Entrevista realizada por Farooque Chowdhury de la revista Kolkata Frontier al profesor John Bellamy Foster
FC: El mapa político a ambos lados del Atlántico está cada vez más marcado por el ascenso de la extrema derecha.
En la mayoría de las economías europeas, desde las más grandes y fuertes hasta las más pequeñas y débiles, se advierte un aumento electoral de las fuerzas de derecha. En el otro lado del Atlántico también éstas fuerzas y han aparecido nuevos grupos que están recurriendo a la violencia. Esta es la cruda realidad.
John Bellamy Foster : No cabe duda de que nos enfrentamos a una ola de movimientos de derecha extrema, para los cuales el término neofascismo parece ser la designación más apropiada. Para intentar comprender lo que está sucediendo, creo que es importante recurrir a una perspectiva histórica.
En el notable libro “La Edad de los extremos” de Eric Hobsbawm, se incluye un capítulo llamado La caída del liberalismo en el que explica que el estado liberal-democrático en la década de 1920 estaba limitado principalmente a Europa occidental y América.
Sólo habían unas veinticinco democracias constitucionales en 1920. Para 1938, sólo eran diecisiete, y en 1944 a quizás doce de un total de sesenta y cuatro estados independientes. Prácticamente el resto de las naciones estaban bajo alguna forma de dominio colonial.
Esto, por supuesto, ocurrió en la época del surgimiento fascismo. Sin embargo, explicar el debilitamiento de la democracia liberal en ese periodo – y el consiguiente crecimiento del fascismo – sería, según Hobsbawm, » insuficiente como explicación «.
La verdadera causa material del declive del liberalismo en las décadas de 1920 y 1930 fue una crisis socioeconómica que afectó a todo el sistema capitalista, que se desató en paralelo con la disputa por la hegemonía mundial. Los “locos años 20” posteriores a la Primera Guerra Mundial fue un breve período de prosperidad seguido de un estancamiento económico, derivado de la acumulación excesiva de capital. El resultado fue una agitación política casi universal. Este escenario fue el caldo de cultivo para los movimientos de tipo fascista.
Los teóricos marxistas, junto con la mayoría de los historiadores, han explicado que el fascismo tiene una columna vertebral formada por una alianza política entre el capital monopolista (hoy el capital del monopolio financiero) y determinado estrato de la clase media (o pequeña burguesía). También, la extrema derecha, históricamente, ha ganados adeptos que provenienen del ámbito rural, de las religiones establecidas y de sectores de las fuerzas armadas.
Sin embargo, el fascismo (siempre presente de manera marginal en las sociedades capitalistas) nunca surge con toda su fuerza por sí solo. Solo puede consolidarse como un movimiento en aquellos casos en que la clase capitalista les ofrece su aliento y apoyo, movilizando activamente los elementos más reaccionarios de la “clase media” que actúa como la retaguardia del sistema.
Igualmente es importante de entender que si el estado liberal se llega a convertir en un impedimento para el gobierno capitalista (en un período de crisis económica y política) los poderes existentes buscarán preservar, consolidar y expandir su dominio a través de un cambio regresivo en el estado capitalista utilizando las formas políticas que le proporciona la extrema derecha.En definitiva el ascenso del fascismo es un proceso político que ocurre dentro del capitalismo y es parte de su lógica política.
Un factor importante que contribuyó a la caída histórica del liberalismo – en Europa occidental en las décadas de 1920 y 1930 – como señala Hobsbawm, fue una migración masiva desde Europa del Este, particularmente desde Polonia. Esto proceso alimentó la xenofobia y el racismo entre los pequeños propietarios. Al respecto, vale la pena recordar que el famoso sociólogo alemán Max Weber fue miembro una organización xenófoba, Liga Pangermana.
Con esta experiencia como trasfondo histórico, ¿cómo deberíamos mirar el crecimiento de la extrema derecha en Europa, los Estados Unidos, y en algunas países con economías emergentes?
Obviamente, las circunstancias en el siglo XXI son muy diferentes. Pero las crisis económicas inherentes al sistema son las mismas y, aunque las respuestas de la clase capitalista pueden ser algo diferentes también tienen mucho de continuidad histórica .
Hoy, una vez más, hay una crisis estructural de capital, que en realidad es mucho más profunda que la crisis financiera del 2008 . Esta crisis tiene su origen en la década de 1970, fecha que marcó el comienzo de una larga desaceleración de las economías capitalistas avanzadas. El Estancamiento, caracterizado por la sobreacumulación de capital, es aún más desastroso en nuestro tiempo, ya que va acompañado por la mayor desigualdad de la historia.
