JUAN ANTONIO AGUILAR, CORONEL RETIRADO DEL EJÉRCITO ESPAÑOL.
Esta presentación* pretende sentar las bases para proponer políticas desde una «potencia media» como España ante una drástica transformación «como no hemos visto en 100 años» (Xi Jinping).
El tema de nuestro tiempo (1) La transición de un mundo unipolar a un mundo multipolar
El año 2020 bien podría convertirse en uno de los más memorables de la historia contemporánea. La humanidad ha sufrido una crisis sanitaria para la que no estábamos preparados. La pandemia incluso,ha afectado la salud mental. Este y otros desafortunados acontecimientos del último tiempo han provocado profundos cambios en el panorama internacional. Hoy en día, sus consecuencias pueden observarse en todo el mundo, especialmente en Ucrania. La encarnizada lucha que allí se desarrolla está dando paso a los acontecimientos que determinarán el futuro de la política mundial.
La posibilidad de la caída del viejo mundo unipolar es cada vez más pronunciada. La guerra en Siria, la formación de los BRICS, la Declaración de Samarcanda, entre otros, son indicativos de ello. Este modelo de mundo ha nacido muerto a causa del afán de dominación estadounidense. La idea era bastante simple. Por un lado, ese orden mundial «llenaba» el vacío de poder global resultante del colapso del bloque soviético. Por otro lado, sólo había una nación excepcional (que se creía la más importante del mundo) que estaba desarrollando y construyendo su poder. Como resultado, inmediatamente intentó imponer su hegemonía a todos los demás, lo que contradecía los principios de la historia de la civilización humana y hacía caso omiso de sus propias leyes y acuerdos.
Intervenciones militares como las guerras de Irak y Afganistán pusieron de manifiesto las limitaciones del poder económico y militar de Estados Unidos, así como el estancamiento de su planificación geoestratégica. Esa política agresiva ha dado lugar a un caos generalizado, cuyas secuelas seguimos experimentando al día de hoy. El mundo se parece cada vez más a un volcán que retumba y está claramente al borde de la erupción, amenazando la estabilidad global. Esta amenaza crece cada día, y sus consecuencias son difíciles de predecir. Ningún país está a salvo de ellas. Y la elevada inflación mundial a la que nos enfrentamos es sólo un atisbo de lo que nos depara el futuro. Se avecina una crisis económica que afectará a todos, incluso a Estados Unidos.
Mirando hacia atrás en la historia, podemos descubrir que el colapso de los grandes imperios del pasado (romano, español, británico, otomano musulmán, etc.) se inició desde dentro. Por lo tanto, no debería sorprendernos si a medio o largo plazo el gigante norteamericano se fragmenta en un vasto mosaico de taifas opuestas entre sí 2. La vieja Europa también se enfrenta a un futuro difícil. El «Jardín «3 está atrapado en una red de desolación, y todos los logros y planes ilusorios que ayudaron a Europa a experimentar uno de sus periodos más exitosos de la era moderna están en entredicho.
También hay que tener en cuenta la creciente determinación de grandes potencias emergentes, como China, India, Rusia, Irán o Turquía, de alzarse contra la hegemonía occidental. Parece que, por primera vez desde la derrota del Imperio Otomano a manos del Imperio Ruso en la Guerra de Crimea (1766-1772), la dominación occidental se acerca a su fin.
Los innumerables conflictos cotidianos, la competencia por los recursos energéticos, las ineficaces instituciones supranacionales plagadas de burocracia y subyugadas por las grandes potencias, el aumento incesante de la pobreza, la ausencia de un sistema normativo común que rija el sistema global y, sobre todo, el miedo de la gente nos indican que estamos entrando en una nueva era global. El pensador italiano Antonio Gramsci dijo una vez que cuando «el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer, en ese claroscuro surgen los monstruos. Estas palabras explican lo doloroso del nacimiento de una nueva era.
La única forma de comprender plenamente el mundo en que vivimos es recurrir a la geopolítica. Este enfoque puede ser incluso el más adecuado, o al menos el que mejor puede ayudarnos a comprender la compleja situación a la que nos enfrentamos hoy en día. Hay que tener en cuenta que los acontecimientos actuales son sólo el principio de lo que está por venir. Se trata de un arco geográfico que se extiende desde el Atlántico hasta China en el este y desde el Ártico hasta la Península Somalí y el Sahel en el sur. Este inmenso territorio va a experimentar el mayor número de conflictos, guerras y actos de terrorismo.
Así de complicadas son las cosas. Mientras tanto nuestro planeta y su población, único en su especie, perece bajo una crisis económica sin precedentes, el nivel de deuda mundial alcanza un máximo histórico de casi 300 billones de dólares.
