Por Panagiotis Sotiris, profesor de la Hellenic Open University y Miembro del comité editor de la revista Historical Materialism.
En el año 2006 Daniel Bensaïd escribió que la izquierda debe reabrir con urgencia el debate sobre las cuestiones estratégicas (1). Este llamamiento lo hizo en los días en que el gobierno de Lula en Brasil y parte del movimiento antiglobalización daban un giro hacia posiciones socialdemócratas.
Lo que Bensaïd solicitaba era que no olvidáramos la riqueza de las tradiciones revolucionarias que habían inspirado al pensamiento de la izquierda militante durante el siglo XX ; tradiciones como la huelga general, la insurrección armada y la guerra popular prolongada. En su concepción había que salir al paso a teóricos, como John Holloway o Toni Negri, que habían desechado las estrategias revolucionarias y que limitaban la lucha a las contiendas electorales. A pesar del peso de nuestras derrotas, lo que pedía era reabrir el debate y volver a pensar en términos estratégicos.
Trece años después, es innegable que este llamamiento no ha sido escuchado por la izquierda. Sin embargo, la realidad nos siguen interpelando, exigiendo de nosotros un debate sobre las cuestiones estratégicas.
La crisis y la izquierda
La crisis del capitalismo de 2007-2008, trajo consigo un profunda crisis política y económica. La respuesta fue un impresionante retorno de las masas a la política y, por lo tanto ha vuelto al centro del debate la problemática del poder y la hegemonía.
Pero, perdimos una oportunidad. La falta de preparación de la izquierda y la vergonzante pobreza de sus respuestas han impedido enfrentar con coherencia este desafío.
El resultado ha sido una sucesión de derrotas; el caso de Grecia es sólo un ejemplo, también está la deriva de Podemos, el aprovechamiento de la ultraderecha del descontento y la manifiesta incapacidad de la izquierda francesa para tener una “relación orgánica” con alzamientos populares como el de los chalecos amarillos.
Por tanto, a pesar de la extensión y profundidad de la crisis, estamos ante la ausencia de lo que Gramsci llamaría una “iniciativa histórica de los subalternos”.
Como este debate estratégico no puede ser un lujo para “iniciados” quiero proponer, en un formato un tanto esquemático, diez tesis para la deliberación.
Tesis Uno: Debemos repensar la soberanía popular con un horizonte comunista
Los movimientos sociales tienen hoy en día como denominador común una fuerte impronta democrática; todos exigen que la política deje de ser una maquinaría a favor de las élites y en contra de las personas comunes. Esta exigencia democrática se combina con una demanda por la soberanía del espacio-temporal que la “modernidad” ha llamado ‘países’.
La gran mayoría de la población no quiere estar en manos del capitalismo globalizado, se presente como “la mano invisible del mercado” o mediante un modelo de soberanía reducida como la integración europea. De hecho, la Unión Europea es un institución estructuralmente antidemocrática, por tanto la izquierda debe luchar por recuperar la soberanía popular y dejar de lado la fantasía de cambiar a la UE desde adentro.
Recuperar la soberanía popular no tiene nada que ver con el nacionalismo. Tiene que ver con la democracia, con la posibilidad que las clases subalternas tengan capacidad de decidir, de oponerse y resistir las imposiciones del capital . Tiene que ver con desbrozar el camino para un control democrático de la producción con un horizonte postcapitalista.
Recuperar la soberanía popular no se opone al internacionalismo, al contrario, es una condición previa necesaria. Sin embargo, la soberanía popular no es un fin en sí mismo. Deberíamos oponernos a la tendencia que desvincula la política con las relaciones de producción sobre las cuales está cimentada la sociedad.
La erosión de la soberanía y el capitalismo autoritario internacionalizado – para usar la expresión de Poulantzas (2) o el nuevo cesarismo burocrático para usar la expresión de Durand y Keycheyan (3) – son estrategias de clase para sostener el régimen contemporáneo de acumulación.
La demanda por democracia y soberanía popular, que han caracterizado las grandes manifestaciones de los últimos años, es la respuesta de los pueblos al cerramiento en banda del estado capitalista ante la más mínima iniciativa de participación democrática.
