FERNANDO RAMOS, HISTORIADOR CHILENO
Se volvió prestigioso en el mundo académico decretar el fin de la dialéctica, de la lucha de clases, de los grandes relatos, del carácter de clase del Estado, del imperialismo e incluso del sujeto revolucionario. Estas ideas “nuevas”, que no son más que la consecuencia de la victoria ideológica del enemigo…
Una mochila cargada con ideas para la derrota
La idea de izquierda y derecha como manera de situarse en el espectro político solo adquiere sentido si se le analiza dentro de su tiempo y espacio concreto. De este modo, si bien resulta común atribuirle a la derecha política ciertas características como el conservadurismo, mientras que a la izquierda ideas progresistas de cambio social, esto no constituye ni la esencia de la distinción, ni tampoco expresa una característica que se encuentre ajena a la práctica humana de su tiempo.
De este modo, por más que se le atribuya a la derecha ciertos antivalores como la intolerancia a la diversidad, la homofobia, o el racismo, estas características no son esenciales de su pensamiento, aun cuando en la práctica tiendan a los mismos. En realidad, pueden existir derechas que no sean racistas, así como también han existido izquierdas homófobas.
El verdadero núcleo central de todas las corrientes de derecha política desde hace más de un siglo, desde “libertarios” hasta fascistas, es su defensa a la propiedad privada, con su consecuente aseguramiento de los intereses particulares de una clase dominante y el sistema que le beneficia. Al respecto, bien vendría recordar a Ludwig Von Mises, miembro de la Escuela Austriaca de Economía, mentor espiritual del “libertarismo”, quien escribió: “No se puede negar que el fascismo y movimientos similares que apuntan a establecer dictaduras están animados por las mejores intenciones, y que su intervención ha salvado por el momento a la civilización europea. Los méritos adquiridos por el fascismo permanecerán por siempre en la historia”[2].
Respecto a la izquierda, tras la aguda crisis teórica y práctica generada en el seno del movimiento obrero tras la caída de la Unión Soviética, la debacle de ésta última no solo hundió al marxismo vulgar y determinista, sino que arrastró a la izquierda en su conjunto y a su proyecto de sociedad. Por esta razón, hoy ya no resulta tan sencillo, como en el siglo pasado, definir el núcleo central que agrupa a todas las corrientes autodenominadas de izquierda, las que mayoritariamente dejaron de reflexionar sobre el problema de la propiedad privada y la contradicción capital-trabajo.
De ahí que para analizar el núcleo que une a todas las corrientes de izquierda contemporánea nos veríamos obligados a acudir a superficiales nociones de “igualdad”, entendida en mil sentidos y alcances distintos, al gusto de Bobbio.
A raíz de esta crisis, en la práctica, las categorías de izquierda y derecha comenzaron a tener fronteras cada vez más difusas, con programas políticos que dejaron de ser antagónicos y pasaron a ser confluyentes en lo esencial. Aseguramos lo anterior no como concesión al pensamiento postmoderno, sino como producto de la derrota programática de la izquierda a nivel mundial, la cual se quedó sin un proyecto propio que proponer a la sociedad como alternativa al modelo capitalista. De este modo, las fuerzas de izquierda se han encontrado transitando un largo camino de abandono y renuncia que se ha extendido hasta nuestros días. El resultado de su orfandad teórica las llevó a aceptar el sistema, adoptando como suya la defensa de la propiedad privada, núcleo central del pensamiento derechista. Esa convergencia programática es la razón por la cual podríamos decir que actualmente la mayoría de las grandes fuerzas políticas orbitan, con mayor o menor cercanía, alrededor de la derecha.
Cabe aclarar que, décadas antes de la disolución de la Unión Soviética, ciertas corrientes de izquierda en Occidente decepcionadas por los “socialismos reales”, ya habían comenzado a pensar nuevas formas de llevar adelante la causa progresista. De ahí que nacieran grupos como “Los Nuevos Filósofos” franceses: ex-marxistas que unían esfuerzos para demostrar que la revolución socialista constituía un mito y, además, uno no deseable, en tanto inevitablemente tendría consecuencias totalitarias.