El mundo también ha visto la aparición de una nueva fase del imperialismo, caracterizada como imperialismo tardío, en el que la explotación/expropiación internacional se ha intensificado en el contexto de la globalización de la producción y el predominio de las cadenas de valor mundiales.
Los conflictos internacionales y el racismo están en aumento. Por otra parte tanto Estados Unidos como Europa están experimentando un descenso dentro de la jerarquía económica internacional, simbolizada por el ascenso de China. Además de todo esto, hay una crisis ecológica planetaria en una escala que no tiene precedentes y que amenaza el futuro de la humanidad, no en un período lejano, sino en el presente siglo.
El neoliberalismo, que subordina el aparato estatal a las relaciones mercantiles está disolviendo sistemáticamente todas las relaciones comunitarias, transformándolas en meras relaciones comerciales.
Esto política ha servido para deslegitimar al estado, cuyo efecto involuntario ha sido alentar el desarrollo de movimientos radicales de derecha o neofascistas que sólo se oponen simbólicamente a las élites políticas liberales / neoliberales , pero que han logrado influencia entre los sectores empobrecidos .
El racismo xenófobo ha elegido como enemigo a los inmigrantes. Al mismo tiempo, la guerra permanente y los golpes imperialistas han generado millones de refugiados. En general, nuestro tiempo vive una crisis de época, tanto económica como social y ecológica, acompañada de la intensificación de las agresiones imperialistas.
No es casualidad que la deriva extrema de la derecha se corresponda con la propagación de enfermedades sociales, como asesinatos en masa, racismo virulento y misoginia.
En los Estados Unidos, donde el tejido social se está desmoronando, los tiroteos masivos han aumentando en frecuencia hasta en un 60 por ciento. En India, el surgimiento de la extrema derecha está asociado a linchamientos generalizados, y en Alemania el Partido que se hace llamar Alternativa para Alemania ha coincidido con el aumento de la retórica y de organizaciones al estilo nazi.
FC : ¿Podría identificar la base de clase de las fuerzas de extrema derecha?
Bellamy Foster : Creo que la mayor parte de la confusión a este respecto es producto de un error en el análisis de los cambios ocurridos. Lo que estamos viendo es el crecimiento de movimientos que llamaría del “género fascista” ( se puede elegir cómo llamarlo: prefascismo, protofascismo, posfascismo, neofascismo, fascismo neoliberal, fascismo periférico, supremacismo blanco o populismo de derecha).
Todos los movimientos del genero fascista comparten ciertas características o tendencias. Como el discurso liberal analiza estos movimientos solo por su apariencia su método arroja un velo sobre la realidad subyacente.
Históricamente, el fascismo fue definido por los teóricos marxistas ( George Dimitrov, Leon Trotsky, Franz Neumann, Sweezy y Nicos Poulantzas) como movimientos que tenían su base en la movilización masiva de un sector de la pequeña burguesía, que tiende a ser anti-clase trabajadora, anti-inmigrante, pro- capitalista, racista y xenófobo.
Este sector de la clase media baja tiene temor de caer en la pobreza que afecta mayoritariamente a la clase trabajadora. Al mismo tiempo, desconfían de los sectores sociales más educados que a menudo están alineados con el estado liberal-democrático burgués .
La pequeña burguesía es un sector social en disputa. Para Karl Marx los límites de clase son siempre porosos y la mayoría de la clase media baja con conciencia de clase debería sentirse como parte de la clase trabajadora, particularmente hoy cuando son relativamente pocos los individuos de este estrato social que posean medios de producción propios.
En los Estados Unidos, esta población es predominantemente blanca y nacionalista, disfruta de privilegios económicos, culturales y raciales, y con frecuencia se hace llamar la “auténtica clase media”. Constituye quizás del 20 al 25 por ciento de la población en las sociedades capitalistas más avanzadas, aunque su influencia se extiende más allá de sus números.
Ahora hay que entender que la extrema derecha sólo se convierte en una fuerza importante cuando sectores del capital del monopolio financiero, le proporcionan apoyo económico y medios de organización.
