FUNDACIÓN CULTURA ESTRATÉGICA
En mayo de 2014 los fascistas del régimen de Kiev arrojaron artefactos incendiarios al edificio de los sindicatos prendiéndole fuego. La intención deliberada de los neonazis era quemar a todos los que estaban dentro. El odio mostrado por los atacantes fue espantoso. Varias de las personas que se encontraban en el edificio intentaron escapar de las llamas saltando por las ventanas. Cuando sus cuerpos se estrellaron contra el suelo, la multitud enloquecida los apaleó hasta matarlos.
Esta semana se cumplió el noveno aniversario de la espeluznante masacre de 42 civiles en Odessa a manos de fascistas ucranianos. Solo unas semanas antes, los líderes políticos de los fascistas habían dado un violento golpe de Estado en Kiev.
La barbarie de la atrocidad de Odessa fue indescriptible, pero emblemática del régimen fascista respaldado por la OTAN que tomó el poder ilegalmente en febrero de 2014.
Significativa y vergonzosamente, los medios de comunicación y los gobiernos occidentales apenas mencionan ese horror, o si lo hacen, tienden a distorsionar el incidente y acusan típicamente, aunque sin fundamento, a Rusia de desinformación.
El 2 de mayo de 2014, cientos de manifestantes que protestaban en Odessa contra el régimen fascista de Kiev se vieron envueltos en violentos enfrentamientos con partidarios del régimen. Miles de paramilitares de extrema derecha pertenecientes al Sector Derecho neonazi habían sido transportados desde el norte hasta la ciudad portuaria meridional de Odesa, en el mar Negro, con la excusa de asistir a un partido de fútbol.
Durante todo el día se sucedieron los enfrentamientos callejeros, con intercambio de adoquines, cócteles molotov y disparos de ambas facciones. Al anochecer, la multitud pro-rusa, más numerosa, se concentró en una tienda de campaña cerca del edificio de los sindicatos de la era soviética, en el centro de Odessa. El campamento era una reunión pacífica en la que había mujeres y niños. Llevaba varias semanas manifestando su oposición a los acontecimientos del Maidán en Kiev.
Los manifestantes se oponían al golpe de Estado que semanas antes se había dado en Kiev, en el llamado movimiento EuroMaidan. El 20 de febrero, una espantosa masacre perpetrada por francotiradores en Kiev (que más tarde se descubrió que había sido llevada a cabo por fascistas respaldados por la CIA) provocó el derrocamiento del presidente electo Víktor Yanukóvich. Éste había mantenido relaciones amistosas con Rusia, que las facciones ucranianas de extrema derecha aborrecen. El gobierno de Yanukóvich contaba con el firme apoyo de los ucranianos de origen ruso, principalmente en el sur y el este del país.
Muchos ucranianos se opusieron desde el principio al régimen fascista que llegó al poder en Kiev en febrero de 2014 y que prevalece hasta hoy, con el presidente, Vladimir Zelensky. Los manifestantes de Odessa consideraban que los nuevos gobernantes no habían sido elegidos y eran ilegítimos. También temían a las facciones neonazis que glorificaban abiertamente a figuras ucranianas como Stepan Bandera, que había colaborado con la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial en el asesinato en masa de sus propios compatriotas.
Por eso, los habitantes de la península de Crimea votaron en referéndum en marzo de 2014 a favor de separarse de Ucrania y unirse a la Federación Rusa. En otras partes de Ucrania, la región sudoriental de Donbass también repudió al régimen de Kiev y su hostilidad «antirrusa». En mayo de 2014, el régimen de Kiev procedió a lanzar su llamada Operación Antiterrorista contra las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk con el respaldo del entonces jefe de la CIA, John Brennan, en una visita al país. El vicepresidente de Estados Unidos en aquel momento era Joe Biden, que actuó como hombre clave de Washington para la instalación del nuevo régimen. Aquella agresión marcó el inicio de la guerra civil en Ucrania que culminó en el actual conflicto con Rusia, y la unión el año pasado del Donbass y las regiones vecinas a la Federación Rusa.
Este era el contexto en Ucrania en mayo de 2014. El país estaba sumido en la confusión y en una división étnica y política. Ciudades como Odessa tenían fuertes vínculos históricos y culturales con Rusia. La ciudad, conocida como la Perla del Mar Negro por su histórica economía, fue fundada en 1795 por Catalina la Grande, emperatriz de Rusia.
Cuando los golpistas respaldados por la OTAN tomaron el poder en Kiev en un sangriento golpe de Estado y empezaron a organizar marchas con antorchas al estilo nazi, muchos habitantes de etnia rusa de Ucrania y de otros países se horrorizaron. Odessa era una de esas ciudades con una gran población rusa. La ciudad había sufrido asesinatos en masa a manos de los escuadrones de la muerte nazis Einsatzgruppen SS y sus secuaces locales.
Esta vez los fascistas del régimen de Kiev arrojaron artefactos incendiarios al edificio de los sindicatos prendiéndole fuego. La intención deliberada era quemar a todos los que estaban dentro. El odio mostrado por los atacantes neonazis fue espantoso. Varias de las personas que se encontraban en el edificio intentaron escapar de las llamas saltando por las ventanas. Cuando sus cuerpos se estrellaron contra el suelo, la multitud enloquecida los apaleó hasta matarlos.
En total, 42 personas fueron asesinadas en la masacre del edificio de los Sindicatos. Ni uno solo de los atacantes fue procesado. El régimen de Kiev se negó a llevar a cabo una investigación.
Sin embargo, el horror de aquel día fue un punto de inflexión para muchos ucranianos y rusos. Reveló la horrible naturaleza del régimen que se había hecho con el poder en el país y su vil hostilidad fascista hacia Rusia.
Este es el régimen que Washington y sus socios de la OTAN llevaron al poder. Desde 2014, ha sido armado y construido para ser una máquina de guerra para agredir a Rusia y borrar todas las conexiones culturales con Rusia.
La masacre de Odessa debe recordarse por el bien de las víctimas de aquel día. Pero también hay que recordarla porque ayuda a explicar el trasfondo de cómo ha surgido el actual conflicto de la OTAN, liderada por Estados Unidos, en Ucrania contra Rusia.
Por esa razón, los medios de comunicación occidentales y sus gobiernos optaron por ignorar cuidadosamente la masacre de Odessa. Su vergonzoso silencio es necesario para ocultar la complicidad criminal de Occidente con los crímenes que sigue cometiendo el régimen de Selensky.