El mundo no gira únicamente en torno a Occidente, a pesar de que domina la escena internacional desde hace dos siglos. Hay otros países y otras culturas, impulsadas por los vientos de la historia. Estos países trabajan con firmeza y dignidad por presentar al mundo una alternativa a Occidente. Con este objetivo se están creando nuevas organizaciones que se basan en sistemas de valores distintos y que respetan las características únicas de cada nación. En última instancia, debemos iniciar una nueva era: una era de civilizaciones, de diversidad de culturas, basada en la cooperación y el respeto mutuo y en un deseo compartido y continuo de mejorar la vida de la humanidad en su conjunto.
Nos dirigimos claramente hacia un nuevo mundo multipolar, un sistema internacional que debe basarse en el respeto, la cooperación y el diálogo entre culturas y civilizaciones.
Geopolítica y realismo en las relaciones internacionales
Dos factores indiscutibles contribuyeron a lo que se denominó el «retorno de la geopolítica» a finales del siglo XX. En primer lugar, el fracaso del «momento unipolar» que surgió tras el colapso de la Unión Soviética y que culminó con los dramáticos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y sus secuelas. En segundo lugar, la insuficiencia del enfoque, la metodología y los paradigmas de las ciencias sociales, que no han sido capaces de ofrecer una base teórica que explicara estos acontecimientos. Este factor nos ha llevado al conflicto actual y al fracaso de la globalización en la forma en que fue concebida en los años del «momento unipolar».
La globalización y el gobierno global ya ha empezado a fracasar, esto es porque ciertos «espacios» (territorios) han quedado fuera del control de las potencias dominantes. En otras palabras, estos espacios han vuelto a ser objeto de análisis … Pues bien, la ciencia que estudia la influencia de los espacios en la sociedad se llama geopolítica.
También hay que mencionar la necesidad de atenerse a una teoría realista de las relaciones internacionales. Esta teoría considera que el Estado es la entidad suprema de extraordinaria importancia y sugiere que la sociedad y la política se rigen por leyes objetivas basadas en la propia naturaleza humana, que implican dos elementos: hechos y una base racional. En el contexto de esta teoría, esto implica correlacionar los hechos y buscar su significado a través de la razón. La aplicación práctica de la tesis es la siguiente: nos situamos en la posición de un funcionario gubernamental que se enfrenta a un reto de política exterior, exploramos las soluciones disponibles y, basándonos en la lógica, especulamos sobre cuál es la opción correcta. El vínculo esencial entre el razonamiento y los hechos es de interés político, también conocido como poder. Y es el principal indicador de la eficacia de las políticas internacionales.
El realismo clásico se basa en el hecho irrefutable de que el mundo está organizado políticamente por las Naciones y, por tanto, los intereses nacionales son un elemento clave en la formación de un Estado nacional. El mundo está lleno de Naciones que compiten entre sí y luchan por el poder, y toda la política exterior de todas las Naciones está orientada a la supervivencia. Así, se crea un modelo de Estado cuyo objetivo es proteger su identidad física, política y cultural en medio de la amenaza constante de otras naciones.
Otra presunción es que el sistema internacional es anárquico, es decir, que no existe ningún poder por encima de los Estados capaz de controlar sus interacciones. Los Estados deben interactuar entre sí de forma autónoma, en lugar de estar dirigidos por un supervisor supranacional (ya que en realidad no existe ningún gobierno mundial AUTORIZADO). Asimismo, el realismo sugiere que los principales actores en las relaciones internacionales son los Estados soberanos, y no las organizaciones internacionales, las ONG o las empresas multinacionales.
Según la Teoría del Realismo, cada Estado es una entidad racional que actúa siempre de acuerdo con sus propios intereses. El principal objetivo de cada Estado es garantizar su propia seguridad. Por lo tanto, las relaciones internacionales están determinadas por el nivel relativo de poder estatal. Este nivel de poder está condicionado por las capacidades económicas, sociales, mediáticas, científicas, demográficas y militares de un Estado.
La principal contradicción de nuestro tiempo
Todo proceso está siempre lleno de contradicciones, pero sólo una de ellas es la contradicción principal (Mao Zedong). Su existencia y desarrollo determinan o influyen en la existencia y desarrollo de otras contradicciones.
La complejidad del panorama geopolítico mundial se genera por la conexión entre la contradicción principal y las contradicciones secundarias.
A medida que la Anglosfera inicia el proceso de mantenimiento de su hegemonía en el mundo, la contradicción principal pasa a ser entonces la que se produce entre el concepto de unipolaridad y los países que quieren preservar su soberanía. Mientras tanto, todas las demás contradicciones (de clase, ideológicas, sociales, culturales, etc.) pasan temporalmente a un segundo plano.