El gran capital domina el terreno político-económico real en el que se desarrollan los movimientos de la derecha radical. Y cuando un movimiento fascista llega al poder, los grandes burgueses eliminan a los cuadros más «radicales» del fascismo, subordinando a estos partidos por completo a los intereses de la fracción capitalista dominante. Una vez en el poder las diversas versiones del fascismo utiliza intensamente la propaganda para ganarse a la clase media alta y a sectores de la clase trabajadora, ampliando su base social .
Hay poca conexión histórica directa entre los movimientos neofascistas de hoy y los movimientos fascistas de los años veinte y treinta del pasado siglo. Sin embargo ambos movimientos históricos tienen puntos en común ( el ex-asesor de Donald Trump, Steve Bannon, proviene de la tradición fascista del italiano Julius Evola).
El neofascismo emergente en los Estados Unidos tiene raíces en el “supremacismo blanco” que se remonta a la esclavitud y al pensamiento predominante de los primeros colonos británicos, mezclado con todo tipo de nuevos elementos ideológicos.
Todos estos movimientos reaccionarios comparten ciertas similitudes en términos de clase. La «base política militante de Trump» está en alrededor del 25 al 30 por ciento del electorado. Se ubica en el estrato medio-bajo, con ingresos familiares de unos $ 75,000 al año. Es un sector de la población que es muy blanco y que está una posición de extrema inseguridad económica. Su ideología es nacional-imperialista, con un racismo militante.
Gran parte de este grupo demográfico, además, está asociado con el evangelismo de derecha. En muchos aspectos, esto es similar al Brasil que apoya a Jair Bolsonaro.
Dentro del bloque neofascista invariablemente domina la esfera económica. El capital es el nexo primero y más importante. El principal valor de Trump para la clase dominante radica en el hecho de que la derecha radical, ha sido capaz de entregar valor agregado a los ricos, al tiempo que ha eliminado los obstáculos para el dominio del mercado sobre todos aspectos de la sociedad.
Por lo tanto, si se observa el programa Trump, muchas de las características ideológicas son, por supuesto, consonantes con el estrato blanco inferior medio ( nacionalismo, racismo, misoginia, antisocialismo, etc), pero la habilidad política de Trump ha sido aprovechar estas ideologías regresivas como medio de movilización y poder político.
Por esto, la consigna qué da cohesión a su base social es la construcción de un muro a lo largo de la frontera mexicana y los nuevos centros de detención – más bien campos de concentración- que simbolizan una guerra contra los inmigrantes pobres.
Pero las políticas económicas de la administración Trump tienen poco que ver con las demandas de su base social . Trump ha acrecentado el poder del capital del monopolio financiero, ha dado enormes exenciones de impuestos y subsidios a las grandes empresas y a los ricos; ha promovido la desregulación económica y ambiental; ha socavado los sindicatos; está privatizando la educación; expandiendo el estado penal; destruyendo los pocos progresos realizados en atención médica y desarrollando una guerra implacable por la hegemonía estadounidense.
FC : ¿De qué manera el ascenso de la derecha es el resultado de las limitaciones de los movimientos políticos progresistas?
Bellamy Foster: El punto muerto de la izquierda global en las últimas décadas es, por supuesto, parte de la ecuación. La desaparición de los países del bloque soviético y el colapso de la socialdemocracia ha dejado a la izquierda «desarmada». En cierta medida, la extrema derecha ha llenado ese vacío político simulando enfrentar a las élites dominantes.
A pesar de su retórica populista la derecha radical defiende directamente el orden actual, lo que incluye impulsar una política neoliberal de austeridad que ha perdido toda legitimidad.
Bajo el mantra «hacer grande Estados Unidos de nuevo» Trump ha conducido a elementos neofascistas contra el propio estado liberal. Lo hace para estabilizar un sistema político – económico en pleno estancamiento.
Me explico : Weber definió al estado como la entidad que posee “el monopolio legítimo de la fuerza». Pero, en un estado fascista, tal como lo articula el ideólogo nazi Carl Schmitt : el líder encarna el derecho y el monopolio de la fuerza.
Para la izquierda, los desafíos son mucho más complejos. En su seno siguen habiendo dos opciones: por un lado las políticas socialdemócratas diseñadas para salvar al capitalismo lo que hoy, significa un compromiso fatal con el neoliberalismo y, por otro lado, un verdadero movimiento hacia el socialismo que debe construir un largo camino revolucionario contra el capitalismo / imperialismo.
La socialdemocracia como estrategia ha demostrado ser cada vez más disfuncional y ha capitulado una y otra vez ante el estado neoliberal. Mientras tanto los movimientos socialistas genuinos no han sido capaces de enfrentarse de manera total al régimen capitalista.
