EL PERIODISTA ALEX ANFRUNS ENTREVISTA A TAMÁS KRAUSZ* AUTOR DEL LIBRO “RECONSTRUYENDO A LENIN”
En su libro “Reconstruyendo a Lenin” defiende que el legado teórico y político de Lenin sigue siendo de verdadero interés para las fuerzas políticas de izquierda, y que sólo después de la desaparición de la URSS podemos entender mejor su pensamiento. ¿Qué dicen sus investigaciones sobre esta cuestión?
Tamás Krausz: Entre 1895 y 1916 Lenin analizó las características fundamentales del capitalismo ruso y mundial a nivel histórico y teórico. En lo que respecta a la esencia de su análisis histórico, comprendió – y de una manera que es válida hasta hoy – las principales características del desarrollo histórico ruso como, usando el término de Arrighi, la semi-periferia del sistema mundo. Rusia incorporaba al mismo tiempo casi todas las contradicciones del sistema.
Simplificando y, en resumen: en el capitalismo feudal ruso la burguesía rusa no desempeña un papel político independiente, sino que se subordina al autoritarismo zarista. Lenin llegó a la conclusión que las perspectivas revolucionarias que se habían abierto para la burguesía de Occidente, en los siglos anteriores, ahora se abrían para el movimiento obrero. Estas tareas revolucionarias sólo podían ser llevadas a cabo por el proletariado y los campesinos sin tierra. Era posible llevar a cabo tanto las tareas burguesas como las socialistas, no en cooperación con la burguesía, sino en lucha con ella. Por cierto, esto es lo que separó a Lenin de Plejánov y de los mencheviques que aún creían en la revolución democrático-burguesa.
Hoy podemos ver cuánta razón tenía Lenin: 30 años después del desmantelamiento de la Unión Soviética aún no hay una burguesía democrática en Rusia. Pero, Lenin también concluyó que, si Rusia permanecía sola podría convertirse en su opuesto: podría convertirse en una fuente de interminables dificultades, porque durante el zarismo el 80% de la población no sabía leer ni escribir.
Los análisis de Lenin son instructivos también para la semi-periferia de nuestro tiempo: no hay otra alternativa sino un segundo tipo de socialismo, un socialismo basado en la democracia social. No es casualidad que mucha gente odie y falsifique la actuación política y teórica de Lenin. Utilizando su método analítico, todavía hoy llegamos a la conclusión que el presunto capitalismo liberal esconde el dominio oligárquico de una minoría absoluta. Fuera del socialismo no hay alternativa al sistema. Hoy en día este mensaje ha adquirido una validez global.
Después de la revolución de febrero de 1917, los hechos refutaron el avance de la revolución “por etapas”. A este respecto, usted afirma que Lenin “comprendió el significado práctico de la efervescencia del movimiento revolucionario” …
Lenin reconoció incluso antes de la guerra que la democracia burguesa no tenía apoyo en Rusia: la lucha por los derechos democráticos era responsabilidad del movimiento obrero. Después de febrero de 1917, al analizar el proceso concreto y sus rápidos cambios, comprobó que las fuerzas que impulsaban la revolución se habían auto-organizado en soviets de obreros, soldados y campesinos, ocupando y expropiando fábricas y tierras, y desertando del frente. Fue en medio del colapso de la guerra que las fuerzas revolucionarias descubrieron la “guerra de clase” como herramienta.
Lenin llamó “ilusiones” a la idea de convocar una Asamblea Constituyente. ¿Qué tipo de gobierno tenía en mente?
En lugar de una Constitución burguesa, donde la declaración de la igualdad es puramente retorica, los bolcheviques avanzaron hacia el establecimiento de una igualdad social real y efectiva. Conociendo la situación revolucionaria, Lenin se negó a cooperar con los partidos políticos que reivindicaban una constitución que sacralizaba la dominación de la propiedad privada capitalista. En cambio, planteó – antes y después del Segundo Congreso Pan ruso de los Soviets – que participaran en el gobierno de los soviets todas las organizaciones que se comprometían con el socialismo.
El hecho que los Socialistas Revolucionarios de izquierda se unieran a los bolcheviques muestra que, para las masas reunidas en los soviets, la cuestión de la tierra, la nacionalización, la organización de la producción y el consumo era lo más importante. La sensibilidad jurídica de todas fuerzas sociales participantes en la “singular” revolución rusa (según el termino usado por György Lukács) no se había desarrollado plenamente en los siglos anteriores. Entonces, ¿por qué una revolución socialista, que contaba con el apoyo de la mayoría de la población, iba a ser apoyada por los partidos capitalistas?