El año 2011 la Agencia Central de Inteligencia (CIA) desclasificó un documento de 1985 titulado “Francia: la defección de los intelectuales de izquierda”, en el cual analiza y observa con conformidad el rol cumplido por este tipo de intelectuales, los cuales al generar un clima antisoviético y antimarxista dentro de la academia y opinión pública, permitían desviar la atención crítica de las masas respecto del capitalismo, promoviendo su atención hacia problemas como el consumo y la falta de democracia, lo que dificultaría movilizar una oposición intelectual a las políticas de Estados Unidos en Centro América[3]. Siniestra referencia a las atrocidades imperialistas que se encontraban ocurriendo principalmente en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
El mismo documento desclasificado concibe el surgimiento de estas nuevas corrientes intelectuales como producto de la decepción surgida luego de mayo del ‘68, debido a la “pusilanimidad” de los partidos de izquierda[4] (palabras de la CIA), recordando que muchos estudiantes marxistas esperaban que el PCF[5] tomara el liderazgo de la movilización y se proclamara un gobierno provisional. Sin embargo, el PCF se volcó contra las masas, tratando de aplacar la revuelta obrera y denunciando a los estudiantes movilizados como anarquistas.[6]
De esta forma, los intelectuales postmarxistas se constituyeron como expresión ideológica de la derrota y, como tal, elevaron a teoría su impotencia política, resultando mucho más útiles para los objetivos imperialistas de guerra cultural contra el socialismo de lo que fueron los pensadores de derecha tradicional, desprestigiados por su vergonzoso rol durante la Segunda Guerra Mundial.
Resulta esclarecedor leer a la CIA celebrando que “En el campo de la antropología, la influencia de la escuela estructuralista vinculada con Claude Lévi Strauss, Foucault y otros, ha cumplido esencialmente la misma función. […] creemos sea probable que su demolición de la influencia marxista en las ciencias sociales perdure como una contribución profunda tanto en Francia como en Europa Occidental”[7].
En última instancia, estas corrientes resultaron funcionales para entrampar el debate y alejar a las masas del marxismo, aliviando la presión política sobre el imperialismo norteamericano. Lo que nos trae a colación a Toni Negri y su best-seller “Imperio”, obra en la que frecuentemente referencia a Michel Foucault, admirado también por la CIA. Conociendo lo ya mencionado, uno no puede evitar imaginar el alivio que deben haber sentido los analistas de inteligencia de la Agencia cuando leyeron al exmilitante radical italiano escribir que “Los Estados Unidos no pueden, e, incluso, ningún Estado-nación puede hoy, constituir el centro de un proyecto imperialista. El imperialismo ha concluido. Ninguna nación será líder mundial, del modo que lo fueron las naciones modernas europeas”[8].
Igualmente, en algo debe haber ayudado para su promoción mundial el hecho de que la obra sentenciara: “Aún si fuesen reluctantes, los militares norteamericanos tendrían que responder al llamado en el nombre de la paz y el orden. Esta es tal vez una de las características centrales del Imperio–es decir, que reside en un contexto mundial que continuamente pide por su existencia. Los Estados Unidos son la policía de la paz, pero sólo en última instancia, cuando las organizaciones supranacionales de paz llaman por una actividad organizacional y un complejo articulado de iniciativas jurídicas y organizativa”[9].
Por sus consecuencias prácticas, difícilmente estas corrientes de pensamiento podrían llegar a constituir un horizonte de liberación para los explotados del mundo. He ahí su importancia, función y especial promoción e inserción en los círculos académicos pretendidamente progresistas: erradicar el pensamiento revolucionario, enemigo de la explotación de los pueblos. La CIA lo sabía y ha reconocido su apoyo a intelectuales de izquierda no comunistas en las ciencias sociales[10].
Independiente de lo ya señalado, si ese proceso de conversión había comenzado lentamente décadas antes, la cantidad de renegados y conversos estalló vertiginosamente tras la implosión del primer país de “obreros y campesinos” del mundo. De pronto, la gran mayoría de los antiguos militantes marxistas disolvieron sus partidos, cambiaron sus nombres y saltaron al campo de la socialdemocracia con la rapidez del sálvese quien pueda.
Se volvió prestigioso en el mundo académico decretar el fin de la dialéctica, de la lucha de clases, de los grandes relatos, del carácter de clase del Estado, del imperialismo e incluso del sujeto revolucionario. Estas ideas “nuevas”, que no son más que la consecuencia de la victoria ideológica del enemigo, siguen moldeando el ideario de grupos estudiantiles de izquierda hasta el día de hoy, los que reivindican como fortaleza su debilidad.