En este sentido, recuperar la soberanía popular es también una estrategia de clase, ya que el cambio sólo puede lograrse mediante una profunda transformación y repolitización de la economía
Recuperar la soberanía representa las resistencias, luchas y aspiraciones de un amplio espectro de grupos y clases subalternas que se reúnen no sólo por la indignación ante el autoritarismo del capital sino también por que tienen una condición común : son explotados, son sujetos de dominación de un agresivo régimen de acumulación. Un régimen que va desde la violencia del mercado hasta la explosiva combinación de precariedad y sobre-calificación de la juventud, desde la mercantilización de los servicios sociales hasta la paralizante catástrofe ecológica, desde la reproducción del patriarcado hasta el racismo y el neocolonialismo.
Por tanto, necesitamos volver a hacer al comunismo como nuestro horizonte estratégico (4).
Es imperativo pensar las luchas democráticas y las demandas por soberanía popular como aspectos de un combate por el comunismo y reconocer en estas batallas el surco abierto por la tradición de lucha que tenían las diversas culturas comunistas.
Usando una tipología antigua, la revolución democrática sólo puede hacerse realidad si es profundamente anticapitalista. Esto no es un idea abstracta ni tampoco un intento de “ir más allá” ” de la dinámica de las luchas populares.
De lo que se trata es de reconocer que las actuales resistencias tiene límites y que la única manera de hacer posible la democracia, la soberanía, la justicia, la equidad y la participación es reinventando el horizonte comunista.
Tesis Dos: No es suficiente el “Keynesianismo de Izquierda”
No es suficiente pensar en términos de un incremento y redistribución del gasto público. Incluso no se trata solamente de recuperar la soberanía monetaria saliendo del Euro.
La integración europea – y todas las formas actuales de internacionalización del capital- han provocado profundas derivaciones tanto en la estructura de la economía como en el funcionamiento del Estado. El capitalismo ha logrado expandir la lógica del mercado a toda la sociedad, introduciendo desequilibrios, dependencias y una división del trabajo internacional que son antagónicas con una economía que satisfaga las necesidades sociales.
Lo que se necesita es una profunda transformación de la base productiva. Es absolutamente insuficiente una política económica fundada sólo en un hipotético aumento del gasto público o en un eventual crecimiento por un regreso a la moneda nacional.
Lo que se necesita, desde el “día uno”, es un proceso radical de transformación, tanto en términos de la propiedad (recuperación inmediata de los bienes públicos privatizados por el neoliberalismo) como en el desarrollo de formas alternativas no-capitalistas de organización de la producción y de la distribución ( autogestión).
No sólo necesitamos un horizonte estratégico también precisamos de un modo y una práctica política capaz de enfrentar los escenarios de endurecimiento político y económico que acechan los procesos de ruptura.
Tesis Tres: Necesitamos poner la transición en el programa
La anti-austeridad no es suficiente. Tampoco lo es la simple defensa de los servicios públicos. Necesitamos que la correlación de fuerzas cambien de tal manera que el programa transformador incluya el control democrático de la economía, yendo efectivamente más allá de las lógicas de mercado .
Tomando la noción de C. Wright Mill sobre “imaginación sociológica”, Josep María Antentas ha sugerido la necesidad de tener imaginación estratégica.(5) Yo, agregaría la necesidad de la “experimentación estratégica” creando formas alternativas de organización económica y social.
Las nuevas formas de planificación democrática requerirán conocimiento y experiencia. En este sentido, muchas de las prácticas de los movimientos sociales deben ser consideradas formas de experimentación: cooperativas, fábricas ocupadas, empresas auto- gestionadas, redes de distribución alternativas, etc.
Los movimientos de defensa de la salud y la educación pública (y también los sindicatos industriales más radicales) contienen en su práctica de lucha un proceso de aprendizaje. Por su actividad muchos de sus integrantes tienen un mejor conocimiento del funcionamiento interno que sus instituciones que sus propios “administradores”.
Incluso en las nuevas “plataformas”, la gente discute sobre cómo utilizar las prácticas democráticas como un medio para satisfacer sus necesidades más urgentes. En este sentido, muchos movimientos sociales tienen el “expertise» colectivo necesario para construir alternativas a la dictadura del mercado.
Esto es muy importante si queremos volver a elaborar un “programa de la transición”. La única manera será retomar la práctica revolucionaria como un proceso de experimentación de la inteligencia colectiva; “inventando lo desconocido” (6).
Cualquier avance real no se producirá con un nuevo capitalismo “eficiente”, sino que será la resultante de un cambio profundo en los patrones de producción y de consumo, de una transformación sociocultural que porte una nueva jerarquía de valores. Es más, un enfoque de este tipo es la única manera de evitar un desastre ecológico, más allá de los límites del capitalismo verde que recientemente a levantado la opaca iniciativa denominada : “Green New Deal”.
