Andrés Piqueras, Profesor de Sociología de la Universidad JAUME I
El hegemón en decadencia, EE.UU., se decanta por la guerra en sus múltiples expresiones (económica, militar, mediática-cognitivo-ideológica, cibernética, estratosférica…), como Guerra Total.
Según hemos visto en la Introducción, buena parte de la economía de EE.UU., como la de las potencias centrales del Sistema Mundial capitalista, es ficticio-especulativa. Uno y otras, además, han venido incrementando su invención de dinero “ex-nihilo” desde el último estallido de la crisis en 2007-2008, para hacer como que la economía sigue funcionando.
Pero USA se encuentra en una situación muy delicada pues es el gran deudor del mundo y sus desequilibrios internos son estratosféricos. En 2019 la deuda total estadounidense (pública + privada) alcanzaba casi 70 billones $. La deuda pública USA en 2021 era de casi 25 billones (126,44% del PIB); el déficit fiscal era de más de 3 billones en 2020, 11,62% del PIB en 2021. Frecuentemente al borde de la quiebra, el impago o “default”. Y los acuerdos basados en el gasto familiar, no tienen más recorrido, pues la deuda de los hogares alcanzó en diciembre de 2022 los 17 billones de dólares.
Hasta ahora todo ello no era problema mayor para el hegemón mundial pues su poderío militar y el dólar, que ejerce de moneda de cambio internacional y de reserva de ahorro, hacían que sus deudas fueran incobrables y que sus déficits pudieran enjugarse con el simple hecho de darle a la máquina de seguir imprimiendo dinero de la nada, como continúa haciendo.
Sin embargo a estas consideraciones tenemos que añadir la desinversión productiva y la deslocalización industrial. Estados Unidos se está reduciendo en términos de inversión internacional, fusiones y adquisiciones, logística y moneda. Entre 1945 y 1950 su economía llegó a representar la mitad del PIB mundial, con más de la mitad de las reservas de oro mundiales. Su descenso desde entonces le ha hecho acabar 2022 por debajo del 16% del PMB y la previsión es que no llegue al 15% en 2026 (los cálculos más optimistas le sitúan en torno al 20%). De igual manera, la cuota del dólar en las reservas mundiales pasa del 73% en 2001 al 55% en 2021, y al 47% en 2022. En este último año la cuota del dólar cayó 10 veces más rápido que la media de las dos últimas décadas. Todos los países más o menos soberanos han empezado a dejar de acumular reservas en dólares. Esto implica un creciente obstáculo a la capacidad de Estados Unidos para financiar su guerra híbrida mundial, que se sustenta en su monopolio de la emisión de divisas. Billones de dólares previamente impresos en los Estados Unidos están regresando a casa y esto contribuye a disparar la inflación. Y la negativa de los acreedores externos a comprar bonos del Tesoro significa que se acentúa bien el peligro de quiebra bien el de hiperinflación debido al colapso de la pirámide financiera y la enorme deuda estadounidense.
Ya vimos que el crecimiento de más de cuatro veces de la base monetaria después de 2008 (invención de dinero “ex nihilo”) no se tradujo en un repunte de la economía estadounidense, ya que la mayor parte de la emisión monetaria se convirtió en burbujas financieras infladas. En cambio, China ha logrado una monetización mucho mayor de la economía al tiempo que aumenta la inversión en el desarrollo de su sector real, creando contornos reproductivos mucho más eficientes de la acumulación de capital.
Todo indica, por consiguiente, que la continuación del modelo de crecimiento “occidental” (y muy especialmente de EE.UU.) ligado a la desindustrialización y a una economía parasitaria del resto del planeta, deja de ser viable. La “reindustrialización descarbonizada” que dice querer buscar el Bloque Occidental no parece tampoco muy al alcance, frente al corte de suministros energéticos y mercancías baratas procedentes de Asia. Requeriría, además, de inversiones colosales y exigiría altas dosis de planificación, entre muchas otras razones para poner el sector financiero al servicio de una economía centrada en la producción de bienes y servicios públicos, lo cual hoy por hoy se vislumbra lejano en el tipo de capitalismo que se ha ido imponiendo por selección estructural interna (ante la caída del valor) en las formaciones centrales del Sistema. El conjunto de estas circunstancias afectará de manera decisiva a los “pactos sociales” internos en las formaciones centrales del capitalismo, cuya tendencia es aexperimentar una profunda degradación de sus políticas de integración y complicidad de las poblaciones, así como de su “seguridad social”.