La demostración de esto fue el golpe de estado (fracasado) del General Kornilov y la inmediata proscripción del Partido Bolchevique. En ese momento Lenin llegó a la conclusión que “el zarismo había declarado la guerra civil” y, durante semanas trató de convencer a su propio partido que el momento decisivo de la toma del poder había llegado, y que esta acción no debía implicar demasiados riesgos.
Lenin ya sabía en 1905 que a los ojos de las masas campesinas la “legitimación” del poder despótico se había debilitado. En 1917, el Gobierno Provisional tampoco tenía legitimidad. Se había mostrado incapaz de salir de la guerra y de poder resolver ni una sola cuestión importante. Ni siquiera pudieron arrestar a Lenin… Frente al general zarista Kornilov y los golpistas, la hegemonía del campo revolucionario obrero-campesino era evidente.
En septiembre de 1917, en la clandestinidad, Lenin reflexionó sobre la experiencia de la Comuna de París y la teoría del socialismo, y escribió su obra “El Estado y la Revolución”. La actualidad del socialismo provenía del hecho de que el capitalismo se había derrumbado como consecuencia de la guerra mundial y parecía incapaz de resistir las iniciativas revolucionarias globales o al menos europeas.
Para él, la pregunta fundamental era cómo estallaría la “revolución mundial”. El nudo gordiano fue cortado por él mismo, es decir, por la revolución rusa. El análisis de Lenin de Rusia como “el eslabón más débil del imperialismo” era acertado: en el otoño de 1917 las relaciones de poder de clase cambiarían a favor de las clases oprimidas, ya que todo el poder tradicional estaba completamente paralizado.
El fin inmediato de la guerra, la repartición de la tierra, la nacionalización; “paz, tierra, pan y libertad” sólo podían resolverse de manera revolucionaria. Y finalmente: las armas estaban en manos de masas revolucionarias y de sus organizaciones… Era “ahora o nunca” …
Algunos libros de historia describen un “Lenin criminal”. Se lo presenta como defensor de la violencia y partidario de la “dictadura del proletariado”. Sin embargo, con antecedentes historiográficos usted cuestiona los ejemplos que dan estos libros. ¿Puede decirnos más al respecto?
Los libros de texto oficiales han estado mintiendo durante muchas décadas. Lenin no tenía una teoría particular del terror y la violencia. Otra cosa es que después de 1907, después que el zarismo ahogara en sangre la primera revolución rusa, Lenin haya insistido que, si una revolución no puede defenderse, está condenada a la muerte. Suponer que la organización del Ejército Rojo y del poder soviético – en medio de una contrarrevolución con una intervención exterior – podría haberse llevado a cabo pacíficamente es una idea absurda.
Antes de octubre, Lenin escribió sobre la posibilidad de un “camino pacífico”, pero la historia concreta eliminó esa posibilidad de la agenda. ¿Qué habría pasado si los revolucionarios hubieran cedido el poder a la contrarrevolución?
La experiencia del siglo XX – desde Hitler a Pinochet, desde el neocolonialismo hasta el bombardeo de Irak y Yugoslavia- han demostrado suficientemente que las fuerzas del capitalismo, han infligido cientos de veces más violencia a los pueblos del mundo que la revolución rusa durante la vida de Lenin.
Tampoco puede reducirse a la violencia el principal problema del “período de transición” después de la toma del poder, esto aunque es evidente que cualquier organización estatal presupone el recurso de la fuerza. El principal problema al principio, en cierto sentido, no fue la reorganización de la producción y de la distribución, sino la erradicación del analfabetismo, la elevación cultural de más de un centenar de pueblos y nacionalidades.
Estos problemas fueron la principal fuente de violencia. A medida que se fue construyendo una nueva jerarquía burocrática se agudizaron luchas de intereses entre instituciones, autoridades y aparatos locales y centrales, hechos políticos que explicaban los temores de Lenin: si la revolución rusa se quedaba sola, las perspectivas del socialismo se reducían dramáticamente.
Una de las ideas que usted combate en su libro es que las decisiones de Lenin habrían sentado las bases que permitieron al Partido Comunista restringir la vida democrática y del llamado totalitarismo. ¿Cuáles son sus argumentos?