Tesis Cuatro: No se trata simplemente de la “gobernanza de izquierda”
Aunque el proceso pueda incluir “un gobierno de izquierda” de lo que estamos hablando es de un proceso revolucionario. Si realmente queremos un cambio verdadero este deberá ser institucionalmente “violento” desde el día uno.
Explico: El gobierno elegido deberá a imponer límites a la propiedad capitalista, nacionalizar los recursos naturales estratégicos, salir de los tratados de comercio internacional y anular la deuda.
Incluso si el proceso es muy cuidadoso – porque está obligado a evitar un ataque temprano del poder imperial – inevitablemente el gobierno de izquierda se confrontará con las organizaciones internacionales del capital y con el aparato de estado profundo.
Esto significa que las clases subalternas organizadas no pueden conformarse con la llegada al gobierno. La experiencia nos ha demostrado que estos gobiernos suelen ser inestables y propensos a la capitulación. Lo que se necesita es un contrapoder desde abajo de organizaciones sociales autónomas y políticamente responsables .
Por tanto nos guste o no, la noción de “guerra o conflicto civil” debe ser traída a colación, no en cuanto a la inevitabilidad de un conflicto armado generalizado, sino como un recordatorio que la ferocidad de la confrontación de clases se produce siempre en todo proceso de transformación; no hay que descartar la posibilidad de la violencia, o como el fallecido George Labica lo expresó : “la imposibilidad de la no-violencia”.(7)
Tesis Cinco: La insurrección es un arte, y una guerra popular prolongada debe ser una ciencia
Con esta frase, me gustaría señalar tanto un desafío como una dificultad. Las mayoría de las protestas de los últimos años han tenido de forma simbólica un carácter casi insurreccional. Desde el movimiento de los indignados, a las manifestaciones en Grecia y el Gezi Park todas las grandes demostraciones han sido simbólicamente disruptivas ( como ocurrió en una parada militar en Thessaloniki en 2011 o cuando lo chalecos amarillos “invadieron” los Campos Elíseos en París).
Por tanto, es importante volver a pensar en el carácter disruptivo de las movilizaciones políticas y sociales masivas. Cualquier cambio político será el resultado de una protesta masiva de una magnitud tal que permita crear una desequilibrio hegemónico y una crisis del Estado.
No estoy proponiendo un neo-Blanquismo como lo plantea el Comité Invisible. Más bien, quiero insistir en el hecho que las protestas masivas han probado ser más efectivas cuando realmente interrumpen los procesos económicos y políticos, incorporando elementos estratégicos como una huelga general.
Sin embargo, no estoy proponiendo “el fetiche” de la insurrección. El punto está en encontrar la forma que la protesta y la movilización tengan un costo material paralizante tanto para la economía como para el funcionamiento del Estado.
Pero esto es solo un aspecto. También existe otra temporalidad, la “largo duración” del proceso revolucionario. Necesitamos relacionarnos realmente con los movimientos existentes, ensayar nuevas formas de organización de las clases y los grupos subalternos, crear redes y colectivos auto-gestionados. En definitiva construir la columna vertebral de un movimiento obrero y popular abierto, inclusivo, político, con una cultura de democracia y solidaridad.
Esto no es tan espectacular y mediático como una campaña electoral pero sin duda será el factor decisivo y el único medio eficaz para garantizar que el proceso tenga larga duración en el tiempo.
Tesis seis: Necesitamos una concepción actualizada del poder dual
Una concepción renovada del poder dual se ha tornado más que necesaria. Tenemos que pensar en un poder dual de carácter permanente.
No estoy sugiriendo esto de manera dogmática , sino que hago referencia al poder dual porque necesitamos una politización permanente de las clases subalternas, una expansión de sus formas de auto-organización, una liberación de su potencial para imponer sus demandas y una liberación de las prácticas de experimentación colectiva.
Referenciar al poder dual también apunta al hecho de que se trata de un proceso complejo, desigual y confrontacional, donde la lucha no es sólo contra las fuerzas del capital sino también contra ciertos gobiernos de “izquierda” que terminan aplicando las recetas neoliberales .
Es la propuesta de un proceso dialéctico, un proceso constituyente que trasciende los límites de legalidad constitucional, que no solo impone limitaciones a la propiedad capitalista sino que también desarrolla formas de control popular en el funcionamiento del Estado.
Este tipo de movilización popular es de particular importancia para asegurar los cambios en el orden legal y constitucional que normalmente no son posibles.
