PATRICK LAWRENCE, PERIODISTA ESTADOUNIDENSE
En un solo día de audiencias introductorias en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, ya es evidente que la investigación del Comité de Supervisión sobre la implicación potencialmente delictiva del presidente Joe Biden en los negocios de su familia en el extranjero será mucho más que un procedimiento legal y constitucionalmente obligatorio.
Desde un punto de vista más amplio, es probable que esto suponga una prueba de la atribulada de la república con la realidad.
Si las audiencias venideras concluyen que el cuadragésimo sexto presidente es culpable de delitos impugnables, como ahora parece probable, los estadounidenses enfrentarán un momento insidioso y polifacético para subvertir sus instituciones públicas y el discurso nacional en su conjunto en nombre de una ideología liberal autoritaria
No hace ni tres años, la OTAN publicó el borrador final de un largo estudio que tituló Guerra cognitiva. Este documento de 45 páginas, del que se hicieron eco publicaciones independientes y que no apareció en los medios de comunicación convencionales, describió lo que sus autores denominaban «la batalla por el cerebro humano»
El cerebro, dice el estudio,
«es incapaz de distinguir si la información es correcta o incorrecta; se ve inducido a creer como verdaderas declaraciones o mensajes que ya ha oído, aunque éstos puedan ser falsos; acepta afirmaciones como verdaderas, si están respaldadas por pruebas, sin tener en cuenta la autenticidad de dichas pruebas».
Y luego el Pentágono hace esta observación:
«En el plano político y estratégico, sería un error subestimar el impacto de las emociones… Las emociones -esperanza, miedo, humillación – configuran el mundo y las relaciones internacionales para los cuallos medios sociales sirven de cámara de eco .»
Junto con otros, leí que este diabólico documento. El Pentágono se refería principalmente a rivalidades geopolíticas, competencia estratégica, maniobras de grandes potencias y todo tipo de operaciones psicológicas y encubiertas. Desde entonces ha quedado claro que la guerra cognitiva se libra en muchos frentes, tanto nacionales como extranjeros.
Campaña perniciosa
En efecto, el documento es una característica malévola de nuestro tiempo. Los procesos legislativos y judiciales de Estados Unidos se encuentran con esta realidad. Las audiencias para determinar si se impugna a Joe Biden se entienden mejor como un campo de batalla cognitivo de este tipo;
El Comité de Supervisión, una vez consideradas todas las pruebas y oídos todos los testigos, llegará a una determinación formal sobre si el pleno de la Cámara votará sobre los Artículos del Juicio Político. Y esa votación, si se produce, decidirá si la resolución se envía al Senado.
Paralelamente a este proceso legal visible, vamos a ser testigos de una campaña perniciosa, llevada a cabo por la élite de la nación y los medios de comunicación a su servicio, para manipular las percepciones públicas de tal manera que Joe Biden sea, independientemente de cualquier prueba y bajo cualquier circunstancia, considerado inocente de todas las acusaciones formuladas contra él.
¿Puede la repetición incesante de mentiras y tergiversaciones para ganar la conciencia estadounidense sobre una realidad perfectamente discernible? Planteé esta pregunta en mi informe sobre las audiencias de la Cámara de Representantes. En aquel momento no consideré estos procedimientos como un frente en la guerra que el poder libra por nuestras mentes. Tampoco me permití considerar que la respuesta a mi pregunta podría resultar afirmativa.
A los que seguimos las audiencias de la Cámara nos corresponde tener en cuenta estas cuestiones, equiparnos adecuadamente para entender los procedimientos y resistir los esfuerzos de los guerreros cognitivos por subvertir nuestro pensamiento y nuestros juicios. Esto requerirá cierta actitud vigilante
La primera es la memoria. Incluso cuando los guerreros cognitivos nos invitan a olvidar, tendremos que recordar los acontecimientos del pasado que tienen que ver con lo que el Comité de Supervisión presenta como pruebas contra Biden y contra ocho miembros de su familia -sí, ocho- implicados en los presuntos ¡ soborno y tráfico de influencias.
Tendremos que mantener un agudo sentido de la historia. Debemos ser capaces de situar los procedimientos en el contexto de un registro indiscutible que se remonta al menos nueve años atrás, cuando Hunter Biden fue nombrado miembro del consejo de Burisma Holdings, la controvertida empresa de gas ucraniana, y Joe Biden, como vicepresidente, empezó a intervenir directamente en los asuntos políticos, económicos y empresariales de Ucrania.