En primer lugar, la llamada “teoría del totalitarismo” es una línea de pensamiento primitiva concebida por los propagandistas del sistema capitalista. Si colocamos a Lenin y al desarrollo soviético en el Lecho de Procusto de esta teoría, emerge una narrativa sobre el totalitarismo que nos priva incluso del respeto a los hechos históricos.
La tesis que “todas las dictaduras son iguales” es una imposibilidad conceptual y política. Además, durante el período leninista, la “dictadura” del Partido Comunista se acompañó de un amplio “pluralismo” institucional, por ejemplo, cada corriente literaria tenía organizaciones independientes. Incluso dentro del Partido Comunista, existían diferentes tendencias que luchaban entre sí.
La confusión entre la época leninista y la época estalinista es un error tan grande como si se confundiera la dictadura jacobina con el imperio de Napoleón, o el régimen de Stalin con Brézhnev. Lenin, adivinando las posteriores manipulaciones de los pensadores de la burguesía, subrayó que ningún sistema puede ser descrito por conceptos puramente políticos.
En “El Estado y la Revolución”, proyecta directamente su concepción humanista. La consideración que las revoluciones deben poder defenderse es muy reveladora a la luz de los regímenes terroristas que impusieron los zaristas de los territorios que llegó a controlar el Ejercito Blanco. El liberalismo ruso se sumó con entusiasmo a estos regímenes militares terroristas. El antiguo amigo de la juventud de Lenin, P. Struve, que pasó de ser un “marxista legal” a un liberal, finalmente se convirtió en el “asesor político” de Denikin, ocupando una posición de primer plano en esos regímenes terroristas.
Después de enfrentarse a retos gigantescos como la hambruna, la guerra civil y la agresión de una coalición internacional de países, se necesitó un programa para la supervivencia de la Revolución. Por un lado, Lenin elabora las bases de la NEP, y por otro lado desarrolla la idea de llevar a cabo una “revolución cultural”. ¿Qué consideraciones tomó Lenin para estas políticas?
La NEP, la nueva política económica (marzo de 1921) tal como la formuló Lenin, implicaba “una restauración parcial del capitalismo”, porque la mayoría campesina y pequeñoburguesa de la población “no podía existir sin comprar y vender”; la sociedad rusa no estaba preparada para el socialismo, para lograr la autogestión social.
Por otra parte, millones de trabajadores tenían que llegar a dominar muchos elementos para crear una nueva cultura. En ausencia de costumbres, métodos y tradiciones sociales democráticas, la cuestión fundamental era cómo mantener la hegemonía de los objetivos y planes culturales socialistas colectivos en la sociedad soviética.
Basándose en la experiencia de Lenin, Gramsci escribió extensamente sobre esta cuestión. El punto de partida de Lenin fue que después de la victoria militar, la “hegemonía cultural” sólo podía mantenerse si la mayoría social, que abiertamente no estaba interesada en la restauración del capitalismo, ahora se hacía cargo directamente de la gestión de sus asuntos. Pero, la realidad dejada por el zarismo impuso una contradicción importante: la violencia estaba arraigada en la Rusia de esa época.
Como se lee en “El estado y la Revolución” un régimen de democracia social directa podría haber minimizado la violencia, y hubo muchos esfuerzo politico en este sentido en la Rusia Soviética: comunas, cooperativas, redes de teatros de trabajadores, círculos de auto-educación, y muchas otras manifestaciones de la energía popular.
Lenin “constitucionalizó” el sistema soviético según principios políticos antirracistas y antinacionalistas que sentaban la igualdad jurídica y social de todos los pueblos, y denunció con fuerza el comportamiento hipócrita de los sistemas burgueses que, si bien rechazan formalmente la exclusión jurídica y racial, reproducen estas lacras haciendo de las Constituciones sólo papel mojado. El desarrollo histórico soviético de finales del decenio de 1920 se desvió de esta trayectoria por diversas razones históricas, que tampoco pueden explicarse con “teorías” superficiales.
En el sistema soviético, no es la falta de democracia burguesa de lo que hay que quejarse; esto no tiene sentido, ya que ni sus líderes ni sus partidarios querían un tipo de “democracia” oligárquica. En el sistema soviético son las formas democráticas y socialistas autónomas las que fueron deficientes. Y, es en este espíritu que las transgresiones democráticas deben ser criticadas: la era de la democracia económica y social está todavía por delante, no detrás nuestro.
*Tamás Krausz es profesor de historia rusa de la Universidad de Budapest, miembro del comité editorial de la revista “Conciencia” fundada por György Lukacs, y un activista político que denuncia los excesos autoritarios en la Hungría de Viktor Orban.