De ausencias y el deseo de existir, aun sin propósito
En Chile, durante los años noventa, los gobiernos de la Concertación solían ser sindicados habitualmente como gobiernos “de izquierda”, a pesar de su práctica neoliberal. Lamentablemente, a pesar de que la situación política había cambiado radicalmente, el pueblo y los trabajadores seguían confiando en sus partidos históricos. Cómo no, si se encontraba el partido de Allende entre éstos.
Eduardo Boeninger, exministro de Patricio Aylwin, escribió un libro en el cual rememora con total sinceridad el modo por el cual se fue gestando el abandono del proyecto político de las fuerzas opositoras a Pinochet.
En sus palabras “el éxito económico postrero del régimen militar influyó significativamente en las propuestas de la Concertación, generando de hecho una convergencia que políticamente el conglomerado opositor no estaba en condiciones de reconocer”[11]. A continuación, asegura que esta confluencia ideológica comenzó a darse debido a la mayor frecuencia con la que se comenzaron a formar dentro de universidades norteamericanas. Añadiendo que este proceso se extendió a los teóricos del Partido Socialista a medida que el exilio les hizo valorar el capitalismo europeo occidental[12].
Sin una propuesta alternativa de sociedad que plantear a las masas, la misión fundacional de la izquierda chilena dejó de existir. Solo le quedaba limitarse a proponer atenuar los efectos más perniciosos del modelo. El viejo debate entre reforma y revolución se canceló, pues el objetivo estratégico ya no existía. Sin embargo, las contradicciones del sistema y los antagonismos de clase siguen existiendo.
Marx continúa vivo, por más que sus enemigos lo entierren cada año. La historia no se detiene y las causas de la rebelión de los pueblos siguen sin resolverse. Por esta razón, periódicamente, las masas salen a hacer política al tomarse las calles y ejercer movilización radical. Todo mientras actualmente se sigue desarrollando una crisis de representación política que no encuentra solución.
Una izquierda con proyecto socialista hubiera avivado la revuelta estudiantil del año 2011, trabajando por articularla con más sectores sociales en lucha, buscando conectarla con la clase trabajadora, para dar paso a una confrontación de carácter político que trascendiera su fase reivindicativa, en busca de desbordar el sistema para generar una crisis orgánica.
No obstante, sin nada que ofrecer, ni brújula programática, los dirigentes de izquierda se vieron forzados a conducir el descontento callejero hacia las mesas de trabajo de la burocracia estatal, entrampando la proyección de lucha y llevando la movilización a una etapa de reflujo. “Hay que obtener ganadas concretas”, se decía en esa época. Logros que no llegaron, pero que les permitió a algunas de esas fuerzas presentarse a las siguientes elecciones en mejor pie, apropiándose de las consignas de la movilización, expropiando la rebeldía, por un tiempo.
Eventualmente el descontento acumulado volvería a explotar de modo más radical en 2019, generando el pánico de la burguesía y de la derecha, cuyo gobierno asesino luchaba por no derrumbarse. Sin embargo, nuevamente la protesta fue cooptada por algunos personeros de izquierda, cuando, sin consultarle a nadie, pactaron con los verdugos, y lograron reconducir la furia catártica de las masas hacia nuevos cauces, bajo promesas de cambios institucionales. Esto entregó el tiempo suficiente a las fuerzas reaccionarias para recomponerse, recuperarse, pasar a la ofensiva y, con responsabilidades compartidas, dirigirnos hacia otra contundente derrota popular en septiembre de 2022, así como a un resurgimiento de la extrema derecha.
Durante las jornadas de la rebelión de octubre los representantes del poder y los medios de comunicación se deshacían en disculpas. Incluso el expresidente Piñera pidió perdón públicamente. El desconcierto era tal que llovían autocríticas: que no sabían que la desigualdad molestaba tanto, que habría que compartir los privilegios, que no lo habían visto venir. Hoy, reorganizados y empoderados, tras una tregua inútil en la cual el pueblo no ganó nada, la derecha hizo su regreso triunfal más violenta y antipopular que antes.
