ANDREA VENTO, PROFESOR DE GEOGRAFÍA ECONÓMICA EN LA UNIVERSIDAD DE PISA
El inexorable ritmo de la crisis climático-ambiental de las últimas décadas ha llevado a la comunidad académica internacional a ampliar y profundizar este campo de estudio con el fin de comprender sus causas, alcances y desarrollos futuros. Existe una impresionante actividad investigadora, transversal a diversas disciplinas, que también ha generado nuevos paradigmas teóricos y terminológicos.
En este contexto, el concepto Antropoceno, propuesto por primera vez en la década de 1980 por el biólogo Eugene Stoermer, comenzó a extenderse, cruzando las fronteras disciplinarias y académicas, gracias al Premio Nobel de Química, Paul Crutzen, quien destacó la intensidad y omnipresencia que la actividad humana había asumido con respecto a los procesos biológicos terrestres [1].
En el medio ambiente, este concepto explica que el cambio de estado de nuestro planeta – provocado por una escalada de la crisis climático-ambiental de origen antropogénico- se ha convertido en un elemento característico de una nueva era geológica. Sin embargo, del termino Antropoceno es insuficiente porque no explica las connotaciones histórico-políticas de producen este cambio al no hacer distinción de las fuerzas económicas producen este cambio planetario.
Por otro lado, una importante corriente del pensamiento académico afirmar que con los datos conocidos se puede demostrar que la actual crisis climático-ambiental es el resultado del sistema económico dominante, un sistema donde una parte minoritaria de la población está decidida a perpetrar la explotación de recursos naturales para salvaguardar su nivel de consumo, ahora claramente insostenible [2]. Esta acción se materializa en un fuerte déficit ecológico que, de diversas formas, acaba repercutiendo sobre todo en las zonas geográficas menos desarrolladas económica y socialmente.
De hecho, atribuir las causas de la crisis climático-ambiental a toda la humanidad elimina el papel y la responsabilidad del sistema dominante de producción y consumo, por tanto, según estos investigadores el nombre apropiado para esta nueva matriz geológica debería ser Capitaloceno [3].
Este paradigma interpretativo está confirmado por el informe «Desigualdad del CO2», publicado por Oxfam [4], en colaboración con el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo, en vísperas de la Asamblea General Anual de las Naciones Unidas, realizada con el fin de informar a los líderes políticos mundiales del deber de aplicar medidas eficaces para combatir la crisis actual.
El mencionado informe demuestra que entre 1990 y 2015, las emisiones de CO2 a la atmósfera se duplicaron con creces y, el 1% más rico de la población mundial, (equivalente a 63 millones de habitantes) emitió el doble de CO2 en comparación con el 50% más pobre del planeta (correspondiente a 3.100 millones de personas). Y que el 10% más rico fue responsable del 52% de las emisiones totales de CO2 entre 1990 y 2015, mientras que el 1% más rico fue el responsable del 15%.
A partir de estos datos, y de muchos otros, es evidente que las responsabilidades de la crisis del planeta no pueden atribuirse genéricamente a todo el ser humano, sino a una oligarquía mundial; a la cúpula del capitalismo globalizado, que en las últimas décadas ha acumulado una enorme riqueza aumentando las desigualdades [5], y que sigue desarrollando actividades productivas extremadamente contaminantes, empujando así la crisis climático-ambiental hacia la irreversibilidad.
El concepto de Capitaloceno, permite enfocar con rigurosidad la dinámica existente ya que logra identificar los aspectos degenerativos de la estructura capitalista que -de manera cada vez más «clasista» – polariza no solo las vulnerabilidades intergeneracionales sino también aquellas diferencias dentro y entre diferentes sociedades [6]. En relación a esto último, los estudios pronostican que el Sur del mundo, responsable de solo el 10% de las emisiones globales, tendrá que sufrir el 75% de los efectos negativos, sumergiéndose efectivamente en una situación de “apartheid ambiental”.
Basado en el ciclo de extracción-producción-consumo, el sistema económico globalizado, neoliberal y desarrollista funciona como garantía del capital transnacional
estimulando la concentración de inmensas ganancias y la socialización de los costos ambientales.
Con este modelo productivo, la adopción de políticas de la llamada “economía circular” se ha demostrado incapaz para reducir el impacto en el ecosistema terrestre y no es manifiestamente insuficiente para resolver la triple crisis en curso (ambiental, económica y social), ya que no cuestionan el paradigma del crecimiento económico infinito y de la acumulación capitalista.
Por tanto, la cuestión de la superación de las estructuras económicas y sociales del Capitaloceno, es cada vez más urgente. Los fríos datos dan cuenta que el modelo de producción y consumo es insostenible, que las desigualdades sociales son cada vez más insoportables y que los efectos degenerativos del capitalismo han llegado a poner en peligro el futuro del planeta y, de toda la humanidad.
NOTAS
[1] ¡Bienvenido al Antropoceno! El hombre ha cambiado el clima, la Tierra entra en una nueva era (Mondadori, 2005).
[2] Cómo certifican los datos de la huella ecológica La huella ecológica per cápita mundial sostenible es de 1,8 ha, mientras que la actual es de 2,7 ha. Entre los países individuales: Qatar (11,68) Kuwait (9,72) Emiratos Árabes Unidos (8,44) Estados Unidos (8,1)
[3] ¿Antropoceno o capitaloceno? Escenarios de ecología mundial en la crisis planetaria. Comisario: Alessandro Barbero, Emanuele Leonardi Editor: Ombre Corte Año de edición: 2017
[4] https://www.adnkronos.com/sostenibilita/risorse/2020/09/21/disuguaglianza-piu-ricco-del-pianeta-inquina-piu-miliardi-poveri_hVANEvcMqa693vnRu0GeUI.html
[5] Oxfam 20 de enero de 2020. Davos 2020: la tierra de la desigualdad: a mediados de 2019, el 1% más rico de la población llegó a poseer más del doble de la riqueza que poseían 6,9 mil millones de personas.
[6] Ensayo «Migraciones y Atropoceno» de Fabio Amato en «Geografía y Antropoceno. Hombre, medio ambiente, educación» de C. Giorda, Carocci editore, Roma 2019, de la página 96 a la 104.