Si observamos ahora la situación desde una perspectiva más amplia, los BRICS representan un 31,5% del PIB mundial, según datos de Acorn Macro Consulting, consultora británica que afirma que hoy las formaciones socio-estatales del G7 aportan un 30,7% del PIB global, es decir, menos que las del bloque BRICS (recordemos que la participación respectiva del grupo G-7 y «aliados» y la de los BRICS y países que solicitaron oficialmente su membresía en el bloque en 2023, era del 58% y del 25% del PIB mundial, respectivamente, en 1992). Por su parte, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) congrega una cuarta parte del PIB mundial y abarca cerca del 44% de la población del planeta. Antes de que acabe esta década, cuatro de las cinco mayores economías del mundo serán asiáticas, en términos de paridad de poder adquisitivo, y EE.UU. ya no ocupará el primer lugar, ni siquiera en términos de PIB bruto.
A diferencia de la “diplomacia coercitiva”, de la recurrente agresión económica y de la permanente injerencia política, cuando no directamente militar, que lleva a cabo EE.UU. en el mundo, la Estrategia para la Asociación Económica conocida como BRICS 2025, se propone como una plataforma para la conformación de un escenario multipolar capaz de respetar las particularidades nacionales y las soberanías. El programa, que fue recalcado por Xi Jinping en la inauguración de su reciente Cumbre, consta de tres ejes centrales: la seguridad concertada, el desarrollo global sostenible y el comercio justo sin proscripciones ni sanciones.
Respecto a la primera dimensión, se propone instaurar un concepto de seguridad común, integral, cooperativa y sostenible que respete la integridad y autonomía territorial de todos los países. El proyecto, que se titula Iniciativa para la Seguridad Global (ISG), pretende establecer modelos multilaterales de negociación.
El segundo eje remite a un desarrollo global sostenible y está basado en la exitosa experiencia china de crecimiento e inclusión. Propone reforzar la coordinación de las políticas macroeconómicas con la ayuda del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) y el aporte de los Acuerdos de Reserva de Contingencia (ARC). El ARC buscará garantizar un esquema de protección financiera mundial para contener la volatilidad de los mercados ante la retirada de inversiones, fuga de capitales o ataques especulativos sobre monedas nacionales. Por su parte, el NDB buscará paliar los déficits de infraestructura. Su esquema para los próximos cuatro años contempla la asistencia financiera para los países miembros por un total de 30.000 millones de dólares, o su equivalente en una potencial canasta de monedas de los países miembros.
La tercera dimensión es la del comercio, orientada a superar los esquemas de discriminación basados en sanciones unilaterales e imposiciones político-ideológicas.
Este tipo de “nuevo Bandung”, (ya veremos si de una suerte de Tricontinentalrenovada), se debe esta vez sobre todo a China, que ha aumentado más y más su peso en la economía mundial.
Su proyectada Ruta de la Seda o “Un Cinturón una Ruta”, cubriría, de completarse, al 65% de la población mundial, mediante conexiones con más de un centenar de países de los cinco continentes. Involucraría un tercio del PIB global. Movilizaría una cuarta parte de los bienes planetarios, suponiendo algo así como un tipo de “New Deal” a escala global capaz de insuflar algo más de vida al capital productivo, pero también de constituirse en una de las últimas posibilidades de hacer una “reconversión suave” del capitalismo a otro modo de producción.
El gigante asiático se propone crear «un nuevo entorno internacional propicio para salvaguardar la seguridad nacional y el desarrollo a largo plazo de China»; priorizar las relaciones diplomáticas basándose en los «tres anillos» (1º/ Asia Oriental, Asia Central y Occidental; 2º/ numerosas formacions socioestatales periferizadas de Asia, África y América; 3º/ Las formaciones socioestatels centrales del Sistema –principalmente Europa y Estados Unidos–) y elevar la cooperación Sur-Sur (incluida muy especialmente Rusia) a un nuevo nivel (radicalmente ajeno a lo que han sido las relaciones internacionales comandadas por “Occidente”, profundamente coloniales o neocoloniales).
Ante todo ello, EE.UU. no opta por aceptar su nuevo lugar en el mundo y centrarse en sus numerosos problemas internos, ni mucho menos, sino que, como se apuntó en el apartado anterior, ha tomado la decisión de no dejarse relevar sin guerra.
La élite gobernante de los Estados Unidos ha desatado una suerte de golpe de Estado mundial, una Guerra Total, buscando caotizar a los países que habían quedado fuera de su control, como Rusia, Irán, Siria, Venezuela, Cuba, y por supuesto con tiempos más dilatados, China. Y lo que va dejando claro a todas luces es que no le sirve ya la globalización ni el “libre comercio” o “libre mercado” (sólo válido para las potencias capitalistas cuando no tienen competidores y son ellas las que imponen normas y se aprovechan del mismo), porque pierde con una y otro. Como quiera que Estados Unidos y sus aliados ya no son los que dirigen y controlan el “libre mercado”, recurren cada vez más a aranceles, sanciones, ‘guerras económicas’ y otras medidas agresivas y unilaterales, contrarias al derecho internacional más elemental.