A las masas que cuando estuvieron a la ofensiva le presentaban excusas, hoy, al estar desmovilizadas, las mencionan solo como grupos de delincuentes, vándalos y lumpen. Incluso presentan proyectos de ley para que Carabineros pueda portar ametralladoras, subametralladoras y metralletas como arma de servicio, a pesar de la herida abierta por las violaciones a los Derechos Humanos en 2019. Todo sin que se genere escándalo político. Estas son parte de las consecuencias de la cooptación ejercida contra el pueblo en un momento clave de la historia. Llegar al gobierno no es llegar al poder.
Ya sin proyecto ni alternativa de sociedad, la izquierda ha sobrevivido asegurando algunas victorias, al promoverse como la vanguardia de las políticas de la diferencia, proponiendo generar espacios inclusivos allí donde la sociedad generalmente marginara a determinados grupos sociales. Sus propuestas más conocidas pasan por asegurar cuotas o escaños reservados en los órganos de decisión. Pero, al menos en Chile, hemos llegado al extremo de la ineptitud política y pérdida de iniciativa, entregando incluso estas políticas de la diferencia a los sectores conservadores o reaccionarios de la sociedad.
De este modo, los grupos de izquierda han renunciado a dotar de contenido político las reivindicaciones sociales presentes hoy en la lucha social y ya se vislumbran los resultados negativos: sectores derechistas se apropian de la conducción política de organizaciones migrantes; el feminismo liberal y transfóbico gana terreno invisibilizando las propuestas del feminismo de clase; empresas transnacionales enarbolan los colores del movimiento LBGT+, buscando vender mejor sus productos; entre otros.
Como aclarara Néstor Kohan, creemos que el capitalismo puede permitirse cierto grado de pluralismo y de inclusión social. Es capaz de aceptar, asimilar o intentar cooptar buena parte de las políticas de la diferencia, en una dimensión deformada de las mismas, pero lo que nunca podrá hacer, sin autodestruirse, es abolir la explotación de clase[13]. Esa es la razón por la que las izquierdas contemporáneas latinoamericanas, atrapadas en la periferia capitalista dependiente, pero ciegas a su realidad, no pueden cumplir sus ambiguas promesas electorales de cambio social, sin importar que ganen una elección presidencial u obtengan la mayoría parlamentaria.
Todo aquello resulta irrelevante. Sin un programa socialista, sin sujeto revolucionario, a final de cuentas, terminan ejerciendo como decoradores de ambiente en el manicomio capitalista. Esto es así pues, al decir de la historiadora Ellen Meiksins “Mientras que todas las opresiones pueden tener las mismas demandas morales, la explotación de clases tiene una condición histórica diferente, una ubicación más estratégica en el centro del capitalismo; y una lucha de clases puede tener un alcance más universal, un mayor potencial para impulsar no sólo la emancipación de la clase, sino también otras luchas de emancipación”[14]. Es a través de la lucha de clases que debemos articular todas las luchas sociales, dotándolas de contenido anticapitalista, para golpear unidos al enemigo común.
Ser como ellos o ser quienes somos
Carentes de contenido transformador, los dirigentes de izquierda contemporánea han optado regularmente por arrimarse a símbolos, experiencias de luchas pasadas o a personajes históricos para identificarse con antiguas glorias populares, buscando ser concebidos como herederos de éstas. Miles de chilenos vieron esperanzados al presidente Gabriel Boric posando frente al busto de Allende, quien luego se declararía socialista libertario americanista chileno.
Esto tras ganar las elecciones con un programa de gobierno que recibió millones de votos, el cual señalaba “Cada avance popular, desde los más cotidianos hasta los más conocidos, han sido el resultado de la lucha decidida […] (como) el pueblo mapuche y su lucha inclaudicable”[15]. Postura que había sido precedida por publicaciones de su partido político en redes sociales exigiendo un Wallmapu libre, así como una Agenda Anti-Represión que incluyera derogar la Ley de Seguridad Interior del Estado; la Ley Antibarricadas y el Control Preventivo de Identidad.[16]
En un giro dramático, a tan solo meses de haber asumido como gobierno, decidieron invocar la Ley de Seguridad Interior del Estado contra un histórico dirigente mapuche, el cual poco después sería detenido por la policía. Por otra parte, incumpliendo su compromiso de solucionar el conflicto a través del diálogo, actualmente el gobierno ha renovado el Estado de Excepción en La Araucanía en tantas oportunidades que, a pesar de sus antiguos reclamos contra la militarización de Wallmapu, ya han mantenido a las Fuerzas Armadas ocupando el territorio por más tiempo del que las tuvo el expresidente Piñera.
