MK BHADRAKUMAR, DIPLOMÁTICO SENIOR DE LA INDIA
La próxima primera visita del presidente iraní, Ebrahim Raisi, a Arabia Saudita el 13 de noviembre marca un hito histórico en el acercamiento entre estos dos países y su actual amistad producto del paciente trabajo diplomática de China. Esta relación está adquiriendo rápidamente un nivel cualitativamente nuevo en el contexto del conflicto palestino-israelí.
El hecho marca un cambio en las placas tectónicas de la política regional, que durante mucho tiempo ha estado dominada por Estados Unidos, pero cuidado; ya no lo está. La última iniciativa China-Arabia del lunes para promover un alto el fuego en Gaza se completó con un extraordinario evento diplomático en la sede de la ONU; los enviados de ambos países leyeron juntos una declaración antes los medios. Estados Unidos había salido de la ecuación para solucionar la guerra de Israel contra Palestina.
Los acontecimientos ocurridos desde el 7 de octubre dejan muy claro que los intentos de Estados Unidos de integrar a Israel con su vecindad musulmana fueron simplemente una quimera… a menos que los israelíes estén dispuestos a convertir sus espadas en pacíficos “arados”.
Al contrario, la ferocidad de los ataques de venganza israelíes contra el pueblo de Gaza –“animales”– huele a racismo y genocidio. Irán conoce muy bien la bestialidad del régimen sionista y ahora Arabia Saudita también ha comprendido que debe solidarizarse con los pueblos de la región.
Raisi se dirige a Arabia Saudita en el contexto de un cambio histórico en la dinámica del poder regional. El rey Salman invitó a Raisi a hablar sobre los crímenes de Israel contra los palestinos en un Cumbre especial de estados árabes, de la que ha sido anfitrión en Riad. Esto significa, que pese a los Acuerdos de Abraham, el reino saudita ha comprendido finalmente que su compromiso es con la opinión pública árabe.
Viéndolo con seriedad es una falacia el discurso occidental sobre un eje Rusia-China-Irán en Asia occidental. Para Teherán es una interpretación sin sentido. El triple principio coherente de la política exterior, que Irán aplica desde la Revolución Islámica de 1979, es el siguiente; en primer lugar, su autonomía estratégica es sagrada; dos, los países de la región deben tomar sus propias decisiones y resolver los problemas sin involucrar a potencias extrarregionales, y tres, se debe fomentar la unidad musulmana, por largo y sinuoso que parezca ese camino.
La aplicación de estos principios tenía graves limitaciones debido a las las condiciones generadas por la política colonial del “divide y vencerás” aplicada religiosamente por Estados Unidos. Esta política para dividir al mundo musulmán fue diseñada por Washington a partir de la guerra entre Irak e Irán. Era la infancia de la revolución islámica y los los diplomáticos estadounidenses “trabajaron” intensamente para que los estados árabes apoyara militarmente a Saddam Hussein en su agresión militar contra un Irán que estaba luchando por su soberanía.
Otro episodio doloroso es el conflicto sirio. Allí, nuevamente, Estados Unidos desarrolló una campaña entre los estados de la región para apoyar un cambio de régimen en Damasco cuyo objetivo final fue siempre atacar a Irán utilizando los grupos terroristas que el Pentágono incubó en el Iraq ocupado.
En Siria, Estados Unidos logró brillantemente enfrentar a los estados regionales entre sí y el resultado está a la vista, el pais que solía ser el corazón palpitante de la civilización islámica ha quedado en ruinas.
En el punto álgido de este conflicto, las agencias de inteligencia occidentales operaron sin tapujos ayudando a los grupos terroristas a arrasar con Siria cuyo pecado era, al igual que Irán, dar primacía a su autonomía estratégica y mantener una política exterior independiente durante y después de la guerra fría.
Baste decir que Estados Unidos e Israel tuvieron un importante éxito en fragmentar el Medio Oriente musulmán exagerando las percepciones de amenaza y convenciendo a varios Estados del Golfo que enfrentaban amenazas directas de los iraníes por un presunto apoyo a los movimientos disidentes.
Por supuesto, Estados Unidos aprovechó este temor vendiendo enormes volúmenes de armas y, lo que es más importante, mantuvo al petrodólar como el pilar del sistema bancario occidental. En cuanto a Israel, se benefició directamente al demonizar a Irán, desviando asi la atención a la cuestión palestina, que siempre ha sido el tema central de la crisis de Oriente Medio.