En cada fase del desarrollo de un proceso sólo hay una contradicción fundamental que desempeñe un papel definitivo. Así, si en un proceso hay varias contradicciones, sólo una de ellas es fundamental. Desempeña un papel determinante definitivo, mientras que las demás son secundarias y periféricas. De ahí que, al estudiar cualquier proceso complicado en el que intervengan dos o más contradicciones, debamos hacer todo lo posible por identificar la principal. Una vez resuelta la contradicción fundamental, todas las demás cuestiones pueden tratarse con relativa facilidad. La contradicción principal en este momento de la historia es la relación entre un mundo globalista unipolar y un mundo patriótico multipolar;
A menudo hablamos de «sustituir lo viejo por lo nuevo». En todo proceso existe una contradicción entre lo nuevo y lo viejo, y genera una lucha llena que produce inestabilidad. El resultado de esta lucha es que lo nuevo transita de lo pequeño a lo grande y se impone; mientras que lo viejo transita de lo grande a lo pequeño y se desvanece gradualmente. Ahora mismo nos encontramos precisamente en este tipo de encrucijada histórica.
Esta contradicción es antagónica porque no es posible ningún compromiso entre los dos conceptos geopolíticos: los implicados representan visiones del mundo radicalmente distintas, y sus objetivos son tan incompatibles y contradictorios que no puede alcanzarse ninguna solución mutuamente beneficiosa. Las contradicciones no antagónicas pueden resolverse mediante una discusión, mientras que las contradicciones antagónicas sólo pueden resolverse mediante una lucha.
Podemos sacar algunas conclusiones de todo lo anterior:
El sujeto histórico de las relaciones internacionales es el Estado-Nación. Los Estados-Nación chocan con el sistema de poder hegemónico UNIPOLAR que se desarrolló como resultado del colapso de la bipolaridad mundial de la Guerra Fría. Existe la llamada ANGLOSFERA (y sus Estados vasallos), también conocida como OESTE.
Este hegemón es un instrumento de ciertas elites globalistas, que pretenden imponer su modelo liberal-capitalista en la mayor parte posible del planeta. En otras palabras, estamos hablando de una sola ideología, una entidad totalitaria llamada GLOBALISMO que persigue sus propios objetivos y busca destruir los Estados-Nación.
Las naciones que no quieren someterse al Globalismo y se rebelan contra él. Esos son los pueblos PATRIÓTICOS que buscan establecer un MUNDO MULTIPOLAR donde varios Espacios/Civilizaciones puedan unirse sobre una base de ganar-ganar, respetando las identidades, valores e historia de todas las culturas.
La confrontación de estas dos cosmovisiones antagónicas es la principal contradicción del momento histórico contemporáneo de la humanidad. Ante una contradicción antagónica, es imposible encontrar una posición «intermedia», «centrada» o «equidistante». Sólo se puede optar por tomar partido, es decir, tomar una DECISIÓN política que automáticamente dividirá a todos en AMIGOS (aliados) y ENEMIGOS.
Categoría política fundamental en las relaciones internacionales: SOBERANÍA
Ya hemos señalado que tomar partido para resolver la contradicción principal requiere una DECISIÓN política. Para que una entidad geopolítica, el Estado-nación, pueda tomar una decisión, debe cumplirse una condición: debe ser soberano. Sin SOBERANÍA, es imposible garantizar ni la libre decisión ni la seguridad de los intereses nacionales.
La soberanía es el poder político supremo, detentado por un Estado independiente, que implica la inaceptabilidad de injerencias externas. De lo contrario, no estamos hablando más que de una forma de vasallaje (independientemente del nombre que lleve). La soberanía es una capacidad que está directamente relacionada con el PODER que el Estado-nación puede desarrollar en cualquier ámbito de la vida.
Cabe señalar, para concluir, que todas las políticas internacionales del Estado y la protección de los intereses nacionales dependen de la presencia de la soberanía. Por consiguiente, es el factor primordial y más importante, y debemos mantener colectivamente la soberanía en el plano internacional.
Un resultado directo de la soberanía es la Doctrina Estrada de las relaciones internacionales (del diplomático méxicano Genaro Estrada). La Doctrina Estrada se basa en la idea de la no injerencia en los asuntos internos de los Estados. Según esta doctrina, los gobiernos extranjeros no pueden condenar las acciones gubernamentales o los cambios de gobierno de otros Estados, ya que esto violaría su soberanía (ya sea buena o mala).
Si queremos que otros Estados respeten nuestra soberanía, debemos ser coherentes y respetar también la suya.
Reconocemos que todo esto suena muy ambicioso, y este proceso requiere tiempo, determinación y recursos. Aunque los retos son grandes, también lo son los beneficios. También somos conscientes de que cada paso que demos debe justificarse para darle sustancia y validez. Es importante dar ese primer paso y hacer una declaración clara: «Esto es lo que necesitamos».
Un mundo multipolar, justo, libre y soberano es lo que necesitamos.
- Presentación del Coronel en retiro el la Primera Conferencia global sobre Multipolaridad
Notas
1.El tema de nuestro tiempo – título de la obra de José Ortega y Gasset sobre la misión de una generación.
2.Taifas – emiratos musulmanes en el sur de España. Existían antes de la Reconquista.
3.El Jardín es una descripción de Europa, extraída del discurso de Josep Borrell del 13.11.2022: «Europa es un jardín… la mayor parte del resto del mundo es una jungla».