sobre los se fundaría un poco más tarde la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Sin lugar a dudas , esta decisión produjo daños colaterales, la disolución del Komintern privó de la capacidad de trabajar juntos para fines mutuamente beneficiosos a todos los pueblos del mundo. Su desaparición, también, despojó a la clase obrera de la capacidad de confrontar al capital en el escenario mundial.
Durante mucho tiempo pareció que el compromiso se estaba manteniendo: el Occidente colectivo hizo poco para interferir en los asuntos de la URSS, y lo poco que hizo fue ineficaz.
Pero esto no ocurrió por la “buena voluntad” de Occidente. Actuaron así por el poderío militar de la URSS.
El Occidente nunca respetó la no intervención en el tercer mundo. Y conspiraron por todos los medios para destruir a la Unión Soviética y obtuvieron un resultado espectacular: la URSS se suicidó. Pero, como su colapso no parecía ser obra del imperialismo, los rusos pensaron que las potencias occidentales respetarían el principio de no intervención.
La creencia que Occidente se abstendría de intervenir cuando se disolvió la URSS fue, por lo tanto, un error de juicio catastrófico. El compromiso sólo lo cumplió una parte, la parte rusa.
Tan pronto como desapareció la URSS, el Occidente colectivo abandonó sin contemplaciones la pretensión que no intervendría en los asuntos de otras naciones. Se embarcó en su agresivo programa de expansión de la OTAN. Intervino militarmente en Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, Haití , Siria y, convirtió las sanciones económicas en armas políticas y a las agencias internacionales en instrumentos de su poder; haciendo del cambio de régimen un objetivo explícito y público.
Entonces, si el tiempo lo permite, ahora me gustaría sugerir una respuesta.
Es necesario encontrar formas de volver a poner sobre la mesa la agenda de Marx y Engels; buscar, con el Sur Global, las organizaciones de la Sociedad Civil – incluidas la occidentales- la creación de una entidad donde los pueblos del mundo tengan su propia voz, independientemente de sus gobiernos.
Los principios en los que se asiente esta Organización deberían descartar la instrumentalización de cualquier gobierno. Esta idea debería quedar establecido en sus estatutos .Esto significa que, al igual que el Comintern, se comprometería ante todo a poner fin a la única amenaza real a la soberanía de las naciones : el intervencionismo militar y económico del Occidente colectivo.
Es decir, su primer deber sería defender los derechos de un Sur Global Multipolar para seguir un desarrollo nacional independiente y soberano.
Las ventajas para Rusia y sus socios son obvias: podría poner fin a las ‘compras de amigos’ en Occidente. También podría terminar con el peligroso proceso en que las alianzas internacionales la usan determinados países para amenazar a otra nación: no olvidemos que Trump es de lejos el enemigo más agresivo de América Latina.
Segundo, esta organización debería ser genuinamente independiente de todos los gobiernos, combatiendo así la práctica occidental de utilizar a la sociedad civil como instrumentos de intervención. Además no sólo exigiría el cumplimiento del principio no intervención también debería luchar por los derechos de los pueblos a los cuales el imperialismo los priva de la soberanía nacional.
El capital actúa globalmente; también deberían hacerlo los pueblos del mundo.
Esta idea le dará un sentido actual a la consigna más antigua de la lucha por la emancipación: trabajadores del mundo, uníos, no tenéis nada que perder salvo vuestras cadenas.
Sólo agregaría dos ideas a esta consigna . En primer lugar, tiene más sentido y corresponde mejor hablar de la estructura real del mundo actual, ahora deberíamos hablar de los desposeídos del mundo, en vez sólo de los trabajadores con empleo.
Segundo, agregaría una de las contribuciones más importantes de los fundadores del Komintern: Hay que unirse para luchar por nuestros derechos defendiendo los derechos de todas las naciones oprimidas por el imperialismo.
* Alan Freeman es vicepresidente de la Asociación Mundial de Economía Política, Codirector del Grupo de Investigación de Economía Geopolítica y editor de libros de Geopolítica de la Universidad de Manchester.