Un proceso constituyente institucionalmente “violento” es un prerrequisito para mayores cambios sociales y para resistir el contraataque del capital y del estado (El caso de Catalunya ejemplifica este reto).
Tesis siete: Debemos pensar en un nuevo “bloque histórico”.
No se trata de “construir pueblo”, encabezar una campaña electoral exitosa, o formar parte de un gobierno “progresista”. Se trata de conformar un nuevo bloque histórico.(8)
La noción gramsciana de bloque histórico no apunta a una política concebida solo como el accionar dentro del sistema de representación parlamentaria. La propuesta de Gramsci fue construir una alianza social con un programa político de participación democrática masiva y una movilización popular capaz de crear una nueva “gobernanza” para la construcción de nueva sociedad.
Esto requiere mucho más que “hablar de la gente”, requiere mucho más que prometerles “un cambio”, significa interactuar con ellos, escucharlos, transformarlos y al mismo tiempo ser transformado por medio de muchas instancias de experimentación colectiva.
También cometeremos un grave error si pensamos la soberanía en términos nacionalistas ( incluso si creemos que determinadas naciones son el “eslabón más débil”). Tampoco, es posible sustituir a la nación por un demos posnacional.
Nuestra posición es que debemos pensar la soberanía en términos de una manifestación de la voluntad popular. Hay que entender que el proceso será desigual y complejo y deberá reconocerse en una identidad común, una identidad que forma parte de la historia de las clases subalternas en su combate permanente por la emancipación y el autogobierno.
Y esto significa trabajar por la unidad de todos quienes se oponen a la explotación, la dominación, el patriarcado y un inminente desastre ecológico.
Tesis ocho: Necesitamos un nuevo internacionalismo
Una las mayores de las dificultades que debemos enfrentar son las presiones internacionales que sufrirá cualquier proceso de cambio.
El enfoque del “eslabón más débil ” es hoy más pertinente que nunca. Sólo una coyuntura específica en un determinado territorio puede conducir a la ruptura, (aunque la crisis esté basada en el declive general del globalismo neoliberal).
Si logramos instalar un proceso de ruptura, el grado de agresión y chantaje internacional que enfrentaremos será enorme. Por tanto, un nuevo internacionalismo será más necesario que nunca.
La solidaridad internacional deberá contribuir a neutralizar a las fuerza agresoras. También, habrá que tejer alianzas regionales y sacar ventaja de las contradicciones a nivel internacional en el campo adversario: es un cierto tipo de “realismo revolucionario” que no debe volverse en la práctica del habitual cinismo político. Esta es una de las cuestiones más difíciles y a la vez más urgentes que deberemos enfrentar
Tesis nueve: Necesitamos organizaciones que sean laboratorios de estrategia y esperanza
Las actuales formas de organización política de la izquierda son estructuralmente ineficientes. La reciente historia ha demostrado que la izquierda es incapaz de enfrentar a un “estado burgués integral”; un estado que es una maquinaria que combina el poder público y privado, la violencia sistemática y los efectos disgregantes de aparatos ideológicos dominantes.
Esto explica las reiteradas crisis de las organizaciones política de la izquierda. Tanto la metamorfosis de los “ frentes amplios” en maquinarias electorales, como las sucesivas implosiones de micro-organizaciones supuestamente “leninistas”.
Lo que necesitamos es repensar las formas de organización . Probablemente será un suerte de “Frente Integral Unido”, capaz de articular movimientos, corrientes políticas, sensibilidades, investigaciones teóricas, experimentaciones sociales de un proceso constituyente que no crea ni ejércitos ni máquinas electorales, sino laboratorios de estrategia y talleres de esperanza.
Esto requiere un profundo proceso de autocrítica por parte de la izquierda radical, un alejamiento de los hábitos y manierismos políticos, un deseo de aprender y experimentar, un profundo cuestionamiento de las jerarquías, un reconocimiento de nuestras limitaciones, un intento de crear laboratorios de nuevas intelectualidades y nuevas formas de disciplina política.
Una organización donde la militancia esté implicada en una forma de sociabilidad abierta, democrática, participativa e igualitaria. No deben ser “ islitas de comunismo”. Es más, debemos repensar la organización no en términos de “pureza ideológica” ni de eficacia electoral. Las nuevas organizaciones deben ser el ejemplo de la producción de estrategias que responden a la emergencia de una nueva cultura popular, de una nueva ciudadanía subalterna.