Recientemente el presidente visitó la zona en conflicto, acompañado del General Yáñez. Fue reportado que se reuniría con alcaldes, empresarios y víctimas de violencia rural de la provincia de Malleco. Un escenario muy distinto al de su visita juvenil en 2016, cuando publicó en Twitter que se encontraba en territorio liberado de Temucuicui, sosteniendo una bandera mapuche.
Ahora, en su retorno como mandatario, rodeado de un público muy distinto, anunció un plan de Seguridad por $20.929 millones de pesos para mejorar la vigilancia en la Ruta 5 Sur y permitir el control permanente de Carabineros en zonas prioritarias[17]. Otorgándole más atribuciones en el Wallmapu a aquella policía que su programa de gobierno prometía refundar[18]. De modo que el pueblo que votó por refundar Carabineros y desmilitarizar el Wallmapu obtuvo exactamente todo lo contrario ¡Y todo en casi medio año!
Sin duda estos espectaculares virajes no son el resultado de la maldad de uno o más individuos. Son la consecuencia práctica de no tener un proyecto de sociedad que ofrecer; el resultado de alcanzar acuerdos sobre lo que se rechaza: “No más neoliberalismo”, sin haber llegado a discutir jamás con el pueblo una alternativa sobre lo que sí se anhela, y cómo llevarlo a cabo.
Enfrentado al desafío de ser gobierno, las consignas de Twitter no demostraron ser suficientes para conducir políticamente el país, por lo que el presidente se vio obligado a salvar su situación política descansando en el automovimiento de la burocracia; ocupando como referentes a quienes le precedieron; gobernando como lo hubiera hecho el gobierno anterior, o el anterior a ese, o el que vino antes.
No ha sido la base social del gobierno la que se ha separado de éste; ha sido el gobierno quien ha alienado a su base social, legitimando en su discurso y acción las líneas programáticas e ideológicas de la derecha chilena, al buscar ampliar su apoyo hacia el centro político. El problema de dicho razonamiento es que supone que todas las personas tienen una postura política asumida y, por tanto, que ya se cuenta con la izquierda, la que no alcanzaría para sostenerse. Sin embargo, hoy en día, las grandes mayorías no se asumen fijamente en un lado u otro del espectro político, por lo que sintonizar con las masas no pasa por buscar ni a la izquierda, ni al centro. Sino por plantear una política que interprete los intereses de clase del pueblo.
Como señalara Marx y Engels “Mientras que en la vida vulgar y corriente todo tendero sabe perfectamente distinguir entre lo que alguien dice ser y lo que realmente es, nuestra historiografía no ha logrado todavía penetrar en un conocimiento tan trivial como éste. Cree a cada época por su palabra, por lo que ella dice acerca de sí misma y lo que se figura ser”[19], reflexión que deberíamos utilizar también respecto a las fuerzas políticas. Hasta que ello ocurra, en este contexto concreto, el eje izquierda-derecha tenderá a confundir más las cosas frente a las masas.
Los nuevos referentes populares harían bien en volver a hablarle directamente a las clases y grupos sociales, en vez de diluirse en el paraguas de la identidad de izquierda. Así, será mejor formar partidos o Frentes de Trabajadores, cuyo trabajo se vuelque hacia los obreros, campesinos, obreros agrícolas, pequeña burguesía radicalizada o empobrecida y pueblos indígenas. Generar frentes de lucha de estudiantes populares, profesionales, pobladores, feministas, artistas, intelectuales, migrantes, pensionados, desempleados, dueñas de casa, ex revolucionarios. Todos grupos oprimidos por distintas facetas del mismo enemigo.
Se deberá tender a articular plataformas abiertas que potencien las organizaciones que ya existen o crear nuevas donde no las haya, buscando generar vínculos entre éstas que permitan ir dándole un carácter de clase independiente a su accionar, con miras a establecer estructuras superiores de coordinación. Lo anterior no será posible apelando al pueblo como miembros de una etérea ciudadanía plural. Deberá trabajarse respecto a lo que verdadera y específicamente son, estimulando su agrupación en base a sus urgentes intereses. Unidad, pero en función de objetivos claros que apunten a la liberación social.