Además, y confiado en su todavía super-poder militar, EE.UU. ha decidido convertir a sus rivales económicos en enemigos militares. Ese paso de la guerra económica a la militar, sin embargo, no lo puede hacer directamente contra potencias nucleares de gran nivel. La principal posibilidad estratégica que le queda al hegemón mientras sea incapaz de transformarse a sí mismo frente a sus síntomas de declive, es ser el agente del caos, generando todos los problemas posibles a quienes unilateralmente decide que son sus enemigos, para que se desorganicen y colapsen. En estos momentos ha resuelto que le basta con destruir para impedir que los demás construyan. Eso quiere decir que la fase de tanatocapitalismo en la que hemos entrado –con la demolición de condiciones sociales y laborales- activa también un turboimperialismo donde todo el entramado de agresión, imposición, destrucción y violencia político-económico-cultural-ideológica, se acelera, entrañando por eso al mismo tiempo un alto componente suicida y de devastación total.
En esta Guerra Total Estados Unidos no necesita, por lo general, como digo, mayor triunfo militar que generar el caos, la destrucción y/o la fragmentación de los países que no se le subordinen y de las zonas y territorios que puedan ser receptáculos o vías de proyectos alternativos. Tras sus intervenciones no queda sino destrucción, agujeros negros de barbarie, sin poder central capaz de oponerse a la rapiña estadounidense de los recursos propios, ni de insertarse en la Zona de Estabilidad chino-rusa: Afganistán, Irak, Yemen, Siria, Somalia, Libia, Sudán… han constituido dramáticos ejemplos de ello (la destrucción de Yugoeslavia en Europa también, aunque tenga como componente central la implantación de la OTAN en el este europeo y la agresión contra Rusia. Remito a mis 4 entregas sobre la Guerra Total, donde detallo todo ello https://observatoriocrisis.com/2022/11/24/__trashed-3/; https://observatoriocrisis.com/2022/11/28/12767/; https://observatoriocrisis.com/2022/12/04/porque-las-batallas-de-la-guerra-total-no-son-una-lucha-entre-imperios/; https://observatoriocrisis.com/2022/12/09/el-gran-reinicio-y-las-luchas-de-clase-horizontales-inter-capitalistas-y-entre-elites/).
La retracción de la globalización estadounidense -vinculada al repliegue “proteccionista” del hasta hoy hegemón- frente a la internacionalización china, puede confirmarse también a través del desmontaje que USA hace de su propio entramado institucional global. Así, desde la década de los años 80 del siglo XX, EE.UU. se retiró de 17 organizaciones o acuerdos internacionales importantes como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, la Organización Mundial de la Salud, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, el Acuerdo de París, el Plan de Acción Integral Conjunto con Irán, el Tratado sobre el Comercio de Armas, el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio y el Tratado de Cielos Abiertos.
EE.UU. es hoy un renegado absoluto del derecho internacional y la personificación más genuinamente auténtica del uso de la fuerza bruta en las relaciones internacionales. Es el único país que no ha suscrito ni ratificado ningún tratado de derechos humanos, ni es parte de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Además, EE.UU. es el único país que no ha prohibido las armas biológicas secretas, y que tiene cuanto menos más de 200 laboratorios biológicos fuera de su territorio.
Por su parte, lejos del “internacionalismo proletario” que proclamó el movimiento comunista de la humanidad, China ha venido ejerciendo la “convivencia pacífica y de bajo perfil” con el capitalismo global desde los años 70 del siglo XX. Sin embargo, ese proceso llega hoy a su fin porque las propias potencias capitalistas no están dispuestas a que China se desarrolle más y las sobrepase pacíficamente.
Tenemos, entonces, por delante, la siguiente tesitura de China. Sólo avanzando hacia el socialismo (rompiendo cada vez más con el orden mundial capitalista) puede tener alguna posibilidad o vía de salida frente a la gigantesca agresión imperial que recibe y va a recibir aún más en el futuro inmediato (lo cual estuvo claro desde un primer momento para la República Popular Democrática de Corea, y vuelve a estarlo probablemente para Vietnam. Debido a su extrema debilidad actual, sin embargo, Cuba corre el grave riesgo de involucionar de esa posición, si no media la ayuda de las potencias emergentes).