Sin embargo, con la implementación del acuerdo Irán-Arabia Saudita-China se ha reducido la hostilidad que existió entre Riad y Teherán durante la mayor parte de las últimas décadas. Ambos países ahora buscan aprovechar el impulso generado por el éxito de las conversaciones secretas en Beijing y hacer cumplir los compromisos de no interferencia en los asuntos de otros estados.
Lo que los analistas occidentales pasan por alto es que los estados ricos del Golfo están hartos de ser los socios subalternos de Estados Unidos. A diferencia de la era de la Guerra Fría, los árabes quieren priorizar sus intereses nacionales con paises que los respeten, evitando la política occidental de suma cero, por razones ideológicas o dinámicas de poder.
Por estas razones de fondo, la Administración Biden no quieren aceptar la pragmática política exterior de los saudíes: trabajan con Rusia para materializar los recortes extra del suministro de petróleo de la OPEP +; negocian con Estados Unidos sobre tecnología nuclear y, al mismo tiempo, colaboran con Beijing para sofocar el incendio iniciado en el Levante, tratando de evitar que el fuego de la guerra se propague al resto de Asia occidental.
Evidentemente, a los sauditas les preocupa la perspectiva de una confrontación entre Estados Unidos e Irán. Por otro lado, saudíes e iraníes comparten una decisión política que se explica en una frase: necesitan estabilidad y seguridad para priorizar con eficacia el desarrollo de sus países.
Por lo tanto, es pura insensatez por parte de Washington incluir a Hezbolá, Hamás e Irán como un solo grupo (como hizo Blinken durante su última visita a Tel Aviv el lunes) y yuxtaponerlo con el resto de la región. La maliciosa información de los medios que Hezbolá y Hamás son movimientos “terroristas” esta quedando al descubierto. A decir verdad, ¿en qué se diferencian del Sinn Féin, que históricamente estuvo asociado con el IRA?
Semejante falsedad pone de relieve la absurda empresa israelí, india y estadounidense de crear un QUAD 2 de Asia occidental (“I2U2”). A esta altura de los acontecimientos este ilusorio proyecto parece cada vez más ridículo . Su origen fue un complot urdido recientemente en Nueva Delhi durante la cumbre del G20 para que los saudíes se suban al proyecto del Corredor Medio Oriente-Europa, auspiciado por la India. El proyecto que desde su nacimiento daba la espalda a la realidad preponía integrar económicamente a Israel con sus vecinos árabes, aíslar a Irán y Turquía, y desarmar el Corredor Internacional Norte-Sur liderado por Moscú y por la Iniciativa de la Franja y la Ruta de Beijing.
Teniendo todo esto en cuenta,la gira regional del secretario de Estado, Antony Blinken, a Israel y su reunión con un grupo selecto de estados árabes en Ammán, durante el último fin de semana, se ha convertido en un momento decisivo en la crisis del pueblo palestino de Gaza.
Hoy ya se sabe que los ministros de Asuntos Exteriores de los países Arabes se negaron rotundamente a aceptar cualquiera de las odiosas propuestas presentadas por Blinken, cuyas intenciones reales son preservar los intereses geopolíticos del estado sionista y de Estados Unidos.
Bliken llegó a proponer una “pausa humanitaria” en lugar de un alto el fuego. Además propuso: campos de refugiados para la gente de Gaza financiados con dinero árabe; autorización para nuevos asentamientos israelíes en la Franja; un acuerdo de posguerra para que la bombardeada y destruida Gaza sea manejado por la Autoridad Palestina y como broche de oro: que la reconstrucción sea financiada por los estados del Golfo.
Mientras tanto y por tiempo indefinido Israel continuaría dominando el territorio en la importantísima esfera de la seguridad; se impediria que Irán acuda al rescate de Hezbollah y los milicianos de Hamas seguirán siendo asesinados por las picadoras de carne de fabricación estadounidense del ejército israeli.
Era pura hipocresía. Los ministros de Asuntos Exteriores árabes hablaron al unísono para oponer un sencilla contrapropuesta a la de Blinken: un alto el fuego inmediato.
Aunque sigue siendo el sionista número uno del mundo, finalmente el presidente Biden está preocupado por su propia supervivencia política; las elecciones de 2024 están a la vuelta de la esquina.
Sea como fuere, lo más probable es que más temprano que tarde la comunidad global insista en detener al Estado de apartheid que ha montado Israel. La exigencia de una solución al problema palestino no admita más demoras, ya ha ganado a la opinión publica, incluso en el hemisferio occidental. Ahora si los países árabes e Irán fortalecen su unidad y se comprometen con la causa palestina, esa decisión tendrá un importante peso en el nuevo orden mundial multipolar emergente.