Catálogo exhaustivo de pruebas
Los guerreros cognitivos de la prensa y los demócratas que marcan la agenda nos instarán a asumir que no existe ningún registro escrito de los acontecimientos, ninguna historia válida.
Jamie Raskin, el demócrata de mayor rango en el Comité de Supervisión, lo intentó en su declaración de apertura. No hay pruebas contra Biden y su hijo, afirmó, no hay historia que considerar, después de que sus colegas republicanos presentaran un extenso catálogo de pruebas que indican la culpabilidad del presidente.
Y, por último, está la cuestión no tan simple de prestar atención. Desde hace muchas décadas es evidente que quienes generan a diario desinformación en asuntos de gran trascendencia política dependen de la somnolienta falta de atención y de la amnesia de la mayoría de los estadounidenses. En este punto, prestar atención adquiere un valor político positivo.
Menciono estas cuestiones no para dramatizar, sino para reflejar su gravedad. Será necesario un esfuerzo consciente para contrarrestar la guerra cognitiva en el transcurso de estas audiencias. Los procedimientos de un solo día son suficiente advertencia de lo que está por venir.
¿Existe una dimensión partidista en estos procedimientos? No hay duda de ello. Pero, los republicanos y los demócratas se encuentran en lugares muy diferentes a medida que avanza la Supervisión. Los republicanos que dirigen las audiencias, trabajan con pruebas contundentes. Los demócratas parecen no tener nada para contrarrestar esto, salvo una versión doméstica de la guerra cognitiva que invoco.
Les guste o no, los republicanos tienen la ley a su favor, por decirlo de otra manera. A los demócratas les queda el subterfugio y la manipulación mediática. Esto último representan el mayor peligro para los estadounidenses.
Hace cuatro años, en septiembre de 2019, la transcripción de una conversación telefónica filtrada entre el presidente Trump y Volodymyr Zelensky dejo en claro que el presidente ucraniano le pido que ayudará a investigar los tejemanejes de Joe y Hunter Biden en lo relacionado con Burisma, donde Hunter se había sentado a título lucrativo en el consejo de administración
La historia de Burisma al revés
Para entonces, había salido a la luz que Biden padre, «el Grande», había intervenido para despedir al fiscal jefe de Ucrania cuando investigaba sobre la corrupción en Burisma. Los lectores recordarán que Biden amenazó con retener 1.000 millones de dólares en ayudas si el régimen de Kiev no destituía a Viktor Shokin. Cuando Shokin fue despedido, Biden presumió de ello durante un discurso en el Consejo de Relaciones Exteriores.
Al respecto Trump declaró:»Se habla mucho del hijo de Biden, de que Joe Biden detuvo la acusación y mucha gente quiere averiguar eso, así que cualquier cosa que pueda hacer con el fiscal general [William Barr en este momento] sería genial»
Trump fue impugnado (y posteriormente absuelto) por esta intervención. El Partido Demócrata, el propio Biden, los principales medios de comunicación, elementos del Estado Profundo y altos funcionarios del Departamento de Estado comenzaron entonces una campaña de precisión y altamente coordinada para darle la vuelta a la historia de Birmania.
De repente, Biden había intervenido para que despidieran a Shokin porque era Shokin era el corrupto. [Los memorandos del Departamento de Estado publicados el año pasado por Just the News elogian a Shokin por su labor contra la corrupción].
Esta historia esta prevaleciendo en la opinión pública. La prensa la repite la versión oficial sin vacilación cada vez que surge el tema. El sucesor de Shokin como fiscal jefe, Yuriy Lutsenko, hizo propuestas para retomar el caso Burisma, y luego lo abandonó en cuanto se apagaron las luces de las cámaras de televisión.
Y ahora el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes está investigando a Joseph R. Biden, Jr. Esta es la historia que debemos recordar.
El relato de los hechos reales en torno a Burisma, los Biden y Viktor Shokin se nos quiere presentar como una teoría de la conspiración. Este es el trabajo de los guerreros cognitivos. En contra de esta campaña de falsedades hay un inventario muy considerable de pruebas – rastros de correo electrónico, mensajes de texto, testimonios de testigos (incluyendo relatos corroborados de múltiples fuentes), registros bancarios – que el Comité de Supervisión tiene ahora en su poder.
La historia es clara. Como lo es en muchos otros casos de aparente corrupción de la familia Biden. El expediente es claro. Las pruebas parecen estar ahí. ¿Prevalecerá la historia frente a los esfuerzos profundamente cínicos de manipular las percepciones públicas que pretende subvertir la realidad? Esta es la cuestión. La vigilancia contra la guerra cognitiva contribuirá en gran medida a determinar la respuesta.