Tal tesitura es extensible, en otro nivel de desarrollo social, para el conjunto de formaciones socio-estatales que quieran empezar a romper con su periferización en el Sistema Mundial capitalista. Para poder sobrevivir en la Guerra Total que el mundo decadente anglosajón-“occidental” emprende contra ellas, no les queda más remedio que ir abandonando los principios liberales de mercado bajo los que eran dominadas por aquellas potencias y que en tal situación de guerra permanente no les sirve para defenderse ni por tanto, para prosperar en ningún ámbito.
Esto conlleva en el corto plazo comenzar un giro hacia lo que se ha venido entendiendo como “capitalismo de Estado”, según ya Rusia se está viendo forzada a comprender a través del dolor de ser la potencia más agredida de la historia, aun siendo hoy capitalista. Así también lo experimenta en sus carnes Irán y por otras razones es probable que pronto India tenga que emprender con más firmeza ese camino, por citar algunas de las formaciones más destacadas en este reequilibrio de fuerzas mundiales (en América, Venezuela, Nicaragua y hasta cierto punto Bolivia lo expresan abiertamente como paso previo en el camino al socialismo).
De ahí, cae por su propio peso el hecho de que esas formaciones tengan que afrontar, más pronto que tarde, el duro y difícil camino del desarrollo independiente, que pasa necesariamente por planificar la economía y controlar los recursos propios para poder sobrevivir a las agresiones. Poco a poco se imponen la propiedad estatal y nacional de la moneda, del sistema impositivo, el comercio exterior, los recursos, infraestructuras y servicios estratégicos; amén de la nacionalización de los monopolios. Esto bien puede constituir una vía forzada, aunque paulatina, de “desconexión” del capitalismo.
Por el momento, China ha comenzado a volverse hacia su mercado interior. En general, el grado de apertura de los BRICS ha tendido a disminuir en los años transcurridos desde la crisis de 2007-2008. Los países BRICS han buscado reducir su dependencia del comercio internacional, lo cual tiende acelerarse en un contexto de creciente politización del mismo. La crisis del sistema multilateral de comercio es de hecho profunda y testimonia también el debilitamiento del orden económico internacional. Pero el debilitamiento no pasa a ser cuestionamiento abierto si no se dauna clara proyección política de los cambios en curso.
El probable giro de China hacia la profundización del socialismo, tras su XXº Congreso,será de gran importancia para la decantación de tal proceso mundial.
De momento, tras ese Congreso ha activado el tránsito de desconexión de la globalización capitalista en la que hasta ahora se había asentado favorablemente y potencia con ello los procesos de:
Desglobalización (a la que opone una internacionalización alternativa)
Alianzas de las hasta ahora periferias del Sistema
De la combinación de estos procesos puede empezar a vislumbrarse, pues, un mundo alternativo, pero todo dependerá de cómo se resuelvan las distintas batallas de la Guerra Total desatada por el Imperio Occidental (EE.UU. y sus subordinados “occidentales”), empezando por la de Ucrania, contra Rusia. También las guerras comerciales y de agresión económica contra el conjunto de países díscolos con el orden mundial estadounidense.
En ese sentido no hay que menospreciar el todavía enorme potencial de destrucción y de control mundial que acumula la principal potencia del mundo de los últimos 70 años. Curiosamente, o no tanto, cuanto más se debilita por dentro más pleitesía y cierre de filas exige a sus subordinados “occidentales”, más poder ejerce sobre ellos, hasta el punto de condenarles a un suicidio económico y a un cada vez más insignificante papel político en la escena mundial. En concreto, la “puertorriquización” de Europatraduce no solamente el hecho de que se vea forzada a secundar con grave daño propio las guerras económicas y militares de EE.UU., sino también que la potencia imperial(que ocupa militarmente el pseudo-continente europeo) le ha cortado sus suministros energéticos (con respecto a Rusia) y poco a poco también su provisión de mercancías e insumos industriales (de China), desahuciándola y aislándola de los principales circuitosdel flujo geoeconómico.
Con todo, 500 años de “occidentalización” del mundo están a punto de llegar a su fin. Si la opción nuclear total no entra en escena, se abren cada vez más posibilidades de adentrarse en una nueva era post-occidental, está por ver si también post-capitalista. En todo caso, la reactividad del Imperio va a ser muy dura y nadie sabe si no contemplarácomo opción la destrucción mutua, total.
La encrucijada histórica es, pues, de máxima incertidumbre.
En la última entrega vamos a terminar de sopesar algunos factores entre los que se mueve el posible multirateralismo y el reformismo en las formaciones sociales centrales. Calibraremos también con ello, la oportunidad del tránsito al socialismo.