Pienso que esta es la única manera de concebir la instancia orgánica de un bloque histórico. No se trata de representar al pueblo sino de participar en un proceso de “autotransformación” de las clases subalternos, afirmando su “autonomía”. Es también la única forma de intervenir en una temporalidad compleja y plural y “prepararse para lo inesperado”.
Tesis diez: Necesitamos aprender de las derrotas
Por su incapacidad para convertir la ola de malestar social en un proyecto de emancipación la izquierda ha hecho evidente su derrota política.
El desastre de SYRIZA, la deriva de Podemos , el sumarse a los postulados socialdemócratas de Bernie Sanders en Estados Unidos y la escandalosa incompetencia de la izquierda francesa( con la emergencia de los “chalecos amarillos) ejemplifican el tamaño de nuestra crisis política e ideológica .
Es tiempo que aprendamos de las derrotas, hay que empezar por reconocerlas en toda su profundidad y extensión, en todas sus formas y variaciones.
Debemos hacerlo no para desahogarnos con una especie de melancolía izquierdista o de un pesimismo histórico, sino que para hacer una evaluación objetiva de la actual correlación de fuerzas.
Al mismo tiempo debemos participar siempre en los procesos de reconstrucción, refundación y recomposición. Habrá que crear nuevas esferas de experimentación y organización, escuchando y aprendiendo de nuestros errores. Habrá que reapropiarse de las experiencias de lucha.
Tenemos que aceptar que los movimientos reales portan generalmente mucha imaginación estratégica y proponen preguntas y respuestas que señalan nuevas experiencias, nuevas maneras y nuevas soluciones en la dialéctica de confrontación política.
A las diez tesis anteriores añadiría una más: ¡ Sí ! De lo que estamos hablando es de una revolución. Es imposible pensar de una transformación social sin un proceso revolucionario.
Claro, revolución no es idéntica a la insurrección porque hace referencia a un proceso más que a un momento preciso. Lo que ponemos sobre la mesa de debate es un proceso político de ruptura, de confrontaciones, de secuencias que implican largos y duros combates, que no pueden reducirse lo electoral y parlamentario.
La misma noción de revolución es una de las grandes invenciones de la modernidad, sus límites y su apertura al futuro sigue siendo la mejor descripción de las transformaciones que comprenden cualquier proyecto de emancipación social.
Para concluir: seguimos dentro de los contornos de un periodo de crisis del sistema. Es una crisis inter-imperialista y una nueva crisis económica porque el sistema ha sido incapaz de solucionar las contradicciones estructurales del neoliberalismo globalizado.
Igualmente, habitamos en medio de una aguda crisis política, de una crisis de hegemonía . En Europa las élites políticas no comprenden qué está sucediendo en la sociedad, se niegan a reconocer la profundidad de la rabia acumulada.
Ni quieren darse cuenta que las demandas de justicia, equidad y democracia, aunque hoy se expresen en forma rudimentaria, tienen un potencial de disrupción capaz de desafiar al poder.
No estoy proponiendo un falso optimismo. En contrasto, creo que, en cierto sentido, podríamos invertir la frase de Gramsci: necesitamos el optimismo del intelecto para contrarrestar el pesimismo de la voluntad, o dicho a la manera de Spinoza : las tensiones inmanentes que recorren el imperio tienen el potencial del cambio revolucionario inscrito en la frente.
NOTAS
1.Daniel Bensaïd, “On the return of the politico-strategic question,” 2006.
2.Nicos Poulantzas, State, Power, Socialism, Verso, 2000.
3.Razmig Keucheyan and Cédric Durand, “Bureaucratic Caesarism: A Gramscian Outlook on the Crisis of Europe,” Histrorical Materialism 23.2: 23–51, 2015.
4.Isabelle Garo, Communisme et strategie, Paris, Editions Amsterdam, 2019.
5.Josep Maria Antentas, “Imaginación estratégica y partido,” Viento Sur, 150: 141-150, 2017.
6.“Inventer l’inconnu” was the title that Bensaïd chose for a collection of texts by Marx and Engels on the Paris Commune (Paris, La Fabrique, 2008).
7.Georges Labica and Francis Sitel, “De l’impossibilité de la non-violence. Entretien avec Georges Labica,” 2009.
8.Panagiotis Sotiris, “Gramsci and the Challenges for the Left: The Historical Bloc as a Strategic Concept,” Science & Society: Vol. 82, No. 1, 94-119.
*Versión revisada de la traducción de Google hecha por la Revista Rosa de Chile