El populismo de izquierda que ha surgido en la última década como una estrategia alternativa en la izquierda, aparece divorciada de la socialdemocracia pero también de un proyecto socialista. Aunque con objetivos muy limitados estos nuevos movimientos, no han podido traducir el apoyo popular en una organización capaz de producir algún cambio real.
Extrae su teoría política de postmarxistas como Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, quienes han abogado por una alianza de la clase trabajadora con la “clase media” a través de una estrategia que en realidad busca evitar la articulación de objetivos revolucionarios de la clase trabajadora: en efecto, se trata de una forma de renuncia a la lucha clases.
El populismo de izquierda se presenta como una política pragmática que se propone crear un bloque contrahegemónico de estilo gramsciano.
Pero, en lugar de tratar de conquistar a la clase media para un bloque dirigido por la clase trabajadora, los populistas de izquierda han intentado crear un movimiento mayoritario anti-élite tratando de subsumir a la clase trabajadora dentro de un bloque político que no se extiende su programa más allá de una visión anti-elite pequeñoburguesa.
El resultado ha sido un movimiento que carece de una política de oposición clara al capitalismo. En ausencia de una política y de una organización concreta, los partidos o movimientos políticos creado de esta manera se vuelven más vulnerables a un liderazgo corrupto a medida que se acercan al poder. Es el caso de Syriza en Grecia, que en realidad pavimento el camino para que retornará al poder el partido conservador y anticomunista de la derecha, Nueva Democracia.
De acuerdo , por ahora la izquierda parece incapaz de enfrentar al mundo capitalista avanzado, entonces ¿por qué los movimientos neofascistas reciben ahora tanto apoyo de algunos de los sectores de la clase capitalista?
La respuesta se encuentra en la crisis estructural del capital. El estancamiento y la financiarización de la economía, requiere que el sistema intensifique la explotación y expropiación de la población y que se presente a la opinión pública como la única solución.
El gigante capitalista nunca puede quedarse quieto, incluso si no acumula con nuevas inversiones. Necesita para sobrevivir expandir constantemente el circuito del valor.
Pero hoy esta acumulación de riqueza en un contexto de estancamiento económico generalizado (crecimiento lento, alto subempleo, baja inversión y capacidad ociosa) exige que el capital tome porciones cada vez más grandes de un pastel, que no crece o crece lentamente.
Incapaz de gobernar a la antigua usanza, que se basaba en el proceso de acumulación real , ahora el capital ha elegido el robo directo (la llamada acumulación por desposesión) como su respuesta a su crisis. Por tanto el capital del monopolio financiero en la era neoliberal se siente atraído hacia mayores extremos de expropiación, socavando de esta manera el estado liberal-democrático burgués.
El capital en nuestra época necesita destruir las conquistas sociales logradas por los trabajadores en el pasado, porque se interponen en el camino de este proceso de sangrado permanente.
Como EP Thompson escribió en «The Peculiarities of the English», la clase trabajadora de Inglaterra, al no poder derrocar al capitalismo, logró construir líneas de defensa en áreas básicas ; educación pública, pensiones, salud y transporte público, regulaciones en políticas de vivienda y ambientales; desarrollo de instituciones comunitarias y culturales; y derechos políticos / legales / humanos: todo un laberinto de defensa material y cultural que operaba independientemente de la lógica del capital.
Estas posiciones ganadas por la clase trabajadora constituyen obstáculos que el capital en un período de crisis trata de superar y, de hecho se ha convertido en el objetivo principal de su avaricia.
En los Estados Unidos y Gran Bretaña, el sistema está impidiendo que trabajadores sean propietarios de sus hogares, que tengan cobertura de salud o pensiones adecuadas y escuelas públicas se están comercializando o privatizando por completo. Todo esto alimenta las arcas del capital del monopolio financiero.
Por lo tanto, la respuesta del sistema a la sobreacumulación ha sido la «destrucción creativa» de las bases mismas de la existencia social, creando contradicciones cada vez más profundas.
Al mismo tiempo, el capital se enfrenta a una población que con frecuencia resiste, pero que aún no se decide por una revuelta total. Esta actitud del pueblo amenaza con detener el proceso de acumulación por desposesión. Ante este riesgo el capital del monopolio financiero ha decidido duplicar su apuesta y recurrir a las fuerzas de la reacción militante como un medio para consolidar su poder.