Creo que dicha propuesta táctica resultará particularmente útil para volver a generar grados de conciencia de clase, involucrar a las masas en política, aclarar las aguas que han sido enturbiadas, preparándonos para enfrentar de mejor manera el avance y relegitimación de los sectores más reaccionarios de la sociedad.
Pero, además, adelantándonos al desprestigio que le heredará al concepto de “izquierda política” un gobierno de izquierda que, con sus hechos, expresó que no creía en sus ideas; que estas funcionaban bien para ganar elecciones en tiempos universitarios, pero que a fin de cuenta no eran aplicables a la realidad. Enfrentados a la práctica concreta, al desafío de gobernar, optaron por adoptar una multiplicidad de políticas que antes hubieran criticado fervientemente, renunciando a parte de sus ideales. Dejando el socialismo libertario americanista chileno bien guardado, como un marcador de libros entremedio de páginas de desteñida poesía.
De las derrotas se sale luchando
Finalmente, hay que atender el hecho notorio de que mientras la izquierda se ha moderado, aceptando como ciertos los mitos pluralistas de la democracia burguesa, la derecha, que ya no se ve en la necesidad de usar un discurso conciliador, al contrario, ha aprovechado de radicalizarse, corriendo el cerco de lo aceptable en la discusión pública.
Lo han hecho levantando proyectos políticos ultrareaccionarios dirigidos por sujetos como Trump o Bolsonaro, sujetos impresentables que, a pesar de todo, han logrado la valoración pública de la derecha chilena, generando reuniones con la presidenta de la UDI y un constante apoyo de José Kast en nombre de “la libertad”. El mismo José Kast que libertariamente proponía crear una zanja para resolver la inmigración; el mismo que se rodeó de sujetos como Johannes Kayser y Gonzalo de la Carrera, autores de vomitivas frases celebrando las violaciones a los Derechos Humanos, así como de discursos de odio contra las mujeres e inmigrantes, mientras siguen cómodamente en sus cargos.
Frente a esta amenaza la izquierda se ha quedado perpleja y confundida. Se pregunta aturdida: “Si se supone que el pueblo de Chile gravita en el centro político, ¿por qué tanta gente vota por radicales de derecha?”. Pues porque las masas lo han intentado todo por abrirse paso en la escena política y nada ha dado resultado, agudizando la crisis política.
Ni votar por la izquierda, ni encabezar una rebelión logró sus objetivos, incrementando su odio y desapego por las instituciones. Frente a esto, solo la extrema derecha plantea con un discurso supuestamente “antisistema”. Y frente a un gobierno que cedió a los ejes programáticos de la derecha, legitimándolos discursivamente, la consecuencia lógica será el crecimiento de estos sectores.
Entonces ¿Qué hacer? ¿Ignorarlos y hacer como que no existen? ¿Denunciarlos con comunicados? ¿Seguir indignándonos moralmente desde Instagram? A mi juicio, la única forma de vencer a esta nueva extrema derecha será enfrentándola decididamente. Y eso implica tareas:
Oponerles un proyecto de sociedad: Al fuego del odio capitalista, se le apaga con la fuerza del agua socialista. Es necesario imaginar y construir un Programa Socialista concreto. En su página web, Convergencia Social, declara que se encuentra comprometida con la consecución de una sociedad socialista, a través de la socialización de la producción[20]. Esta claridad es destacable y da luces sobre la consecuente postura de su militancia. Ahora, lo que queda por hacer es definir qué implica en concreto ese socialismo para Chile. Qué tipo de socialización promoveremos y cómo se llevará a cabo.
Por supuesto que la praxis misma irá moldeando el carácter del futuro socialismo chileno, pero debemos avanzar programáticamente y reencontrarnos con las masas en el proceso. Hará falta crear organismos de discusión amplios y públicos, con participación popular, que estudien científicamente las características objetivas de nuestra realidad social, su composición de clase, sujeto revolucionario actual, alianzas de clase posibles, limitaciones estructurales y objetivos.
Una convocatoria abierta de estas características generaría un impulso enorme para la aglutinación del pueblo, la educación política de sus integrantes, la moralización del pueblo tras el fallido plebiscito y, principalmente, iniciaría el camino para salir de la derrota histórica sufrida en los noventa. De las conclusiones que se plasmen en el Programa, emergería el futuro de las luchas sociales en Chile. Un verdadero proyecto de sociedad desde, por y para los explotados.