La conclusión a la que hemos llegado es que el surgimiento del neofascismo es una manifestación de contradicciones más profundas del sistema capitalista. Estas contradicciones incluyen: la crisis estructural del sistema, el asalto neoliberal a la clase trabajadora, la desestabilización del estado liberal-democrático y el despertar reaccionario de la extrema derecha en determinados estratos medio-bajo.
Estamos en un momento de estancamiento económico insuperable, de una desigualdad sin precedentes y de rápido deterioro ambiental. Además, este no es sólo un problema en los países capitalistas avanzados, sino que también ocurre en las llamadas economías emergentes, complicadas aún más por haber vivido siglos bajo el dominio de colonialismo y imperialismo.
Lo que todavía está visiblemente ausente en la superficie, pero existe con un potencial listo para estallar es una fuerza volcánica de ira absoluta de las poblaciones trabajadoras en todas partes. Este fuerza telúrica estallará una y otra vez, en una multitud de formas, y de hecho hoy ya se está produciendo en algunas partes del mundo.
Una cosa es segura: el mundo enfrentará conflictos extraordinarios y cambios irreversibles en cuestión de décadas. El sistema está en descomposición, mientras tanto sigue destruyendo al planeta como el lugar de habitación para los seres humanos. Este modo de producción no puede aguantar. Estamos frente a lo que Marx una vez llamó «ruina o revolución».
FC : Como editor de Monthly Review , ¿cuál es su propuesta para actuar en esta escena política?
Bellamy Foster : Monthly Review , que ahora tiene setenta años, es un producto de quienes editan y escriben para la revista , así como para sus lectores y seguidores.
Todos nos atrae la tradición crítica que ha desarrollado a lo largo de los años la revista aunque no siempre estemos de acuerdo en todo. En consecuencia, mis propios puntos de vista no se corresponden necesariamente con todos los que colaboran con la revista.
En mi opinión, y creo que es la opinión generalizada de MR, es crucial reconocer que el capitalismo es inherentemente imperialista, ecológicamente destructivo, racista (en el sentido de ser su origen histórico) y arraigado en la familia patriarcal como el unidad económica a través de la cual se organiza la propiedad privada.
Cuando el capitalismo entró en la etapa monopolista fue el foco de la crítica de Marx a la economía política. En el siglo XX, la empresa gigante monopolista (u oligopolística) llegó a dominar la economía, primero a nivel nacional y luego a nivel internacional.
Actualmente, la tecnología está estructurada de tal manera que mantiene las estructuras de poder capitalista monopolista y, por lo tanto, está lejos de ser neutral en su desarrollo y efectos. Un sistema de comunicación cada vez más concentrado arroja una ideología monocromática. El estado es cada vez más una criatura del capital, rara vez opera como tal , excepto para expandir las relaciones de mercado, incluso cuando esto significa circunscribir el papel del propio estado.
El principal enemigo de este sistema jerárquico es un movimiento hacia el socialismo, que exige igualdad sustantiva y sostenibilidad ecológica.
Las revoluciones del siglo XX fueron principalmente un fenómeno de la periferia. Sin embargo, en el siglo XXI, las fuerzas objetivas apuntan a un movimiento planetario hacia el socialismo, que emana principalmente de la periferia, pero que también surge por necesidad en el centro.
El precursor de este nuevo proceso puede ser similar a la explosión mundial asociada con 1968, pero con una realidad emergente totalmente nueva en forma de cambio climático y de una crisis ecológica planetaria. Al igual que con todas las revoluciones, este será un proceso largo en el que los puntos de inicio y los puntos finales son borrosos todavía.
La principal cuestión política que tenemos ante nosotros es la unidad en la izquierda revolucionaria. Las amenazas universales que enfrentamos son claras para aquellos con los ojos bien abiertos : (1) neoliberalismo (amenaza de explotación / expropiación universal), (2) neofascismo (amenaza de terrorismo de estado), (3) capital fósil (amenaza de destrucción del hábitat humano), y (4) imperialismo permanente, militarismo y guerra (amenazando la demolición de las sociedades y agresion nuclear).
En estas circunstancias no puede haber ningún compromiso con el capitalismo o el neoliberalismo. Un frente popular que integrará a los neoliberales contra el surgimiento del neofascismo no funcionaría, dada la estrecha relación de estos dos movimientos políticos capitalistas reaccionarios.
Más bien, nos enfrentamos hoy a la perspectiva de lo que David Harvey ha denominado una alianza neoliberal-neofascista. Tampoco hay base para compromisos sobre el tema del capital fósil, como lo exige el sistema. La única respuesta es recurrir a las bases populares para la acción revolucionaria, que, a pesar de todo, se ha estado desarrollando silenciosamente en la sociedad.
Todas las luchas contra el imperialismo, el capitalismo racial, el patriarcado global y el ecocidio, y por los derechos LGBTQ, los derechos indígenas, el ecosocialismo y por la igualdad deberían confluir en un gran cauce.
La lucha para unir estos movimientos mundiales anticapitalistas en las actuales circunstancias históricas requiere un movimiento por el socialismo completamente movilizado y completo para el siglo XXI, un movimiento que reconoce que no solo el capital, sino también su estado, debe ser desmantelado.
Dada la velocidad con la que se destruye el planeta como lugar de habitación humana, dicho movimiento contra la lógica del capital, o movimiento hacia el socialismo, debe crecer a pasos agigantados para garantizar ciertas salvaguardas humanas, incluso si todo el proceso de un cambio social fundamental se constituirá como una larga marcha revolucionaria con muchas paradas y comienzos, movimientos hacia adelante y hacia atrás.
A menos que haya un cambio considerable en las relaciones de poder, particularmente con respecto al medio ambiente, los efectos desastrosos de la continuación de los negocios como siempre son inimaginables.
Esto significa que el cambio debe ocurrir en las condiciones históricas que se nos presenta actualmente. Dicho de otra manera, se requiere de una revolución que termine definitivamente con la lógica del capitalismo, durante un periodo largo de transición.
Nada de esto, por supuesto, podrá producirse sin una revuelta global contra el imperialismo. Hoy tiene que haber un motín global contra el imperialismo, contra los flujos de dinero, contra el poder y la opresión que constituye el capitalismo mundial.
Esto significa que deberá surgir una nueva Internacional de Trabajadores y Pueblos (como lo llamó Samir Amin) que posiblemente emanará del Sur Global, pero que también deberá estar asentada en las luchas dentro del centro del imperio. En los paises capitalistas del Norte, de acuerdo con el principio de que el trabajo en el Norte Global no puede ser libre cuando la mano de obra del Sur Global no es libre.
Sobre todo, necesitamos ver el surgimiento de un proletariado ambiental global, del cual ya hay signos, capaz de abordar la devastación material de las economías y el medio ambiente.
¿Todo esto es demasiado ? Quizás. Algunos pueden pensar que es mero idealismo, en lo que respecta a las perspectivas de una revolución. Sin embargo, la verdad es que si tomamos en serio la advertencia de Thompson (y otras nociones similares), está claro que la izquierda, a pesar de todo, ha estado avanzando política y culturalmente, y de alguna manera institucionalmente, luchando en innumerables pequeñas batallas que se han ido sumado durante muchos años.
La izquierda, corrigiendo errores pasados ahora tiene que cambiar la dialéctica identidad -diferencia, por una concepción de una unidad más amplia, enraizada en el reconocimiento de la diferencia. El problema no es la debilidad objetiva de la clase trabajadora, sino las divisiones culturales que constantemente la desunen en un proceso promovido por el neoliberalismo, que limita la lucha efectiva de la clase trabajadora.
Sin embargo, hoy existe una base, derivada de luchas históricas pasadas y de la necesidad de un movimiento revolucionario más amplio y central: un movimiento que pueda responder antes las amenazas sin precedentes al trabajo y a nuestro hábitat.
Sin una acción tan revolucionaria que desate una nueva era de creatividad, el futuro del mundo es sombrío. Escribiendo en 1968 en The Explosion , el filósofo marxista francés Henri Lefebvre enfatizó que determinados eventos pueden producir situaciones cambiantes que alteran el campo de acción rápidamente de manera que hacen posible lo imposible, constituyendo un momento histórico completamente nuevo.
Alguna vez este pensamiento podría haber sido descrito como utópico, pero hoy es simplemente una cuestión de supervivencia: lo imposible, la creación de un nuevo conjunto de relaciones sociales, no solo es posible sino absolutamente necesario. O como más tarde diría el propio Lefebvre, con la crisis ecológica planetaria en mente, es una cuestión de «revolución o muerte».
FC : Gracias por analizar el tema candente en muchos países.
Bellamy Foster : Gracias a ti, Farooque.