Confrontar sus ideas en todos los espacios posibles. Cada vez que expresen sus propuestas de odio, estas deben tener una respuesta inmediata, contundente, argumentada y frontal. De ser posible en los medios de comunicación masiva, pero también en las redes sociales, en las reuniones de organizaciones populares, en las conversaciones cotidianas.
Incentivar la formación política –para no caer en un democratismo estéril– y pasar a la acción. No se ensancha la democracia permitiendo una reunión de neonazis en nuestros espacios de estudio. Si la extrema derecha intenta realizar actividades en nuestros liceos, universidades, poblaciones, lugares de trabajo, los militantes deben coordinarse con las masas para acudir juntos a expulsarlos. Y de no ser posible, escrachar la actividad. Debemos condenar, arrinconar y combatir a la extrema derecha, incentivando la participación de la mayor cantidad de organizaciones sociales, políticas y sujetos independientes.
Discutir con respeto, pero radicalmente, con las facciones socialdemócratas que habitan nuestras organizaciones y partidos. De ser necesario, expulsarles. Su liderazgo nos ha conducido hasta esta crisis. Es hora de superar sus limitaciones y retomar la iniciativa hacia la construcción del Socialismo.
No limitarse a reproducir tradiciones. Allí donde hemos fallado históricamente, se requerirá autocrítica y llenar vacíos. Desde cómo defender un gobierno hasta cómo enfrentar al narcotráfico y la delincuencia, apoyándose en la organización de masas y la exaltación de valores socialistas, en contraposición a la decadencia y moda gangsteril, derivada de una visión capitalista del éxito individual.
Notas
[1] Andrea Vial Herrera. Gabriel Boric, presidente electo de Chile: “No espero que las élites estén de acuerdo conmigo, pero sí que dejen de tenernos miedo”. BBC Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-60083855
[2] Ludwig Von Mises. Liberalism: The Classical Tradition. (USA: Liberty Fund Inc, 2005), página 30.
[3] Central Intelligence Agency, France: defection of the leftist intellectuals. CIA. Página 11. https://www.cia.gov/readingroom/docs/CIA-RDP86S00588R000300380001-5.pdf
[4] Ibid. Página 5.
[5] Partido Comunista de Francia.
[6] Ibid. Página 4
[7] Ibid. Página 6
[8] Antonio Negri y Michael Hardt, Imperio. (Chile: Escuela de Filosofía Universidad ARCIS, 2000), Página 4
[9] Ibid. Página 138.
[10] Frances Stonor Saunders, La CIA y la guerra fría cultural. (Madrid: Editorial Debate, 2000) Página 204. Disponible online en https://www.nodo50.org/cubasigloXXI/b2-img/saunders_la_cia_y_la_guerra_fria_cultural.pdf
[11] Eduardo Boeninger. Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad (Santiago: Andrés Bello, 1997), página 369
[12] Ibíd.
[13] Néstor Kohan. Nuestro Marx. (España, Oveja Roja, 2013), página 33.
[14] Ellen Meiksins. Democracia contra capitalismo. La renovación del materialismo histórico. (México, Siglo XXI, 2000) páginas.304-305.
[15] Gabriel Boric. Propuestas programáticas para el nuevo Chile 2022-2006. Página 2.
[16] Convergencia Social, Perfil de Instagram. 5 de enero de 2021.
[17] Gobierno de Chile. Presidente Boric inicia gira por La Araucanía dando a conocer anuncios en seguridad, inversión y reparación a víctimas de violencia rural. Gob.cl. https://www.gob.cl/noticias/presidente-boric-inicia-gira-por-la-araucania-dando-conocer-anuncios-en-seguridad-inversion-y-reparacion-victimas-de-violencia-rural/
[18] El Siglo, Boric: Los 53 “cambios concretos” para vivir mejor. El Siglo. https://elsiglo.cl/2021/11/01/boric-los-53-cambios-concretos-para-vivir-mejor/
[19] Carlos Marx y Federico Engels. La Ideología Alemana. (Barcelona: Grijalbo S.A., 1974), página 55
[20] Convergencia Social, Principios. Página oficial. https://convergenciasocial.cl/principios/